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«Tendremos que acostumbrarnos a vivir en la inestabilidad»

Manuel Castells está reconocido mundialmente como el intelectual que mejor y más en profundidad ha logrado explicar la sociedad del cambio de milenio. Su teoría general sobre «La era de la información», recogida en tres volúmenes, ha sido un éxito científico y literario con un impacto económico, social y político sólo comparable al de las obras de Adam Smith, Carlos Marx o Max Weber. En la actualidad es Catedrático en la Universidad de California (Berkeley), un observatorio privilegiado para analizar los más recientes fenómenos de la Nueva Economía.

MANUEL CAMPO VIDAL • Profesor Castells, las turbulencias bursátiles de esta primavera han provocado que los inversores, sobre todo los pequeños inversores, recelen de la Nueva Economía y se pregunten si las empresas de las nuevas tecnologías y relacionadas con Internet son realmente sólidas. ¿Puede estallar la llamada «burbuja Internet»?

MANUEL CASTELLS • La noción de burbuja financiera no es adecuada en este caso. Existe burbuja cuando los valores están sobrevalorados por especulación, por intereses infundados. De repente explota y entonces se vuelve a una situación en la que los valores de las empresas encuentran su justo equilibrio. O sea, la idea de la burbuja es la idea de lo anormal y lo normal. Pues mire, vamos a vivir siempre, en los próximos diez, quince, veinte años, en una economía de burbuja constante, de burbujas que se hacen y se deshacen.

MCV • ¿Quiere decir que no es mera especulación lo que está sucediendo con los valores tecnológicos?

MC • Los valores tecnológicos y de las empresas de Internet son valores buscados por los inversores. Pero no de una forma artificial. Esta atracción responde a la expectativa fundada de que casi todo lo que hacemos en la sociedad se va a hacer a través de Internet: comprar, vender, relacionarnos… cualquier tipo de cosas. Es como si, a finales del siglo XIX, nos hubieran dicho: «la semana que viene salen a Oferta Pública las acciones de las primeras eléctricas». Pues muy tontos seríamos si no nos precipitásemos a comprarlas. Y no hay unas pocas eléctricas, sino cientos y cientos de eléctricas, o sea, de Internet, que es la electricidad de la era de la información. Es normal la expectativa de que su valor vaya a crecer. La idea de que los valores tecnológicos son valores rentables es una idea fundada. La idea de que la economía va a aumentar de valor en su conjunto, y no sólo en lo tecnológico, también está fundada en los incrementos de productividad y en el crecimiento económico de los últimos años. Por tanto, las expectativas son expectativas relativamente fundadas.

MCV • ¿A qué responde entonces este estado permanente de inestabilidad en las Bolsas?

MC • La inestabilidad de los mercados financieros es una característica básica de la nueva economía. Nos acompañará siempre. Acaba de publicarse un libro, en marzo, en que varios autores, como Giddens, George Soros, Paul Volcker y yo mismo, analizamos las características del nuevo capitalismo global. Paul Volcker, que fue el antecesor de Alan Greenspan en la presidencia de la Reserva Federal de Estados Unidos, una persona por tanto con gran conocimiento de los mercados financieros y nada alarmista ni radical, escribe en este libro que «los mercados financieros no trabajan sobre realidades económicas, sino sobre percepciones». Más aún, dice Volcker, «la percepción es la realidad».

MCV • ¿Se refiere a la percepción construida sobre la información y la forma en que llega a los mercados?

MC • Naturalmente. La percepción es la realidad. Yo, en mi propio análisis, lo llamo la determinación de los valores en el mercado financiero por las turbulencias de información, por toda una serie de cosas que pasan en el mundo y que son transmitidas al mercado financiero: problemas políticos, problemas psicológicos, problemas ecológicos, declaraciones de personalidades importantes, o simplemente que el presidente de un banco central se enfada con su mujer esa mañana, hace una declaración salida de tono a un periodista y provoca una reacción de pánico en los mercados financieros. Esto siempre ha sido así. Pero, en el momento actual, esa turbulencia se amplifica por razones tecnológicas. Las informaciones circulan a extraordinaria velocidad. Los sistemas de inversión, organizados en redes informáticas, reaccionan instantáneamente a cualquiera de esas turbulencias y se preparan para anticiparse a la tendencia del mercado. Tienen el gatillo preparado para disparar a la baja, para vender, en cuanto hay un mínimo riesgo de descenso de las cotizaciones. Pero, además, estamos en una economía en la que uno puede negociar en Bolsa desde su casa, con su ordenador, durante todo el día. Tenemos cientos de miles, y pronto habrá millones, de lo que se llaman los negociantes del día. Personas que se levantan por la mañana, ponen un paquete de dinero encima de la mesa y empiezan a negociar hasta el final del día. Al final del día cierran y hacen balance.

MCV • Los negociantes de día si son especuladores…

MC • Sí, estos inversores son claramente especuladores, pero en un sentido diferente al habitual. A diferencia de la inversión que juega a la baja o a la alta, pero con tendencias más amplias, estos inversores reaccionan al segundo a todo lo que ocurre porque tienen muy poco capital, no se pueden permitir perderlo, y tienen el día por delante, sólo el día por delante. Son mariposas de día que se queman al anochecer… Pues bien, el conjunto de estos factores es lo que provoca la extraordinaria volatilidad de los mercados, su extraordinaria inestabilidad. Y esto no va a cambiar. Vamos a vivir —y esa es la conclusión de este libro colectivo de Soros, Volcker, Giddens y mío—, vamos a entrar en un mundo de inestabilidad.

MCV • ¿Tendremos que acostumbrarnos en la nueva economía a más inestabilidad de la ya sufríamos en la vieja economía?

MC • Absolutamente. La nueva economía está basada en los mercados financieros globales, y los mercados financieros globales son, sistémicamente, inestables.

MCV • Una de las crisis de valores más espectaculares fue la de abril pasado. ¿Es posible explicar sus causas concretas en función de los mecanismos

MC • ¿Qué pasó exactamente ese 14 de abril del año 2000? Primero: hacía dos semanas que se estaban acumulando turbulencias informativas. Tony Blair y Bill Clinton declararon que había que controlar la biología para que la biología no nos controlara a nosotros. Eso hizo caer las acciones de las empresas biotecnológicas. En segundo lugar: Microsoft recibió, al fin, el castigo a su arrogancia y fue condenada por prácticas de monopolio. Eso hizo ver a la gente que las empresas tecnológicas no son invulnerables ante la ley. Y tercero: cientos de miles de personas, en Estados Unidos, estaban invirtiendo en valores tecnológicos con dinero que habían pedido prestado. En el momento en que empezaron a bajar las acciones, los bancos reclamaron los préstamos, por lo que pudiera pasar. Por lo tanto, cientos de miles de personas fueron obligadas a vender súbitamente, a la baja. Esto provocó una estampida. Y en cuanto alguien grita «fuego, fuego» en la sala del teatro, la gente se agrupa en la salida y hay muchas víctimas… Aún así, la caída de valores tecnológicos no es espectacular en términos históricos. El índice NASDAQ cayó de enero a abril de 2000 en un 34%, pero había aumentado en el año 1999 en un 84%, de forma que en el momento más bajo, el NASDAQ todavía estaba más alto que en noviembre de 1999.

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MCV • Comprenderá, profesor, que a mucha gente le parecerá que su aná-lisis es excesivamente optimista a tenor de lo que leen y oyen todos los días.

MC • Bueno, es que hay dos precisiones que atemperan este optimismo. Por un lado, a quien le toca, le toca. Es decir, aunque no se hunda la economía mundial, o una economía en particular, no quiere decir que muchísima gente no pueda quedar arruinada, y que muchas empresas quiebren. Lo cual, en cierto modo, es normal después de la euforia inicial. Todo lo que era Internet ganaba, por definición, y ahora hay que distinguir entre lo que sube, lo que baja, lo que merece la pena y lo que no. Por otro lado, el efecto más duradero y, en el fondo, más negativo de la crisis bursátil de abril de 2000, es que se ha roto la confianza psicoló-gica. Los inversores se han dado cuenta de que no todo sube siempre, porque eso desafía la ley de la gravedad económica. Y, por consiguiente, muchos se han quemado y muchos piensan que se pueden quemar, con razón. Y eso es mucho más grave en países como España, que acababan de inaugurar su boyante nuevo mercado. Esta dosis de realismo, de golpe, puede hacer que mucha gente se retraiga y que, en una típica manifestación del temperamento ibérico, se pase de la exhuberancia a la depresión.

MCV • La percepción es la realidad…

MC • Si la depresión se instala en términos psicológicos, puede acabar en depresión económica. Sí, «la percepción es realidad». Si nos creemos que vamos a la depresión, haremos la depresión. Y en ese sentido, yo creo que hay que diferenciar los problemas de la Bolsa, los problemas de la economía y los problemas de la percepción. Los valores tecnológicos se consolidarán y, al mismo tiempo, habrá una selección. Unos se revelarán como puras fantasías, otros se irán afianzando. La economía como tal seguirá creciendo, porque la fuente del crecimiento de la economía es la productividad general de la economía. Y la productividad mejora gracias a las nuevas tecnologías y a la nueva organización en torno a Internet, que es el equivalente a la fábrica en la primera revolución industrial. En cuanto a la percepción, yo creo que el problema es que la gente no sabe nada, no ya de economía, sino del mundo en el que vive. Todo se ha hecho mágico. Internet tiene efectos mágicos, que todavía están fuera de cualquier tipo de comprensión y racionalidad.

MCV • ¿Cómo negar entonces que la nueva economía predispone a la especulación, que contiene muchos más elementos especulativos, digamos ficticios, de los que había en al vieja economía?

MC • La nueva economía no es especulativa ni ficticia. No es ficticia porque se basa sobre todo en el crecimiento espectacular de la productividad. Y no es sólo especulativa en el sentido de que apuesta sobre valores de empresas que están subiendo con una tendencia clara. Eso no es especulación, eso son expectativas, que no es lo mismo. Una economía inestable —y ahí tiene usted razón— aumenta las posibilidades de especulación, que de hecho hace a la economía más inestable. Pero la nueva economía no es de por sí especulativa, aunque incremente las posibilidades de especulación.

MCV • Se tiene la sensación de que nadie se está preocupando por los efectos indeseados de la inestabilidad, como si estuvieran fuera de todo posible

MC • La inestabilidad es sistémica, pero esto no quiere decir que sus efectos sean totalmente incontrolables. Existen mecanismos técnicos, elec-trónicos y financieros de regulación, y se podrían estudiar y los podrían implementar los gobiernos. Lo que ocurre es que, concretamente, el Gobierno de Estados Unidos no está de acuerdo con ningún tipo de regulación financiera. Y, por tanto, el Fondo Monetario Internacional, que es la expresión del Gobierno de Estados Unidos, tampoco está de acuerdo. Y, por consiguiente, no hay forma de regular los mercados financieros globales. El más famoso especulador de los años 80, George Soros, está clamando por la necesidad de regular esos mercados, porque observa que el sistema en su conjunto puede tener caídas tan fuertes que, aunque no sea la crisis de los años 30, puede haber una enorme destrucción de patrimonios, de empresas y de personas.

MCV • Me ho sorprendido el nombre de Soros en la lista de autores de ese libro colectivo en el que usted también ha participado. ¿Cómo se ha incorporado Soros al grupo de intelectuales que analizan el fenómeno de la nueva economía desde su anterior oficio de especulador? Llegó a ser un personaje odiado por algunos gobiernos europeos.

MC • Soros es un personaje muy complejo. Siempre ha tenido una vertiente personal muy intelectual. Y de hecho ha jugado un papel decisivo en Rusia, en Europa del Este, financiando la continuidad de las actividades científicas, culturales y literarias en medio de la crisis política. Pero, además, Soros es consciente, porque conoce los mecanismos de la especulación, de hasta qué punto las maniobras especulativas desenfrenadas pueden acabar arruinando el sistema que él defiende. Y no es tanto el sistema económico como lo que él llama «la sociedad abierta». Es decir, el sistema democrático en el fondo. Es un poco como Keynes, salvada la distancia intelectual. Keynes, alguien profundamente convencido del mercado, del capitalismo, introdujo la idea de que la regulación del Estado salvaría al capitalismo. Soros está intentando hacer lo mismo, está diciendo: «regulemos el capitalismo, porque si no puede ser excesivamente destructivo». Y yo añado: el problema no es que haya una crisis económica, sino que las reacciones sociales a la destrucción del valor económico puedan llegar a ser políticamente incontrolables.

Consejero Delegado de LUA Multimedia