Nueva Revista

El fin de la era Obama: luces y sombras de su legado

El 8 de noviembre millones de ciudadanos de Estados Unidos están llamados a las urnas, lo que pondrá fin a los dos mandatos de Barack Obama, una presidencia repleta de luces y sombras que será evaluada al milímetro a partir de ahora. Obama llegó a la Casa Blanca tras vencer en las elecciones de 2008 con una brillante campaña electoral, en la que conectó no solo con la mayoría de los votantes de Estados Unidos, sino que despertó una corriente de simpatía en todo el mundo que contribuyó a mejorar la imagen del país, muy dañada tras los complejos años de la Administración Bush.

Desde que asumió el poder en enero de 2009 y revalidara su mandato en 2013, el mundo ha cambiado mucho. Se abrió una etapa en la que el multilateralismo se consolidó y, por tanto, Obama optó por la diplomacia y la búsqueda de consensos y acuerdos internacionales para hacer frente a los desafíos globales. Hoy, una de las principales amenazas afecta a la seguridad, no solo por el surgimiento de Estado Islámico, sino también por el notable incremento del terrorismo yihadista en Estados Unidos, Europa y otras zonas del mundo. Además, en los últimos años Rusia ha iniciado una peligrosa estrategia para recuperar influencia geoestratégica, lo que supone una amenaza para los intereses tanto de Estados Unidos como de Europa.

Pero no solo el contexto internacional ha cambiado, la realidad política de Estados Unidos también es muy diferente. Desde su toma de posesión, Obama ha vivido, además de su reelección, dos elecciones de medio término (midterms de 2010 y de 2014), en las que su partido ha perdido la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. Además sufrió el auge del Tea Party, una escisión del Partido Republicano, cuyos líderes, muchos de ellos en el Congreso, han dificultado con su negativa algunas de las propuestas y promesas que Obama había establecido en su plan de gobierno. Esta situación de enfrentamiento llegó a uno de sus puntos culmen en octubre de 2013 cuando se produjo el cierre del gobierno (shutdown), del día 1 al 17, ante el desacuerdo entre los demócratas y los republicanos por la financiación de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, más conocida como Obamacare, que impidió aprobar los Presupuestos Generales a tiempo.

Además, durante su gobierno, Obama ha tenido que hacer frente a la mayor crisis financiera de la historia de Estados Unidos desde la Gran Depresión de 1929, con un sistema bancario quebrado, con los índices bursátiles con cifras históricas a la baja, millones de personas endeudadas y una tasa de desempleo que llegó al 10% en 2009, una cifra récord para este país.

Todos estos hitos se han reflejado en los niveles de aprobación de Obama. De acuerdo a la medición diaria de Gallup, uno de los centros de investigación más prestigiosos del país, Obama empezó su gestión en enero de 2009 con un 68% de aprobación y un 12% de desaprobación. Tocó fondo con un 56% de desaprobación en febrero de 2014 (frente a un 40% de aprobación) y en la actualidad se despide de la presidencia con un 54% de aprobación frente a un 42% de desaprobación, según los datos del día 11 de octubre de 2016, a menos de un mes de las elecciones presidenciales entre Hillary Clinton y Donald Trump y a tres de abandonar definitivamente la Casa Blanca.

Sea cual sea el veredicto que la Historia tenga guardado para Obama, no podrán faltar algunos hitos, como que fue el presidente que acabó con Osama Bin Laden, el enemigo público de Estados Unidos tras el 11-S; que bajo su mandato se aprobó el matrimonio homosexual; que se produjo el nombramiento de la primera jueza hispana del Tribunal Supremo, Sonia Sotomayor; o que al poco de ser elegido presidente recibió el Premio Nobel de la Paz, un galardón muy cuestionado últimamente, en parte gracias a esta decisión.

Pero los años de Obama, especialmente los últimos cuatro, también serán recordados por haber dejado en el tintero algunas de las grandes promesas y reformas con las que convenció al electorado en dos ocasiones. Por todo ello, con el objetivo de comprender mejor qué ha supuesto el gobierno de Obama se han seleccionado a continuación seis claves que pretenden dar una visión más completa sobre su legado.

LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA

La crisis mundial originada en Estados Unidos en 2008 con la caída de Lehman Brothers supuso una nueva era en la historia financiera, hipotecaria y crediticia del país. Y apenas dos meses después desde que se materializara y se comenzaran a sufrir sus efectos, Barack Obama llegó al Despacho Oval. Desde entonces ha lidiado con la inestabilidad económica doméstica y externa, con tasas de desempleo de hasta el 10% y con una rebaja de los tipos de interés al 0% para frenar la caída. Un panorama económico muy diferente al que deja como legado tras su gestión.

Independientemente de las interpretaciones de economistas, analistas, partidarios y detractores del presidente Obama, los principales índices económicos muestran una clara mejora de la situación económica nacional y una salida de la crisis. No obstante, los niveles de productividad, de deuda y los salarios bajos todavía no permiten hablar de una recuperación plena.

Según los datos actualizados del Fondo Monetario Internacional en septiembre de 2016, Estados Unidos es el país con el producto interior bruto (PIB) más potente del mundo y terminará el año con 18.561 billones de dólares, por encima del segundo, China, que lo hará con 11.391 billones de dólares.

Teniendo en cuenta los datos más recientes, el PIB creció en Estados Unidos un 0,4% durante el segundo trimestre de este año respecto al trimestre anterior y llegó a 1,3% de variación interanual. El déficit se situó en 2015 en un -3,46% del PIB, una cifra considerablemente menor que el -13,15% del PIB registrado en el año 2009, en plena Gran Recesión. Sin embargo, Estados Unidos también es el país más endeudado del mundo. Comparando las cifras del primer año de la crisis con el último del que se tiene registro, la deuda en 2008 era del 72,85% del pib mientras que en diciembre de 2015 la cifra llegó al 105,15% del PIB, una situación consecuencia de la política desarrollada por el Estado en la que gastó dinero de más para intentar reactivar la economía durante la crisis.

Uno de los efectos que aún persisten tras la crisis es el precio del dinero en Estados Unidos. Durante siete años, desde el 16 de diciembre de 2008 hasta el 17 de diciembre de 2015, los tipos de interés estadounidenses han permanecido en el 0%, una cifra que subió hace algo menos de un año al 0,25%, poniendo fin a una era de política monetaria hiperexpansiva que tenía como objetivo estimular la economía e impedir una segunda Gran Depresión. Tras la muestra de mejoras económicas, la Reserva Federal ha intentado subir durante 2016 los tipos. No obstante, cada vez que la entidad parecía decidida a tomar la decisión, un nuevo dato o índice económico retrasaba este momento, que puede llegar en los próximos meses, posiblemente una vez pasadas las elecciones de noviembre.

No obstante, a pesar de los datos macroeconómicos, el índice que más ha mejorado —y en el que más incide Obama en sus discursos— es el del desempleo. Según los datos ofrecidos la primera semana de cada mes por la Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo, en el peor momento de la crisis económica uno de cada diez estadounidenses que buscaban trabajo no lo conseguía, mientras que en septiembre de 2016, con una subida de una décima respecto a agosto, Estados Unidos tiene un 5% de desempleo, lo que se aproxima muy de cerca al pleno empleo. Esto supone la creación de más de catorce millones de empleos en Estados Unidos desde el año 2010.

A pesar de las mejoras, la recuperación de Estados Unidos está siendo lenta en otros aspectos clave, como la productividad o el nivel de los salarios. La productividad, que mide el nivel de producción en relación a los recursos empleados para crear los productos (mano de obra, recursos, etc.), está cayendo desde hace tres trimestres y los salarios son más bajos que hace años, lo que está provocando una caída del consumo interno. Este dato, para un país que depende un 70% del consumo interno, supone un freno para la recuperación económica plena. No obstante, el éxito de la gestión económica de Obama es incuestionable.

UNA POLÍTICA EXTERIOR MÁS ABIERTA Y DIALOGANTE

Uno de los cambios más significativos de la Administración Obama ha sido la ruptura con la forma de lidiar asuntos de política exterior desarrollada por sus predecesores. Obama ha apostado, sobre todo en su segundo mandato, por la diplomacia, el diálogo, la negociación y el multilateralismo con otras potencias para recuperar las relaciones con países históricamente enemigos o reconsiderar su posición en conflictos internacionales.

Dos de los acuerdos históricos que formarán parte del legado de Obama son el restablecimiento de las relaciones con Cuba y el pacto nuclear con Irán. No obstante, todavía tienen que verse de manera más evidente los resultados, pero la firma de ambos acuerdos han sido dos hitos fundamentales de su segundo mandato.

El 17 de diciembre de 2015 el presidente Obama compareció ante los medios de comunicación para anunciar la recuperación de las relaciones diplomáticas con Cuba tras más de cincuenta y tres años, poniendo fin al último vestigio de la guerra fría. Esta nueva era en las relaciones bilaterales supuso la reapertura de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, la reanudación de las relaciones diplomáticas suspendidas en 1961, el comienzo del fin del embargo total con la isla y el compromiso de ambas naciones para colaborar de forma mutua en asuntos de interés general como el tráfico de drogas y personas, la inmigración o la protección medioambiental. La cuestión del embargo, todavía pendiente de su aprobación en el Congreso, llevó el pasado 14 de octubre a Obama a firmar una nueva Directiva Presidencial de la Política sobre la Normalización de las Relaciones Estados Unidos-Cuba para consolidar los logros conseguidos y blindarlos para que ningún futuro inquilino de la Casa Blanca pueda derogarlos. No obstante, muchas voces critican este acuerdo debido a que las contraprestaciones por parte de la dictadura cubana han sido escasas. Por ello, mientras que el Gobierno de Obama avanzaba en sus relaciones con los dirigentes cubanos, las cárceles de la isla siguen estando repletas de disidentes cuyo único crimen ha sido discrepar políticamente del régimen.

Apenas un mes después del anuncio del restablecimiento de las relaciones con Cuba, en enero de 2016, entró en vigor el acuerdo nuclear firmado en Viena entre Irán y otras seis potencias mundiales, por el que se limita el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones que han aislado a Irán del panorama internacional durante años y han complicado su situación económica. Este pacto, aunque no restablece por completo las relaciones entre Estados Unidos e Irán, supone el primer paso para que ambos países se alíen en la lucha contra un enemigo común: el Estado Islámico. Un acuerdo histórico que pone fin a décadas de enfrentamiento y enemistad y abre una nueva etapa en el equilibrio de fuerzas y alianzas en Oriente Medio. El tiempo dirá si esta nueva estrategia funciona o no.

LA REFORMA SANITARIA

Una de las grandes promesas que el presidente Barack Obama hizo a sus votantes desde el comienzo de su campaña fue la aprobación de una ley de salud que extendía y mejoraba la cobertura médica de todos los ciudadanos y regulaba la industria de los seguros médicos en Estados Unidos. Fue una promesa que cumplió el 23 de marzo de 2010 con la firma de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (Affordable Care Act), más conocida como Obamacare, ratificada por el Tribunal Supremo en junio de 2012. Aunque no con el acuerdo de todas las partes.

A diferencia de otros países de Iberoamérica o España, el sistema de salud de Estados Unidos no es gratuito y los ciudadanos son responsables de obtener una cobertura médica privada (no obligatoria). Para ayudar a las personas de escasos recursos y a los jubilados, el Gobierno de Estados Unidos creó en 1965 los programas Medicaid y Medicare. Sin embargo, cerca de cuarenta y ocho millones de estadounidenses (un 15,4% de la población) no tenían un seguro médico, ya que no cumplían los requisitos para acceder al Medicare o no tenían los recursos económicos suficientes para contratar un seguro privado. Este grupo de la población ha sido el mayor beneficiado de la nueva reforma sanitaria aprobada por Obama.

Las cifras compartidas por el Gobierno han demostrado el funcionamiento de una ley que el candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, ya ha anunciado que anulará si llega a la Casa Blanca. Después de seis años de vigencia, más de veinte millones de ciudadanos tienen cobertura sanitaria y la tasa de no asegurados es la más baja de la historia. Además, 137 millones de estadounidenses con cobertura de salud privada se garantizan la cobertura de servicios preventivos sin costos compartidos, una cifra que incluye a 55 millones de mujeres y 28 millones de niños.

LA REFORMA MIGRATORIA

La gran promesa incumplida de la era Obama ha sido la reforma migratoria. En Estados Unidos residen más de once millones de inmigrantes indocumentados y Obama prometió una nueva ley que regularizaría a cinco millones de ellos, la mayoría de origen hispano, con una reforma en la que contemplaba como una de las medidas estrella la legalización de los indocumentados que hubieran llegado al país antes de cumplir los 16 años y de los padres indocumentados de ciudadanos estadounidenses que lleven más de cinco años en el país. Sin embargo, ni el Congreso ni el Tribunal Supremo han permitido que esta promesa se cumpla.

Durante su primer mandato Barack Obama trabajó para la elaboración de una ley que permitiera la legalización de más de cinco millones de personas en todo el país. Una normativa que desde el principio contó con la negativa del Partido Republicano. Ante esta situación, y considerando el alcance de la aprobación o no de esta nueva reforma, un grupo de ocho senadores (cuatro republicanos y cuatro demócratas), conocidos como «el Grupo de los ocho», negoció durante dos meses a principios de 2013 para desarrollar una nueva reforma integral con la que estuvieran de acuerdo ambas partes. En abril de 2013 la presentaron en el Senado y lograron su aprobación. Sin embargo, esta reforma no obtuvo la luz verde de la Cámara de Representantes.

Tras varios años de parálisis en el Congreso, el presidente Obama cumplió sus advertencias y el 20 de noviembre de 2013 firmó una orden ejecutiva por la que aprobaba, sin necesidad del apoyo legislativo, la reforma migratoria que evitaría la deportación y ofrecería el acceso a un permiso de trabajo a más de cinco millones de inmigrantes indocumentados. Una decisión interpretada por muchos como abusiva por parte del Ejecutivo que fue denunciada por 26 estados, liderados por Texas. Tras varios fallos en contra en cortes estatales, el caso pasó al Tribunal Supremo de Justicia, que mantuvo el bloqueo, una decisión ratificada con empate en junio de 2016 a falta de un juez en la Corte Suprema tras la muerte del conservador Antonin Scalia. Finalmente, a principios de octubre de 2016 el Tribunal Supremo reiteró su opinión y rechazó la petición del presidente de reconsiderar su decisión poniendo fin a una tarea de más de ocho años que quedará en manos del próximo presidente.

EL CIERRE DE GUANTÁNAMO

Otra de las grandes promesas de Obama que se quedará sin una resolución final es su controvertida propuesta de cerrar la prisión de Guantánamo. En su segundo día como presidente, Obama firmó el decreto para cerrar la prisión, por aquel entonces con más de doscientos detenidos, en el plazo de un año. Pero después de más de siete años y medio después, la medida no se ha concretado.

Ya en la recta final de su mandado, el pasado mes de febrero presentó el plan definitivo del Pentágono para cerrar la prisión y trasladar a los 91 presos que permanecen en el centro a otras cárceles de máxima seguridad de Estados Unidos y otros países. Un plan que Obama apoyó en cifras (el penal supuso el año pasado un gasto de 450 millones de dólares), en ideas (lo considera una herramienta de propaganda para los terroristas) y en su ineficiencia (ya que no ha habido ni un solo veredicto sobre alguno de los presos desde el 11-S). Sin embargo, Obama no ha logrado convencer al Congreso con mayoría republicana y dejará su cargo con la prisión de Guantánamo en funcionamiento.

EL CONTROL DE LAS ARMAS

Según ha declarado el propio Obama, el tema que más le ha frustrado durante su gestión ha sido la imposibilidad de establecer una regulación de la tenencia de armas en Estados Unidos, un asunto complejo que forma parte de la historia y la identidad del país.

Durante sus primeros años de gobierno, cuando los demócratas tenían la mayoría en ambas cámaras, Obama centró sus esfuerzos en la reforma sanitaria y en la recuperación económica, cuestiones prioritarias en 2009. Pero desde ese mismo año se produjeron varios tiroteos de especial gravedad en Texas, Arizona, Wisconsin y Colorado, hasta que en diciembre de 2102 se produjo el tiroteo de la escuela primaria de Sandy Hook en la que murieron 28 personas, la mayoría de ellos niños. A partir de ahí Obama puso en marcha una serie de medidas para controlar las armas en todo el país. No obstante, han sido insuficientes y no han impedido otras masacres en el último año en Carolina del Sur, en Oregón, en San Bernardino (California) o en Orlando el pasado mes de junio.

El debate sigue abierto entre los partidarios del control de armas y los defensores de la Segunda Enmienda de la Constitución por la que justifican la libertad de los ciudadanos a portar armas para defenderse. El contexto actual, en el que la amenaza terrorista sigue acechando al país, quizá no sea el mejor, pero lo que está claro es que será uno de los grandes desafíos para el inquilino de la Casa Blanca, que gane quien gane ya no llevará el apellido Obama.

Salir de la versión móvil