Mi cesta
Tu cesta está vacía, pero puedes añadir alguna de nuestras revistas o suscripciones.
Ver productosEl autor señala que con «El enigma de Dios» no pretende convencer a nadie de nada. Se limita a exponer sus dudas y su itinerario personal, por si puede ser de utilidad al lector
16 de diciembre de 2025 - 9min.
Pedro García Cuartango (Miranda de Ebro, 1955). Periodista y escritor. Trabajó en Cinco días, El Sol y Diario 16. Fue director de El Mundo y actualmente es columnista de ABC. Autor de Elogio de la quietud, Anatomía de la traición, Iluminaciones y España mágica.
Avance
¿Existe Dios? y, si es así, ¿por qué permite el sufrimiento?; ¿somos cada ser humano «una pasión inútil», como decía Sartre, o «un ser para la muerte», como indicaba Heidegger? El escritor y periodista Pedro García Cuartango plantea todas estas cuestiones en su libro El enigma de Dios, al tiempo que aporta su testimonio personal desde la fe de la infancia y juventud hasta la incertidumbre.
A partir de su libro, reseñado en Nueva Revista, Cuartango respondió a numerosas preguntas de los asistentes al Foro Nueva Revista, celebrado el pasado 19 de noviembre en la Universidad Villanueva. Se abordaron, entre otros asuntos, las pruebas científicas de la existencia de Dios, la gracia de la fe, el problema de la increencia, el libre albedrío, la ética laica, la vigencia de los valores cristianos y la vida después de la muerte.
ArtÍculo
La fe en la existencia de Dios no es un asunto abstracto, o que dependa solo de pruebas científicas, sino una opción personal». Esta idea del periodista y escritor Pedro García Cuartango sintetiza su intervención en una sesión del Foro Nueva Revista, celebrado el pasado 19 de noviembre en la Universidad Villanueva, en la que ofreció el testimonio de «un católico escéptico», a partir de su libro El enigma de Dios.
El autor se adentró en una cuestión tan antigua como la propia filosofía: ¿qué hacemos con Dios cuando ya no sabemos creer?, pero que tiene resonancias en la actualidad cultural, con el supuesto «giro católico» por el disco de Rosalía, el filme Los domingos o la reciente obra de Byung-Chul Han sobre Simone Weil. Para Cuartango, sin embargo, estas expresiones no reavivan el debate: únicamente lo hacen visible. «La cuestión de Dios —afirmó— no es moda, sino estructura».
En El enigma de Dios «se mezclan el plano teórico filosófico con el personal», trenzando las reflexiones sobre la cuestión religiosa desde Platón y Aristóteles hasta los existencialistas con el itinerario espiritual de Cuartango, pues como él mismo indica, «escribir de Dios es mirarse al espejo».
Nacido en el seno de una familia católica, en Miranda de Ebro (Burgos), el autor tuvo una crisis de fe al llegar a Madrid para estudiar en la universidad, y desde entonces busca a Dios. En este sentido, señaló en la sesión, lleva escribiendo El enigma de Dios durante toda su vida. Se define a sí mismo como agnóstico, o como precisa en el libro, «un agnóstico poco militante». Advierte que no le gusta la palabra, no porque rehúya la duda, sino porque la agnosis define una carencia que le resulta dolorosa, «la sensación de haber sido abandonado por la gracia» que, en la adolescencia, le permitía entrever una vida con sentido. Su relato no es el de un ateo satisfecho, sino el de un creyente deshabitado.
Albergar duda sobre la existencia de Dios no le exime de conducirse en la vida con un código ético, e invoca el imperativo categórico de Kant, mas no por ello desaparece la nostalgia de «una trascendencia que dé sentido al sufrimiento y a la fugacidad». La ética puede prescindir de Dios; el corazón humano, no siempre.
Esa tensión —entre deseo y duda, entre esperanza y lucidez— constituye la fuerza intelectual de El enigma de Dios y la verdad emocional del itinerario personal de Cuartango. Y es, quizá, lo que convierte su reflexión en algo más que un ensayo filosófico: una interrogación compartida.
Extractamos a continuación algunas de las ideas expuestas por el autor a raíz de las numerosas preguntas que le hicieron los asistentes en la sesión del Foro Nueva Revista.
«Cuando perdí la fe, al llegar a Madrid a estudiar en la universidad, desde entonces no me he vuelto a sentir tocado por la gracia de Dios. Es como si Él me hubiera abandonado. Por mucho que leo, por mucho que busco, no encuentro a Dios en mi vida. […] La pregunta sobre su existencia no es algo metafísico o abstracto, no me convencen las vías de santo Tomás o el argumento ontológico de san Anselmo, porque la clave es la respuesta personal y existencial».
«Siempre he mantenido esa inquietud sobre la trascendencia y una existencia futura, pregunta indisociable sobre el sentido de la vida, se sea creyente o no. Como dice Albert Camus, de una forma un tanto provocativa, en “El mito de Sísifo”, ¿merece la pena vivir, hay razones para no suicidarse? Mi libro intenta responder a esa pregunta. […] El subtítulo, “De la fe a la incertidumbre”, refleja la experiencia de una persona que tiene dudas. Me defino como agnóstico en la medida en que no sé si Dios existe o no, pues carezco de certezas».

«Escribí una tercera en ABC titulada “Dios no ha muerto”. Ahora mismo tenemos un debate muy interesante en la sociedad española, a raíz de “Lux”, el disco de Rosalía y la magnífica película “Los domingos”, de Alauda Ruiz de Azúa, o el libro del filósofo coreano Byung-Chul Han Sobre Dios. Pensar con Simone Weil.
Se puede decir que Dios no ha muerto en el sentido de que no tenemos respuesta para esa pregunta».
«La hay, leamos el imperativo categórico de Kant (de “La crítica de la razón práctica”), que, de forma simplificada, viene a decir: compórtate con el prójimo como quisieras que el prójimo se comportara contigo. Para las personas religiosas, su código ético está en función de sus creencias, pero para otros que carecen de fe, la ética tiene una parte de convención social pero también una lógica o fundamento humano. Mi ética tiene ese último fundamento y es tan sólida y respetable como la de un católico».
«En una entrevista le pregunté al científico Stephen Hawking cuál es el origen de la materia y me respondió de “una leve oscilación de la nada”, ¿Cómo puede oscilar la nada, como puede oscilar algo que no existe? Estaba diciendo, en cierta forma, que el mundo surgió de algo que se nos escapa, que va más allá de la razón, o de la confluencia de factores determinados por el azar.
Se puede pensar en la hipótesis de Hawking o en la hipótesis de que la materia fue creada por alguien que tenía in mente el diseño de la evolución y de las leyes de la física».
«Según el libro de Bolloré y Bonnassies Dios, la ciencia, las pruebas, los últimos avances de la física cuántica volvían a reforzar las pruebas científicas de la existencia de Dios. Y se centraba en el Big Bang; los autores argumentaban que si la materia nació de una gran explosión hace 13.000 millones de años, alguien tuvo que generar esa materia. Pero esto nos lleva a un callejón sin salida, porque hay tantas pruebas científicas para afirmar la existencia de Dios como tantas otras en sentido contrario.
[…] Al final, la decisión de creer, o de no creer, no depende de los razonamientos científicos, sino que es una opción personal, una apuesta, como la que famosa que exponía Pascal1. Y tan legítimo es creer como no creer.
En “El enigma de Dios” no pretendo convencer a nadie de nada, me limito a exponer mis dudas y su itinerario personal, por si puede ser de utilidad al lector».
«Mi única respuesta es la perplejidad. Einstein decía que creía en el Dios de Spinoza, es decir, un Dios sustancia, creador de las leyes del universo pero que no interviene en nuestros asuntos cotidianos. Y hay tantas ideas como personas, y van desde un Dios creador pero ajeno y distante de nosotros, como a un Dios personal al que le puedes rezar para que te ayude. Nada hay más ambiguo que la idea de Dios, porque es todo y es nada».

«La fe es un don gratuito de Dios; pero la fe hay que buscarla, es una especie de predisposición, de atención, y “nuestra sociedad contemporánea está distraída”, afirma Byung-Chul Han en “Sobre Dios. Pensar con Simone Weil”. Le falta un sentido de la atención para escuchar la voz de Dios. Han tiene razón porque vivimos en la sociedad del espectáculo, una sociedad muy frívola.
Acepto como hipótesis que para tener fe hay que buscar a Dios activamente, porque es muy difícil que la fe te caiga del cielo si tu no haces nada, pero yo he intentado buscar a Dios a través de la razón y no lo he logrado, es un empeño inútil, aunque estoy abierto».
«Evidentemente, si Dios existe no impone la fe a nadie. Y la fe es una elección. Creo en el libre albedrio. Como decía Jean Paul Sartre, “el hombre está condenado a ser libre”.
En una escena de “Los domingos”, la joven protagonista está rezando en una iglesia, se emociona y dice que ha encontrado a Dios, como le ocurrió a Pascal. Hay personas que tienen esa experiencia de presencia de Dios y otras que no. Me resulta frustrante carecer de la fe que tenía de adolescente porque me hacía tener una esperanza en el más allá y una relación mejor con los demás. Todo eso lo perdí y me sigue generando una especie de angustia; y me hace rebelarme ante la fugacidad de la vida y de la idea de que todo se acaba en este mundo».
«Cuando Benedicto XVI estuvo en Auschwitz dijo: “¿Dios mío, cómo has permitido todo esto?”. Resulta inconcebible que Dios permita el Holocausto de seis millones de judíos o el terremoto de Lisboa, de 1755, que en unos minutos acabó con la vida de 30.000 personas. Ahora bien, los hombres somos libres y, por lo tanto, responsables de nuestras decisiones y también de los males de este mundo. Muchos de ellos no son achacables a Dios, los responsables somos los hombres».
«Me defino como un católico escéptico, porque todos mis valores son los valores del cristianismo y del catolicismo que me inculcaron en mi infancia. Por lo tanto, no tengo ninguna diferencia en mis códigos morales con un católico, los comparto al cien por cien. Esa es la constatación de que no hace falta ser creyente para tener una moral cristiana. Y yo siempre he defendido los valores del humanismo cristiano y los reivindico con orgullo».
«En el libro digo que “vivir sin certezas es una maldición”. La duda es incómoda, nuestro cerebro está diseñado genéticamente para tener seguridad, pero nuestra razón nos lleva a plantearnos preguntas que no tienen respuesta, de forma que nuestra vida está guiada por la incertidumbre y también por el azar. Vivimos instalados en la duda».
«Lo esencial es saber si hay vida después de la muerte y si existe la resurrección de la carne. Todo lo demás es relativo. Aparece en el libro de Javier Cercas, El loco de Dios en el fin del mundo. El autor está obsesionado por preguntar al papa Francisco si su madre va a poder ver a su padre cuando ella fallezca y el papa le dice que sí.
Comparto esa inquietud, esa zozobra que acompañó a Miguel Unamuno, persona muy sensibilizada ante lo que ocurre después de la muerte, que se debatió entre la fe y la incertidumbre, y yo me considero una persona unamuniana en ese sentido».

Esta entrada ha sido elaborada por la Redacción de Nueva Revista con la colaboración de Keren Alejandra Gutiérrez, estudiante del Taller de Periodismo de la Universidad Villanueva.