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INTRODUCCIÓN

Paralelamente, en estos años se ha producido, un sustancial incremento del número de universidades, del volumen de personal docente e investigador, de su aportación investigadora, de la presencia física y, especialmente, de su integración con la sociedad. Este proceso, que todavía dista mucho de estar finalizado, sin duda ha supuesto una transformación tanto de la institución como de la sociedad que la acoge. Esta relación es especialmente importante en un entorno globalizado y basado en el conocimiento, donde la ciencia producida en la universidad debe ser la fuente del desarrollo no solo del saber sino también de la mejora tecnológica en la empresa y de las perspectivas de crecimiento futuro.

Para alcanzar estas expectativas, esta conexión tiene evidentes áreas de mejora. En un número anterior de esta misma revista, Marta Encinas analizaba los datos de la encuesta PIAAC de la OCDE. En ella se evaluaban el nivel de competencias de los adultos y su uso. Como se señala en el artículo citado, las competencias tienen un importante efecto sobre las personas: los individuos con más competencias tienden a tener una vida más saludable, participan más en su comunidad y en la toma de decisiones políticas, confianza en el futuro, etc. El análisis de los resultados muestra que nuestro país se sitúa en los últimos lugares en las competencias fundamentales, lectura, matemáticas o resolución de problemas para todos los niveles educativos, incluyendo, se podría indicar que especialmente, la educación superior.

Estos datos nos hacen plantearnos cuál es el desempeño que están teniendo nuestros universitarios y cómo están respondiendo a las exigencias académicas, estableciendo su relación con los resultados académicos de otros países de nuestro entorno. Adicionalmente veremos cuál es el desempeño de esos universitarios que terminan sus estudios en el mercado laboral, analizando las fortalezas del sistema universitario y, por supuesto, sus debilidades.

RESULTADOS EDUCATIVOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR

Uno de los principales problemas de los actuales sistemas educativos superiores es la elevada tasa de abandono que experimentan. El efecto negativo se refleja tanto en las peores capacidades de empleabilidad como en el coste social que conlleva ese abandono. Otra diferencia importante entre los países es el momento en el que se realiza esa educación superior; nada más terminar los estudios secundarios o más adelante, una vez que ya se ha adquirido alguna experiencia profesional, y como parte del aprendizaje a lo largo de la vida.

Los datos que proporciona la OCDE al respecto en su último Education at a Glance (2014) muestran cómo la tasa de graduación de estudios universitarios en España está en la media de la Unión Europea y solo por detrás de algunos países como Polonia, cuyo sistema universitario se ha expandido de forma sustantiva en los últimos años. Caso aparte merecen los datos del Reino Unido, cuya mayor tasa de graduación se debe al importante volumen de no nacionales que realizan sus estudios en el país atraídos por la calidad de sus universidades. Es interesante también ver el esfuerzo realizado por Corea del Sur tanto en calidad como en cantidad de sus universidades. Esta tendencia es similar a la de otros países emergentes que están desarrollando sistemas universitarios que apoyen a su desarrollo, de forma paralela al que se creó en España a finales del siglo pasado. Estos sistemas se centran en los estudios tecnológicos (conocidos generalmente por el acrónimo inglés stem; science, technology, engineering y mathematics), no es casualidad que los rankings internacionales de nuevas universidades tengan en sus primeros puestos universidades predominantemente tecnológicas de Singapur, Hong Kong o Corea del Sur.

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El otro dato relevante de la tabla 1 es la media de edad que tienen los estudiantes en su primera graduación. Este dato es relevante ya que plantea cuál es la media de finalización de los estudios, teniendo en cuenta la duración de los mismos. En el caso de España, con una edad nominal de salida de la universidad, de 22 años, la salida se produce casi cinco años después, ligeramente por encima de los países de nuestro entorno, donde el comportamiento es similar. Caso distinto es el que se produce en los países nórdicos donde esta edad se retrasa significativamente ya que existe la tradición de un grupo importante de la población que retrasa su incorporación a la universidad hasta después de iniciar su singladura laboral, integrando los estudios superiores como formación a lo largo de la vida. Ese incremento muestra que nuestros estudiantes dedican más tiempo a acabar sus estudios que sus homólogos en otros países. Esto afecta a su incorporación al mundo laboral, su aportación a la sociedad y sus propias expectativas de futuro.

Los datos que anualmente proporciona el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte muestran detalladamente el éxito académico de los estudiantes españoles en su carrera universitaria. Los últimos disponibles corresponden al curso 2011-2012, donde mayoritariamente los estudiantes cursaban ya grados (810.076). En total los estudiantes de grado se matricularon ese año de 4.350.1081 créditos, estando la media por estudiante en 53,7, ligeramente por debajo de los 60 ects anuales que componen un curso estándar. De esos 53,7 créditos un estudiante tipo se presenta a 45,6, superando 38,7, aproximadamente dos terceras partes de los integrados en un año normal.

Estos datos están sesgados por la diferencia entre las titulaciones presenciales y las no presenciales. Así en las universidades públicas, mientras que en las primeras la media de créditos matriculados es de 58,3, en la UNED la media de créditos matriculados es de 32,9. También varían significativamente el número de créditos a los que se presentan. De esta forma, mientras que en las presenciales se presentaron al 88% de los matriculados, en las no presenciales solo lo hicieron al 46%, manteniéndose en términos similares los créditos superados frente al número de los presentados en ambos casos, un 83,8% frente al 81,5%.

Las universidades privadas concentran una mayor oferta a distancia que las públicas. Mientras que el 15,9% de los alumnos de la pública no son presenciales, esa cifra se eleva al 27,4% en las privadas. Esto se debe a que porcentualmente el número de instituciones que ofrecen sus servicios directa y exclusivamente online es significativamente mayor. En este modelo se elevan el número de créditos presentados en ambos casos (96% y 83%, respectivamente) así como el número de aprobados (90% y 93% de los presentados).

En todos los casos lo que sí se demuestra es que conforme mayor es la nota de entrada al sistema universitario, mayor es la tasa de rendimiento, entendida como la relación porcentual entre el número de créditos superados y el número de créditos matriculados. Esta relación va del 58,55 para aquellos estudiantes que entraron con una nota entre el 5,0 y el 5,5 al 92,9% de aquellos estudiantes cuya nota de entrada se situó entre 12 y 14. Por otro lado, es interesante reseñar que las diferencias entre la tasa de rendimiento de los estudiantes en función de su forma de acceso no son especialmente significativas entre la PAU y la FP.

Como se ha señalado anteriormente existe una significativa tendencia en los países asiáticos hacia las carreras de ciencias mientras que en los países occidentales, y claramente en España, se está produciendo una preferencia por las carreras de humanidades y ciencias sociales. El análisis de los datos muestra que el número de créditos matriculados se mantiene relativamente estable en torno a la media (siendo los extremos Ciencias con 56,2 y Artes y Humanidades con 49,8), sí que se pueden advertir variaciones en relación con respecto a los créditos presentados y sobre los aprobados con respectos a los presentados.

Los estudiantes de Artes y Humanidades son también los que menos se presentan a sus exámenes (solo se presentan al 79,5% de los créditos a los que se matriculan) pero se sitúan en la parte alta en cuanto al porcentaje de créditos aprobados sobre presentados (88,4%). Los estudiantes que parecen más dedicados a sus estudios son los de Ciencias de la Salud. Se presentan casi del 90% de los créditos iniciados al comienzo del curso (89,6%), aprobando una cuantía similar a las de Artes y Humanidades (88,4%) sobre aquellos que acuden a las pruebas de evaluación.

Son, sin embargo, los estudios de Ingeniería (con un 74,8% de aprobados sobre presentados) y de Ciencias (78,4% en el mismo ratio) los que tienen un menor número de alumnos que superan las pruebas, lo que podría mostrar que mantienen una mayor exigencia. Este hecho se comprueba también en los datos de distribución de créditos matriculados en grado en primera, segunda o tercera y sucesivas opciones. Mientras que en Ciencias Sociales y Jurídicas, Artes y Humanidades y Ciencias de la Salud los créditos matriculados en primera matrícula están siempre por encima del 91%, Ingeniería y Ciencias se sitúan solo en el 84,2% y el 86,2%, estando la tercera matrícula en el 1,3% y en el 1,6%, siendo en el resto de los casos igual o inferior al 1%.

RESULTADOS DE EMPLEABILIDAD

Otro aspecto relevante de los estudios universitarios es el incremento que suponen en la empleabilidad de los recién egresados. De nuevo, citando datos del Education at a Glance, 2014, de la ocdepara el año 2012, un egresado universitario en la unión europea experimentaba una tasa de desempleo del 6% frente al 17% que sufría una persona que no había acabado sus estudios de secundaria. Estos datos se dimensionan al alza para España, que en esa misma fecha, en el momento más álgido de la crisis, presentaba una tasa de paro del 14% para los primeros y del 31% para los segundos.

Otro aspecto importante es la dinámica de la protección que supone la mayor formación frente a la crisis, mucho menor en España. Así, mientras que en el año 2007, último previo a la gran recesión, era en España del 5% para aquellos que tenían estudios terciarios, triplicándose en ese quinquenio hasta 2012. En la Unión Europea, sin embargo, el desempleo de los individuos con estudios superiores pasó del 3% al 6%.

Independientemente del distinto efecto según países, un dato se mantiene constante a través de todos los países: mayor educación representa mayor empleabilidad. Este dato incontestable, sin embargo, tiene muchas facetas. No todos los estudios tienen la misma inserción, ni la misma remuneración, ni la misma evolución laboral. Recientemente el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha presentado un estudio sobre la inserción laboral de los egresados universitarios, donde ha cruzados de los datos de todos aquellos que terminaron sus estudios de grado (más de 190.000 individuos) en el curso 2009-2010 y les ha realizado un seguimiento a lo largo de los años 2011 al 2014 para analizar su inserción en el mercado de trabajo. Los aspectos que en un primer momento se han tenido en cuenta son la rama de conocimiento de los estudios y el autoempleo, aunque el estudio final ofrece muchas variables de estudio.

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El primer resultado no por menos esperado es menos relevante. La rama de conocimiento determina la empleabilidad de los egresados tanto al año de la terminación de los estudios como a los años. Así, al año de terminar los estudios la tasa de afiliación a la Seguridad Social de los egresados es del 43,4%. Hay que recordar que estos datos corresponden gran parte al periodo más álgido de la crisis. De las áreas de conocimiento, Ciencias de la Salud se comportaba de forma similar a la media (43,7%), Ciencia Sociales y Jurídicas estaba ligeramente por encima (44,5%) mientras que Ingeniería y Arquitectura se situaba en un sólido 46,9%. Por debajo se encontraban Ciencias (35,8%) y Artes y Humanidades (30,4%).

Estos datos tienen cierto sesgo a la baja en el caso de Ciencias de la Salud, ya que se ven afectados por el examen de los médicos internos residentes (mir) que retrasa la inserción de los egresados en Medicina y en Ciencias, donde es relativamente habitual hacer estudios de posgrado. De hecho, los datos para 2014 muestran que la mejora de la afiliación en términos generales hasta el 64,4% se ha visto claramente superada en Ciencias de la Salud, que ahora pasa al 71,4%, Ingeniería y Arquitectura se mantiene claramente por encima de la media, en el 67,2%, y mientras que Ciencias y Ciencias Sociales y Jurídicas se sitúan solo ligeramente por debajo de la media, en el 63,6% y el 63,8%, respectivamente. Mientras tanto, Artes y Humanidades sigue claramente por debajo del resto, incrementándose solo hasta el 48,8%.

Sobre las mismas ramas de conocimiento también se advierten diferencias en los grupos de cotización. De los titulados en Ciencias de la Salud de nuestro grupo de estudio que estaban afiliados a la Seguridad Social el 81,1% ya figuraban en el grupo de titulados en el año 2011, pasando al 88,2% en el 2014. El contraste lo ofrecen los egresados en Ciencias Sociales y Jurídicas, que en 2011 tenían casi la misma cantidad de afiliados en el grupo de titulados (37,8%) que en el grupo de trabajadores con nivel bajo o manual (35,8%). Los egresados en Artes y Humanidades que cotizaban en la Seguridad Social tampoco se situaban por encima de la media, que se ha situado en 48,5%, mientras que Ciencias e Ingeniería estaban claramente por encima de esa cifra (53,9% y 57,5% respectivamente).

Esta situación de afiliados en el grupo de titulados se mantenía en 2014; Artes y Humanidades y Ciencias Sociales y Jurídicas seguían por debajo de la media (situada ahora en 55,5%), mientras que el resto estaba claramente por encima de ese número.

Un último grupo que merece la pena analizar es el de autónomos. Mientras que el porcentaje de autónomos es muy bajo tanto en 2011 como en 2014 (7,0% y 10,3%, respectivamente) los mismos se concentran preferentemente en Ciencia de la Salud, Artes y Humanidades e Ingeniería y Arquitectura, mientras que Ciencias y Ciencias Sociales y Jurídicas se encuentran siempre por debajo de media.

Los resultados son especialmente interesantes ya que deben permitir a los jóvenes que se plantean iniciar su singladura universitaria analizar cuál puede ser la mejor opción que se compagina con sus preferencias. Como se ha podido ver, los estudios de Ciencias de la Salud e Ingeniería y Arquitectura son los que presentan una mayor tasa de afiliación y tienen más egresados en el grupo de cotización más elevado, lo que es curioso ya que solo concentran entre los dos un 33% de los estudiantes. Mientras, por el otro lado, Ciencias Sociales y Jurídicas y Artes y Humanidades (61,2% de egresados entre ambos) son los menos empleables y donde hay un menor número de personas en el grupo de cotización de graduados universitarios.

EN CONCLUSIÓN

La universidad española es sin duda un fuerte elemento de cohesión en nuestra sociedad y su aportación al crecimiento a lo largo de estas últimas décadas es indudable. Sin embargo, hay aspectos que en los que las instituciones de educación superior tienen que seguir mejorando, como son la transmisión de competencias, la participación en el aprendizaje a lo largo de la vida o alcanzar una mayor empleabilidad de los egresados.

Las páginas anteriores resumen, muy someramente, alguno de los principales aspectos que afectan al éxito de los estudiantes. Los datos que muestran corresponden en su mayor parte al periodo de la crisis y dan una idea de posibles mejoras que se pueden producir en nuestras universidades para conseguir un mejor resultado tanto a nivel académico como a nivel de la integración en la sociedad.

Es cierto que algunos aspectos, por mor de la brevedad, se han sobrevolado o directamente se han omitido; oferta actual de las universidades, integración del modelo propugnado por el acuerdo de Bolonia, medidas que se tomaron referidas a la crisis, etc. Sin embargo, esta simplificación no es óbice para que los lectores puedan definir sus propias propuestas de políticas educativas a partir de los datos mostrados.

BIBLIOGRAFÍA

Marta Encinas-Martín (2014), «La educación en competencias fundamentales y su incidencia en el empleo. Evaluación del PIAAC de la OCDE», Nueva Revista, nº 149 pp. 184-198. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2014), Datos básicos del sistema universitario español, curso 2013-2014, MECD, Madrid. OCDE (2014), Education at a Glance, OCDE, París.

PROFESOR TITULAR DE LA UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS. DIRECTOR GENERAL DE POLÍTICA UNIVERSITARIA DEL MECD.