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Ivo Pogorelich es uno de los fenómenos del piano de la última mitad de siglo: de un extremado virtuosismo y de una musicalidad sorprendente sus interpretaciones causan verdadera sensación y exacerbadas críticas. El hecho de que Pogorelich aborde las Sonatas de Scarlatti hará despertar mucho interés pero también inquietud. Estas partituras del XVIII escritas para el clavecín de doble teclado, son endiabladamente difíciles si se tocan en un piano moderno, pues exigen a veces constantes entrecruzamientos de manos y una agilidad fuera de lo común. Esa dura prueba queda a priori salvada con las manos de Pogorelich. Dedos largos, manos grandes y vigorosas, y entrenamiento técnico muy perfeccionado, capaz de sortear cualquier dificultad técnica que se le presente.

Otro capítulo merece la interpretación. Pogorelich huye del tópico y sus versiones son muy personales. Puede decirse que aplica a esta música del barroco un estilo romántico. Fundamentalmente en los tempo, que maneja a su aire. No apreciamos aquí el pulso constante de la música barroca, pues son muy frecuentes los ritardandi, accelerandi e incluso rubatos al término de cada frase musical. Pero no se trata de abusos desajustados del ritmo, pues en general hay una gran coherencia interna, ya que Pogorelich pone el tempo al servicio del sentido de la música. Y es que no abandona el espíritu scarlattiano de estas partituras.

La música de Scarlatti posee un carácter muy popular, tanto de su origen italiano como español, pues no hay que olvidar que fué aquí donde transcurrió la mayor parte de su vida profesional y donde compuso estas Sonatas para su alumna Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI. Pogorelich canta las melodías de Scarlatti, pero también las dice y las medita. Sabe poner de relieve la esencia de cada una de ellas. Si el clave con los registros puede variar los timbres, el piano moderno ha de servirse de su facultad de matización. Es éste otro aspecto que queremos destacar en la interpretación del pianista yugoslavo. La riqueza de matices es tan asombrosa que nos hace redescubrir la música de Scarlatti.

A lo largo de estas quince Sonatas permanece la claridad y frescura del auténtico Scarlatti. Pogorelich no hace sino poner las posibilidades del piano a disposición de esta preciosa música, y lo lleva a cabo con una brillantez y maestría difícilmente igualables.

Profesora de música y periodista