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Fue el 4 de octubre de 1957 cuando la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite artificial de la Tierra. Daba una vuelta a nuestro planeta cada hora y media. Pesaba mis de 80 kilos. De este modo, se abría la zas, deleites y en el saber y la salud. El, en cambio, admiraba a la gente «sin pliegues en las capas ni dobleces en el alma»: hombres buenos, llanos, sin artificios ni embelecos, sencillos en el vestido y el ánimo. Unos pocos años antes el británico Francis Bacon había afirmado que «nuestro tiempo es el anciano del mundo, y se encuentra rico en observación y experiencia» y por tanto es, en potencia, superior. era del espacio, Y el «New York Times» pudo escribir: «Los rusos exultaban de júbilo. Cansados de las privaciones y sacrificios de la era de la postguerra, veían en «su» luna un símbolo de realización nacional y el fin de su inferioridad histórica en la tecnología y la ciencia. Para Occidente, fue como un jarro de agua fría. Occidente había subestimado ta tecnología soviética», Desde entonces, ha llovido mucho. Y han surgido multitud de clases de satélites: los satélites espía, los meteorológicos, los de recursos terrestres, los de comunicación y los de observación astronómica.

Este libro, que comentamos, nos enseña y describe cómo son usados los satélites para explorar la Tierra. Su autor, Jon Erickson, ha trabajado, como especialista en exploraciones e investigaciones de importantes compañías mineras y petrolíferas. Actualmente, es un geofísico de reconocido prestigio, Se ha escrito que los únicos conocimientos inútiles son los que no se tienen. La investigación espacial, por sus elevados costos, ha producido siempre, en multitud de ambientes, un rechazo. Pero nada más alejado de la realidad. Los satélites nos ayudan en la predicción del tiempo, en la observación de los océanos, en la planificación del uso de! suelo, en la confección de mapas geológicos, en la agricultura y en la descripción gráfica de potenciales desastres naturales. Precisamente, el autor dedica el último capítulo del libro a estudiar el modo, según el cual los satélites pueden ayudar a prevenir terremotos, erupciones de volcanes, grandes tormentas e inundaciones. También los satélites pueden ayudar a predecir las épocas de hambre.

Investigación científica

El tema siempre de moda de la contaminación pueden ser estudiado con la ayuda de los satélites artificiales. Cada día, es mayor la sensibilidad del hombre medio hacia estos problemas. Por medio de imágenes de satélite, se puede detectar la contaminación en las áreas de grandes núcleos de población o en zonas muy industrializadas. Los constituyentes de la atmósfera, como el vapor de agua, el ozono y el monóxido de carbono, han podido ser medidos desde el espacio.

Finalmente, los satélites constituyen un factor decisivo en la guerra moderna, Gracias a los satélites espía es posible la escucha de las comunicaciones por radio. Así, son hoy un potente medio de comprobación de los acuerdos de control de armamentos y de las actividades clandestinas de otras naciones. También pueden avisarnos, con tiempo, de la presencia de misiles enemigos y proporcionarnos información vital para determinar el tipo de respuesta de represalia.

La Humanidad se encuentra hoy frente a graves problemas. También tiene poderosos medios para hacerlos frente. Uno de estos medios son los satélites. En el fondo, el gran medio es el conocimiento, cuya base reside en la investigación científica. Es el grado de conocimiento el que da e! poder y la riqueza a las naciones. Por ello el autor concluye afirmando que «con la aplicación de las más sofisticadas tecnologías, quizá podamos, aprendiendo de nuestros pasados errores, resolver de forma inteligente los difíciles problemas con los que nunca, hasta ahora, se había enfrentado la Humanidad»

Alberto Miguel Arruti (1932-2011) licenciado en Ciencias Físicas, periodista y escritor; trabajó muchos años en RTVE, donde llegó a ser Director de los Servicios Informativos de TVE y RNE. También fue miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Comunicación Científica. Impartió docencia en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, así como en las Universidades Europea de Madrid, CEU San Pablo y Universidad Internacional de Andalucía.