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Como el rey Midas, Yuval Noah Harari tiene la suerte de convertir cualquier incursión en el campo de los libros en oro y colocar sus ensayos entre las listas de los más vendidos. Ha buceado en la historia del hombre, remontándose hasta la irrupción de nuestra especie en la tierra, para mostrar la forma tiránica en la que nos hemos conducido y nuestra naturaleza depredadora. Pero también ha dirigido su mirada al futuro, adivinando los peligrosos derroteros por los que pueden transcurrir las bio y las infotecnologías, y sumando cada vez mayor número de lectores. lectores.

"Sapiens". Debate. 608 págs. 18,90 € (papel) / 10,44 € (digital)
«Sapiens». Debate. 608 págs. 18,90 € (papel) / 10,44 € (digital) 

Harari se inscribe en esa corriente de ensayo narrativo que, sin ser muy elevado, conecta con las principales preocupaciones contemporáneas

Si Harari se ha podido convertir en un intelectual de renombre mundial ha sido, entre otros atractivos, por su capacidad de síntesis. Pero también porque se inscribe en esa corriente de ensayo narrativo que, sin ser muy elevado, conecta con las principales preocupaciones de una parte de la audiencia contemporánea.

Aunque había publicado alguna monografía académica sobre el tema de su especialidad, la historia militar, el éxito le llegó en 2014 tras la publicación en más de treinta idiomas de un ensayo editado tres años antes en hebreo. A Sapiens (De animales a dioses) le siguió, unos años después, Homo Deus que intentaba apuntar por dónde transcurriría el destino de la especie cuya prehistoria había contado en su primer ensayo mediático.

LAS PREMURAS DE LA BIOLOGÍA

El título de aquel superventas habla por sí mismo: los hombres formamos parte, de acuerdo con este intelectual que reconoce practicar dos horas diarias de meditación, del reino animal y nos encontramos, como todas las especies, sometidos a las premuras de la biología. Subraya, además, lo que se podría llamar nuestra tendencia asesina, ya que según Harari sembramos muerte y extinción dondequiera posamos el pie.

Igual que esquilmamos a nuestros primos hermanos los animales, estamos ahora explotando la naturaleza. Y nos autoexplotamos sin reparo ninguno. Pero ¿cuál es, sin embargo, la clave que explica la superioridad de los sapiens sobre el resto de seres que conforman la escala de la vida? Para Harari, hay dos factores que dan cuenta de esa sublimidad tan útil desde el punto de vista evolutivo: somos capaces de cooperar a gran escala, en primer lugar, y si esto nos resulta posible es, en segundo término, por nuestra capacidad imaginativa. Así, inventamos seres, conceptos –en definitiva, recursos– pararespaldar la ayuda mutua y, por tanto, afrontar los rigores de la supervivencia con tasas de éxito inauditas en el reino animal. La religión es uno de esos imaginarios, como la ciencia. O el derecho. O el liberalismo.

Lo que sugiere Harari es que ninguno de estos complejos simbólicos es real o tiene sentido intrínseco. Son mitos que sirven a nuestra disposición biológica, a nuestra carrera por la vida. Nada más.

El pesimismo antropológico de Harari –somos, a fin de cuentas, «grandes simios», meros «algoritmos bioquímicos»– queda algo contrarrestado cuando repasa las grandes revoluciones que han tenido lugar a lo largo de la historia: la cognitiva, la agrícola y la científica. El saldo que arroja su lectura de la historia es desmoralizador, puesto que el hombre es el culpable de haber transformado el cosmos en un mundo horrendo y cruel, según explica.

Este gurú –seguramente este pensador conocido por su inquietud espiritual no tendría reparo en considerarse maestro del hombre nuevo– ha llenado la laguna dejada por un laicismo no especialmente hábil a la hora de sortear la pérdida de sentido.

Por esta razón, quienes hoy desean escapar de la frivolidad, pero sin anhelar un saber más erudito, encuentran en sus obras una vía media entre un libro de historia y un manual de autoayuda, sin necesidad de entender este término peyorativamente.

Algunos le acusan de falsificar la historia y de simplificaciones burdas

El intelectual de hoy, cuya profesión se debate entre las exigencias que le impone su vocación de terapeuta y las que nacen de su deseo de convertirse en influencer, posee destreza a la hora de convertir en oro la polémica. Cualquiera que zarpe para surcar los océanos digitales se dará cuenta de que Harari tiene tantos admiradores fervientes como claros detractores. Algunos le acusan de falsificar la historia y de simplificaciones burdas. 

Hasta aquí su opinión sobre el pasado. Pero ¿qué cabe esperar del futuro? En Homo Deus, el historiador israelí examina la última revolución tecnológica y se inquieta ante la posibilidad de que, en la sociedad de la información, nosotros, los sapiens, terminemos divinizándonos.

En esta crisis existencial que atravesamos, recomienda recurrir a la única religión que rescata de la quema: el budismo. Si lo hace, es porque los relatos imaginados hasta el momento, y que tan funcionales se han mostrado, como la religión que considera tradicional, la ciencia o la filosofía, están perdiendo vigencia y necesitamos proveernos de otros para preservar la cooperación, es decir, el mecanismo que asegura nuestra supervivencia.

BAÑO DE HUMILDAD PARA EL HOMBRE

Lo que pretendía Harari era proporcionar al hombre ese baño de humildad que necesitaba antes de la llegada del coronavirus, cuando todo lo que disponía a su alrededor eran pulidas pantallas de ordenador, un universo de datos y la capacidad de satisfacer sus deseos infinitos a golpe de click. En cualquier caso, y bajo su perspectiva, cabría interpretar la pandemia como una suerte de némesis del poder despótico que la especie sapiens ha ejercido sobre el mundo natural.

De lo que está seguro Harari es de que las cosas no volverán a ser como antes. Pero no es capaz de rebasar su mirada sombría y desesperanzada sobre el ser humano. Así, en un artículo importante publicado en Financial Times a las pocas semanas de declararse la emergencia sanitaria, Harari no se mostraba muy halagüeño sobre la posibilidad de que cambiara a mejor la condición espiritual del hombre y temía que pudiéramos responder a esta metafórica venganza de la naturaleza aguzando nuestra mirada depredadora. Para evitar que las cosas vayan a peor, afirma ahora, es indispensable concretar ese nuevo relato del que estamos necesitados.

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La búsqueda de una nueva narrativa para la humanidad

(Extractos de 21 lecciones para el siglo XXI)

21 lecciones para el siglo XXI. Debate. 408 págs. 20,80 € / 9.49 € (digital).

«El relato liberal y la lógica del capitalismo de mercado libre estimulan a la gente para que albergue grandes expectativas. Durante las últimas décadas del siglo XX, cada generación (ya fuera en Houston, Shangái o São Paulo) disfrutó de una educación mejor, una atención sanitaria superior y unos ingresos más cuantiosos que la que le precedió. Sin embargo, en las décadas que vienen, debido a una combinación de disrupción tecnológica y colapso ecológico, la generación más joven podrá sentirse afortunada si al menos consigue subsistir.

En consecuencia, nos queda la tarea de crear un relato actualizado del mundo. De la misma manera que los grandes cambios generados por la revolución industrial dieron origen a las nuevas ideologías del siglo XX, es probable que las revoluciones venideras en biotecnología y tecnología de la información requieran perspectivas nuevas. Por tanto, las próximas décadas podrían estar caracterizadas por grandes búsquedas espirituales y por la formulación de nuevos modelos sociales y políticos ¿Podría reiventarse de nuevo el liberalismo, como hizo a raíz de las crisis de las décadas de 1930 y 1960, y renacer más atractivo que antes? ¿Podrían la religión y el nacionalismo tradicionales proporcionar respuestas que se les escapen a los liberales, y usar la sabiduría antigua para crear una visión del mundo actualizada? ¿O quizá haya llegado el momento de cortar para siempre con el pasado y elaborar un relato completamente nuevo que vaya más allá no solo de los antiguos dioses y las antiguas naciones, sino incluso de la esencia de los valores modernos de la libertad y la igualdad?

El primer paso es bajar el tono de las profecías del desastre, y pasar del modo de pánico al de perplejidad. El pánico es una forma de arrogancia

En la actualidad, la humanidad está lejos de alcanzar un consenso sobre estas cuestiones. Nos hallamos todavía en el momento nihilista de la desilusión y la indignación, después de que la gente haya perdido la fe en los relatos antiguos, pero antes de que haya adoptado uno nuevo. Y entonces ¿qué hay que hacer?

El primer paso es bajar el tono de las profecías del desastre, y pasar del modo de pánico al de perplejidad. El pánico es una forma de arrogancia. Proviene de la sensación petulante de que uno sabe exactamente hacia dónde se dirige el mundo: cuesta abajo. La perplejidad es más humilde y, por tanto, más perspicaz. Si el lector tiene ganas de correr por la calle gritando: «¡Se nos viene el apocalipsis!», pruebe a decirse: «No, no es eso. Lo cierto es que no entiendo lo que está ocurriendo en el mundo».

Pero antes de explorar soluciones potenciales para los problemas de la humanidad, necesitamos comprender mejor el desafío que plantea la tecnología. Las revoluciones en la tecnología de la información y en la biotecnología se hallan todavía en una fase temprana, y es discutible hasta qué punto son en verdad responsables de la crisis actual del liberalismo. La mayoría de los habitantes de Birmingham, Estambul, San Petersburgo y Bombay solo son un poco conscientes, si acaso lo son, del incremento de la inteligencia artificial y de su impacto potencial sobre su vida. Sin embargo, es indudable que las revoluciones tecnológicas se acelerarán en las próximas décadas, y plantearán a la humanidad las mayores dificultades a las que nos hayamos enfrentado nunca.

Cualquier relato que trate de ganarse a la humanidad será puesto a prueba, por encima de todo, por su capacidad para afrontar las revoluciones paralelas en la infotecnología y la biotecnología. Si el liberalismo, el nacionalismo, el islamismo o cualquier credo nuevo desea modelar el mundo de 2050, no solo necesitará dar sentido a la inteligencia artificial, a los algoritmos de macrodatos y a la bioingeniería: también tendrá que incorporarlos en una nueva narrativa que tenga significado».

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Profesor de Filosofía del Derecho. (Universidad Complutense de Madrid).