Tiempo de lectura: 5 min.

Hay elecciones historicas que simbolizan un cambio ya producido, como fueron las que consolidaron la nueva etapa de transición democrática tras la dictadura franquista, y hay elecciones que pueden cambiar el curso de la historia de los países. Este último es el caso de [as elecciones del veinticinco de mayo en España. Aunque éstos son comicios municipales y autonómicos, su verdadera trascendencia radica en lo que significará para el proyecto de España como nación y como sociedad, a nivel interno y en un nuevo orden mundial.

EXPECTATIVAS DE RODRIGUEZ ZAPATERO

La razón Je ese significado histórico estriba en el giro dado por la oposición socialista, especialmente durante el último año. Ha sido cuando su nuevo líder, José Luis Rodríguez Zapatero, decidió abandonar lo que tras su elección al frente del PSOE se llamó oposición tranquila, por un modelo más radical y rupturista, inspirado en su formato por el modelo del NO de los movimientos antiglobal izaeión, con objeto de agitar la calle y desestabilizar al poder.

Desde La huelga general del 2002, que socialistas y comunistas protagonizaron con los sindicaros, la oposición de izquierdas se ha deslizado por la vía de un alternativa no sólo al gobierno del Partido Popular, sino al propio modelo de Estado. Tanto en su perfil constitucional como en su modelo estratégico de política exterior y de seguridad.

El objetivo de la izquierda es que las dos legislaturas gobernadas por una mayoría de centroderecha terminen siendo un paréntesis, y recuperar el poder del que disfrutó durante más de doce años con Felipe González al frente. Para llegar a lo cual ha diseñado una estrategia que pasa por desestabilizar a los populares y deslegitimar su poder institucional y democrático. Así se ve en la secuencia de acontecimientos que han tenido lugar en los últimos meses. Socialistas y comunistas se han unido con el propósito común de trasladar la oposición a la calle y agitar a la sociedad.

Tras la huelga general movilizaron a los estudiantes contra las nuevas leyes educativas, luego llegó el caso de la marea negra provocada por el petrolero Prestige, hasta que todo se polarizó en la crisis bélica contra el régimen de Sadam Husein en Iraq. En ese momento los socialistas llegaron a tratar de deslegitimar al Gobierno, y rompieron el consenso en política exterior y de seguridad. De ese periodo queda una hemeroteca repleta de dichos y hechos, de discursos y propuestas, que junto a las de un cambio en el modelo autonómico y constitucional, comprometen al PSOE y a su líder en una revisión de lo que ha significado el proyecto de España desde que se inició la transición.

Las elecciones del veinticinco de máyo son las primeras a nivel nacional en las que Rodríguez Zapatero se estrena como líder de los socialistas, y ha hecho de ellas un hito para proceder a ese cambio. Por eso las elecciones locales se han convertido en nacionales (y globales, pues afectan a todo). Junto a esa alternativa revisionista de la izquierda, Rodríguez Zapatero ha fijado él mismo el listón de los resultados electorales que espera este veinticinco de mayo. No son otros que un vuelco electoral.

El líder socialista se ha cansado de repetir que el presidente del Gobierno y líder del PP, José María Aznar, tenía que dimitir porque ha perdido el apoyo de la mayoría social. Es decir, que el cambio social a favor de una propuesta como la que socialistas y comunistas representan, ya se ha producido. Lo que supondría un vuelco no sólo por el cambio de mayoría, sino porque su propuesta es radicalmente opuesta a la que representan hoy Aznar y los populares. En las elecciones generales del 2000, socialistas y comunistas ya fueron juntos y el PP ganó por mayoría absoluta. ¿Se ha descentrado desde entonces la sociedad española? Los resultados electorales del veinticinco de mayo demostrarán si ese vuelco se ha producido o no.

SER o NO SER CONSTITUCIONAL

Aznar y el PP han hecho del modelo de centro político, de la transición democrática y del proyecto constitucional y autonómico existente el principal valor de estabilidad y desarrollo. La izquierda y los nacionalistas quieren revisarlo y volver a empezar. Al desafío abierto del PNV contra el modelo estatutario y constitucional vigente, se han sumado las propuestas de CIU y del PSOE (personalizada en este caso en Pasqual Maragall) de reclamar para Cataluña un nuevo estatuto autonómico con mayores poderes. Los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos quieren seguir con un modelo reivindicativo y diferenciado del resto de España a pesar de las cotas de autonomía alcanzadas (las mayores en comparación con cualquier Estado europeo).

Entre los hechos que demuestran el valor nacional de estas elecciones locales, figura el caso de Álava, donde perder el poder por parte de la actual mayoría constitucionalista asentada en el pacto de populares y socialistas, supondría darle alas al independentismo nacionalista vasco, al conseguir una hegemonía territorial que ahora no tiene.

La izquierda y los nacionalistas han establecido acuerdos explícitos e implícitos para abrir una nueva transición, sucediéndose en sus filas las declaraciones y estudios que tratan de deslegitimar la que hasta ahora se celebraba como una transición democrática modélica y de éxito. Para iniciar ese camino primero tienen que derribar al PP del poder.

Todo ello en un momento en el que el proyecto de España a nivel interno y externo empieza a ser la envidia y el anhelo de muchos. Recientemente escuché cómo uno de los más reconocidos historiadores del país le decía al presidente Aznar que ya quisiera él, después de dedicar toda su vida a investigar la historia de España, que la situación actual durase dos mil años. El grado de bienestar y de estabilidad interior y el protagonismo de un nuevo liderazgo europeo e internacional, hacen del proyecto emprendido un desafío atractivo. Cuando se ve en Madrid a los dirigentes de todas las fuerzas políticas, religiosas y sociales de países que inician un nuevo camino de democratización o que aspiran a ello, como pueden ser Iraq o Cuba, y reclaman el apoyo de España, es imposible no recordar el valor de lo que representa una transición democrática como la protagonizada por este país.

Los hechos demuestran que España es hoy una referencia y un aliado que cuenta no sólo para las principales potencias occidentales, sino en todo el mundo. Después de los atentados terroristas contra los centros de poder en Estados Unidos el once de septiembre del 2001, que aceleraron el desarrollo de un nuevo orden político internacional, Aznar supo ver la oportunidad de España para ganar musculatura y potenciar su papel. Reforzando su alianza con Estados Unidos como alternativa al dominio europeo que hasta entonces había existido del eje francoalemán, y como visión constructiva de un nuevo orden regido por principios democráticos como fuente de estabilidad (frente a la desestabilización que supone la amenaza totalitaria y antidemocrática). Es un proyecto que refuerza también la política interior de España en la lucha contra el terrorismo, en su política de vecindad con Portugal y en su política de seguridad y cooperación con Marruecos y el norte de África. Además de su liderazgo en Iberoamérica y el mundo de habla española.

Por eso Aznar le recuerda al líder de la oposición socialista que la alternativa a este proyecto es el aislacionismo y la debilidad interior y exterior. Una especie de marcha atrás en el túnel de la historia. Que desde luego no estaría exenta de graves perjuicios en la estabilidad y el desarrollo político, social y económico para nuestra sociedad. La propia experiencia histórica española es bien ilustrativa sobre los costes que tales aventuras suelen tener.

Las del veinticinco de mayo son, pues, unas elecciones locales de trascendencia histórica y nacional. En democracia un voto puede valer muchas cosas, pero siempre tiene un significado final concreto que es la elección de la mayoría y lo que ésta representa como proyecto. En este caso, lo que está en juego son dos proyectos bien distintos sobre el futuro y la modernización de España. La que es y la que puede dejar de ser. ANTXON SARASQUETA