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¿Pactar con los terroristas o derrotar a los terroristas? ¿Una política de apaciguamiento y concesiones al terrorismo o una política que hace de los valores de la libertad y la democracia su fuerza para derrotar a losterroristas? Esta confrontación de posiciones es el eje sobre el que bascula toda la política española, desde que el líder socialista y presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, rompiera el pacto de Estado con el Partido Popular en la lucha antiterrorista (Pacto por las Libertades y contra el terrorismo), y lo sustituyera por una negociación con los terroristas para pactar con ETA-Batasuna.

Esto hace de la experiencia española un caso único en la lucha antiterrorista de una democracia liberal. Porque en pocos meses se ha pasado de un modelo para derrotar al terrorismo durante los gobiernos de José María Aznar (1996-2004) al opuesto de pactar con los terroristas. El primero fue un éxito porque demostró empíricamente que se podía derrotar a los terroristas «con toda la fuerza de la ley, pero solo con la ley», y el segundo ha demostrado ser un fracaso lógico que reside en la incompatibilidad de un sistema democrático para pactar con una organización terrorista que no se rinde y que sigue manteniendo los objetivos por los que nació y ha existido durante cuatro décadas.

Los atajos de pactar con los terroristas o de utilizar los aparatos del Estado en la lucha antiterrorista al margen de la ley (el GAL en los anteriores gobiernos socialistas), siempre benefician a los terroristas y debilitan el Estado de derecho. Todos los métodos antidemocráticos se vuelven contra la democracia. En lugar de unir a las fuerzas políticas y sociales contra los terroristas, las divide y enfrenta. En lugar de acabar con toda expectativa de los terroristas, les proporciona nuevas esperanzas.

El desafío es mayor cuando es el jefe del Gobierno y el partido mayoritario el que vuelca toda su política a favor de pactar con los terroristas. O como lo definen falsariamente algunos medios que defienden a Zapatero, a favor de «un final dialogado del terrorismo». Lo que en sí mismo es una contradicción —por eso es un planteamiento falso—. En todo diálogo con los terroristas, el Estado democrático tiene que ceder en favor de éstos y en contra de la democracia. Lo hace desde el principio, pues les da un estatus de interlocutor político al margen del sistema democrático. Otra cosa es el diálogo con los que dejan el terrorismo, declaran su arrepentimiento, etc., como hicieron los gobiernos de centroderecha de la transición democrática. Pero no es este el caso de la etapa Zapatero.

En esta ocasión —el de Zapatero— es el poder ejecutivo del Estado democrático el que lleva a cabo una negociación secreta de orden político. Con una banda terrorista que en ningún momento ha dicho que vaya a dejar las armas ni que fuese a disolverse o a renunciar a sus objetivos y pedir perdón a sus víctimas que se cuentan por millares. Con lo que todo ello significa de entrar a negociar un orden distinto —contrario— al constitucional, pues se dialoga sobre las demandas de los terroristas, que forman parte de una organización independentista y totalitaria —de ideología marxista leninista— y que en todo momento ha mantenido públicamente sus objetivos máximos, por los que la Unión Europea y Estados Unidos la tienen en sus listas de bandas terroristas.

LA RENDICIÓN DE LA DEMOCRACIA

El 25 de noviembre, el dirigente de ETA-Batasuna, Joseba Álvarez, decía que «no hay acuerdo posible para la resolución del conflicto (de autodeterminación) dentro de los límites legales de la Constitución española». A pesar de lo cual el presidente Zapatero afirmó ese mismo día en Badajoz que mantenía las expectativas. El proceso de diálogo con los terroristas «desde luego está abierto», recordó horas antes la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernandez de la Vega.[[wysiwyg_imageupload:1260:height=88,width=200]]

Es tan decidida la voluntad del PSOE por llevar a cabo su propósito que el 25 de octubre hicieron que se debatiese y votase en el Parlamento Europeo. Los diputados de las 25 naciones de la UE tuvieron que entrar en el debate y posicionarse ante un tema tan crucial. Zapatero consiguió así que Europa exhibiera su división entre quienes ven el diálogo con los terroristas como «único camino» para poner fin al terrorismo. Lo dijo en ese debate en Estrasburgo el portavoz de los socialistas, el alemán Martin Schulz: «El único camino que tenemos para poner fin a la espiral de la violencia terrorista es el diálogo».

El Partido Popular español tuvo que hacer valer su liderazgo y consiguió que todo su grupo europeo votara en contra del diálogo con los terroristas, logrando que la mitad del Parlamento Europeo apoyara la posición de los populares españoles. El resultado de 321 votos a favor y 311 en contra no evitó que algunos medios titularan: «Menos de la mitad del Parlamento Europeo apoya el diálogo con ETA», al contabilizar las 24 abstenciones como «no apoyo» a la propuesta socialista. Entre estas abstenciones estaba la de la diputada del PSOE, Rosa Díez, contraria al proceso iniciado por Zapatero. Cualquiera que repase las hemerotecas de ese día comprobará el alborozo de los terroristas, felicitándose por haber conseguido dos cosas: la legitimación de sus reivindicaciones políticas en las instituciones europeas, a pesar de ser una organización terrorista ilegal; y que la propuesta socialista saliera adelante. Por mayoría pírrica, pero ganó.

ETA no ha cedido nada pero ha conseguido mucho a través del diálogo con los socialistas del Gobierno. Por el contrario, al ver crecer sus expectativas se han crecido en sus exigencias. El terrorismo callejero actúa diariamente en el País Vasco, cuando a finales de 2003 había desaparecido gracias al Pacto Antiterrorista y a la política del Gobierno de Aznar. Las campañas de extorsión y amenazas a empresarios y profesionales continúan. Los seguimientos a políticos y otros blancos de los terroristas también. Los jefes de la lucha antiterrorista franceses, Frederic Veaux y Jean Pargade, hicieron el 20 de noviembre ante un tribunal de París inventario de las actividades terroristas, demostrando que ETA no tenía intención de dejar las armas. Desde abril de 2005, la banda terrorista había robado 5.300 kilos de sustancias químicas para fabricar explosivos, 60.000 cartuchos, 344 pistolas y revólveres, 30.000 placas de matrículas en blanco para falsificar y casi medio centenar de coches. Actividad que corresponde hasta el 23 de octubre de 2006, cumplidos siete meses de una declaración de alto el fuego permanente de la banda terrorista.

Uno de los argumentos de Zapatero para vender su diálogo con los terroristas es que España está ante una oportunidad «para la paz» porque ETA lleva tres años y medio sin matar. Algo que se cae por su propio peso. Cuando ETA declaró la tregua en marzo de 2006 llevaba casi tres años sin poder matar. ¿Por qué? Porque estaba derrotada. Por otra parte, ETA utiliza la tregua para ganar posiciones, recursos financieros, rearmarse, y volver a entrar en el sistema democrático del que había sido expulsado con el Gobierno de Aznar aplicando la ley. Lo confesó el principal portavoz de ETA-Batasuna, Arnaldo Otegi, admitiendo en su libro publicado en diciembre de 2005 que «la izquierda abertzale con tregua obtiene más apoyos electorales que sin tregua. Es indiscutible».

La vía de ETA para volver a entrar en el sistema y aprovecharse de sus ventajas institucionales y financieras, es el Partido Socialista de Euskadi-PSOE y Zapatero. Cuando el secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, preparó una entrevista con los dirigentes de ETA-Batasuna, en julio de 2006 la justificaba de esta manera: «Les vamos a decir que no les queremos fuera del sistema democrático, sino dentro». El 12 de octubre de este mismo año, día de la Fiesta Nacional, en el Palacio de Real, es el propio Zapatero el que da por hecho que ETA-Batasuna participará legalmente en las próximas elecciones municipales. «Zapatero da por hecho que Batasuna podrá presentarse a las municipales», coinciden en titular sus portadas los rotativos del día siguiente.

EL ÉXITO DE LA DEMOCRACIA CONTRA EL TERRORISMO

A medida que esa vía del diálogo y el pacto con los terroristas de Zapatero ha seguido avanzando, ha crecido la oposición a este proceso que el líder socialista ha venido llamando «de paz» pero que no tiene nada que ver con la paz. Tiene que vercon su alianza táctica con ETA-Batasuna, y que lleva a decir a la diputada socialista vasca, Gemma Zabaleta, que «saludaría un gobierno —de coalición— con la izquierda abertzale». Quinces días antes, Zapatero había declarado en el mismo diario que la foto de la diputada Zabaleta con la abogada batasuna Jone Goirizelaia «se adelantaba a su tiempo». Todos los medios lo interpretaron como una imagen de futuro, que los propios socialistas han alimentado con otros hechos y gestos: desde la reunión oficial de la delegación del PSE al máximo nivel con ETA-Batasuna, a pesar de seguir siendo ilegal, a las palabras de Zapatero asegurando que su líder Otegi tenía «un discurso de paz».[[wysiwyg_imageupload:1261:height=103,width=200]]

La oposición política a este proceso de diálogo con los terroristas la ha liderado el Partido Popular, que representa electoralmente e institucionalmente a la mitad de la población. Pero no se entendería el éxito del liderazgo liberal contra este proceso de diálogo y pacto con los terroristas, sin enlazar una serie de fenómenos sociales e ideológicos, que singularmente y, en su conjunto, se convierten en un modelo de referencia para Europa.

Es precisamente lo que demuestra que el éxito de la política antiterrorista del Partido Popular durante sus gobiernos de 1996 a 2004 no se limitó a detención de los activistas, sino también al desarrollo de leyes y medidas jurídicas que hicieron efectiva la expulsión de los terroristas del sistema democrático. A este respecto, conviene recordar que uno de los dirigentes de ETA, Josu Ternera, llegó a ser miembro de la comisión de Derechos Humanos del parlamento autonómico vasco.

Durante ese periodo se desarrolló una red de fundaciones e instituciones privadas, que han seguido creciendo a pesar de las dificultades, con capacidad de movilización social, intelectual y mediática, para defender la libertad, los valores democráticos, y la unidad de España, frente a cualquier pacto o concesión a los terroristas. Defendiendo el Estado de derecho de forma tan efectiva como la de llevar al presidente del Gobierno vasco o al líder de los socialistas vascos a los tribunales, por reunirse con los dirigentes de una organización ilegal como ETA-Batasuna.

Son plataformas que dan la batalla diaria por la libertad frente a la rendición con los terroristas, y es algo que la sociedad española ha venido percibiéndo a través de los medios de comunicación y de su participación en directo en todos los rincones de España. También en Europa, donde han sabido combinar actividades sociales, culturales, y políticas, para despertar la atención e interés de los parlamentarios y ciudadanos de Estrasburgo, Bruselas y de otras ciudades. Su mérito es mayor porque actúan contra el poder, y por tanto con el poder del Gobierno de Zapatero en contra. Con lo que ello significa de dificultades en los recursos, trabas, y marginación —cuando no campañas de desprestigio— de los medios de comunicación afines al poder, que son la mayoría.

Entre estas plataformas destaca la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), que representa a la mayoría de las víctimas, y que no ha dudado desde el primer momento en defender la libertad y la justicia democrática contra el diálogo del Gobierno y de los socialistas con ETA. Hasta seis manifestaciones multitudinarias han celebrado en dos años, y cientos de actos simbólicos en todos los rincones de España, en defensa de la misma causa. De forma incansable y teniendo al Gobierno en contra. Con el apoyo de pocos pero significativos medios de comunicación, periodistas, universitarios e intelectuales. Las víctimas del terrorismo se han convertido en una bandera internacional de primer orden en este debate de la libertad contra el diálogo con los terroristas. En la última manifestación, el 25 de noviembre de 2006, en el centro de Madrid, superaron el millón de participantes. Una movilización que no tiene precedentes en Europa en defensa de esta causa. En España es contra el terrorismo de ETA, pero que podría darse frente a otro tipo de terrorismo como el integrista islámico. Se trata de defender la democracia liberal frente al uso del terrorismo como instrumento político para el debilitamiento y descomposición del Estado.

RAJOY, LA DETERMINACIÓN DE DERROTAR AL TERRORISMO

Ha sido este marco legal, el entramado de plataformas cívicas, y un liderazgo político con determinación y firmeza del Partido Popular, lo que ha conseguido que la mayoría de la opinión pública española esté en contra del pacto con los terroristas. Los españoles no se han tragado el falso proceso de paz. Todas las encuestas de algún rigor científico lo han dejado claro. Lo que significa que si Zapatero quiere seguir adelante en su pacto con ETA tiene que hacerlo contra la mayoría de los ciudadanos.

El éxito del liderazgo liberal frente al pacto con los terroristas es ese. Haber conseguido durante los años del Gobierno de Aznar fortalecer el sistema político, legal y de seguridad contra los terroristas, y reforzar una ideología y sentimiento social que se moviliza y lucha por defender los valores de la libertad y la democracia frente a la teoría del diálogo y el apaciguamiento con los terroristas.

El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, afirma en la entrevista que Nueva Revista publica en este mismo número, que el liderazgo de la lucha contra el terrorismo está al principio de sus prioridades de Gobierno en la oferta que va a hacer a los españoles de cara a las próximas elecciones.

El terrorismo se ha convertido en la primera amenaza no sólo para la seguridad física de los ciudadanos, sino para la desestabilización del sistema democrático y de la convivencia. El terrorismo es utilizado no sólo por los terroristas sino por la izquierda radical como arma para mediatizar la libertad democrática. El caso más claro —y más grave— fue cuando el PSOE y toda la izquierda violó la jornada de reflexión electoral el 13 de marzo de 2004 (13M), acusando al Gobierno del PP de manipular el atentado que había tenido lugar 48 horas antes en Madrid, y que fue el más grave ocurrido en la Europa democrática con 192 muertos y más de 1.500 heridos.

En su conjunto, toda la legislatura de Zapatero ha estado contaminada por lo que los propios nacionalistas definieron como una «alianza táctica» entre los terroristas y la izquierda, que ha hecho de esta experiencia española la más radical de todas las democracias occidentales. No hay que olvidar que, desde el principio de la legislatura, Zapatero y los socialistas gobiernan en alianza de gobierno con Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), cuyo líder, José Luis Carod-Rovira, pactó con ETA-Batasuna en enero de 2005 (Pacto de Perpiñán), una vez firmado el Pacto del Tinell. Documento en el que socialistas, comunistas e independentistas se conjuran para excluir al Partido Popular e impedir su acceso al Gobierno, y cambiar el modelo de Estado y —de facto— el régimen político.

España está viviendo la experiencia del desafío contra la integridad del Estado y del sistema constitucional de la banda terrorista ETA y de los grupos políticos que comparten sus objetivos estratégicos desde dentro del sistema. Pero también es una nación que sigue en el blanco de AlQaeda como dijo el 27 de julio de 2006 su número dos, Al Zawahiri: «Esto es la guerra santa y en el nombre de Díos no pararemos hasta que nuestra religión se imponga desde España hasta Irak».

Rajoy y Zapatero tienen dos proyectos opuestos. El líder popular defiende una política liberal, democrática, y occidental. Sintoniza con la mayoría de los españoles, incluidos muchos socialistas, que durante más de tres décadas de lucha antiterrorista han desarrollado unas convicciones y cultura de derrota del terrorismo, con todos los sacrificios que ello implica. Hay que recordar en este punto que el PSOE ganó las elecciones defendiendo el Pacto Antiterrorista con el PP. En la página 47 del programa electoral socialista se lee: «Nos comprometemos al cumplimiento escrupuloso y estricto del Pacto de Estado por la Libertad y Contra el Terrorismo». En su programa electoral el PSOE no decía nada de dialogar y pactar con los terroristas. Lo ocultó. El líder socialista defiende el dialogo con los terroristas de ETA «por encima de todo» —según su propia expresión— y la Alianza de Civilizaciones inspirada por el régimen integrista y totalitario de Irán con su Diálogo entre Civilizaciones (ONU 1999).

Son dos concepciones políticas y dos proyectos para España que van a estar en juego en todas las elecciones que se celebrarán desde ahora hasta las Generales de marzo de 2008, incluidas las municipales y autonómicas de 2007. ¿Por qué? Porque cuando está en juego el todo, como el modelo de Estado, el propio sistema constitucional y la unidad territorial, nada escapa a la influencia de su disputa. Por eso ETA-Batasuna puso en marcha su maquinaria electoral en el municipio navarro de Burlada en noviembre, a pesar de seguir siendo una organización ilegalizada. Conseguir el poder en todos los espacios institucionales es una estrategia que puede determinar las mayorías de gobierno y el rumbode España y de su sistema político.