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Jon Juaristi (Bilbao, 1951) ha sido catedrático de Filología Española y Literatura Española en las universidades del País Vasco y de Alcalá de Henares. Ha sido director de la Biblioteca Nacional, del Instituto Cervantes y de Universidades e Investigación de la Comunidad de Madrid. Autor en varios géneros, ha publicado, entre otros, los ensayos El linaje de Aitor, El chimbo expiatorio, El bucle melancólico, o El bosque originario, así como el libro de memorias Cambio de destino.

AVANCE

Con el pretexto de la publicación de su poesía completa, rica en claves autobiográficas, hablamos con Jon Juaristi, intelectual de múltiples intereses, de literatura, política, identidad, nacionalismo, ética… Un impulso ético le llevó a afiliarse al PSOE cuando este partido (con el que hoy es muy crítico) sufrió un atentado terrorista. Descree de los nacionalismos, que le parecen –como el socialismo– religiones de recambio, pero reivindica con moderación un nacionalismo español y, más aun, el liberalismo español. Su propia familia, de la que se ha ocupado en algunos libros, es un buen ejemplo de lo complejas y fluctuantes que son las identidades. Crítico con las que considera mentiras de su generación, defiende firmemente la libertad de conciencia, sobre todo la negativa, la capacidad de decir no a lo éticamente inaceptable, así como la libertad de expresión, hoy amenazada por el movimiento woke (que él conoció en sus orígenes en Estados Unidos). La mentira, y su derivado, la calumnia, le parecen un grave peligro en esta época de posverdad, con la posibilidad de manipular situaciones. Sostiene que la enseñanza es más importante que la educación dentro de la labor de la escuela, y considera que el capitalismo se ha mostrado históricamente compatible con cualquier forma política.


ARTÍCULO

Jon Juaristi: Derrotero. Poesía, 1969-2022. Renacimiento editorial

Jon Juaristi perteneció temprana y fugazmente a ETA en los últimos sesenta y, ya en este siglo, ha sido patrono de DENAES, la Fundación para la Defensa de la Nación Española vinculada a Vox. Entre medias, ha pasado por varios partidos políticos, de izquierda a derecha (en ese orden), y ha sido miembro de plataformas cívicas de resistencia frente al terrorismo como el Foro de Ermua o Basta ya. Profesor y escritor todo terreno, su estilo ha sido definido como de «erudición desbordante, brillantez narrativa, finísima inteligencia en el análisis y dotes para el sarcasmo». (Juan Pablo Fusi). «Me consideraría un escritor y, como tal, he incurrido en distintos géneros –ha dicho él por su parte-; la categoría general de ensayista creo que es lo bastante amplia como para que me sienta cómodo dentro de ella». Acaba de reunir su poesía completa en el volumen Derrotero (Renacimiento). El título, marca de la casa, juega con los significados de camino, rumbo y derrota. Y por ahí empezamos hablando con este intelectual de múltiples intereses.

¿Tantas derrotas ha sufrido como para que se justifique el título en esa segunda acepción? «La idea –empieza diciendo Juaristi– salió de unos versos sobre Juan Sebastián Elcano que cita Baroja en Las inquietudes de Shanti Andía: Por tierra y por mar profundo,/ con imán y derrotero,/ un vascongado, el primero,/ dio la vuelta a todo el mundo. En cuanto a derrotas, unas cuantas. Pero, en el fondo, bienvenidas sean porque la consecuencia de cada derrota han sido cambios de lugares, de actitudes, que han resultado positivos. Pero, sobre todo, el título apunta a la idea de recorrido y tiene detrás un chiste vasco. Elcano le dice a su madre que va a dar la vuelta al mundo, y la madre le responde: pero déjalo como está».

Bien; el derrotero de Jon Juaristi ha sido largo y complejo. Un verso suyo, otro juego de palabras a los que es tan aficionado (puede aplicarse a su poesía lo que él dice de la de Gil de Biedma: «tanto verso vestido de paisano»), quizá contenga una clave acerca de su trayectoria. Elegías a ciegas, dice de sí mismo, usando el tú cernudiano, en un poema elegíaco dedicado a dos tías suyas invidentes. «Posiblemente haya sido así –admite–. Se elige a ciegas siempre porque no se tienen todos los datos que justificarían la elección».

«Hay un impulso ético en toda elección», añade un Juaristi que se afilió al PSOE a raíz de un atentado terrorista en el que murieron quemados dos afiliados socialistas en una Casa del Pueblo.

Liberal corregido por el nacionalismo

A ciegas o no, Juaristi ha transitado prácticamente por todo el espectro político. Desde una ETA más ligada a la extrema izquierda españolista que al terrorismo nacionalista, en la que él, todavía adolescente, desarrolló labores de escaso brillo (una vez acudió a una cita con el uniforme del colegio, lo que le hacía perfectamente identificable), hasta ocupar cargos, como director de la Biblioteca Nacional o el Instituto Cervantes, con el PP, o participar en la fundación –DENAES– que sirvió de embrión a Vox. Mario Onaindía, etarra con un papel más destacado (fue condenado a muerte en el famoso juicio de Burgos de 1970) decía en sus últimos años que se había convertido en hispanista británico. ¿Le gustaría a él, nacionalista español, ser algo parecido?

«Digo que soy nacionalista español para compensar el nacionalismo vasco, pero no me creo mucho lo del nacionalismo; aunque la identidad española me parece algo superior a los nacionalismos locales. Me siento un liberal corregido por el nacionalismo, como Menéndez Pidal. Creo que hay una tradición liberal española, que la tradición española no es solo la carlista. Hay un liberalismo español que no está mal, que arranca en el siglo XVIII con Jovellanos y otros ilustrados, y se desarrolla en el XIX y en el XX. Y acaba consiguiendo una cierta identidad: la democracia liberal y deliberativa, algo que ha costado entender a mi generación, metida en otros debates, como el del franquismo frente a la democracia. En la República, más que democracia, hubo revolución, sobre todo desde 1934. De modo que los que se levantaron contra la República lo hicieron contra la revolución, y eso tampoco es democracia, es contrarrevolución. En los países del Este de Europa se levantaron por la democracia contra la dictadura. Mi nacionalismo consiste en entender esas claves de la historia de España e intentar que no se repitan. He llegado a ser un hispanista español. Y lo que debería haber son hispanistas vascos, como decía Luis Michelena, que también pensaba que nuestra condición humana está más allá de los nacionalismos. En cuanto a lo de DENAES fue un poco como un pataleo, pero luego no he seguido con ellos».

A propósito de democracia deliberativa, en España deja que desear últimamente. Deliberar, no se delibera mucho. «Últimamente hay poca deliberación porque la izquierda ha vuelto a encauzarse en la democracia instrumentalizada. Por la mitificación de la Segunda República, la izquierda vuelve a asumir la idea de la democracia como camino a la revolución. Un libro reciente de Alejandro Nieto, Entre la Segunda y la tercera República, lo explica bien».

Otro verso suyo muy citado, de un libro ya antiguo, parece contener otra clave biográfica: Nuestros padres mintieron. «Ese verso –explica Juaristi- se inspira en Kipling y ha sido mal entendido porque se interpreta como una revuelta mía personal contra la generación de mis padres. Pero no hablo de la generación de mis padres; hablo de los que, en los años ochenta, seguían matando, y cuyos padres ideológicos éramos nosotros. Es un poema autocrítico. La mentira era nuestro discurso político del tardofranquismo. El poema lo escribo en el 86 y en unas circunstancias concretas. Recuerdo un mitin de Euskadiko Eskerra en las elecciones autonómicas de ese año, en el que estaban Bandrés, Onaindía y Kepa Aulestia, y Kepa dijo que habían tomado las armas en defensa de la democracia. Ese tipo de mentiras es al que me refiero. El poema va contra esas interpretaciones buenistas, de una ETA antifranquista, de una ETA que entonces era buena y que empieza a ser mala luego, con la generación siguiente».

Ya que hablamos de los padres, y por asociación, se dice que la educación debe ser tarea de toda la tribu, y Savater sostiene que la escuela debe dar precisamente algo distinto a lo que uno encuentra en casa. Extrapolando eso: la educación ¿debe ser solo cosa de los padres? ¿o debe aportar precisamente lo que no está en casa, como dice Savater?

«La escuela debe ayudar a que se produzca una emancipación intelectual, que no tiene que ser necesariamente una ruptura. La escuela tiene una responsabilidad a través de la instrucción, más que de la educación».

Y prosigue: «Tiene que dar las herramientas para la autoconstrucción del sujeto humano, y para eso el conocimiento es esencial. En el siglo XIX se hablaba de Instrucción Pública, ese era el nombre del ministerio correspondiente. El Estado asumía el deber de proporcionar los conocimientos necesarios a cualquier ciudadano».

Religiones de recambio

Volviendo al nacionalismo, este le parece, igual que el socialismo, una religión de recambio, según sus propias palabras. «Sí, sin duda. Son religiones consoladoras que no ofrecen una salvación trascendente, pero sí una idea de felicidad terrena, si no para uno mismo, para sus descendientes. Es la idea de que se sobrevivirá en un colectivo, sea este la clase obrera o la nación. Jean-François Braunstein, el autor de La filosofía se ha vuelto loca, trata de esto en La religión woke, caracterizando al movimiento woke como una religión que escinde el cuerpo del espíritu, dando una visión negativa del cuerpo como algo secundario».

En algún lugar ha asegurado que no echa de menos su Bilbao natal; pero, además de su presencia recurrente en su poesía (con el nombre de Vinogrado), las raíces, los antepasados, de los que hace un rastreo minucioso, tienen mucho espacio en sus memorias. Las identidades, aunque no sean inamovibles, sino proteicas y fluctuantes, como también ha dicho, cuentan.

«Luego he escrito más cosas; como A cambio del olvido, con Marina Pino, que es una prima segunda mía, en torno a la figura de un tío abuelo que fue ministro –dice Juaristi–. Empecé a rescatar una parte de mi historia familiar que conocía poco, como las contradicciones en la rama nacionalista de la familia, dividida entre los que se incorporaron a la guerra y los que se abstuvieron, pensando que era una guerra entre españoles, que no les afectaba. Ahora estoy con la parte materna de la familia, los republicanos, con otro tío abuelo, Tiburcio Linacero, que firmaba Laureano Marcaida, muy crítico con el nacionalismo. Me ha interesado reconstruir ese mundo complejo en la Bilbao industrializada, con la bronca entre católicos y republicanos. Ese mundo en el que están mis raíces no lo he tocado bastante. Mis abuelos se pegaban entre ellos, los católicos nacionalistas con los republicanos. Pero todo era muy complejo; el republicano era el único euscaldún, pero no hablaba eusquera porque le parecía de carlistas. En fin, lo de las identidades es algo muy complejo; porque, además, puede haber identidades recurrentes, se puede ser madrileño y del Barça».

Ha escrito también que siente «cierto apego sentimental por una Vasconia improbable, el único lugar donde nos habría parecido digno echar raíces». «Posiblemente sí –corrobora–. Gabriel Aresti decía que nada le hubiera gustado más que escribir en eusquera con alfabeto ibérico. No sé qué es el País Vasco. Es algo que se inventan los empresarios vasco-franceses para atraer al turismo».

Y continúa Juaristi: «Lo de vascos es algo reciente; antes se hablaba de vascongados, y antes todavía, de vizcaínos, que es el término que usa Cervantes. Lo de vasco es una identidad nueva, arbitraria», sostiene.

«Ya Herodoto hablaba de estas cosas a propósito de los feacios. Si te engolfas en estas cuestiones, resulta muy aburrido».

En todo caso, basar la identidad en la lengua debe de ser problemático para un vasco, dada la fragmentación del eusquera. Y en su caso concreto, no ha sido su lengua literaria.

«Escribir en eusquera cuando tienes una tradición, incluso familiar, de escribir en castellano, no es lo más lógico. Además, para la poesía necesitas moverte como pez en el agua en el lenguaje. En la película Lauaxeta se ve a este poeta vasco escribiendo con un diccionario al lado. La poesía no se puede escribir con diccionario, la poesía es algo posnormativo».

Libertad de conciencia y libertad de expresión

Interesado siempre por la política, y muy crítico con el que un día, aunque por imperativo ético y de modo fugaz, fue su partido, Juaristi entra también a este trapo. «La Constitución sigue siendo de consenso, pero la izquierda quiere que deje de serlo. El PSOE defenderá la Constitución mientras tenga el gobierno. Si lo pierde, se le despertará la melancolía republicana». ¿Es la mentira un poder destructor en un gobierno y en la democracia? «Es total –sostiene Juaristi–. Y en estos momentos es más peligrosa que en otras épocas porque se difunde con más rapidez. La época de la posverdad nos lleva a un mundo terrible. Se da la posibilidad de manipular situaciones a través de la mentira. La calumnia es la forma más transitada actualmente de la mentira».

Para alguien con su trayectoria, su derrotero, la libertad de conciencia (y su correlato, la objeción de conciencia) se suponen imprescindibles.

«Sí. No se trata de oponerse por sistema a todo, pero sí de conservar la libertad negativa, la capacidad de decir no cuando algo es inaceptable éticamente. Eso es fundamental, es sagrado; la libertad en sentido negativo es la verdadera libertad».

Otra libertad básica es la de expresión. ¿Qué piensa él, que fue profesor en Estados Unidos, del movimiento woke, de la llamada cultura de la cancelación? ¿Está amenazada la libertad de expresión? «He escrito una Breve historia personal de la corrección política desde que yo estuve allí en los ochenta, que es cuando empezaba todo esto. Empezaban los primeros casos de calumnias e imputaciones en los campus. Eso ha ido a más y la libertad de expresión está muy limitada. Hay que ir con pies de plomo porque pueden no publicarte. Y en España nos estamos jugando esto también; hay que defender el máximo de expresión posible, defender todo lo que no sea incitación directa al asesinato».

¿Cuál considera que es el papel del capitalismo y el libre mercado en la estructuración de la libertad y de la sociedad libre? «El capitalismo ha sido históricamente compatible hasta con la esclavitud. La del capitalismo y la de la democracia son lógicas diferentes. A veces coinciden y se pueden favorecer más en un momento determinado. Pero el capitalismo es compatible hasta con el comunismo, como se ve en China. Agnes Heller, que pasó del marxismo al liberalismo, hablaba de la dependencia entre las lógicas; la lógica económica y la lógica política son distintas. Si coinciden, estupendo. La defensa esencial contra el totalitarismo se plantea en el plano político, no en el económico. ¿Sin capitalismo no hay libertad? No lo sé. En todo caso, no hay necesariamente libertad con el capitalismo. Hasta Adam Smith tenía dudas».

Periodista cultural.