Tiempo de lectura: 4 min.

p>Don José Ortega escribió en algún lugar de su copiosa obra que «hoy (por ayer) es una obra de misericordia no publicar”. Joaquín Gurruchaga (San Sebastián, 1910), hubiera encabezado la galería orteguiana de misericordiosos hasta 1995, el año en que su primer libro, Últimos Poemas (Ed. Calambur, Madrid) ha pasado por las prensas. Aunque no han sido los últimos: hace unas semanas, la misma Editorial ha publicado El tiempo, el humo, el pasado.

 

El caso es que desde que en la primavera de 1936 la guerra truncara lo que habría sido su primera publicación poética -acordada con Manuel Altolaguirre para la mítica colección «Héroe»-, Gurruchaga ha persistido en su silencio. Es importante anotar que voluntariamente: Franz Xaver Kappus, que pasó a la historia por ser el joven que escribía a Rilke pidiéndole consejo sobre si debía ser poeta, recibió como respuesta de éste que no le preguntase a él, que preguntase a la necesidad: «pregúntese: ¿debo escribir?¿me moriría si no escribiera?».

Hoy, a la vista del panorama, quizá le hubiera dicho: «pregúntese: ¿debo escribir? ¿me moriría si no publicase nada de lo que escribiera?».

Alguien que conoce bien a Joaquín Gurruchaga nos pasa un par de hojas escritas a mano con tinta azul: cuentan la historia de un despacho que escondía «cuadernos con poemas escritos a lápiz… con lápiz blando de dibujo y trazos gruesos, que se iban poco a poco borrando, según él decía, porque nadie tenía acceso a ese mundo suyo secreto. Nadie los había leído excepto él». En esas mismas líneas se cuenta que en 1992 le convencieron para que «fuese dictando tranquilamente sus poemas a un pequeño magnetófono de bolsillo» (como en París, Texas, la película de Wenders). Más tarde, «una inmensa máquina de escribir alemana, de los años treinta, fue la encargada de la transcripción». Bautizaron a la máquina con el nombre de «Champollion». El resultado del trabajo de desciframiento de Champollion, «un paquete de folios», fue a parar a «un arcón de madera, que cerró su pesada tapa guardando nuevamente los poemas secretos… En el verano del 94 le pedimos permiso para sacar los poemas del sarcófago… En el otoño del 94 los leímos por primera vez».

Cualquier otro final menos feliz de esta pequeña historia hubiera sido inmisericorde con los lectores de Joaquín Gurruchaga, NUEVA REVISTA añade ahora a sus dos libros llenos de espléndida poesía («¿Qué quieres que te diga?/N o se. /Algo como el viento,/de noche.»: Últimos Poemas, pág. 82), estos epigramas inéditos. Son diez, como diez minúsculas obras de misericordia. Y el «grande» de don José Ortega hubiera estado de acuerdo. Manuel Fontán del Junco.

 

I

Atardece.
El día termina
en un cielo azul,
oscuramente azul.
Sombras profundas
atraviesan estrellas lejanas.
La gente deja de pasar por la calle.
Oigo coches aislados.
Hace frío.
Todavía luces brillantes en las tiendas
que se cierran.

24 de diciembre, 1984

II

En la juventud
amamos como un golpe de viento,
como una ola en el mar,
como el rayo
que convierte en ceniza
los árboles.
Más tarde,
amamos
como la nieve,
como un fuego invisible
que desciende
sobre todos.

7 de abril, 1989

III

Viven en mí las voces del poeta
como si las oyese de repente en la noche.
Voces que parecen de nadie
o pequeños latidos de un cuerpo que no vemos.
¡Relámpagos y pájaros eléctricos en una
callada noche de verano!
Pero el ser es como un cielo blanco,
amaneciendo,
como un mar, como una pequeña gota
que es un mar.
El ser es un cielo blanco
amaneciendo, amaneciendo,
Siempre amaneciendo.

10 de abril, 1989

IV

Y avanzando en penumbra,
sin antes o después, pero avanzando,
sin relojes, sin cuarto, sin viviendas pequeñas,
sin campo, con un rumor de mar
próximo y lejano.
Con la evidencia de lo que no se puede
demostrar, en un diálogo que es silencio,
mientras, fuera, los árboles se agitan,
se estremecen en la noche, por última
vez, sacudidos por un viento oscuro.

11 de junio, 1989

V

Es un viento
joven,
un impulso de vida,
unos ojos
que abren
sus aguas misteriosas,
como lagos
que piensan.
¿Qué sería del mundo
sin flores
en la tierra?
Flores
en todas partes,
entre silencio
y piedras.

20 de mayo, 1989

VI

Construir realidades
que no existen.
Soñar volcanes.
Presentir
la lluvia.
Oir el estallido
de las piedras.
Ver lo que se oculta,
lo que huye.
Huir
de todo
lo que no sea
tu voz,
tus ojos,
tu silencio.

4 de junio, 1989

VII

La palabra se desliza
suavemente, ocupa un sitio
que estaba vacío, siempre se desliza
hasta que respira,
y entonces, inmóvil, ya no es más que una cosa.
Pero veo lo que pasa
cerca de mí, delante de mis ojos,
a la sombra de la luz que entra
por la izquierda de la llama azul,
inexplicable y viva,
vertiginosamente rápida,
instantánea.
Y digo algo, exclamo algo,
pronuncio una palabra,
que ahora no recuerdo.

12 de junio, 1983

VIII

Las cosas piensan,
pero no sabemos
lo que piensan.
Las cosas viven,
pero no sabemos cómo viven.
Las puertas profetizan,
pero no entendemos
lo que dicen.
Las ventanas abiertas
se enamoran,
las ventanas cerradas
lloran.
Y ese humo gris,
que sale del tejado
habla ¡tan bajo!.

14 de febrero, 1986

IX

Era hace meses,
quizá hace más
de un año.
Venías de la guerra,
no habías muerto,
pero tampoco estabas
vivo.
Tocaste el timbre.
Te abrí la puerta.
Una tarde de lluvia.
Hace meses.
Quizá hace
más de un año.

8 de agosto, 1989

X

El rumor de las calles
son venas que golpean
el centro de nuestro corazón.
El pensamiento vive
en largas nubes blancas.

17 de didembre, 1990

Doctor en Filosofía. Director del Instituto Cervantes de Lisboa