Las distopías están de moda en el siglo XXI. Se cumplen 70 años de la publicación de 1984, de George Orwell (1903-1950); la novela aparece en la lista de best sellers; términos como orwelliano o Gran Hermano sirven para designan realidades actuales; y diversos especialistas subrayan las analogías entre la obra de Orwell y el mundo de hoy, como Dorian Lynksey en su libro The Ministry of Truth: A Biography of George Orwell’s 1984, o E. Di Nucci y S. Storrie en 1984 and Philosophy. Is Resistance Futile?
Recientemente escribía Dorian Lynskey en The Guardian un reportaje sobre la herencia que ha dejado Nineteen Eighty–Four (a Orwell le gustaba referirse así a su novela). Publicada hace 70 años, en 1949, poco antes de la muerte de su autor, parecería lógico que el libro hubiera desaparecido al pasar la fecha en la que ocurría la acción o tras la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, sigue de actualidad.
Escribe Lynskey: «No solo ha vendido decenas de millones de copias, sino que se ha introducido en la conciencia de incontables personas que ni siquiera lo han leído (…). Su título llegó a caracterizar un año del calendario a la vez que la voz orwelliano ha convertido el nombre del autor en un sinónimo de nuestros peores temores». Algo así solo había ocurrido antes con Dante o Kafka.
En junio de 2019 el suplemento Icon del Diario El País publicaba un artículo de Eduardo Bravo titulado «Nueve inquietantes cosas que ya estaban en 1984 de Orwell y ahora tienes en tu casa». Recuerda Bravo que, con más de 30 millones de ejemplares vendidos, uno de sus personajes (El Gran Hermano) da nombre a un programa televisivo que se ha emitido durante lustros en todo el mundo. Además, las ventas del libro tuvieron un repunte a raíz del caso Snowden (2013) y de la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos (2017). Micrófonos que te graban para controlarte, el ‘hablaescribe’, los dos minutos de odio, la telepantalla, el control del correo de los ciudadanos, la música enlatada, el Ministerio de la Verdad, la neolengua o la máquina de escribir novelas son aspectos del mundo del escritor británico que en buena medida están entre nosotros, descubre Bravo.
El libro de Di Nucci y Storrie invita al ejercicio del pensamiento crítico. El antídoto frente al Gran Hermano sería la filosofía
Hace unos meses E. Di Nucci y S. Storrie editaron 1984 and Philosophy. Is Resistance Futile? (1). Es el volumen 116 de la biblioteca Popular Culture and Philosophy. Esta colección ofrece desde el año 2000 análisis con perspectiva filosófica sobre series de televisión como Breaking Bad o Mr. Robot, pasando por grupos musicales (Pink Floyd, los Rolling Stones), hasta cómics como Peanuts (Carlitos y Snoopy). Y 1984 es un texto digno de ser sometido a este tipo de análisis.
Varios de los ensayos del libro de Di Nucci y Storrie señalan que los smartphones han sustituido a las pantallas por las que se ‘formaba’ a los ciudadanos a la vez que era posible vigilarlos (2). Apple habría pasado de sublevarse ante el Gran Hermano en su clásico comercial de la Superbowl de 1984 (3) a convertirse ella misma en el Gran Hermano por su capacidad de controlar/localizar a buena parte de la población mundial por medio de sus iPhones. «La televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, acabó con la vida privada. Todos los ciudadanos (…) podían ser tenidos durante las veinticuatro horas del día bajo la constante observación de la policía y rodeados sin cesar por la propaganda oficial, mientras que se les cortaba toda comunicación con el mundo exterior» (4). Frente a eso, el libro de Di Nucci y Storrie invita al ejercicio del pensamiento crítico. El antídoto frente al Gran Hermano sería la filosofía (5).
Recuerdan en 1984 and Philosophy que no todos los ciudadanos de Oceanía (el ficticio país en el que transcurre la acción) se encuentran bajo estrecha vigilancia. Los llamados proles escapan a todo control, pero no porque se ame o respete su libertad sino porque se les considera «inútiles como animales» (6). «A los proletarios se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno» (7). Las masas son indiferentes al pensamiento.
Escribe Orwell que «el duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos a raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban entre ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos considerados capaces de convertirse en peligrosos»( 8). Las masas son felices y es su ignorancia la que hace fuerte al sistema al imposibilitar que se subleven. En consecuencia solo es necesario controlar a las personas que piensan, a los miembros del partido como Winston (9).
Lenguaje, religión y ciencia
«El Gran Hermano te vigila» (10). Se encuentra sobre los individuos. Cuenta con una eficaz policía del pensamiento. El libro de Di Nucci y Storrie investiga cómo se produce este fenómeno. El capítulo 13 de la novela analiza la débil presencia del humor de ese Londres gris donde «no habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo» (11). El capítulo 2 ironiza acerca de la relación entre la devoción contemporánea hacia el deporte y los ejercicios que cada mañana se ven obligados a realizar Winston Smith y sus cansados colegas ante la televisión.
Solo el capítulo 10 de 1984 and Philosophy muestra un atisbo de esperanza. Su autor destaca cómo el epílogo que incluyó Orwell al final de la novela sobre neolengua (el idioma creado por el Partido para conseguir que no fuera necesario pensar) habla de ese idioma siempre en pasado, como si la existencia de Oceanía hubiera sido superada. Pero la lectura de Orwell y del resto del libro de Di Nucci invitan más bien a lo contrario: la sensación de que no hay salida, de que el Partido es capaz de dominar hasta los sueños (12), aunque para eso juegue con la extenuación de los ciudadanos, «nunca del todo dormidos, nunca del todo despiertos, siempre en un estado de continua agitación» en la que nadie tiene descansos, ni deja de trabajar, ni deja de mirar…, ni tiene tiempo de pensar (13).
Julia «consideraba los libros como una mercancía, algo así como la mermelada o los cordones para los zapatos», escribe Orwell en ‘1984’
Ese horror se extiende, cuenta el capítulo 17, hacia el lenguaje. La neolengua evita la expresión escrita («trata de oralidad y discurso» (14) para así obviar el análisis lógico de las afirmaciones. De ese modo, los que usen bien ese nuevo idioma (es decir, quienes simplifican sus pensamientos gracias a ella) se expresarán con un sonido análogo al cua–cua de un pato cumpliendo así el deseo del Partido de que nadie ejercite un pensamiento lógico y lineal.
Explican en ese capítulo 17 cómo sin pensamiento se hace más sencillo vivir en un mundo que ya no tiene historia, inmerso en un río de imágenes y sonidos en permanente cambio. Esa fluidez hace que la lógica no sea necesaria, que el conocimiento y la reflexión resulten fútiles, que la ignorancia se haga fuerte. Destaca Orwell cómo a Julia, la amante de Winston Smith, «no le interesaba leer. Consideraba los libros como una mercancía, algo así como la mermelada o los cordones para los zapatos» (15).
A eso empujan también las constantes llamadas de atención –siempre urgentes, chillonas y desagradables– que se emiten desde las pantallas a lo largo de la novela. Con ese ruido, ¿a quién le quedaría tiempo de pensar, de centrarse mínimamente en su interioridad, de cultivarse? Para escribir, la gente necesita reunirse un poco consigo misma, salir del flujo de la vida y pensar sobre aquello que quiere expresar como un objeto sometido a análisis (16). Winston tiene esta experiencia en el mismo momento en que trata de escribir un diario: «había cometido –seguiría habiendo cometido aunque no hubiera llegado a posar la pluma sobre el papel– el crimen esencial que contenía en sí todos los demás. El crimental (crimen mental), como lo llamaban» (17).
En Oceanía solo puede escribir el Ministerio de la Verdad. En él se actualizan diarios y libros de texto para que coincidan con la ‘verdad’ del Partido, siendo esta siempre variable. Lo explica con claridad Orwell en su novela: «La mutabilidad del pasado es el eje del Ingsoc [nombre del Partido]. Los acontecimientos pretéritos no tienen existencia objetiva, sostiene el Partido, sino que sobreviven sólo en los documentos y en las memorias de los hombres. El pasado es únicamente lo que digan los testimonios escritos y la memoria humana. Pero como quiera que el Partido controla por completo todos los documentos y también la mente de todos sus miembros, resulta que el pasado será lo que el Partido quiera que sea» (18).
Di Nucci y Storrie hacen reflexionar sobre si la descripción de la neolengua se relaciona con el lenguaje estandarizado de los emoticonos
E insiste por medio de uno de los personajes: «¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabamos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre?» (19).
Por su parte, la obra de Di Nucci y Storrie hace que el lector reflexione sobre si esa descripción de la neolengua se relaciona con el lenguaje estandarizado de los emoticonos de Twitter y el peso agobiante del presente infinitamente pasajero de las redes sociales (cf. capítulos 21 y 17). Bravo en su artículo en Icon hace también referencia a Twitter y la simplificación de la escritura que causan los emoticonos.
El análisis del mundo orwelliano sobre la religión conduce a pensamientos similares (20). Los totalitarismos tienen una fuerte vocación religiosa. Tan es así que O’Brien, el miembro del Partido que tortura y reeduca a Winston Smith, «parecía un médico, un maestro, incluso un sacerdote, deseoso de explicar y de persuadir antes que de castigar» (21). «Reemplazando la religión, el Partido puede emplear el lenguaje de la apostasía. Goldstein, el archiherético, se convierte en el ‘traidor primario, el primer violador de la pureza del partido de quien vienen todas las herejías’» (22). La única salvación posible se encuentra en el amor al Gran Hermano.
Lo mismo ocurre con la ciencia. Los científicos como Syme (experto en neolengua) causan problemas (23): primero, porque tratan de fijar la realidad, cuando el Partido no deja de repetir que lo real es un constructo dependiente de los deseos del mismo Partido. Segundo, porque en la medida en que son los que elaboran la ortodoxia del Partido se encuentran más allá de ella y deben ser vistos como potenciales herejes. Tercero, «la investigación verdadera no debe ser permitida en el contexto del totalitarismo porque esa investigación exige el cultivo de la integridad intelectual» (24). Un paralelismo literario a la ficción de Orwell puede hallarse en la monumental Vida y Destino, del escritor soviético V. Grossman, cuando el gobierno de Stalin depura a científicos que hallan resultados contrarios al ideal o que son demasiado inteligentes y, en consecuencia, potencialmente capaces de ejercer su pensamiento crítico.
Un mundo pensado para el amor
1984 and Philosophy trata en varias ocasiones el problema del amor y de la sexualidad en Oceanía. En el capítulo 1, recuerda cómo las relaciones sexuales (y las amorosas) pueden ser un problema para los totalitarismos. Algunos dictadores se calificaban a sí mismos como ‘padres de la patria’; el Estado debía ser el único educador y la propaganda oficial reducía con frecuencia el papel de la mujer al de ‘madres del socialismo’, llegando a intrusismos como la política del ‘hijo único’ en China o la obligación que imperaba en la Rumanía de Ceausescu de casarse y aportar a la revolución al menos 4 o 5 hijos por pareja (25).
En las relaciones sexuales de Oceanía, el país inventado por Orwell, domina un patrón análogo: se exige que el sexo se centre en la obligación de reproducirse y «el instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo» (26). Las mujeres comprometidas con la revolución lucen su cinturón rojo de la Liga Juvenil Antisex (27). Se prohíben los enamoramientos. «Había una conexión directa entre la castidad y la ortodoxia política» (28).
Placer sensible, placer privado: «El acto sexual, bien realizado, era una rebeldía. El deseo era un crimental» (29). Lo que ni Winston ni Julia sabían era que su visión del amor estaba por completo equivocada, y que el Partido se encontraba dispuesto a cualquier cosa para erradicarla: «la menor traza de verdad aunque solo sobreviva en los pensamientos de la última persona que haya sido condenada a muerte la percibe el Gran Hermano como una amenaza» (30).
El amor –explican Di Nucci y Storrie– siempre ha sido contrario a la igualdad: el amante ama a su amada, no a cualquier mujer ni a todas
Y es que el totalitarismo no solo pide al oprimido su obediencia. Exige su amor: y para eso lleva a cabo una violación completa de la intimidad del individuo que le lleve a rendir toda su atención al amado líder. El amor –explica el libro de Di Nucci y Storrie– siempre ha sido contrario a la igualdad: el amante ama a su amada, no a cualquier mujer ni a todas; el amor se dirige hacia el tú desde un yo: no se conforma con un ello genérico. El amor también es inalienable: depende de un acto de la voluntad, no se puede imponer desde fuera a quién amar (31)
La conciencia, el yo, parecen sagrarios. Le dice Julia a Winston: «Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer. Dentro de ti no pueden entrar nunca» (32). Error: el Gran Hermano sí puede. Él quiere pasar de la pretensión de amor al amor real. Así lo recuerda 1984 and Philosophy cuando explica que «el totalitarismo lo que busca es borrar el alma» (33), erradicar la novedad que significa que cada cual sea persona.
El poder del Partido es absoluto. Lo afirma O’Brien al interrogar a Winston: «Te imaginas que hay algo a lo que se llama naturaleza humana que está siendo ultrajada con lo que hacemos y que se volverá contra nosotros. Pero es que somos nosotros los que creamos la naturaleza humana. Los hombres son infinitamente maleables» (34). Insiste: «Te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad» (35).
Verdad es lo que decide el Partido
En el Londres de 1984 se ha borrado la Historia pues «el Ministerio de la Verdad trabaja en destrozar la confianza de la gente en los recuerdos externos, y lo hacen revisando constantemente el registro oficial de documentos, fotos…» (36). «El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. (…) Y este proceso de continua alteración no se aplicaba sólo a los periódicos, sino a los libros, revistas, folletos, carteles, programas, películas, bandas sonoras, historietas para niños, fotografías…, es decir, a toda clase de documentación o literatura (…). Diariamente y casi minuto por minuto, el pasado era puesto al día» (37).
Verdad es lo que decide el Partido. Historia es lo que decide el Partido. Ser humano es lo que decide el Partido. «Todo se desvanecía en la niebla. El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad» (38). En Oceanía no existe lo objetivo, sino que todo es un constructo.
Los capítulos 22 y 23 del libro de Di Nucci analizan cómo la gran herramienta de control del pensamiento en el Londres de 1984 es lo que Orwell llamaba doble pensamiento (doublethink). Consiste en «saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo» (39).
La tortura a la que se somete a Winston Smith corresponde a una lógica en la que el individuo ha sido completamente despersonalizado
La reinvención de la Historia, el doublethink, son la base sobre las que se sostienen las tres consignas del Partido:
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
Pero quizá lo más inquietante del Londres de la novela 1984 sea la burocratización de la crueldad, estudiada en el capítulo 11 del libro de Di Nucci. La tortura a la que se somete a Winston Smith, los insultos que le espetan desde los altavoces del Ministerio del Amor, los terrores de la celda 101, corresponden a una lógica en la que el individuo ha sido completamente despersonalizado, reducido a un caso y a una ocasión de lo único que ahora importa: el Partido, el sistema, el ideal.
Al principio del relato Winston pensaba que «nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo» (40). Pero termina resultando que ni siquiera eso es así: nada es del individuo, todo es del Partido. Una vez liberado, con el alma definitivamente rota, fue «nombrado miembro de un subcomité de otro subcomité que dependía de uno de los innumerables subcomités que se ocupaban de las dificultades de menos importancia planteadas por la preparación de la undécima edición del Diccionario de Neolengua», y él y sus compañeros de trabajo «se quedaban inmóviles en torno a la mesa mirándose unos a otros con ojos apagados como fantasmas que se esfuman con el canto del gallo» (41).
El último hombre de Europa
Orwell pensó titular su libro El último hombre de Europa. Es una expresión que el torturador/funcionario O’Brien dirige a Winston mientras este observa en un espejo su cuerpo destrozado tras semanas de interrogatorios: «Te estás pudriendo, Winston. Te estás desmoronando. ¿Qué eres ahora? Una bolsa llena de porquería. Mírate otra vez en el espejo. ¿Ves eso que tienes enfrente? Es el último hombre. Si eres humano, esa es la Humanidad» (42).
1984 and Philosophy expone cómo este pasaje recuerda a otra gran denuncia contra los totalitarismos: Primo Levi y Si esto es un hombre, publicado un año antes de la novela de Orwell (43). ¿Y es eso un hombre? Levi no pudo superar sus traumas, y terminó suicidándose en 1987.
¿Sobrevivió Orwell al totalitarismo? ¿Hay esperanza en su libro? El volumen de Di Nucci considera que Orwell hizo «una llamada a la acción justo porque no hay escapatoria» (44). El propio Orwell pensaba lo siguiente: «No creo que el tipo de sociedad que describo [en 1984] llegue a darse, pero me temo que algo que recuerde a eso sí podría llegar… Si no se lucha contra el totalitarismo, este podría triunfar en cualquier parte» (45).
Un hombre que tiene como arma su máquina de escribir y que la usa desde la soledad de su cama de enfermo (Orwell era ya un moribundo cuando entregó a la imprenta 1984), aunque sea de un modo casi desesperado, parece seguir apostando por la esperanza, por la posibilidad de que aún podría hacerse algo.
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1) E. Di Nucci y S. Storrie, 1984 and Philosophy. Is Resistance Futile?. Vol. 116 de la colección Popular Cul-ture and Philosophy. Open Court, Chicago 2018.
2) Ibidem, p. 95.
3) Puede verse en Apple 1984 Super Bowl Commercial Introducing Macintosh Computer, https://www.youtube.com/watch?v=axSnW-ygU5g
4) G. Orwell, 1984, parte 2, cap. 8
5) Di Nucci y Storrie, p. xi
6) Ibidem, p. 23
7) 1984, parte 1, cap. 9
8) 1984, parte 1, cap. 7
9) En la novela de Orwell Winston Smith es el protagonista del relato. Julia, su amante. O’Brien, el miembro del Partido que interroga y reeduca a Winston.
10) 1984, parte 1, cap. 1
11) 1984, parte 3, cap. 3
12) Di Nucci y Storrie, cap. 9
13) Ibidem, pp. 100-101
14) Ibidem, p. 193
15) 1984, parte 2, cap. 8
16) Di Nucci y Storrie, p. 195
17) 1984, parte 1, cap. 1
18) 1984, parte 1, cap. 9
19) 1984, parte 1, cap. 5
20) Di Nucci y Storrie, cap. 19
21) 1984, parte 3, cap. 3
22) Di Nucci y Storrie, p. 214
23) Ibidem, cap. 20
24) Ibidem, p. 224
25) Ibidem, p. 9
26) 1984, parte 3, cap. 3
27) 1984, parte 1, cap. 1
28) 1984, parte 2, cap. 3
29) 1984, parte 1, cap. 6
30) Di Nucci y Storrie, p.186
31) Ibidem, p. 104
32) 1984, parte 2, cap. 7
33) Di Nucci y Storrie, p. 112
34) 1984, parte 3, cap. 3
35) 1984, parte 3, cap. 2
36) Di Nucci y Storrie, p. 158
37) 1984, parte 1, cap. 3 y
38) 1984, parte 1, cap. 7
39) 1984, parte 1, cap. 3
40) 1984, parte 1, cap. 2
41) 1984, parte 3, cap. 6
42) 1984, parte 3, cap. 3
43) Di Nucci y Storrie, p. 141
44) Ibidem, p. 134
45) Ibidem