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El mapa electoral de España

El Partido Socialista venció en las elecciones del pasado 29 de octubre. Pero sus votos han disminuido sensiblemente, en tanto el Partido Popular, con un nuevo líder a la cabeza, se confirma como la opción alternativa de gobierno. Con todo, llama la atención que el conjunto de las fuerzas de izquierda amplía su porcentaje respecto de las de centroderecha, donde el factor de los partidos nacionalistas y regionalistas sigue constituyendo un foco de dispersión electoral.

El Partido Socialista ha sufrido un serio retroceso en las elecciones generales  del 29 de octubre de 1989, pero se mantiene como la primera fuerza política, a gran distancia, gozando del favor de más de una tercera parte del electorado. El Partido Popular, en un proceso de cambio de liderazgo, se afianza como el principal aspirante de la oposición a alcanzar el poder, aunque todavía se halla muy lejos de los muros de la Moncloa. La coalición Izquierda Unida ha recuperado el espacio que en su día ocupó el Partido Comunista, mientras el suarismo ha iniciado el camino del retorno. Los bloques centro-derecha y centro-izquierda sufren un ligero desplazamiento en favor del primero y los nacionalismos siguen arrebatando espacio a los partidos de ámbito estatal. Las quintas elecciones generales han sido un paso adelante en la consolidación del sistema – también porque se ha demostrado que hay capacidad para corregir las irregularidades- y van a causar efecto en la actividad política. Anuncia también cambios en el futuro equilibrio de los partidos.

En la noche del 29-O, cuando España permanecía en vela aguardando el resultado electoral, pasaron algunas cosas raras. Las más notorias, la ausencia el la televisión pública de la habitual encuesta de los resultados y el retraso -inesperado e inexplicable después de 13 años de consultas populares- en el escrutinio. La más sutil, el gesto de alegría forzada del líder socialista, Felipe González, que había ensayado durante la campaña, otra vez, su táctica de la retirada, una mayoría relativa era tanto como un fracaso.

La victoria del PSOE era, con todo, concluyente al cosechar casi el 40 por ciento de los votos. Pero no bastaba con fijarse sólo en el resultado del día, sino que había que analizar la trayectoria del partido y eso era lo que a González debía nublarle la sonrisa. El PSOE había perdido ya en el 29-0 dos de los 10 millones de votos que le auparon a la espectacular victoria de siete años atrás; precisamente dos de los tres millones de votos que González calificó como «prestados» en aquella ocasión.

El partido gobernante muestra, bien a las claras, una tendencia descendente desde las elecciones del 28 de octubre de 1982 que significaron una ruptura del equilibrio con que echó a andar la democracia en España. Pero no se está recomponiendo exactamente el mapa del 82, ya que si entonces se produjo un desplazamiento de votos desde el centro (UCD) a la izquierda o, si se  quiere, el centroizquierda (PSOE) hacia la izquierda. El desgaste del PSOE lo ha recogido la coalición Izquierda Unida, heredera del PCE y ayudada por personalidades socialistas escapadas del felipismo, que ha duplicado sus votos en sólo tres años y ha pasado a ser la tercera fuerza de ámbito estatal.

El centro-derecha

Después del crecimiento espectacular de IU, la otra sorpresa ha sido ofrecida por el Partido Popular, que parece haber encontrado un líder con posibilidades en José Marta Aznar, quien es uno de los pocos hombres de la derecha que ha ganado al PSOE unas elecciones desde 1982; las de la Comunidad Autónoma de Castilla-León, de la que era presidente. El PP ha repetido los resultados de las dos últimas elecciones, lo que no sería resaltable si no fuera por la crisis que ocasionó al partido la sustitución de su fundador, Manuel Fraga, y el apresuramiento con que se realizó la toma de posesión de Aznar, en vísperas electorales.

Estas dos circunstancias no permiten aventurar si el PP será capaz de arrebatar votos al PSOE. De momento, se ha conformado con mantener su cuota, lo que ha sido valorado como un éxito. El posible desplazamiento de Aznar hacia el centro, cuando consiga desprenderse definitivamente de la sombra de Fraga, podrá ponerle en condiciones de disputar una parte del electorado del PSOE, lo que no ha conseguido con éxito en CDS de Adolfo Suárez. Este partido, continuador del centro político que tan acertadamente condujo la transición hacia la democracia, no sólo no termina de despegar, si no que incluso parece haber iniciado la marcha atrás. Después de un esperanzador resultado en 1986, y pese a existir un vivero de votos centristas -casi 200.000 fueron a parar al PRD encabezado por Miguel Roca en 1986-, ha reducido el 29-O su cuota casi a loa medida de la que disponía UCD en 1982, en vísperas de su desaparición.

Con un partido de centro en recesión y una coalición de izquierda aglutinada en torno al PCE, que posiblemente sufra las consecuencias de la aguda crisis de los comunistas en Europa, el PP se constituye como el único partido capaz de suitituir al PSOE en el gobierno de la nación. Esa posibilidad se presenta muy remota, aunque los resultados en el 29-O -pendientes aún de las variaciones que puedan ofrecer los comicios que se repetirán en Murcia, Pontevedra y Melilla- exigirán cambios en la gestión política (entre ellos, los pactos, tan olvidados en los últimos siete años) y anuncia un panorama más fluido y más propicio a las sorpresas.

Novedades en la polarización

La polarización centro-derecha y centro-izquierda ofrece algunas variaciones desde la elección «rupturista» de 1982. Las posiciones se van acercando. Entonces, todos los partidos con representación parlamentaria situados en el centro-izquierda disponían del 54,45 por ciento de los votos y del 60 por ciento de los escaños del Congreso de los Diputados. El centro-derecha contaba con una cuota de votos inferior en casi 13 puntos porcentuales y 70 diputados menos. Siete años después, la distancia se ha acortado El centro izquierda, con el 49,82 por ciento de los votos y 199 escaños, supera al centro-derecha en siete puntos porcentuales y en 48 diputados. El descenso, aunque lento, de las fuerzas de centro-izquierda sugiere que pueda reproducirse, en un plazo más o menos largo, la situación de 1982. Pero ya nada podrá ser igual pues el centro-derecha necesita más que el centro-izquierda del concurso de los partidos nacionalistas y regionalistas. En efecto, los partidos estatales del centro-izquierda con representación parlamentaria han sufrido desde 1982 un menor desgaste que los de centro-derecha, los cuales vienen experimentando un sensible recorte desde las primeras elecciones, acentuado por la crisis de UCD, que no ha encontrado su sucesor.

La fuerza de los nacionalismos

En las elecciones de 1986, el centro-derecha estatal recuperaba parte del terreno en 1982 al situarse su bagaje de votos a 13,8 puntos porcentuales de diferencia del centro-izquierda. Pero en las últimas elecciones la distancia ha vuelto a ampliarse. Ello se ha debido a que gran parte de la fuerza del centro-derecha se ha desplazado hacia partidos de carácter nacionalista o regionalista, cuyo peso en el equilibrio de fuerzas ha crecido notablemente.

La presencia de los partidos de nacionalidades y regiones en el Parlamento del Estado es una de las peculiaridades más notables del sistema español. Dicha presencia va en progresivo aumento: en las primeras elecciones estos partidos conquistaron 24 escaños con el 6,79 por ciento de los votos y en las últimas han logrado elevar su cifra de diputados hasta 37, rebasando con creces el 10 por ciento de  los votos. Esta presencia nacionalista y regionalista condiciona extraordinariamente el equilibrio entre partidos y obligará, en situaciones próximas de falta de mayoría absoluta, a coaliciones matizadas por exigencias políticas de la periferia.

La principal fuerza nacionalista en las Cortes es la coalición catalana Convergencia i Unió, que ha ,ostrado una firmeza notable en las dos últimas elecciones , en las que ha sobrepasado a un partido de ámbito estatal como es el CDS. Con 18 diputados es una opción a tener en cuenta para posibles pactos de Gobierno, como lo es también el PNV, el principal partido vasco, que con 5 diputados se constituye en la segunda fuerza nacionalista con derecho a formar Grupo Parlamentario en Madrid. El nacionalismo vasco moderado se complementa con los dos diputados obtenidos por EA, escisión del PNV encabezada por Carlos Garaicoechea.

El radicalismo vasco retrocede: HB, la coalición que sirve de pantalla política a ETA, pierde algunos miles de votos, suficientes como para restar su diputado por la circunscripción de Navarray verse confinada, con cuatro escaños, en el saco revuelto del Grupo Mixto. En el momento de entregar estos folios a la imprenta se desconocía si los diputados de HB se incorporarían finalmente al Congreso tras intentar una fórmula de acatamiento a la Constitución  no aceptada por la Cámara. Su presencia en el Congreso se ha convertido , por otra parte, en fundamental para la mayoría absoluta socialista. Con los diputados de HB, el PSOE puede no disponer de la mayoría más uno de los votos. Sin ellos, no perderá ni una sola votación.

La presencia nacionalista se dispersa al mismo tiempo que crece. Hasta nueve partidos y coaliciones nacionalistas y regionalistas han obtenido en 1989 representación en el Congreso de los Diputados, uno más que en 1986, cuatro más que en 1982, igual número que en 1979 y tres más que en las primeras elecciones de 1977. En la actualidad cuentan con diputados en Madrid formaciones políticas de las comunidades de Cataluña, País Vasco, Aragón Canarias, Valencia y Andalucía.

Extremistas y otros ausentes

HB es la única fuerza extremista que ha conseguido representación parlamentaria, y aún está por ver si sus cuatro candidatos se incorporan a las tareas de las Cortes. HB resiste al proceso de «depuración» de los partidos que no aceptan el orden constitucional que poco a poco va consiguiendo normalidad de las elecciones. En el otro cabo, la ultraderecha, el efecto de las urnas ha sido contundente. Hay que descender hasta el puesto 26 en la lista de los partidos contendientes para contemplar la antaño poderosa Falange Española y de las JONS, que tienen que conformarse con el 0,12 por ciento de los votos (23.886), casi la mitad de los que obtuvo tres años antes.

En el ranking de los partidos o formaciones con escaño no figuran algunos de los que daban por seguro. De una parte, las fuerzas ecologistas y verdes no han podido reproducir el fenómeno que se va extendiendo por la Europa occidental. Escindidos en varias siglas, se han quedado de nuevo a las puertas del Parlamento. Y, de otra parte, José María Ruiz Mateos -en su intento de «responder» al Gobierno por la aún «subjudice» expropiación de Rumasa- ha comprobado por sí mismo el fracaso que se le anunciaba desde todos los ángulos. Con poco más de 200.000 votos, no ha ganado nada y ha hecho perder, posiblemente, algún escañoa al PP. Su presencia turbadora en las elecciones ha servido, sin embargo, para comprobar que los españoles son más responsables a la hora de votar de algunos a quien les solicitan los sufragios.

Participación e irregularidades

Las elecciones del 29-O han sido un paso más en favor de  la consolidación del sistema en España. La participación, en torno al 70 por ciento, ha sido notablemente satisfactoria. No es que la participación electoral sirva de dato de legitimación, pero en una democracia joven como la española los índices de participación siguen siendo «una especie de ratificación periódica de la creencia en el sistema», como dice el profesor Manuel Ramírez (Diario 16 de 8 de diciembre de 1989).

Verdadera preocupación ocasionaron las irregularidades denunciadas en el proceso electoral, entre los que destacaron los defectos del censo y el registro de votos ilícitos  en algunas mesas (votantes no censados o no identificados y dobles votos, en especial de algunos interventores de los partidos). Pero las anomalías pudieron corregirse. En primer lugar, salieron a la luz, a debate público, como debe hacerse en una democracia, en la que la publicidad es sustancial. Los iniciales intentos del gobierno de tapar el escándalo con silencio no tuvieron, afortunadamente, éxito. En segundo lugar, intervinieron los tribunales, que anularon las elecciones en tres circunscripciones. Estas decisiones, por encima de los inconvenientes que pudieran causar para la constitución de las Cortes, tuvieron un positivo efecto depurativo.

La repetición pendiente de las elecciones en Murcia, Pontevedra y Melilla ha dejado 18 huecos en el Congreso y ha puesto una incógnita sobre la mayoría absoluta del PSOE. En la actualidad elo partido del Gobierno dispone de 166 escaños, cuando son 167 los que dan la mayoría absoluta -en un pleno con 322 diputados- y ha logrado la investidura de su candidato a presidente, Felipe González, en la primera votación gracias al apoyo del diputado canario de la AIC. Está por ver el comportamiento electoral en las elecciones repetidas, con los resultados de las demás circunscripciones a la vista y una mayoría fronteriza del PSOE.

Epílogo en Galicia

La recuperación de la derecha ha recibido aliento con la victoria del PP en las elecciones autonómicas de Galicia, celebradas el 17 de diciembre pasado. El principal partido de la oposición se ha alzado con el triunfo por tercera vez consecutiva en la Comunidad gallega, desplazando al PSOE del Gobierno, al que había accedido mediante una sucia maniobra de transfuguismo del diputado José Luis Barreiro. El electorado gallego, por cierto, ha castigado la traiciónj política -en una reacción que renueva la confianza en la sabiduría del pueblo- reduciendo de once a dos diputados la representación de la formación dirigida por Barreiro (Coalición Galega) y dejándole a él mismo sin escaño. Con Galicia, el centro-derecha gobierna en ocho comunidades autónomas (sin contar el País vasco, en cuyo Gobierno participa el PNV junto con el PSOE). El panorama ha cambiado notablemente en este capítulo desde 1982.

En cuanto a las consecuencias del triunfo en Galicia para la evolución del PP, pueden ser importantes. Ocupado en el Gobierno de Galicia, amparado por una mayoría absoluta. Manuel de Fraga no podrá interesarse tanto por su partido, lo que dejará más libres las manos a Aznar para inesntar una recomposición de las fuerzas internas. La desaparición de la sombra de Fraga sobre el nuevo líder ya es un dato a tener en cuenta. Pronto se podrá comprobar si eso le permite a Aznar impregnar al PP de su mensaje liberal y ocupar posiciones en el centro. Las elecciones gallegas han ofrecido otras dos lecciones sugerentes: el fracaso de IU confirma la impresión de que su auge en los comicios generales se ha debido más a la abundancia de votos anti-PSOE que a un movimiento de apoyo a su mensaje o su oferta alternativa al felipismo. El progreso de IU parece depender directamente de la evolución electoral del PSOE. Por otro lado, el CDS sigue mostrando síntomas de desgaste. Las encuestas suelen reflejar la existencia de una opinión favorable al partido de Adolfo Suárez. Pero a la hora de votar, a los electores les tiemba la mano. Hay ya demasiados indicios de que el CDS ha entrado en una marcha atrás.