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Al morir Michael Novak hemos podido darnos cuenta de cuánto le debemos sin saberlo. Si su pensamiento tuvo escasa difusión en España, lo cierto es que permea argumentos y actitudes que en estos tiempos de nuevo hace falta reforzar en defensa de una cierta idea de la libertad y el espíritu del capitalismo. Tenía un cierto aspecto abacial, de suavidad expresiva, una cierta unción. Provenía de la nueva izquierda y de los movimientos de la guerra del Vietnam hasta concentrarse en un pensamiento católico liberal-conservador, dando prueba de una vitalidad intelectual del catolicismo americano que ha ido articulándose en una pleamar de crisis y naufragios, asumiendo muchos riesgos porque vivimos en una época de fidelidades truncadas. Fue uno de los teólogos consultados de manera previa a la redacción de Centessimus Annus, una encíclica no muy bien conocida.

Comunidad y persona se co-definen, dice Michael Novak, porque una verdadera comunidad respeta a las personas libres y una comunidad falsa o inadecuada no lo hace, del mismo modo que una falsa comunidad reprime las capacidades individuales de reflexión y elección. Es el modo de articular deberes y derechos del individuo. Es un equilibro a menudo vacilante, según se oriente hacia la luz o hacia la penumbra. Por eso Ortega decía que los grupos que integran un Estado viven juntos para algo; son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. Al mismo tiempo, en El espíritu de capitalismo democrático, Novak resaltó que el núcleo de la dinámica capitalista no es la propiedad privada, ni los mercados, ni los beneficios: es la invención.

Fallecido hace unas semanas, a los 83 años, Michael Novak insistió siempre en que la amenaza más crítica para nuestra libertad es no ser capaces de apreciar el poder de la verdad. Frente al nihilismo, el poder de la verdad garantiza la perduración del afán de ser libres, del mismo modo que la sociedad civil pone coto a la expansión masiva del estatismo. Por eso los teólogos harían bien en repensar la noción de bien común entre hombres libres. Ciertamente, unas dosis mayores de Novak serían de provecho intelectual para el catolicismo en España, hoy en horas inciertas, entre el mono-tema social y las inercias integristas. Al fin y al cabo, el ensayo El liberalismo es pecado (1884), del padre Félix Sardá i Salvany se tradujo a ocho idiomas y fue un bestseller de su época.