Sophie Coignard. Periodista y ensayista. Titulada en la Escuela superior de las Ciencias Económicas y Comerciales (ESSEC), es firma habitual del semanario francés Le Point.
Avance
El nuevo libro de Sophie Coignard, La tiranía de la mediocridad, se articula alrededor de un concepto clave: el mérito. Desde la Revolución Francesa, se defendió un sistema basado en la meritocracia para fomentar la igualdad. Este propone que cada persona debe tener las condiciones de vida que le corresponde —o merece— según su esfuerzo personal, y no según sus privilegios de nacimiento. Sin embargo, según la autora, en la actualidad el mérito ha sido duramente criticado, pues se piensa que, en la práctica, perpetúa a las élites en el poder, y no da una verdadera oportunidad para que el resto de la población ascienda socialmente.
En este contexto, Coignard se plantea una cuestión central: ¿el mérito es realmente incompatible con la defensa de la igualdad? Para responder, la autora se desprende de los discursos ideológicos. No defiende a la izquierda, la cual afirma que se trata de un discurso mediante el cual las clases privilegiadas se justifican a sí mismas. Tampoco le da la razón a la derecha, la cual defiende el mérito sin preocuparse por ofrecer condiciones adecuadas para que esta se dé sin implicar desventajas para algunos.
Coignard se declara a favor del mérito, siempre que se dé en un contexto que garantice las mismas oportunidades para todos. Por ello, aboga por una meritocracia «desde arriba»: «Esto es, una participación activa del Estado en favor del esfuerzo personal, de manera que éste lleve a cabo las necesarias regulaciones e intervenciones para lograr la instauración del papel que —según ella— el mérito ha tenido en la sociedad francesa en el pasado». La escuela pública, por ejemplo, juega un rol fundamental en ello. La autora concluye que recompensar el talento y el esfuerzo es algo natural en el ser humano. La crítica del mérito es riesgosa porque puede convertirnos en una sociedad mediocre.
Deusto publica un nuevo título sobre uno de los temas que más debate generan actualmente dentro del ámbito sociológico en Occidente: la existencia, o no, del mérito como elemento de escalada social. Su autora, la periodista y ensayista Sophie Coignard, ofrece en esta obra una visión de la realidad francesa alejada de los posicionamientos que se han convertido en una de las señas de identidad de la izquierda europea, analizando en profundidad el papel que juega el fenómeno del mérito en los diferentes cambios que experimentan las sociedades.
¿Existe el mérito? ¿Es una piedra importante a la hora de promover ascenso social? ¿Qué hay de verdad o mentira en las tesis de sus detractores? ¿Son adecuadas las medidas que se han adoptado a lo largo de los años para promoverlo? ¿Es la mediocridad todo lo que puede esperarse en el futuro si se banaliza su idea?
El enfoque que realiza la autora se centra de manera muy concreta en la realidad que se vive en Francia en las últimas décadas, si bien su análisis sería aplicable a todo el mundo occidental, puesto que las ideas que se sostienen y los patrones que se llevan a cabo son, a menudo, comunes. La lucha contra el mérito, el esfuerzo, la mirada a largo plazo y la excelencia nunca han sido más atacadas que hoy. Y no sólo a nivel político —donde se ha convertido en un mantra corriente—, sino a nivel cultural también, especialmente entre la juventud. Un rasgo que denota la decadencia en la que parece haber entrado la sociedad occidental y que recuerda a épocas pasadas donde el pesimismo y la ausencia de esperanza eran la norma.
La esencia del mérito
Como ya anuncia a grandes rasgos su contraportada, el texto de Coignard es «un alegato a favor de la meritocracia y en contra de la ideología woke». Quizá el lector que compre el libro atraído por premisas con las que defender sus propios razonamientos se lleve un «chasco», porque la defensa del mérito que nos ofrece la autora francesa no es exactamente la que defiende la mayoría de quienes se posicionan a favor del mérito. Esto es, que cada cual debe ser libre de alcanzar las mayores cotas de desarrollo y éxito personal y profesional de que sea capaz, al margen de imposiciones sociales, intervencionismos gubernamentales y presiones culturales.
La situación es especialmente peliaguda en Francia, por ser un país que se ha fundamentado, en buena medida, en torno a la idea central del libro. El mérito, ya desde los años de la Revolución Francesa, se convirtió en uno de los mantras del republicanismo francés. La herramienta por la cual cualquier ciudadano, si se esforzaba y lograba ser excepcional en sus respectivos ámbitos, podía alcanzar la tan ansiada «escalada social» hacia una vida mejor. Una idea marcada en el ADN de la Ilustración, que trataba de poner así fin a los privilegios de clase que habían sido la norma hasta entonces. Sin embargo, la realidad es que esa idea está siendo fuertemente atacada hoy día desde varios frentes, que van desde el mundo académico-universitario, los medios de comunicación, internet, la política y un sin fin de organismos indeterminados.
Lo que hace Coignard es ofrecer al lector una serie de argumentos para rebatir a estos numerosos enemigos de la meritocracia, señalando, además, a los culpables de envilecer la propia idea de mérito, culpándolos de las sombrías perspectivas que sus tesis parecen estar trayendo y que, en opinión de la autora, serán peores en los años venideros.
«Los verdaderos enemigos (del mérito) se llaman perpetuación de los privilegios, desigualdad de oportunidades, inmovilismo de la sociedad y puesta en duda de los valores republicanos. Estos cuatro jinetes del apocalipsis no se rendirán. Por lo tanto, hay que neutralizarlos».
Esfuerzo, equidad y justicia social
El libro defiende que sí, existe una élite social que se ve favorecida. Pero que la escalera que lleva hasta ella no es otra que el esfuerzo y la excelencia y que, contra lo que denuncian los críticos de la meritocracia, eso no va contra la equidad y la justicia social, siempre y cuando se garantice la igualdad de oportunidades para acceder a dichas élites. Y es ahí donde se centra el ataque de la autora francesa: la escuela pública había sido tradicionalmente el medio con el que contaban las clases más desfavorecidas para alcanzar esa posición elitista, si bien, en ese aspecto, el sistema educativo francés está fallando a las nuevas generaciones.
Vemos, por lo tanto, que el enfoque que plantea la autora está muy alejado del modelo liberal tradicional. El laissez faire, laisse passer (Dejar hacer, dejar pasar) no es la receta que ofrece Coignard, que, en lugar de apostar por la eliminación de las diferentes trabas que los ciudadanos pueden encontrar en su camino hacia el objetivo, apuesta por una meritocracia «desde arriba». Esto es, una participación activa del Estado en favor del esfuerzo personal, de manera que éste lleve a cabo las necesarias regulaciones e intervenciones para lograr la instauración del papel que —según ella— el mérito ha tenido en la sociedad francesa en el pasado.
Esta situación ha convertido a la idea del esfuerzo, del sacrificio, de la mirada puesta en la metas futuras, en cabeza de turco de los diversos enemigos de la meritocracia, que tratan de golpear sus vetas para así destruirla, bajo la premisa de que no se trata más que de «un cuento chino» con el que la aristocracia —esa élite social aparentemente inalcanzable— embadurna al resto de las clases sociales, como si de un aceite corporal se tratase, para imposibilitar que salgan del pozo, resbalando una y otra vez. Eso sí, y en esto Coignard no duda en ofrecer una buena dosis de realidad: nadie de los supuestos enemigos del mérito ha ofrecido, hasta ahora, una alternativa más allá de la igualdad en la mediocridad.
«Recompensar el talento, los esfuerzos y la utilidad social ya no se perciben como el excelente carburante de la cohesión social, sino como el veneno que divide […]. Sin embargo, ninguno de sus denigradores propone la menor solución convincente para sustituirlo (al mérito) en un marco democrático. Y con razón: el mérito es insustituible, siempre y cuando esté bien enmarcado»
Abogada del diablo
Durante los primeros compases del libro, Coignard hace un resumen detallado por las principales figuras críticas con el concepto de mérito de las últimas décadas, también ofrece ejemplos concretos y datos significativos que parecen dar la razón a quienes, en su mayoría sectores radicales de la izquierda francesa, consideran que el mérito no existe o no es más que una engañifa. No obstante, no pierde la autora la oportunidad de destacar cómo, en la gran mayoría de los casos, el ascenso social y las posiciones de relevancia de dichos autores críticos es, precisamente, un fruto de su apuesta personal con el mérito —contrariamente a lo que sus textos y discursos parecen manifestar—, cuando no por pertenecer desde la más tierna infancia a esas «élites». Algunas dianas de la autora son la filósofa Chantal Jaquet, el activista Ismaël Le Mouël, el escritor Nicolas Mathieu, los profesores universitarios (en Harvard y Yale) Michael Sandel y Daniel Markovits, o el académico François Sureau.
«No parecen captar la perversidad que hay en denunciar la meritocracia cuando se pertenece desde siempre a la nobleza de la toga más mimada y agasajada, por nacimiento, por estudios, por las grandes instituciones y por la red de contactos».
Podríamos pensar, a priori, que a lo que nos vamos a enfrentar en el resto del libro es a una disquisición a favor del mérito desde posiciones más bien liberales o conservadores, más no es así. Las tesis de Coignard parecen ir en contra de todos los sectores ideológicos, pues si bien defiende, contra los postulados de izquierda, el mérito como piedra angular que debería sostener la educación, es también dura contra aquellos sectores de la derecha que, si bien defienden la idea de mérito, no han llevado a cabo las políticas más adecuadas para que este juegue el papel que debiera, dando con ellos alas a que los postulados de izquierda adquieran la preponderancia a nivel mediático que tienen hoy en todo Occidente.
«Hay que constatar una evidencia: salvarlo (al mérito) requeriría de mucho esfuerzo, ya que su credibilidad está muy cuestionada a la vez por los que lo utilizan como una útil pantalla para consolidar sus privilegios y los que consideran que lo desacreditan para dar paso a un mundo maravilloso, libre de cualquier forma de desigualdad. Los segundos […] son los peores, puesto que acechan con una vigilancia rabiosa la menor desviación de destino […]. Ninguna acción en favor de la igualdad de oportunidades les parecerá suficiente. Siempre querrán más igualdad, es decir, menos mérito».
El caso francés…exportable
No es fácil, para el lector español, seguir los pasos de la autora en sus análisis a través del sistema educativo francés. Coignard nos ofrece un aluvión de datos acerca de los diferentes modelos que han establecido los gobiernos franceses desde la Segunda Guerra Mundial, retrotrayéndose a las políticas de DeGaulle, Giscard-Gestain, Mitterrand, Sarkozy, Hollande y el actual gobierno de Emmanuel Macron. También ofrece incisivos análisis a nivel microacadémico pues las decisiones de ministros y presidentes se filtran a un auténtico maremágnum de organismos, delegaciones, subdelegaciones, secretarías, etc., con sus correspondientes figuras burocráticas. Si la estructura de los sistemas educativos ya es compleja de entender en el propio país, requiere cierto esfuerzo —y relecturas— dilucidar qué ha ocurrido y ocurre en el vecino país galo. No obstante, es posible encontrar semejanzas entre lo que está ocurriendo en Francia y lo que sucede en España, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, etc., ya que hay un mensaje que escapa del ámbito local para expandirse a nivel internacional.
«¿Qué ha ocurrido para que el mérito, antaño talismán del progresismo, se haya convertido en el fetiche de la reacción? Desde hace unos años, algunas voces procedentes de la izquierda, incluso de la extrema izquierda, describen el mérito como una vitrina engañosa, que disimula cada vez peor la reproducción de las élites, como el espejismo de una quimérica igualdad de oportunidades. Sin embargo, entre los detractores más inflexibles de la meritocracia, muchos se han beneficiado de sus efectos durante su trayectoria».
El mensaje que podemos extraer del libro es que, si la idea de que el esfuerzo es vana, la posibilidad de que todo convirtamos la sociedad occidental en un imperio de la mediocridad es grande. Y no se trata de la «dorada mediocridad» aristotélica, sino de la apuesta por un contexto sociocultural que ha sido dominante en la mayoría de los periodos más oscuros de la historia. Algo sumamente peligroso que, quizá, debería hacernos recapacitar como individuos a nivel práctico (a fin de cuentas, una sociedad virtuosa parece más deseable que una sociedad mediocre), cuando no a nivel moral.
«El mérito es una de sus criaturas más bellas (de la Ilustración). Es primordial protegerlo de todas las instrumentalizaciones».
Para Coignard, la implantación de esa «tiranía de la mediocridad» es difícil, pues el mérito se trata de una condición innata de la condición humana. No obstante, en un mundo como el de hoy, donde las tesis del marxismo posmoderno han conseguido pasar de las aulas universitarias al mainstream, reventando las costuras sociales, todo es posible. Si renegamos como sociedad de las leyes naturales, de las esencias innatas, si todo lo que nos rodea no son más que esos cacareados «constructos sociales», el riesgo parece real. En una realidad relativa donde todo es mutable y no existen normas universales, el ser humano no tiene límites para transformar la realidad social. Y ésa es la junta abierta en la sociedad que, en opinión de la autora, hay que sellar. La pregunta que puede surgir tras leer estas páginas es si esta defensa del mérito desde un enfoque puramente institucional es la más adecuada. Sólo el tiempo lo dirá.
Un apunte más: la visión económica
Un dato llamativo que se aprecia en la obra es como, pese a ser titulada en Ciencias Económicas y Comerciales, Coignard no dedica una sola palabra del libro al enfoque de la meritocracia desde un prisma económico, siendo este uno de los campos que más ha analizado la cuestión. Son multitud los economistas que han analizado el tema desde el prisma económico, especialmente los seguidores de la escuela austríaca (Mises, Hayek, Rothbard, Hoppe, Hazlitt, etc.) y la de Chicago (Friedman, Stigler, Sowell). Por no mencionar muchos de la propia editorial Deusto, que han tratado el tema a menudo.
El mérito y el esfuerzo han sido analizados a lo largo de la historia como fenómenos de importancia capital tanto en las leyes que rigen la oferta y la demanda, como en los conceptos de utilidad marginal y —muy especialmente— la preferencia temporal (la elección que hace cada ser humano para sacrificar su bienestar presente por un mayor éxito futuro), pero, curiosamente, son conceptos completamente ignorados por la autora francesa. Un enfoque interesante que, probablemente, hubiera enriquecido la obra dotándola de una perspectiva como es la económica que, guste o no, rige como pocas los destinos del mundo.