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Ver productosEl Foro Nueva Revista que protagonizó el filólogo, ensayista y divulgador de la cultura clásica fue uno de los más concurridos
30 de septiembre de 2025 - 8min.
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En una de las sesiones más concurridas y animadas del Foro Nueva Revista, el filólogo, ensayista y divulgador de la cultura clásica Emilio del Río explicó cómo los sabios de Grecia y Roma pueden ayudarnos en nuestro día a día. Esa también es la tarea de su último libro, Carpe diem, donde reúne ejemplos prácticos en 42 capítulos que constituyen algo así como una guía de lecturas.
Del Río se sometió a las numerosas preguntas del público presente en la Universidad Villanueva, así como de quienes siguieron la sesión online. Con vídeos y algunos gags, el ponente desenmascaró algunos malentendidos que se oyen con frecuencia cuando se trata (mal) sobre bienestar emocional: que querer no es poder (no es suficiente con querer, hay que trabajar y mejor si es como escribió Plinio: nulla dies sine linea); que el estoicismo no tiene que ver con la aceptación resignada de las circunstancias (sino más bien lo contrario) y que de la «gestión del cambio» ya hablaba Heráclito con su panta rei, por si se quieren abstener los «homéopatas del alma» —como llama Del Río a los «nuevos predicadores de la autoayuda que ofrecen soluciones sencillas a los problemas complejos».
Pero los clásicos son tan completos que, además de ayuda y consuelo para autoayudarnos internamente, lo hacen también para que progresemos en conjunto y como sociedad. En la sesión se recordó el mensaje de Virgilio en La Eneida: Eneas tiene una misión que debía cumplir por encima de apetencias o circunstancias personales. Al igual que él, todos tenemos nuestra misión, un deber como ciudadanos y hay que acatarlo porque «una civilización se deshace cuando se pierde el sentido de la misión, del deber como ciudadano. Eso es Virgilio y el gran mensaje de su obra», recordó el protagonista del foro.
Y que la democracia es frágil y hay que cuidarla ya lo anunció Demóstenes en su primera Filípica (351 a.C.), donde urgía a los atenienses a no permanecer pasivos mientras Filipo de Macedonia se expandía por el norte de Grecia. «¿Hay algo más actual?», preguntó Emilio del Río.
Tiene ventaja Emilio del Río. Su último libro, Carpe diem, lo ha escrito de la mano de los clásicos, de los grandes autores de Grecia y Roma como Séneca, Marco Aurelio, Cicerón, Epicteto… Y no para explicar, al modo teórico, quiénes son o en qué corriente de pensamiento se insertan, sino para contar con su experiencia y sabiduría a la hora de resolver problemas cotidianos. Habló de ello en un muy concurrido Foro Nueva Revista, celebrado recientemente en la Universidad Villanueva de Madrid, donde afirmó sentirse como en casa.
Comenzó recordando la amistad con su maestro Antonio Fontán, fundador de la revista, e hizo su exposición enlazando las numerosas preguntas del público asistente —de forma presencial y online— con fotos y vídeos que conectan preocupaciones y reacciones actuales con aquellas de los sabios del pasado.
Por ejemplo, uno de ellos mostraba al tenista Carlos Alcaraz golpeando su raqueta contra el suelo en el Abierto de Cincinnatti en un partido contra Monfils el año pasado. «Es un tipo estupendo. Solo ha roto una raqueta», recordó Emilio del Río, que puntualizó: «Jokovich, 62, y Nadal, ninguna». Y aprovechó esa reacción y las explicaciones del tenista para hablar de la ira y del arrepentimiento. «Dijo que tenía mucha tensión y que tenía que entrenar más sus emociones. Y yo, que ya había entregado el libro a la imprenta, quise incluir eso porque es así: hay que entrenar mucho físicamente para ser el primero, pero también emocionalmente para que esto no pase. Si lo haces, si entrenas emocionalmente no te pasará y no tendrás que arrepentirte después».
Recordó a Séneca, que hablaba de la ira como un «delito del espíritu», algo que supera «todos los defectos» y hace imposible cualquier pensamiento o planificación. «Nunca trae nada bueno», recordó Emilio del Río, que en su libro daba algunos «remedios» para combatirla, como no emprender un número de actividades superior a nuestras fuerzas o posibilidades, no entrar al trapo ni luchar cada una de las batallas, ponerse música o practicar la demora; el famoso contar hasta 10.
Una de las preguntas fue cómo diferenciar la aceptación de la resignación: dos términos relacionados con el estoicismo, aunque uno, el segundo, de forma errónea. «El estoicismo habla del control interior: tú no puedes controlar lo que te pasa, pero sí la respuesta a lo que te pasa. Esa es la clave y no tiene nada que ver con la resignación ante lo que ocurre… ya que no puedes controlarlo. No. Séneca dijo, en latín, vivere est militare. Vivir es combatir, pero no combatir contra nadie, sino contra nosotros mismos, contra nuestras imperfecciones, nuestros miedos, nuestras cobardías… y contra lo que nos pasa. Vivir es caerse y es levantarse. Eso no es resignación, más bien al contrario».
Otro nudo desatado fue la confusión que provoca entender la expresión carpe diem como forma de vida impulsiva y sin pensar en el mañana. «Literalmente significa “coge el fruto del día”. No tiene nada que ver con no planificar al día siguiente. De hecho, los clásicos nos enseñan que la vida es gestionar expectativas. Tener planes, objetivos que puedas alcanzar, ojo, porque como te pongas objetivos inalcanzables vas a ser muy desgraciado y vas a estar frustrado. La clave del carpe diem, de recoger el fruto del día, por tanto, no es no tener objetivos, sino vivir plenamente lo que estás haciendo y dejar de preocuparse por lo que no va a pasar. Porque la mayor parte de las veces, pensadlo, nos preocupamos por cosas que nunca han sucedido», afirmó el comunicador, siempre buscando la conexión con el público.
Una más en el capítulo de expresiones erróneas: querer es poder. «No, mira, querer no es poder. Claro que si no quieres no vas a poder», concedió Emilio del Río, «pero solo porque quieras no vas a poder: como no tengas hábitos de trabajo… Y eso lo cuenta Plinio, que en la Wikipedia de la época, de hace dos mil años, en su Historia natural, pone en boca de un famoso pintor de entonces, llamado Apeles, la frase nulla dies sine linea. Hábitos de trabajo, ningún día sin una línea, no ningún día sin estar online, como me dijo un alumno».
Una de las preguntas de los asistentes en la Universidad Villanueva hizo girar el debate alrededor de La Eneida, de Virgilio. Emilio del Río aclaró que él no solo se dedica a la filosofía y los filósofos clásicos: «La buena literatura te sirve para la vida». Menciona en su libro a Homero y su Odisea, que nos enseña que la vida es un viaje. De hecho, la vida es el viaje, como también expresó Kavafis en su poema y Machado en sus versos… Centrándonos en Virgilio y La Eneida, «el mensaje que transmite es claro», afirmó el ponente: «Eneas tiene una misión y todos tenemos un deber como ciudadanos. Una civilización se deshace cuando se pierde el sentido de la misión, del deber como ciudadano. Eso es Virgilio y el gran mensaje de su obra».
Hablando de géneros literarios, Emilio del Río afirmó defender la autoayuda… como Séneca, como Marco Aurelio, como Cicerón, «un tipo que había sido todo en Roma y al final de su vida, ¿qué escribe? Autoayuda. Un tratado maravilloso sobre la amistad y otro sobre la vejez. Lo que pasa —admitió— es que en este mundo del bienestar emocional se viene colando mucho charlatán. Yo les llamo homeópatas del alma, porque proponen soluciones simplonas a problemas complejos. Los del “querer es poder”, “sal de tu zona de confort” y “la gestión del cambio” parecen que acaban de inventar la rueda… Hombre, no».
Una de las últimas preguntas planteó la actualidad de los clásicos. La cuestión fue todavía más concreta: ¿Quién sería un buen político en o para nuestros días? «Demóstenes, porque avisó del peligro de no defender la democracia», respondió Emilio del Río. Más allá de para la vida interior, los clásicos enseñan también para la vida en común. «Ellos ya advirtieron de la fragilidad de la democracia: hay que cuidarla. Cuando el padre de Alejandro, Filippo de Macedonia —que era lo que hoy entendemos como un tirano— comienza a avanzar y a avanzar, Demóstenes dice: “Si no luchamos allí defendiendo a nuestros aliados, lucharemos aquí y perderemos”. ¿Hay algo de más actualidad? ¿Qué pasa en Ucrania? Bueno, pues no le hicieron caso, perdieron y ya se dejó de votar. Es cierto que en Roma se vuelve a ello, pero era una plutocracia, una oligarquía…, de modo que se deja de votar hasta miles de años después».
Es un buen ejemplo para demostrar hasta que punto los clásicos, sus enseñanzas y experiencias, están imbricados con el presente y pueden ser una ayuda para el futuro. «Yo siempre digo —comentó Emilio del Río— que ¿para qué repetir los errores de siempre si podemos cometer otros nuevos? Los clásicos son maravillosos porque, además de servirnos para la vida y para el presente, nos ayudan a afrontar el futuro. ¿Por qué? Porque despiertan la imaginación. Y sin imaginación no hay innovación. Einstein, repito, Einstein dijo que solo hay una cosa más importante que el conocimiento y es la imaginación, porque el conocimiento tiene límites, pero la imaginación no».