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La de Ignacio Amestoy es una vida vinculada al teatro. Dramaturgo, periodista y profesor en UNIR, ha pasado por diversos medios de comunicación con cargos de responsabilidad (fue director adjunto de Diario 16, ayudante de dirección en programas teatrales para Televisión Española..). Ha dirigido la Real Escuela Superior de Arte Dramático, el Teatro Español, el Centro Cultural de la Villa o el Festival de otoño de la Comunidad de Madrid. Como autor, tiene una extensa y premiada carrera con obras como Cierra bien la puerta (premio Nacional de Literatura dramática, 2002) o Chocolate para desayunar (premio
Lope de Vega, 2001).


Avance

De la mano de Ignacio Amestoy como autor de la introducción, descubrimos el volumen Calderón esencial recientemente publicado por la Biblioteca Castro, una colección dedicada a recuperar nuestro patrimonio literario con cuidadas ediciones de nombres como Cervantes o Lope de Vega creada por la Fundación José Antonio de Castro. Abre el volumen La cisma de Ingalaterra, «obra de gran significación en los albores dramatúrgicos del poeta», según Amestoy, y lo remata felizmente —el adjetivo es también suyo— El alcalde de Zalamea. Entre ambas, un compendio de trabajos para hacerse una idea clara de la trayectoria de Pedro Calderón de la Barca y de su significado en el conjunto de las letras españolas.

Colofón de un Siglo de Oro teatral que se inicia con La Celestina y prosigue con el teatro de Cervantes, Calderón será admirado por ilustrados y revolucionarios franceses, y el aplauso llegará a la contemporaneidad, no en vano La vida es sueño fue alabada por Walter Benjamin.

Calderón nace en 1600. De niño estudió con los jesuitas y su influencia fue poderosa en su formación y en su producción: temas como el libre albedrío, los autos sacramentales y las comedias de Santos serán la base del teatro áureo, y muy concretamente del teatro del propio Calderón. Tras iniciarse en la carrera eclesiástica y pasar por Alcalá y Valladolid, «con buena preparación y no pocos contactos de condiscípulos en los aledaños del poder, vuelve a Madrid, coincidiendo con la muerte de Felipe III y el advenimiento de Felipe IV, para entrar en una vida mundana, entre la milicia y el teatro», señala Amestoy. El estreno de Amor, honor y poder en junio de 1623, le hace ganarse al nuevo rey y convertirse en un autor áulico. La vinculación de Calderón con la Corte va a ser estrecha, con Lope de Vega en retirada. Su carrera se desarrollará entre las letras y las armas.

La preocupación por lo que ocurría en Europa le llevó a escribir obras como La cisma de Ingalaterra o El príncipe constante, con el príncipe luso don Fernando como protagonista. De temática cortesana figuran La dama duende y Casa con dos puertas mala es de guardar hasta llegar a La vida es sueño, que él considerará su obra maestra y que será referente en el mundo de la cultura del libre albedrío. No falta en Calderón esencial su obra «más polémica, donde el honor calderoniano alcanza la máxima cota, El médico de su honra», precisa Amestoy. El volumen Calderón esencial se cierra con El alcalde de Zalamea, una de sus obras más exitosas.

Los años cuarenta no fueron muy buenos para el teatro. Recuerda Amestoy que «tras servir al Duque de Alba, en 1651 se ordena sacerdote. Al Rey le parece bien que se aparte de los corrales, “no tomando la pluma para otra cosa que no fuese fiesta de Su Majestad o fiesta del Santísimo”». Murió el 25 de mayo de 1681, teniendo entre manos un auto sacramental.


Artículo

Después de 30 años editando versiones definitivas de nuestros clásicos, en más de 270 tomos —todo Cervantes, o todo Lope y Calderón…—, la Biblioteca Castro ha dado a luz Calderón Esencial, que reúne ocho de las obras más destacadas del autor madrileño. Darío Villanueva, director académico de la Biblioteca, ya había hecho lo propio con Lope de Vega. Tuve la fortuna de recibir de Villanueva el encargo de escribir la introducción del volumen calderoniano.

Calderon-esencial
Calderón esencial. Biblioteca Castro, 2023

¿Con qué obra abrir la selección?, fue la primera cuestión a resolver. Nos pareció adecuado comenzar con La cisma de Ingalaterra, obra de gran significación en los albores dramatúrgicos del poeta. ¿Qué obra cerraría el conjunto? Hubo menos dudas, El alcalde de Zalamea, feliz remate de sus obras. Y entre La cisma y El alcalde, siguiendo una cierta cronología: El príncipe constante, La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar, La vida es sueño, El médico de su honra y El mágico prodigioso.

Un Siglo de Oro teatral

En estos tiempos de cancelaciones, Calderón de la Barca resulta para no pocos un autor a marginar, junto con aquella España que él vivió. Un despropósito. Calderón fue el colofón de un Siglo de Oro teatral que se inicia con La Celestina, prosigue con el teatro de Cervantes —Numancia, y El retablo de las maravillas—, y se forja con Lope de Vega y su «arte nuevo de hacer comedias», culminando con un Calderón que, por El alcalde de Zalamea será admiración de ilustrados y revolucionarios franceses, y por La vida es sueño, de la contemporaneidad, incluido Walter Benjamin.

En la introducción del libro Calderón esencial he procurado centrar al dramaturgo y su obra en el momento histórico en el que escribió éstas y sus demás obras. Calderón nace con el siglo, en 1600, y su primera obra se ve en el Alcázar, en 1623, hace ahora cuatro siglos. Muere en 1681, mientras escribe un auto sacramental que le había pedido el cabildo madrileño. De los ocho a los trece años había estudiado con los jesuitas en el Colegio Imperial de la calla de Toledo. Siendo este contacto con los jesuitas piedra angular en su formación, y en su vida.

La influencia en España de la Compañía de Jesús en ese momento es intensa, cosa que en Francia estará difuminada por «Querella del teatro», que encabezada por Pascal y los jansenistas pusieron en la picota a jesuitas y cómicos. El origen del disenso habrá que buscarlo en el conflicto entre la Reforma protestante y la llamada Contrarreforma, y, muy concretamente en lo preceptuado en el Concilio de Trento (1545-1563).

Fue Loyola (1491-1556) el que dispuso que los jesuitas Láinez —segundo «papa negro», tras Ignacio— y Salmerón defendieran en Trento tres cuestiones que vertebrarían el teatro del Siglo de Oro: el libre albedrío, frente a la predestinación protestante; la Eucaristía, contra las posiciones luteranas, y el culto a los santos y a la Virgen, rechazado por la Reforma.

Tres conceptos que serán base del teatro áureo, y muy concretamente del teatro de Calderón: libre albedrío, autos sacramentales y comedias de Santos.

Y no fue cuestión menor, a partir también de Trento, la del culto a las imágenes, la imágenes teatrales por un lado y las imágenes plásticas en general. Oliver Cronwell (1599-1658), superando todo calvinismo, fue el modelo de iconoclasta, mandado arrasar estatuas en iglesias y cerrando los teatros.

Calderón y el teatro de colegio jesuita

Hemos dicho que Calderón de los ocho a los trece años estudia con los jesuitas en el Colegio Imperial. En Madrid, con Felipe II, ocho años después de otorgársele la capitalidad del Reino, se funda en la calle de Toledo, en 1569 —tres años después de cerrarse Trento—, la Casa de los Estudios, regida por la Compañía, con aulas de Latinidad y Retórica; centro escolar que en 1603 se convertirá en el Colegio Imperial.

Instrumento relevante es la implantación en estos centros de enseñanza del que se vino a denominar «teatro de colegio jesuita». Siguiendo las pautas del Trivium medieval, se pretendía que los niños fueran diestros en gramática, retórica y dialéctica, desenvolviéndose en sus composiciones poéticas y dramáticas en latín, la lengua franca del momento, útil, además de para la escritura legal o piadosa, para el foro y el púlpito.

De esta forma, Calderón, en el Colegio Imperial, antes de los diez años ha compuesto poemas en latín, y después, obras de teatro, también en latín, que ha podido protagonizar ante, y con, sus compañeros. Joven devoto, tras su paso por el Colegio Imperial, ordenado de primera tonsura en Toledo por el obispo de Troya, Calderón pasa por Alcalá, donde estudia Lógica y se perfecciona en Retórica y Dialéctica. En diciembre de 2015 irá a Salamanca donde estudiará Derecho e Historia, para, con 19 años, titularse como Bachiller en los derechos Canónico y Civil.

No se sabe si a cuenta del dinero conseguido por la venta del cargo del padre o por otras eventualidades, abandonando la idea de continuar sus estudios y la carrera eclesiástica,

Pedro Calderón, con una buena preparación y no pocos contactos de condiscípulos en los aledaños del poder, vuelve a Madrid, coincidiendo con la muerte de Felipe III y el advenimiento de Felipe IV, para entrar en una vida mundana, entre la milicia y el teatro.

Para esa mundanidad, don Pedro necesitaba usar de una buena presencia y nada mejor que el engalanarse para la etiqueta azarosa de esa Villa de aparato y esa Corte borgoñona que era Madrid. Ya debía de tener marcados sus objetivos como dramaturgo y, en la empresa pretendida, el modelo no podía ser otro que el gran Lope de Vega, triunfador en los corrales y en el Alcázar, donde era el responsable de la programación teatral, menester en el que Calderón le sustituirá a su muerte.

Calderón áulico

Entonces, a vestir bien, que así te ven, así te tratan. Es el 17 de marzo del 23 cuando el que será Carlos I de Inglaterra llega a Madrid con su amigo el Duque de Buckingham, a caballo y de turistas. La nueva capital de las Españas y su Escorial atraen a todos. Y habrá fiestas y teatro para el Príncipe de Galles. Calderón aprovecha la ocasión y estrena, ante él, el 29 de junio, la obra Amor, honor y poder. Con el apoyo del nuevo rey y su valido Olivares, Calderón se convertirá en un autor áulico. La vinculación de Calderón con la Corte va a ser estrecha, con Lope de Vega en retirada. Y su carrera decidida entre las letras y las armas proseguirá.

Tras la rendición de Breda, el áulico Calderón presenta en Palacio la obra El sitio de Bredá, el 31 de marzo de 1627. Pero antes ya ha estrenado en el Alcázar La cisma de Ingalaterra. Tras la estancia de seis mesas del Príncipe de Gales en Madrid, el avispado poeta vio el interés de revivir los momentos felices de la relación de Inglaterra y España con el matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII.

Calderón escribe La cisma de Ingalaterra pocos años después de que Shakespeare (1564-1616) estrenara en el teatro The Globe de Londres su Enrique VIII, el 29 de junio de 1613. En Enrique VIII, William Shakespeare hace un retrato espléndido de la católica reina española Catalina. Y sorprende que, al día siguiente del estreno, el teatro fuera destruido por un incendio, quizás provocado. Y Shakespeare se volvió a su pueblo y no escribió más. Calderón da fin a su obra con un Enrique VIII que hace examen de conciencia sobre su pasado y con su hija María Tudor determinada a volver a convertir Inglaterra e Irlanda al catolicismo en cuanto sea reina. Calderón áulico.

En defensa del libre albedrio

Si Inglaterra preocupa en la Corte, también Portugal, y Calderón toma la historia del príncipe luso don Fernando que por no ceder Ceuta al islam fue mártir. El polaco Grotowki, en los años 60 del pasado siglo hizo un montaje de esta obra que conmovió al mundo, con el príncipe expresando los deseo de libertad del pueblo polaco.

La obra de Calderón, El príncipe constate, además de ser una comedia de santos, es una defensa a ultranza del libre albedrío, cerrándose la obra, como un auto sacramental, con un resucitado Fernando.

Goethe la montó, y la lloró, en Weimar.

Cortesano se mostrará Calderón en las dos comedias siguientes de la selección, La dama duende y Casa con dos puertas mala es de guardar. Hechas en honor del esperado Príncipe de Asturias, Baltasar Carlos, se representarán en y para la Corte en el Alcázar de Madrid y en el Palacio de Aranjuez.

Sobre 1630 Calderón presenta en Palacio La vida es sueño, que él llegó a considerar su mejor obra al ponerla en cabeza de sus ediciones. Un tema vidrioso en la Corte al ser un reflejo de la historia de don Carlos, el hijo maldito de Felipe II —acontecimiento que sobrecogió a grandes y chicos—, un tema que dos años más tarde trató Lope en su «tragedia española», El castigo sin venganza. En La vida es sueño, que debió gestar el poeta desde su juventud, sin duda le pesaron sus meditaciones en los Ejercicios Espirituales que viviera en el Colegio Imperial: «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza… El que está en consolación piense cómo se habrá en la desolación que después vendrá». La obra será referente en el mundo de la cultura del libre albedrío.

A cuenta del libre albedrío Calderón entrará en la polémica de la Congregatio de auxiliis de los jesuitas con los dominicos, en la obra El mágico prodigioso, valorando la libertad del ser humano, aún existiendo un conocimiento divino del devenir. El mágico prodigioso presentada en el Corpus de 1637 en Yepes, comedia de santos, será al tiempo una celebración eucarística.

Dos años antes había estrenado Calderón su obra más polémica, donde el honor calderoniano alcanza la máxima cota, El médico de su honra, que como en otras ocasiones es un tema ya tratado por Lope. Ahí, el marido engañado, don Gutierre, al saber de la infidelidad de su esposa exclamará: «Pues médico me llamo de mi honra, / yo cubriré con tierra mi deshonra». Y cumplirá su palabra de forma implacable. No sin el permiso real.

Y Calderón esencial se cierra con la comedia más lograda de Calderón, a partir de otra obra de Lope de Vega. El alcade de Zalamea. Es una comedia de comendadores, que agradaban en palacio, con Lope de principal practicante. El monarca no dependiendo de las órdenes militares. Un villano rico, Pedro Crespo, un burgués, defiende que «Al Rey la hacienda y la vida /  se ha de dar; pero el honor / es patrimonio del alma, / y el alma sólo es de Dios», El burgués, el Rey y Dios; nadie más. Algo revolucionario en la España del momento, y aún en Europa.

Una última misión

La guerra catalana, tras la pérdida de Portugal, hizo que Calderón volviera a tomar las armas. Herido en el sitio de Lérida, en 1642, pidió licenciarse, lo que consiguió. Los años 40 y siguientes fueron malos para el teatro. Tras servir al Duque de Alba, en 1651 se ordena sacerdote. Al Rey le perece bien que se aparte de los corrales, «no tomando la pluma para otra cosa que no fuese fiesta de Su Majestad o fiesta del Santísimo”.

O fiesta de la Compañía… En la canonización de Borja —tercer «papa negro»—, en 1671, escribió su obra sobre el santo. Y de 1669 es El gran príncipe de Fez, por la muerte con 36 años de Baltasar de Loyola Méndez, nacido Muhammad el-Attaz, sucesor del rey de Fez. Baltasar fue apresado en Malta cuando iba a La Meca. Esperando su rescate, leyó la biografía de San Ignacio, se convirtió y se hizo jesuita. Camino de Lisboa para ir a las Indias Orientales, muere en Madrid, y la regente ordena funerales de rey. Y Calderón escribe una comedia donde figuran Baltasar, Ignacio y la Virgen. Había que beatificar al príncipe de la Compañía.

Dramaturgo y periodista. Director de UNIR TEATRO