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El profesor José Antonio Ibáñez-Martín, catedrático emérito de Filosofía de la Educación y director del Máster de Educación del carácter y educación emocional de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), propuso siete objetivos para la educación del carácter en la sesión inaugural del seminario internacional “Hacia una educación renovadora del carácter”, organizado por UNIR y la Universidad de Navarra.

Se trata de los siguientes: “Serenidad y tranquilidad; benevolencia y empatía; delicadeza, cortesía, conducta social, oportunidad; paciencia y rechazo al rencor; humildad y agradecimiento; podemos influir sobre nuestro carácter y estudiar nuestra forma de ser; pero no podemos limitarnos a hacer el bien, la gasolina es el amor y sentirse queridos”.

El simposio reúne en Madrid durante tres días a especialistas en la materia procedentes, entre otras instituciones, de las universidades de Rochester,  Oxford o Harvard, para reflexionar sobre los objetivos básicos de la educación, expresada durante los últimos años en la defensa de la educación del carácter.

“El educador no puede ser pesimista, siempre tiene la ilusión de que se puede conseguir algo

El profesor Ibáñez-Martín, presidente del comité científico del simposio, dedicó su exposición a ‘Los distintos niveles de la buena educación y las enseñanzas de la pandemia’.  Esta -manifestó- “nos ha enseñado a reflexionar sobre el sentido de la vida” y recordó que “no hay verdadera educación si no hay reflexión sobre el sentido de la vida”; además, “ha puesto de manifiesto los males del individualismo”, evidenciando que “no somos mónadas aisladas”, sino “animales políticos y sociales”; y “ha despertado la solidaridad”.

Respecto a la educación del carácter, indicó que “se ha impuesto a finales del siglo XX frente a otros movimientos pedagógicos”. Siempre ha estado vigente en Inglaterra y EE.UU., pero ahora resurge “ante la necesidad de proporcionar formación integral a los jóvenes”.

Tener carácter, afirmó, “es tener unos principios morales”, remitiéndose a Kant, y tener carácter guarda relación con “la unidad de la persona”, como apuntaba Martin Buber.

Se remitió a los pensamientos del emperador, y filósofo estoico, Marco Aurelio, en los que “armoniosamente aparecen las virtudes que configuran la excelencia humana”.

Concluyó señalando que “cuando nos dedicamos a la educación, debemos saber que lo más importante es ayudar a los demás y a no fracasar en la propia existencia”. Y que el educador “no puede ser pesimista, siempre tiene la ilusión de que se puede conseguir algo”, poniendo en juego una serie de medios, “la escuela y la familia”, enseñando “el bien, la generosidad, el agradecimiento, la petición del perdón”.

Concepción Naval.

En la primera jornada intervino Concepción Naval, catedrática de Teoría de la Educación y decana de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra. Planteó en su ponencia si “la educación del carácter puede tener como fin el florecimiento”, citando a los teóricos de la educación David Carr y a Kristján Kristjánsson.

“En toda la historia de la  educación el objetivo ha sido que cada persona sea mejor persona y tenga la mejor vida posible”

Indicó que para que el florecimiento sea objetivo de la educación son necesarios cuatro criterios: tener un contenido valioso; comprender una vida completa; consiste en un estado dinámico y presupone bienes objetivos. “En toda la historia de la educación -apostilló- el objetivo ha sido que cada persona sea mejor persona y tenga la mejor vida posible”.

Mencionó a Tyler VanderWeerle, director del  Human Flourishing Program de Harvard, para quien las personas necesitan un carácter moral, capacidades para saber qué propósitos y qué actividades son buenos, y qué es una vida buena, más allá del bien propio.

JUSTICIA, AMISTAD Y AMOR DE BENEVOLENCIA

Concepción Naval concluyó señalando que “la educación del carácter no es suficiente para alcanzar el objetivo del florecimiento, porque falta reconocer el valor central de la justicia, la amistad y el amor de benevolencia, si se aspira a que las personas puedan liderar sus vidas proponiéndose y buscando una vida buena”.

Randall Curren.

En la primera jornada también intervino Randall Curren, catedrático de la Universidad de Rochester, con la ponencia “‘Superando lo que nos divide: amistad cívica y desarrollo de la personalidad humana”. Se remitió a Aristóteles que concibe la amistad cívica “como condición de voluntad mutua para que una sociedad funcione como un partenariado”. Lo cual es posible gracias “a la justicia y al contacto entre los grupos”.

EL VALOR DE LAS COMUNIDADES EDUCATIVAS

Una herramienta para facilitar las amistades cívicas es “las comunidades educativas, porque promueven los contacto intergrupo”. Para lograrlo es preciso integrar a “estudiantes diversos, eliminar la segregación formal y fomentar la cooperación”. Se puede conseguir “en la escuela y en la universidad, a través del contacto interpersonal y con objetivos de cooperación para el grupo” añadió el profesor Randall Curren.

Puso el ejemplo de “Derek Black, supremacista blanco norteamericano, hijo de un dirigente del Ku Klux Klan, que dio la espalda a esa ideología y se retractó públicamente de sus planteamientos”, cuando fue a la universidad en Florida y “entabló amistad con personas que pensaban de forma diferente”.

La primera ponencia invitada corrió a cargo de los profesores Josu Ahedo (UNIR), Miguel Rumayor (Universidad Villanueva) y Zaida Espinosa (Universidad Loyola), presentados por la profesora Adela López, con el título de Amistad y educación del carácter: una revisión sistemática.

Y la segunda ponencia invitada, Identificación de prácticas para promover el desarollo del carácter en contextos residenciales universitarios: el caso de los colegios mayores, fue desarrollada por los profesores Juan Pablo Dabdoub y Aitor Rodríguez Salaverría, de la Universidad de Navarra, presentados por el profesor Santiago de Navascués.

El simposio contará en las próximas sesiones con la participación, entre otros, de Edward Brooks, director del Oxford Character Project; Marvin Berkowitz, codirector del Center for Character and Citizenship (Universidad de Missouri); Christina Hinton, del Human Flourishing Program de Harvard; Kristen Pelster, (iniciativa CharacterPlus); y los profesores José María Torralba, Emma Cohen y Vianney Domingo, del nuevo Instituto de la Universidad de Navarra sobre Humanismo Cívico.