Roberto Saumells

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Aspectos deficientes de la ciencia actual

En una Historia de la Música publicada por una entidad de tanto prestigio ^ ^ como el Conservatorio de París, a fines del siglo pasado, podía leerse: Juan Sebastián Bach: músico alemán del siglo XVIII autor del acompañamiento sobre el cual Gounod compuso una célebre melodía (el Ave María). Se trata en este caso de un ejemplo extremo, increíble de abismo entre la inmensidad de una obra genial y la mínima repercusión de la misma en un ulterior contexto cultural. Es cosa sabida que la obra de Bach tardó en alcanzar el reconocimiento universal de su grandeza. Aparte de este caso hay que reconocer que persiste y persistirá en un numeroso sector del público una cultura musical que vendría a cifrarse en estas ecuaciones: Beethoven = Claro de luna; Sibelius = Vals triste; Ravel = Bolero; Chaicovski = Cascanueces, etc., ecuación esta última mencionada, que causaba irritación al gran maestro ruso. Valga esta sumaria referencia para poner de relieve que lo que en el caso de la cultura musical nos parece una degradación que desciende hasta el nivel del ridículo es en cambio en el dominio de la cultura científica y en la misma historia de la ciencia, lo aceptado, lo enseñado, lo publicado. Consúltese una historia de la ciencia que se considere suficientemente documentada y se comprobará que lo que —salvo alguna referencia biográfica—, se dice de la aportación científica de, por ejemplo, Kepler, quien firmaba siempre sus escritos «J. Kepler. Mathematicus», puede escribirse en una tarjeta postal: sus tres leyes y alguna mención de su óptica. Las obras completas de Kepler llenan dieciséis volúmenes «in folio». Y aquí hay que añadir sin rodeos ni disculpas que de todo lo que ha escrito el genial germánico, lo único que viene a resultarle interesante a lo que hoy llamamos «Ciencia», lo único que cabe dentro de este estrecho marco es esto mencionado que se escribe en cuatro líneas. Pero, en realidad, ni siquiera está limitadísima aceptación viene teóricamente argumentada puesto que no se hace referencia alguna al horizonte en el que Joahnnes Kepler, Mathematicus, tuvo necesariamente que situarse para justificar sin desánimo los veinte años de meditación que dedicó al decisivo hallazgo de sus leyes. «Jamás una fama ha pasado más injustamente de un autor a otro —dice Hegel— que la fama que ha pasado de Kepler a Newton.» Observaciones análogas pueden hacerse con respecto a las célebres leyes de Mendel que los estudiantes aprenden ahora desde su EGB. Interesantes son estas leyes, pero si tuvieron ellas que esperar hasta Mendel para aparecer en el horizonte de la Biología, parece ser cosa de importancia el averiguar qué es lo que orientó al monje agustino hacia esta original búsqueda y hallazgo. El mismo Mendel, en la introducción a su escrito «Versuche über Pflanzen-Hybriden» cita «las cuidadosas observaciones de Kölreuter, Gärtner Herbert, Lecocq, Wichura y otros que con incansable constancia han dedicado buena parte de su vida a estos temas». «Si sus trabajos no han tenido éxito —añade—, si no han conducido a...

Las ciencias y las creencias

Entre las muchas cosas que dijo un biólogo alemán casi contemporáneo, Ernesto Haeckel (murió en 1919), hay una afirmación que le ha hecho célebre: la ontogenia, es decir, el desarrollo de cada individuo desde una originaria célula hasta su culminación en un organismo acabado, es una recapitulación de la filogenia, es decir, del proceso de milenios y milenios de la evolución tal como es explicada por Darwin. Pongámoslo en el caso que más de cerca nos afecta: el organismo de cada uno de nosotros durante el tiempo de gestación en el seno materno, ha ido rápidamente recorriendo más o menos resumidamente, uno tras otro, toda la escala de seres vivientes que la Teoría de la Evolución describe como extendida sobre tiempos cósmicos. ¿Por qué ocurrirá que una tesis tan audaz como poco o nada argumentada se nos presente como algo tan verosímil? ¿Qué ocultas resonancias la acompañan que seducen nuestro asentimiento? Desde luego que a nadie se le ocurriría argumentar el proceso de la propia gestación mediante los recursos teóricos del darwinismo como la acumulación de pequeñas variaciones somáticas, la lucha por la supervivencia de los más aptos, etc. Mirada desde este punto de vista, la afirmación de Haeckel sobre la generación del individuo vivo parece una tesis descabellada. Nuestra momentánea y casi instintiva aceptación —sea o no sea ésta cientificamente fundada— viene a corroborar una experiencia personal más íntima, más profunda: la propia vida del espíritu se escinde también en dos etapas: la una es de un esforzado y largo aprendizaje, y la otra, de una posesión luminosa, ágil y placentera del resultado mismo de este aprendizaje. Hay una grabación de una sinfonia de Mozart contenida en dos discos y dirigida por Bruno Walter al frente de una orquesta deliberadamente mediocre; las tres caras de los discos registran los ensayos y la cuarta cara ofrece la audición resultante. He aquí una forma personal de aprehender una forma particular del tránsito desde la filogenia a la ontogenia: en el largo ensayo pueden escucharse las atinadísimas observaciones de Bruno Walters, las reiteradas correcciones, las repeticiones, los retrocesos, es decir, las fases del trabajoso, duradero e interesantísimo aprendizaje por parte de una orquesta que opone sus resistencías al inspirado propósito de la obra. He aqui la filogenia, el largo proceso evolutivo. Al final, en la cuarta cara a parece la sinfonía liberada de todas estas vacilaciones, espontánea, fluida como una transparente cascada: la ontogenia. La intima experiencia personal de cada uno registra multitud de trances que obedecen a análogos esquemas por variados y diversos que sean los objetivos a alcanzar. Es muy importante el señalar que cada una de estas etapas tiene su propio interés; demanda la aportación de aptitudes adecuadas. Es más, cada etapa tiene un propio y autónomo estatuto, una sustantiva independencia, una manera propia de ser comprendida. Quizá podría resultar de algún interés el transponer estas breves observaciones sobre los modos de evolución de la ciencia para así intentar comprender en qué puede consistir el espíritu que anima algunas de sus...