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Michel-Yves Bolloré. Ingeniero informático, tiene un máster en Ciencias y un doctorado en Gestión de Empresas por una universidad parisina.
Olivier Bonnassies Graduado en la Escuela Politécnica y diplomado en el Instituto HEC de Estudios Superiores de Comercio de París. Tiene una licenciatura en Teología.


Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies: Dios. La ciencia. Las pruebas. Funambulista, 2023

Dios y la ciencia. Un clásico. Entre otros precedentes, los científicos Igor y Grichka Bogdanov escribieron, hace ya años, con ese título una absolutamente atractiva y sugerente entrevista con el prestigioso pensador católico Jean Guitton. Aquel muy recomendable trabajo partía de la idea de Louis Pasteur que encabezaba el libro: «Un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima a él». Esta idea parece reconfirmarse con la ciencia más moderna, especialmente la física y, dentro de esta, la cosmología. Este libro de un ingeniero informático con un máster en Ciencias y un empresario con una licenciatura en Teología, parte del mismo presupuesto, pero tiene más ambición o más pretensiones.

No se limitan a decir que la física más moderna apunta o sugiere la existencia de un principio creador, de «una mente hipermatemática» detrás del universo que coincidiría con lo que los hombres vienen llamando Dios. Hablan, con más contundencia, de que la ciencia moderna, tanto la física como la biología, prueban la existencia de Dios. Y tampoco se limitan a eso, sino que sostienen, con distintas pruebas, tanto la divinidad de Jesús como la realidad de las milagrosas apariciones de la Virgen en Fátima.

La intención del libro es «reunir en un mismo volumen un balance, puesto al día, de los conocimientos racionales relativos a la posible existencia de un Dios creador», «presentar un panorama de las pruebas de la existencia de Dios privilegiando aquellas que provienen de los descubrimientos recientes de la Ciencia». Entre esas pruebas ocupan un lugar destacado las relativas al llamado ajuste fino del universo o a su comienzo. «Si el Universo tiene un comienzo en el tiempo es porque también hay una causa que lo precede». «El comienzo absoluto del Universo aparece como un punto de encuentro entre la física y la causa creadora, exterior al Universo». «El modelo estándar del Big Bang forma parte de las pruebas de la existencia de un Dios creador», escriben los autores. Por otro lado, la veintena de valores numéricos (gravedad, fuerza electromagnética, interacciones fuerte y débil, velocidad de la luz, constante de Planck…) que constituyen el ajuste fino del universo, o son fruto del azar, lo que no parece verosímil, o «provienen de los cálculos complejos de un Dios creador realmente muy sabio».

Pese a la tesis central del libro —el apoyo de la ciencia a la idea de Dios—, los autores reconocen que «los grandes científicos, curiosamente, se resisten a sacar la conclusión que, sin ser propiamente científica, no deja de ser totalmente racional»: la existencia de esa causa creadora. Admiten que «las nuevas pruebas de la existencia de Dios» tardarán cierto tiempo en surtir efecto, como ha ocurrido siempre con los descubrimientos científicos. Y «si los científicos son menos creyentes que el resto de la población puede ser que se deba simplemente a un nivel de vida más elevado», y no a su condición de científicos.

«Conducido (sic) con la ayuda de veinte especialistas», el volumen tiene el interés intrínseco del asunto tratado y del repaso a algunas cuestiones de la ciencia más reciente. Le perjudican la heterogeneidad derivada de la antedicha ambición (que lleva a los autores a incluir más de cincuenta páginas dedicadas a la persecución en la URSS y la Alemania nazi de las teorías que avalan la existencia de Dios, cien citas de grandes científicos, breves capítulos dedicados a las creencias de Einstein y Gödel, otros más amplios sobre «las verdades humanamente inalcanzables de la Biblia» o el «destino más allá de lo improbable» del pueblo judío) y un tono militante, manifiesto en afirmaciones como: «Para los ateos, la teoría del Big Bang se transformó rápidamente en el enemigo que había que derrocar». «Había que acallar, a toda costa, a los científicos» que exploraban y difundían los hallazgos relativos al Big Bang.


 

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Periodista cultural.