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Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es un tesoro inagotable de las letras españolas y universales, tanto que hasta el Nobel se le queda pequeño, no le aporta nada. Hicieron bien en dárselo (según la exposición de motivos) por Platero y yo y por su cercanía a García Lorca, que fue una forma inconsciente de reconocer que igual podrían haberle dado otros tres nobeles más por su poesía, por su crítica y por sus aforismos, y por su influencia en Alberti, en Salinas y en Bergamín.

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Juan Ramón Jiménez: Aforismos e ideas líricas. Edición de José Luis Morante. La isla de Siltolá, 2018. 233 páginas.

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Tan inmensos resultan sus aforismos y tan inabarcables, que la edición canónica y completa, la de Sánchez Romeralo, en Antrophos, en 1990, de bellísimo título: Ideolojía; con más de cuatro mil aforismos, parece que pide antólogo, más por incapacidad nuestra que por criterios de calidad, siempre altísima.

Los primeros antólogos fueron Andrés Trapiello, como en tantas cosas, que en 2007 publicó su selección con el título de Aforismos; y el agudo aforista Juan Varo Zafra, que el mismo año publicó su antología con el título de Río arriba. Ahora se suma José Luis Morante. Quizá la selección de Trapiello, concisa, está más matizada por la personalidad del editor, sin que eso le quite transparencia, pues él es un juanramoniano cristalino. Tal vez la de Juan Varo sea una antología stricto sensu. Lo indudable es que, aunque Morante poda a JRJ, lo hace con tanto tino que nos lo ofrece con una sensación paradójica de integridad. Ha hecho un trabajo de orfebre invisible.

Acierta Varo Zafra al avisar de que “si en un principio Juan Ramón entiende por aforismo la sentencia, el apotegma breve y concentrado, posteriormente amplía la extensión y temática de sus aforismos, que se abren, así, no sólo a la máxima en el sentido clásico del término, sino también a la impresión, a la nota autobiográfica, al poema en prosa, a la crítica de la propia obra y de la ajena, y a la reflexión poética e intelectual”. Apenas hay tono que no toque. Y acierta Trapiello al señalar que los aforismos de JRJ nos lo muestran “no sólo en un hombre superior, sino en un pensador inagotable que los pensadores profesionales no parecen todavía haberse tomado la molestia de considerar”. Apenas hay tema que no toque.

La tentación para el barbero es hacer selecciones temáticas. Por ejemplo, por pararnos en un asunto que interesa mucho en Nueva Revista, sobre la nobleza de espíritu: “Para un espíritu noble, ser vencido es alegre porque supone la alegría del vencedor; vencer es triste porque supone la tristeza del vencido”; “No somos más que creadores de nosotros mismos”; “No creo que la poesía mejor sea la espresión bella de una vida corriente, plebeya, sucia, desordenada, sino la espresión más bella de una vida superior, espiritualmente aristocrática”, etc.  Pero como esta nota no puede alargarse, pondré doce aforismos que me llevaría a una isla desierta:

La bondad suele nacer del remordimiento.

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Mucho más que el arte es la verdad bella.

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Alto es siempre profundo. Profundo no es siempre alto.

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La delicadeza es la mano derecha de la inteligencia.

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El arte no puede ser otra cosa que “la realidad” vista con sentimiento.

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Si estáis a tiempo, evitad el vicio de soñar despiertos.

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Creo en la inspiración, pero me fío poco de ella.

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Andar entre lo inútil envejece.

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De lo bueno a lo peor, la diferencia no es mucha; pero ¡qué grande de lo bueno a lo mejor!

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La patria es madre e hija al mismo tiempo. Ella nos crea y nos cría, y nosotros la hacemos y la conservamos con las manos de nuestro sentir; nuestro pensar y nuestro querer.

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Que yo diga a otros que ven que Dios no esiste, podría ser lo mismo que si un ciego dijera a otro ciego que no esiste la luz.

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No sé qué me inquieta más, mi escritura escrita por estarlo, o mi escritura no escrita, por no estarlo.

Poeta, crítico literario y traductor.