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Los Debates Munk son un proyecto de la Fundación Aurea para fomentar la investigación sobre políticas públicas. Fueron ideados en 2006 por los canadienses Peter y Melanie Munk.

Como fruto de la mesa redonda Munk de 2008 se publica ahora: Jordan Peterson, Stephen Fry, Michelle Goldberg y Michael E. Dyson:  La corrección política. ¿Hay vida inteligente entre el insulto gratuito y la dictadura del buenismo? Barcelona. Planeta, 2019.

Jordan Peterson, Stephen Fry, Michelle Goldberg y Michael E. Dyson:  La corrección política. ¿Hay vida inteligente entre el insulto gratuito y la dictadura del buenismo?

La pregunta que se planteaba era: “No hay duda, lo que usted llama corrección política, para mí es progreso”. El formato era el siguiente: primero, el moderador, Rudyard Griffiths, entrevistaba por separado antes de la disputa a los cuatro participantes (pp. 13-57). Después, los ponentes, juntos en un escenario, ante un auditorio, exponían sus puntos de vista durante seis minutos y rivalizaban por las razones aludidas, bajo la guía del moderador (pp. 57-141). Finalmente, Griffiths los volvía a entrevistar de dos en dos y por separado: a los en contra (Stephen Fry y Jordan Peterson) y a los a favor de la corrección política (Michael Eric Dyson y Michelle Goldberg), para que relataran sus impresiones tras el acto (pp. 141-149). El duelo, según la votación del auditorio, lo ganaron Fry y Peterson (p. 140).

Michael Eric Dyson (MED) es sociólogo en la Universidad de Georgetown; Michelle Goldberg (MG), columnista del New York Times; Stephen Fry (SF), actor y guionista; Jordan Peterson (JP), profesor de Psicología en la Universidad de Toronto. El moderador, Rudyard Griffiths (RG), ejerce de profesor en la Munk School of Global Affairs and Public Policy.

A continuación resumimos los argumentos que defendieron cada uno de los participantes, extraídos de la lectura de la obra arriba mencionada. Entre paréntesis se consignan las iniciales del autor de la cita (véase el párrafo anterior) y la página del libro donde se lee.

 

Argumentos a favor de la corrección política Argumentos en contra de la corrección política
“Lo cierto es que queremos que muchas cosas sean correctas. Si nos han calculado mal el sueldo, nos enfadaremos” (MED, p. 16). “Situar la raza y el género en el centro del diálogo político y asegurar que la identidad personal parte de esas dos características es mostrar un tribalismo en nuestra sociedad que hace prácticamente imposible unirnos para conseguir objetivos y propósitos comunes” (RG, p. 22).
“Lo que Jordan Peterson llama corrección política, para mí es progreso. Él describe casi todos los esfuerzos por rectificar o reconocer la discriminación de las mujeres o de las minorías sexuales o de género como un ataque de lo políticamente correcto contra el orden natural” (MG, p. 27). Los blancos están “molestos con la idea de que, de alguna forma, su voz se tenga que entender en el contexto de su experiencia histórica frente a la experiencia histórica vivida por la comunidad” negra (RG, p. 18).
“No habría derechos individuales para las mujeres o para las personas racializadas sin movimientos a favor de los colectivos que permiten que los individuos que forman parte de ellos se realicen” (MG, pp. 28-29). “He sido muy crítica en mis columnas con el no-platforming, con algunos de los excesos de la cultura de la justicia social en los campus universitarios” (MG, pp. 26-27) [no-platforming: práctica por la cual se le niega a alguien una oportunidad de expresar públicamente sus ideas. El movimiento empezó en las universidades británicas, donde los alumnos querían evitar que la universidad fuera una plataforma desde la que se expresaran discursos racistas, sexistas…].
Parte de este debate “se reduce a una conversación sobre civismo”, una parte de lo que se pide “son tal vez mejores modales” (MG, p. 33). “No soy una gran partidaria de la legislación que regula la incitación al odio” (MG, p. 28).
Vivimos en “sociedades muy diversas y muy complejas”. La inclusión debería prevalecer, “debería ser el objetivo principal de las instituciones y puede que hasta de las sociedades, porque, al unir a la gente mediante el respeto a la diversidad y la diferencia, construimos sociedades más fuertes” (RG, p. 39). “La corrección política no funciona. En eso quiero hacer hincapié. Tiene sin duda el resultado contrario. Recluta a adeptos para la derecha” (SF, p. 37).
“Yo soy de los Estados Unidos, que ahora mismo está sometido a un grandioso intento de revertir el progreso con la excusa de vencer a la corrección política. Y como alguien que vive allí, les aseguro que no parece progreso en absoluto” ( MG, p. 66). “No hace falta mucha imaginación para pensar en un joven blanco de dieciocho años que va a la universidad. Digamos que está confundido y no muy concienciado políticamente. ¿Qué va a pensar de todo este ruido, de los gritos sobre ‘el privilegio blanco’ y la ‘heteronormatividad’, y de toda esta jerga disparatada? Es algo muy estúpido. Ese es el quid de la cuestión, su estupidez” (SF, p. 37).
“No he visto a nadie más ñoño que a un hombre blanco que se queja: ‘Mamá, mamá, no nos dejan jugar y disfrutar de todo lo que disfrutábamos en el Antiguo Régimen, cuando teníamos toda la razón, éramos racistas, supremacistas, dominadores y patriarcales y odiábamos a los gais, las lesbianas y las personas transexuales’. Sí, tienes que compartir. El mundo no es solo tuyo, sino de todos”  (MED, p. 75). “Si piensan que la forma de conseguir la inclusión es obligar a la gente a usar cierto lenguaje y a reconocer, por un lado, una especie de hermenéutica posestructuralista absurda y, por el otro, un optimismo blandengue… se equivocan” (SF, p. 39).
“Ha habido grandes grupos de personas que no han podido ejercer sus derechos individuales. Y muchas de las demandas que se hacen a favor de lo que la gente ‘políticamente correcta’ llamamos grupos marginados piden que la gente que tradicionalmente no ha estado en el centro de nuestra cultura, o en la parte superior de nuestras jerarquías, tenga el mismo derecho a ejercer sus talentos individuales y a cumplir sus ambiciones individuales” (MG, p. 81) “Si alguien quiere gritar ‘¡maricón!’, a mí, como hombre gay, no me importa” (SF, p. 40).
“Cuando decimos que queremos más mujeres en el poder o más voces de personas racializadas en el discurso predominante, o en los planes de estudio, o dirigiendo películas… Todo esto no se dice, por lo menos por mi parte, porque esté interesada en una especie de equidad tosca, sino porque hay muchas personas que tradicionalmente no han tenido la oportunidad de realizarse como individuos” (MG, p. 81). Las sociedades “tratan de organizar un sistema por el cual la mayoría de gente del sistema pueda estar bien y, después, constituir protecciones para las minorías. De modo que combinar eso con la raza no es aceptable. Es una especie de prestidigitación tóxica y es extraordinariamente peligroso” (JP, p. 49).
«Cuando me disparan sin ninguna otra razón que la de ser negro, cuando me etiquetan solo por el color de mi piel, estoy viviendo en una cultura que se niega a verme como un gran individuo” (MED, p. 87). “Algunas personas tienen unas ventajas que otras no tienen. Pues sí, obviamente. Y si dividimos a alguien en la multitud de categorías en las que se puede dividir, lo que encontraremos será que en algunas de esas dimensiones le va mejor que a otra gente, a veces por cuestiones más bien arbitrarias, y que en otras dimensiones estará peor que los demás” (JP, p. 49).
“El concepto de identidad de grupo no empezó con ellos [las personas racializadas y otras minorías]. Cuando tienes el poder, no tienes que anunciar quién eres. Muchos hermanos y hermanas blancos no se ven a sí mismos como una entre muchas etnias o grupos. Se ven a sí mismos así: ‘Yo solo soy estadounidense, soy canadiense, ¿no podéis trascender las identidades colectivas tan limitadas?’” (MED, p. 91). “Eso es lo que tiene la izquierda tóxica: todo se relaciona con la identidad de grupo. Vayamos más lejos: ‘Vale, bueno, por mi color de piel soy relativamente privilegiado desde una perspectiva histórica’ ¿Y qué? ¿Van a hacer que todo el mundo pague ahora por una desigualdad histórica basándose en su raza?” (JP, p. 50).
“No hay nada pernicioso en el hecho de que la gente se agrupe según su identidad común para intentar rectificar la discriminación y la exclusión. Eso es lo mejor de nuestra democracia. Ahí está la definición de progreso” (MG, p. 96). “Cuando se habla de poder, me estremezco, en parte porque un sector de la doctrina posmoderna, especialmente en su alianza con el neomarxismo —la alianza más rara del mundo, en mi opinión—, afirma que esto es una cuestión de poder. No me lo creo. Pienso que las jerarquías solo son una cuestión de poder cuando se han transformado en tiranías, y no creo que las jerarquías fundamentales que caracterizan a Occidente sean tiránicas” (JP, pp. 51-52).
“El rabino Abraham Joshua Heschel, uno de los principales teólogos judíos del siglo XX, dijo que no todo el mundo es culpable, pero todo el mundo es responsable. Hay una diferencia” (MED, pp. 90-100). “Tiene que pasarte algo raro para que estés en contra de la igualdad de oportunidades […]

En cuanto a la igualdad de resultados, bueno…” (JP, p. 53).

“Alguien se ha beneficiado de tener personas a su servicio durante trescientos años y piensa que lo ha hecho todo solo […]. De pronto, les dan la libertad y les dicen: ‘Ahora sois individuos’” (MED, p. 100). “No creo que la discusión sobre la corrección política sea política. Es tanto teológica como filosófica, pero siempre se presenta —o a menudo se presenta— en términos politizados, en buena medida porque, si estás influido por la ideología colectivista izquierdista, ese es el único terreno de juego. Todo son jerarquías atacándose unas a otras, peleándose por el poder” (JP, p. 54).
“El privilegio de los blancos no se rige por cantidades cuantificables; se trata del grado hasta el que estemos dispuestos a lidiar, como sociedad, con las ideas de libertad, justicia e igualdad en las que esta se cimenta” (MED, p. 106). “El tema de la libertad de expresión es muy interesante porque en la izquierda radical no hay debate sobre ella. No se puede tener un debate sobre ella. No se puede tener un debate sobre la libertad de expresión desde esa posición ideológica, porque tal cosa no existe. Lo único que hay es gente maniobrando para lograr el poder dentro de sus respectivos grupos, afirmando cosas que los benefician. Ese es el axioma básico del sistema interpretativo” (JP, p. 54).
“Hoy en día todos vivimos en una especie de panóptico de código abierto, lo que hace que nos preocupemos porque cualquier cosa que digamos pueda ser aprovechada para difamarnos” (MG, p. 126). “De modo que la razón por la que la libertad de expresión se ha politizado es que, si se adopta un punto de vista colectivista, se convierte en un dogma anticuado, en una fantasía. Uno puede pensar que habla con libertad, pero no: solo expresa su privilegio” (JP, pp. 54-55).
“Las incesantes amenazas de muerte que recibo simplemente por intentar decir lo que pienso… No son cosa de una sociedad políticamente correcta, abierta de mente y que esté algo consternada por mi capacidad de habla” (MED, p. 133). “El discurso colectivista que yo considero políticamente correcto es un extraño pastiche de posmodernismo y neomarxismo, y su afirmación fundamental es que, en esencia, no eres un individuo, sino miembro de un grupo. Ese grupo puede ser tu etnia, puede ser tu sexo, puede ser tu raza, puede ser cualquiera del número infinito de otros grupos posibles a los que perteneces, porque perteneces a muchos. Y, en esencia, tienes que estar clasificado junto con los que son como tú en ese aspecto dentro de ese grupo; esa es la primera premisa” (JP, p. 68).
“Una gran parte del debate sobre la corrección política, una gran parte de la repulsa hacia la corrección política es que la gente dice: ‘Respetad mis sentimientos’. Y, hasta cierto punto, podemos adaptarnos a los sentimientos de todo el mundo” (MG, p. 138). “Se contempla la propia historia como la mera consecuencia de las maniobras de poder entre diferentes grupos. Eso elimina toda consideración del individuo como tal a un nivel fundamental y también cualquier idea de libertad de expresión” (JP, p. 69).
“No ha habido corrección política mientras los hombres blancos heterosexuales han estado en el poder. No se decía: ‘Vamos a hacer bien las cosas’; pero cuando la gente que ya no ejerce el poder absoluto sigue teniendo el poder mayoritario, entonces surge la discusión” (MG, p. 148). “Mi mayor objeción a la corrección política no es que combina muchas de las cosas que he despreciado y a las que me he opuesto toda la vida: los sermones (con todo respeto), la devoción, la arrogancia, la caza de herejes, las acusaciones, las deshonras, las afirmaciones sin pruebas, las denuncias, la inquisición, la censura…

Mi verdadera objeción es que no creo que funcione” (SF, p. 79).

«El actor y activista amerindio Rusell Means, que fue amigo mío hacia el final y fundó el Movimiento Indio Estadounidense, dijo: ‘Por Dios, llamadme indio, Lakota siux o Russell. No me importa cómo me llaméis, lo que importa es cómo se nos trata’” (SF, p. 89).
“La idea de los derechos colectivos es extraordinariamente problemática, porque la otra cara de la moneda de los derechos individuales son las responsabilidades individuales. A un individuo se le puede responsabilizar y puede hacerse responsable, y por eso, en parte, tenemos derechos.

Sin embargo, los grupos… ¿Cómo puede exigirse a un grupo que se responsabilice de algo?” (JP, p. 94).

“Ya vimos lo que pasó en el siglo XX muchísimas veces cuando la idea de la culpa colectiva consiguió meter un pie en los gobiernos y en los sistemas judiciales. Fue absolutamente catastrófico” (JP, p. 95).
“Hay ciertas ideas en el pensamiento de los izquierdistas radicales que llevaron a las catástrofes del siglo XX, y eran ideas, no acciones violentas. Es muy obvio decir que uno está en contra de la violencia; es como estar en contra de la pobreza. Hablando en general, las personas decentes están en contra de la violencia y la pobreza. Pero eso no es tratar el problema en absoluto” (JP, p. 107).
“Pienso que la gente mirará este debate y se preguntará por qué no se habló de corrección política […]

“No he oído que Michelle o el profesor Dyson definieran qué es la corrección política para ellos. Lo que han dicho, básicamente, es: ‘El progreso, desde nuestro punto de vista, es el progreso’. Bueno, pues estoy de acuerdo. Eso es. ¡Muy bien por el progreso!” (SF, p. 118).

“Todo el mundo que ocupa una posición en las jerarquías es un tirano o va a convertirse en uno. Eso es, fundamentalmente, lo que afirmaba alguien como Foucault. Y constituye una parte integral de esta catástrofe ideológica que es la corrección política” (JP, p. 136).
“Cualquiera con un poco de juicio entiende que, incluso si eres egoísta, te irá mejor si te permites acceder a los múltiples talentos que hay por todo el mundo, y que discriminarlos por razones arbitrarias que no están relacionadas con sus competencias es aberrante” (JP, p. 136).
Stefan Fry está en contra de la corrección política entendida como “una especie de control del lenguaje, de eliminación de ciertas expresiones, o introducción de otras, lo que se vive a diario en los departamentos de recursos humanos de las empresas y esas cosas. Así que me ha decepcionado un poco que [el debate] se haya convertido, simplemente, en un debate sobre raza, género y demás” (SF, p. 144).

 

Valoración crítica

Quizá el mejor resumen del libro sean estas palabras de Stephen Fry: “Pienso que la gente mirará este debate y se preguntará por qué no se habló de corrección política […] No he oído que Michelle o el profesor Dyson definieran qué es la corrección política para ellos. Lo que han dicho, básicamente, es: ‘El progreso, desde nuestro punto de vista, es el progreso’” (SF, p. 118).

A pesar de todo, el formato de los Debates Munk es novedoso e incita a aportar puntos de vista que de otro modo sería difícil que surgieran. Jordan Peterson sobresale como el pensador más sólido. Sorprende hasta cierto punto al leer el libro la vehemencia de Michael Eric Dyson, y en menor medida de Michelle Goldberg, contra el psicólogo canadiense.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.