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Es cierto que, como reconoce Juan Manuel de Prada, la nueva encíclica de Francisco no ha suscitado muchos comentarios ni debates en los medios. Pero, a diferencia de otros textos pontificios, ha tenido el mérito de suscitar un dibujo de El Roto: El País publicaba una viñeta con un hombre en lo alto de una iglesia preguntándose qué iba a pasar con el capitalismo, tras la denuncia de Francisco. Sea como fuere, los expertos no han visto en Fratelli tutti nada que el Papa no hubiese comentado o dicho ya y, de hecho, sorprende la cantidad de referencias que esta encíclica contiene a otros documentos magisteriales.

Dirigida a “todos los hombres de buena voluntad”, titula el texto con una fórmula proveniente del Santo de Asís, muy presente en todas las enseñanzas de este Papa que, si se ha caracterizado por algo, ha sido por situar la cuestión social en el centro de la agenda vaticana. Una de las críticas más sonadas que se han realizado a la Encíclica es, precisamente, la que se refiere al título, porque algunas agrupaciones feministas han pedido su rectificación, solicitando que, frente al genérico “fratelli”, se incluya a las “hermanas” (“sorelle”) en el encabezamiento.

Carta encíclica «Fratetlli tutti».

Más allá de la anécdota, Francisco vuelve a reflexionar sobre las exigencias del compromiso cristiano con el mundo, desarrollando temas que pertenecen a la Doctrina Social de la Iglesia. En este sentido, según Austen Ivereigh, biógrafo de Bergoglio, se puede considerar el escrito papal como una síntesis o recapitulación de todo lo que Francisco ha ido recordando al pueblo cristiano desde que accedió a la cátedra de Pedro.

Francisco propone un pacto cultural y global inclusivo, para fomentar la solidaridad debilitada por el individualismo y las crisis

Ivereigh cree que este “podría ser su último documento importante” del Papa argentino. Y aunque, como también han indicado otros, en sus páginas se tratan diversos temas –hasta el punto de que el experto en Bergoglio sostiene que “puede parecer un popurrí” –, se encuentra en el centro de la encíclica la gran apuesta de la Iglesia por la fraternidad entre los hombres. No en vano, Francisco propone un pacto cultural y global inclusivo, para fomentar la solidaridad debilitada por el individualismo y las crisis.

En efecto, Francisco transmite que en las últimas décadas el mundo está “perdiendo rápidamente el sentido de la familia humana. Con la desaparición del bien común, la pérdida del diálogo y la solidaridad (…), la humanidad se está deslizando rápidamente hacia la oscuridad de los enfrentamientos civiles, el tribalismo y el nacionalismo”, señala Ivereigh.

Algo similar sostiene el economista norteamericano, de tendencia liberal, Samuel Gregg, para quien esta encíclica no es únicamente un “resumen” de lo que ha enseñado en los últimos años Bergoglio, sino, de alguna manera, “una despedida”, porque tiene la impresión de que con su publicación “ha dicho ya todo lo que tiene que decir”.

Una radiografía del mundo actual

Francisco comienza detectando los rasgos más preocupantes de las sociedades actuales, entre ellos, la virulencia ideológica, la suerte de los inmigrantes, las guerras, las inclinaciones individualistas, pero lo hace sin abandonarse al pesimismo. Por el contrario, hay una clara invitación a la esperanza y, para mostrar la inextinguible aspiración humana al bien, pone de ejemplo cómo en medio del sufrimiento y la tragedia, Dios hace nacer en la humanidad encumbrados deseos. Recuerda, en este sentido, la reciente pandemia porque incluso en los momentos más difíciles, hay personas que “reaccionan donando la propia vida”.

Kate Ward, profesora de Ética Teológica en la Universidad Marquette, considera que «Fratelli tutti» pretende concretar el mensaje ético y social del cristianismo, más que proponer unos deberes morales abstractos

La parábola del buen samaritano, sobre la que el Papa se detiene extensamente, le ayuda a reflexionar sobre las respuestas de los hombres ante el dolor del prójimo. Esta parte es la que ha llevado a algunos a señalar que la intención del texto es, principalmente, pastoral. Así, en un comentario para First Things, Raymond J. de Souza señala que el rasgo más sobresaliente de Francisco es su gran preocupación por los pobres y afligidos.

Kate Ward, profesora de Ética Teológica en la Universidad Marquette, considera que Fratelli tutti pretende concretar el mensaje ético y social del cristianismo, más que proponer unos deberes morales abstractos. En realidad, ese es el espíritu evangélico: ayudarnos a “hacernos presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia”, indica el pontífice.

La xenofobia, el racismo o los nacionalismos excluyentes, señala la encíclica, son incompatibles con la hermandad entre los hombres. Francisco muestra tanta preocupación por los migrantes que dedica el cuarto capítulo a la caridad con los que vienen de otros países, así como hacia los refugiados. Hay que “acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos”, advierte, obligando a tomar medidas concretas, como facilitar visados o favorecer la reagrupación familiar.

Críticas al neoliberalismo

Sea como fuere y más allá del mensaje social, lo que más se ha cuestionado en la opinión pública han sido las consideraciones sobre los límites de la propiedad privada y el embate contra lo que el Santo Padre llama “neoliberalismo”. Tras acercarse al documento, el periodista mexicano Eduardo Ruiz-Healy adelantaba que muchos políticos se sentirían inexorablemente “aludidos, incómodos y hasta ofendidos” por la “condena papal” del capitalismo.

Lo que declara Francisco es que el mercado no es la solución a todos los problemas y que la economía no puede ser ajena a los principios éticos. Por eso, reclama “situar la dignidad humana en el centro” y, frente al pobre “dogma de fe neoliberal”, insiste en la necesidad de construir estructuras sociales más justas.

Para Phil Lawler, periodista católico, el pontífice muestra “una clara hostilidad” hacia el capitalismo

Aunque Fratelli tutti recuerda la insustituible función de los empresarios y su contribución a la hora de crear riqueza y trabajo, algunos han interpretado sus palabras como una reprobación del libre mercado. Para Phil Lawler, periodista católico y director del portal CatholicCulture.org, el pontífice muestra “una clara hostilidad” hacia el capitalismo. Lo mismo sostiene David Clement, del lobby Consumer Choice Center, que señala que la concepción que tiene el Papa sobre este modelo es errónea porque el mundo se ha beneficiado de sus ventajas y es más viable que otros que se han propuesto.

El mencionado Samuel Gegg realiza consideraciones similares. Sin cuestionar la preocupación social que caracteriza al pontífice, cree, sin embargo, que el tratamiento de las cuestiones económicas en la encíclica es insuficiente y simplista. La defensa del mercado no se ha hecho nunca de un modo independiente a la moral: “los mercados requieren todo tipo de hábitos morales no comerciales y prerrequisitos institucionales y culturales” para funcionar. Cuando no se dan esas condiciones, no se puede hablar de la existencia de un mercado, sentencia.

Más combativo ha sido el intelectual francés Guy Sorman en un artículo publicado en City Journal. Aunque no se declara católico, señala que, a diferencia de lo que parece creer Bergoglio, “no hay ningún economista, ni ningún intelectual, que afirme que el mercado es la solución universal a todos los problemas”. Cuestiona, además, la eficacia de otros modelos, como el cooperativista: “sería deseable que una economía cooperativista funcionara, pero no es así: en economía, las buenas intenciones no producen necesariamente resultados deseados”, comenta.

David Clement, del lobby Consumer Choice Center,  señala que la concepción que tiene el Papa sobre el modelo capitalista es errónea, porque el mundo se ha beneficiado de sus ventajas y es más viable que otros modelos

También en España ha habido comentaristas que han criticado este supuesto posicionamiento del Papa. El analista económico Diego Barceló advierte de que el Santo Padre no emplea los conceptos económicos correctos y que yerra al examinar el papel del consumidor, puesto que en la economía de mercado es “realmente quien manda”. Por su parte, Lorenzo Bernaldo de Quirós ha publicado en Actualidad Económica el artículo más duro con la encíclica, acusando a Francisco de populismo y de asumir “la tesis de que la redistribución de la renta y de la riqueza es la forma de eliminar” la pobreza, olvidando las injusticias y perjuicios a los que ha conducido.

Miguel Ángel Belloso, ex director del semanario económico, incide en lo mismo, recordando que sin las recetas liberales (mercado, libertad, riqueza) “es imposible disipar la desigualdad y paliar” las necesidades sociales. Considera trivial la visión económica del Papa. El pontífice, es verdad, alerta sobre la especulación financiera y la creación ficticia de riqueza, pero olvida que el mercado financiero ayuda a” crear eficiencias en la inversión y en el despliegue del capital por parte de individuos y empresas que, si bien están diseñadas para producir beneficios, también pueden promover una mejor administración de los recursos disponibles”. Por otro lado, frente a lo dicho por la encíclica -si “alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando”- recuerda que la economía responde a una dinámica más compleja de relaciones y que no es un juego “de suma cero”.

El liberal Samuel Gegg cree que el tratamiento de las cuestiones económicas en la encíclica es insuficiente y simplista y que la defensa del mercado no se ha hecho nunca de un modo independiente a la moral

Si se lee Fratelli tutti sin anteojeras ideológicas, no se descubre en su mensaje nada que altere los principios clásicos que inspiran la enseñanza social del cristianismo. El Papa, se ha dicho, combate por igual las recetas liberales y las de la izquierda. Según Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, la última encíclica de hecho explora una vía intermedia entre el liberalismo y el populismo.

Para el teólogo americano Larry Chapp, aunque a veces el pontífice se extralimita cuando escribe de economía y su censura a la libre economía pueda resultar superficial, lo que dice no resulta muy diferente a lo que ha enseñado el magisterio anterior. Encontramos en él “una visión espiritual genuina y pasarla por alto argumentando que el Papa es injusto con el libre mercado implica soslayar su sentido profético. Francisco, a pesar de su falta de experiencia en el ámbito económico, reafirma lo que han enseñado los pontífices desde León XIII, es decir, que debemos situar a las personas por encima de las ganancias, el trabajo por encima del capital y el bien común por encima de los resultados empresariales”.

El debate sobre la propiedad privada

Además de la polémica en torno al liberalismo que ha suscitado Fratelli tutti, se ha llamado la atención sobre las consideraciones acerca de la propiedad privada que realiza el sumo pontífice en su tercer capítulo. En él, recuerda que la fraternidad es el camino para la igualdad y que esta no constituye un ideal abstracto; menciona a este respecto el destino universal de los bienes, de acuerdo con el cual concluye que la propiedad es un derecho secundario. Según Francisco, la tradición cristiana nunca ha hablado de la propiedad como un derecho absoluto e irrestricto, sino que siempre ha estimado que su ejercicio está condicionado por su función social.

Guy Sorman señala que, a diferencia de lo que parece creer Bergoglio, “no hay ningún economista, ni ningún intelectual, que afirme que el mercado es la solución universal a todos los problemas”

Esta apelación a la función social de la propiedad siempre ha levantado ampollas entre los que suscriben una concepción de la economía más liberal. ¿Quién se encarga de determinar cuándo y cómo opera este límite? Diego Barceló, promotor del liberalismo clásico, destaca que “una vez admitida la borrosa idea de la ‘función social’ de la propiedad, la misma pasa a depender de una interpretación arbitraria de su utilidad social”. También Bernaldo de Quirós piensa que es una solución equivocada situar como primer principio el uso común de los bienes, sin reconocer que el derecho de propiedad “es uno de los fundamentos esenciales de la libertad, de la autonomía y de la prosperidad de los individuos y de las naciones”.

Por su parte, John Horvart, presidente de la American Society for the Defense of Tradition, Family and Propiety y miembro de la Association of Christian Economist, estima discutible la concepción de la propiedad que transmite Francisco. “Asume que el destino universal de los bienes creados y el uso privado de la propiedad se encuentran en constante oposición”, apunta. Pero “la prioridad del destino universal de los bienes en modo alguno elimina la necesidad de respetar la propiedad privada”.

Lorenzo Bernaldo de Quirós ha llegado a acusar a Francisco de populismo y de asumir “la tesis de que la redistribución de la renta y de la riqueza es la forma de eliminar” la pobreza, olvidando las injusticias y perjuicios a los que ha conducido

Ahora bien, si se acude a la Doctrina Social de la Iglesia y se consulta, por ejemplo, el Catecismo, no hay en estas declaraciones de Francisco nada que chirríe. Es más: lo que afirma es una de las enseñanzas claves de la Iglesia. De hecho, para referirse a los límites del derecho de propiedad, el actual pontífice cita un apartado de Centesimus Annus, la encíclica de Juan Pablo II que tanto gustó en su momento a los liberales. Según Meghan Clark, experta en teología moral, “la doctrina social católica siempre ha sostenido el principio fundamental del destino universal de los bienes y considerado la propiedad como un derecho derivado” del mismo.

Pero no hay que confundir este principio, de acuerdo con el cual los bienes han sido creados por Dios para el conjunto de la humanidad, con la obligación de un uso común. De hecho, la propiedad privada constituye una de las manifestaciones de ese destino universal de lo creado. “En otras palabras”, explica Aquinas Guilbeau, profesor de la misma disciplina, “el derecho a la propiedad privada, si bien resulta fundamental para el desarrollo del hombre y el logro de un orden político justo, no se puede reivindicar ni ejercer en contra o por encima del deseo providente de Dios sobre la creación”.

Para el teólogo Larry Chapp, aunque a veces el pontífice se extralimita cuando escribe de economía y su censura a la libre economía pueda resultar superficial, lo que dice no resulta muy diferente a lo que ha enseñado el magisterio anterior

 Otros temas

Junto a estas polémicas, Fratelli tutti trata de otros asuntos de interés, que preocupan al Papa y al mundo actual. Por ejemplo, Francisco critica, y considera empobrecedora la política fragmentada y, frente al populismo “insano”, que instrumentaliza ideológicamente los deseos y el sentir del pueblo, propone uno servicial, que aglutine a la sociedad, y sea la “base para un proyecto duradero transformación y crecimiento”.

John Horvart, presidente de la American Society for the Defense of Tradition, Family and Propiety estima discutible la concepción de la propiedad de Francisco: “la prioridad del destino universal de los bienes en modo alguno elimina la necesidad de respetar la propiedad privada”

A lo largo de la encíclica, el pontífice va proponiendo una mirada más esperanzadora sobre la política, diferenciando un sentido positivo frente al peyorativo que ha adquirido, como consecuencia de las últimas crisis sociales. Propone, así, una política no sometida al dictado de la economía, sino amplia, “que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis».

En la misma línea que otros autores, como Michael Sandel, por ejemplo, la fraternidad por la que apuesta el Papa se ha de construir sobre una base comunitaria. Y sobre el bien común. Para descubrir lo que une y todos los ciudadanos comparten, es indispensable promover foros de diálogo e intensificar unas relaciones sociales sanas, más allá de las que se encuentran mediadas por el interés y el lucro, recalca el pontífice.

Profesor de Filosofía del Derecho. (Universidad Complutense de Madrid).