Luis Marañón

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Recuerdo de una vida plena

Cuando uno se adentra en la obra de un maestro, y Miguel Delibes lo es de muchos de nosotros, lo suele hacer a pasos quedos, es decir, con modestia y respeto. También con el aliento contenido. De esta forma —una sana actitud, una abierta predisposición de ánimo— se aprenden muchas cosas del oficio y se enjuicia con más objetividad y más distanciamiento la lectura que se acomete. En puridad, lo que uno hace es escuchar, como decía Witold Gomhrowiiz, a alguien que empieza a hablar de algo de manera diferente. En esto consiste la literatura, la buena literatura, como la de Delibes. La historia de Ana. el breve proceso vital hasta sus últimos latidos, aparece escrita con temblor, con enorme temblor humano, y en ella el autor hace un recuento emocionado de su experiencia personal más profunda, tremenda e íntima: asistir a la muerte de Angeles Castro, su mujer. Es una narración delicadísima y fresca, presentada magistralmente. Lo de menos es la trama o urdimbre empleada para presentar tan patéticos instantes. Aquí, en la «Señora de rojo», la sustancia se halla en comprobar cómo Miguel Delibes atiende personalmente —y describe— la llamada del destino: el equilibrio que lo sostenía desde que se casó —con Ana/Ángeles— se convierte en catástrofe y pérdida irreparable. Asistimos, pues, al desmoronamiento progresivo e implacable de su mujer, al mismo tiempo que a su propio derrumbe, apenas hoy aliviado. Inolvidable sonrisa Han tenido que transcurrir diez y seis años para que Miguel Delibes nos abriera en prosa su corazón de par en par. La suma del paso del tiempo y la digestión de los recuerdos compartidos han hecho posible este recuento en el que descuella con luz radiante el personaje central: Ana/Angeles, un ser sensible. lleno de vitalidad, simpatía, chispa, ganas de vivir, optimismo esencial. Ana/Ángeleses/era una mujer atractiva, de mirada limpia, menuda de cuerpo pero muy bien proporcionada, morena y de tez olivácea, siempre dispuesta a sonreír y relacionarse con alegría y naturalidad desbordante. Yo tuve la suerte de conocerla y, por eso, puedo hablar de ella con fundamento: son palabras, las mías, muy ciertas, que no hubiera podido decírselas a la cara. Por ello recurro a Goethe para perfilar el recuerdo de Ana/Angeles en trazos rotundos, definitivos: «Había perdido el hábito de vivir en las medias tintas para hacerlo resueltamente en la totalidad, la plenitud y la belleza». En mi opinión, así era Ángeles Castro de Delibes. La sentencia goethiana. sin embargo, no evita que ofrezca del autor/marido algunas claves descriptivas de la acusada personalidad de Ana/Ángeles: «A veces, bastaba su voz», «era la suya una fe simple, ceñida a la humano», «ella era equilibrada, distinta; exactamente el renuevo que mi sangre precisaba», «amaba el libro, pero el libro espontáneamente elegido», «sorprendía su posición, el calor de sus palabras», «descubría la belleza en las cosas más precarias y aparentemente inanes», «seguir el vuelo de su fantasía, sobrepasaba mi perspicacia», «narraba las cosas con ingenio», «de todo sacaba partido, lo animaba con tal magia que era imposible sustraerse...

Gentes y paisajes latinoamericanos

No se trata, a mi juicio, de que el pensamiento sea débil, como adoctrina Vattimo i. desde su cátedra de Torino, sino que está mal visto —no se lleva— ejercitar y desarrollar el pensamiento. En nuestro país parece que no hay lugar para los argumentos de peso elaborados con sosiego y la necesaria paz interior: sólo gustan las sensaciones fuertes en oferta y las emociones descontroladas y pintadas de colorines. El entorno social es algo así como un magma anónimo, liviano y volandero que huye de los grandes problemas y cuestiones. A la vida española del chándal y las adidas le falta espesor y consistencia. Sí bien son de encomiar muchos aspectos de la vitalidad actual de la sociedad española, se hace perceptible que el desprecio a lo raigal —los temas de fondea lleva aparejado el que, entre otras cosas, se elimine la lectura demorada y exigidora. Esa alocada carrera hacia el tener —en lugar de hacia el ser— que es el existir de hoy parece limitarse a un neurótico apretar el mando a distancia del televisor. Y el resultado está a la vista de todos: unos seres homogeneizados y conformistas —nueva versión de los pancistas de antaño, tan censurados no sin razón— que aceptan en sus digestiones señalizadas los cánones de la vulgaridad y los tópicos fáciles que imponen tan machacona como agresivamente ios chamanes de los medios audiovisuales, y sin tener en cuenta en ningún momento el medio y largo plazo, Y como telón de fondo del frágil pacto social, un poder político que utiliza todos los recursos a su alcance para mantener narcotizada a la sociedad a fin de controlarla de manera hegemónica y a perpetuidad por medio de subvenciones y subsidios, creándose así una relación perversa de vasallaje en lugar de ciudadanía. El valor del escritor Hay que tener mucho valor —y no menos salud— para rechazar el dictado del mensaje uniforme y acrítico. Al cabo, abandono la tentación de la inercia comunitaria y me arriesgo a hablar de literatura, exigiendo para ello la colaboración del lector reposado e inquieto, esa flor rara del paisaje español casi siempre zarandeada por vientos cuajados de imágenes vanas e inocuas, modas ridículas, modos impresentables y modelos de nuevo rico. Una voz pesimista del corazón europeo —la de Botho Strauss— resonó hace poco con las palabras siguientes: «El escritor es la voz débil en la caverna bajo el estruendo. Un quedo, eterno estar impasible, el susurro del recuerdo». Ciertamente, las estridencias continuas y los chanchullos esperpénticos al uso de este final de siglo hay que pararlos con los silencios del alma, tan lejana de la vanidad exhibicionista como del éxito inmediato. El empeño se me aparece harto complicado pero no imposible. Aun siendo consciente de que nado a contracorriente —contamos con 11 millones de analfabetos funcionales y con unas tiradas de periódicos y libros propios de país subdesarrollado—T resulta obligado el intentarlo; el escritor es nadador de fondo y está habituado a arar en el mar. Entre la soledad y el silencio El escritor, sea...

El libro, cosa de todos

¿Hacia una sociedad más torpe e ignorante? ¡Esos libros son vida, señores, son vida! Witold Gombrowicz-Ferdydurke Parece ser que la Feria del Libro de Madrid se cerró con una nueva marca de ejemplares vendidos que sorprendió a todos, incluso a los turistas extranjeros. Es una buena noticia para la cultura española. Ahora viene lo difícil: que el rumbo iniciado se mantenga y, de ser posible, se incremente en el tiempo. Si cuestionamos su duración es porque las encuestas realizadas últimamente sobre el hábito de lectura de los españoles ofrecen un panorama desolador. Con motivo del Liber 94 se apuntó que la media nacional de consumo de libros al año es de... ¡3,3 ejemplares! Produce sonrojo tal cifra. A mayores, en el Informe sobre la sociedad española 19931994, dirigido por el profesor Amando de Miguel, se señala la pertinacia de la sequía lectora: el 28% de los hogares no compró un libro en 1992 y el 13% adquirió más de 20 libros. Dicho informe vino en señalar, además, que existe una gran confusión en nuestra sociedad por cuanto que se mezcla la cultura con entretenimiento y la comunicación con diversión. Y añadía que en el año 9091 el gasto en libros fue de 627 pts.año y el dispendio en bares y revistas sumó las 8.130 pts.año. ¡Aviados estamos con una realidad tan tozuda! Por otra parte, los editores catalanes Beatriz Moura y Antonio López levantaban su voz, en diciembre de 1992, contra la enorme profusión editorial de las instituciones públicas estatales, autonómicas y locales, produciendo alegremente libros inservibles e inalcanzables en escandalosa competencia desleal con el sector editorial y a costa de los contribuyentes. Y aportaban datos concretos: el 25% de la producción editorial de España 8.000 títulos se asigna a este concepto. De añadidura, facilitaban una serie de tendencias perversas, alertando así de lo que, realmente, está sucediendo: el número de lectores se estanca; las librerías de fondo desaparecen; los editores bajan sus producciones; los costes de producción se elevan, como también suben los precios de venta de los libros. El panorama, pues, se presenta complicado. Inmersos como estamos en una "imaginitis aguda" hinchazón visual y mental que deteriora impunemente la sensibilidad y paraliza el latido del corazón no es de extrañar que todas estas cosas ocurran. También que los espectaculares resultados de la Feria del Libro de Madrid sean más bien un efecto no pretendido de la brujería al uso de las tribus urbanas. Los rasgos de éstas podrían perfilarse así: coleccionistas de pins y otras nimiedades; se realizan intelectualmente mediante las técnicas del Karaoke; y subliman, es un decir, su peculiar realidad en la ruta del bacalao, cuajada de alcohol, velocidad, espasmódicos bailongos y palabrería vana. Tengo para mí que una sociedad sin lectores se coloca al borde de la nada, que es una enfermedad grave y casi incurable. A estas alturas del siglo me pregunto: ¿es posible que la sociedad española haya tomado partido por la ignorancia? Lógicamente, la percepción del escritor en esas cuestiones es crítica y un pellizco pesimista, puesto que...

America latina despues del TLC y con estados unidos al fondo

La historia es una llama imperecedera, y las llamas queman. - Anthony Burgess Después de ingentes cabildeos partidistas, en Estados Unidos acabaron imponiéndose el interés general y la racionalidad económico-social a un coste político razonable: el Tratado de Libre Comercio N.A.F.T.A. en versión inglesa fue aprobado el 17 de noviembre de 1993 por el Congreso norteamericano, mediante el cómputo de 234 votos a favor y 200 en contra (de estos últimos, 156 procedentes del partido demócrata). Tras su ratificación por el Senado y la firma presidencial, estampada el 8 de diciembre, el T.L.C. ha entrado en vigor el 1 de enero de 1994. La creación del área más grande de libre comercio del mundo entre los países signatarios Canadá, Estados Unidos y México entraña el desarrollo y la aplicación de las diversas clausulas y los acuerdos complementarios como medio ambiente y mercado de trabajo a lo largo de quince años. Evidentemente, la puesta en marcha del T.L.C. significa mucho para México con elecciones presidenciales en otoño de 1994 pero también para el conjunto de naciones latinoamericanas. En mayor o menor medida, el Tratado afectará económica y políticamente a América Latina como apuesta y desafío de un futuro prometedor y estable, puesto que hace posible una corriente inversora y un flujo comercial diversificado como jamás se había soñado. El T.L.C. me mueve a hacer una serie de reflexiones. Convocar el optimismo No hace mucho tiempo que un tipo altiricón y barbudo de la banda oriental escribió una frase que destilaba un pesimismo estremecedor: América Latina es un archipiélago de patrias bobas, organizadas para el desvinculo y entrenadas para desamarse. Y me pregunto ¿corresponde tan sombría sentencia con la realidad latinoamericana actual?; ¿comparten ese fatalismo los latinoamericanos?; ¿es que ya no quedan voces para infundir aliento y esperanza?; ¿acaso no puede restallar un grito que convoque al trabajo y a la ilusión?. Aceptando los riesgos de las oportunas respuestas a tan apesadumbrado diagnóstico mi palabra intentará desterrar a los abatidos y, también, alimentar encandilamientos más o menos inmediatos. A mi juicio, América Latina merece un mejor trato, una mayor comprensión de sus problemas y avatares, tanto en España como en otros países del mundo occidental, incluidos los que conforman la titubeante Unión Europea. Es claro que en el curso de los últimos años el continente latinoamericano -esa "realidad inverosímil", como la definió el guatemalteco Cardoza- ha avanzado significativamente en el terreno político: el Estado de Derecho, la democracia, se ha constituido como marco normal de convivencia; y sólo quedan Haití y una dictadura patrimonial, que hace aguas y padece crecientes racionamientos la Cuba castrista; por su parte, Perú transita como puede la "etapa Fujimori" con ciertos visos de mejora económica y México se halla metido de hoz y coz en pleno reformismo político y económico. Es verdad que, en el contexto de unas escasas vertebración y cohesión sociales y de unas expectativas socioeconómicas reiteradamente defraudadas, América Latina tiene que terminar por digerir las dos crisis económicas mundiales casi sucesivas que originaron la caída vertiginosa de los precios de...

Meditaciones de xochimilco

El México de la Independencia y la Revolución encara el futuro con esperanza, lleno de ilusiones, camino de la prosperidad. Una generación nueva que busca la razón de su mestizaje racial y cultural con el propósito de asumir lo bueno de unos y de otros, olvidando los viejos prejuicios. A la memoria de Rafael Calvo Serer Preámbulo inevitable Conforme lo trajinera se desliza por las espejeantes aguas de los infinitos canales el viajero se dedica a desgranar y a perfilar los matices de su recorrido mexicano, tan reciente como impactante. Piensa para sus adentros que una demorada navegación por los jardines de Xochimilco, tan coloristas como familiares, puedan contribuir a sedimentar lo visto y escuchado a lo largo y ancho del iluminador viaje por las tierras altas y sureñas de México. Teniendo por telón de fondo el tupido follaje que se levanta apretado en las xinampas la mente del viajero va aclarando conceptos y perspectivas, al tiempo que repasa las situaciones vividas. Una suave brisa del norte se hace presente mientras el piloto de la trajinera adentra la navecilla por los canales más apartados. El silencio es vegetal y fecundo, y sólo se ve interrumpido, muy de vez en cuando, por los distantes ecos de un mariachi o de una marimba. El agua siempre quieta y acogedora. Provoca el viajero un desvío de ruta para aposentar la embarcación en un inmenso plantón de nenúfares. Nada se mueve y nada le distrae, en el sosiego de la media tarde. Pronto se apercibe el viajero de que el rosario de meditaciones surge pegado a la realidad y sin prisas, pero, también, sin pausas. No hay lugar para las metáforas ni es tiempo de echar en cara antañones prejuicios y resabios. La realidad se le presenta al viajero desnuda y de cuerpo entero, y piensa que México y los mexicanos viven un momento histórico trascendental pues afecta a lo políticoinstitucional y a lo económicosocial. Confía el viajero en que la vitalidad mexicana afronte la encrucijada con su valentía tradicional y con la mirada puesta en el futuro: un desaforado e incompleto "culto a la historia pasada" no suele ser buen consejero a la hora de analizar los problemas reales y de proyectar las soluciones más adecuadas. La realidad del México de hoy es compleja, acumulativa y exigidora en imaginación, coraje y acciones perseverantes. Una fiesta tradicional de las comunidades indígenas del Valle de Oaxaca es la "Gualaguetza". En la majestuosa ciudad de Oaxaca, fundada en 1522 como Antequera por Pizarra y otros conquistadores enviados por Cortés, se celebra este acontecimiento festivo en el que quince comunidades del bellísimo Valle se reúnen para bailar las danzas típicas de sus respectivos pueblos. Es un encuentro cargado de esencialidad y colorido, en el que prima la generosidad, la entrega de ofrendas. Las palabras del viajero quieren sumarse, por tanto, a esta festividad, aspiran a ser una "guelaguetza" escrita desde la otra orilla. Momentos antes de abandonar la silenciosa embarcación por la espesura de los jardines de Xochimilco ve el viajero gatear...
Nueva Revista

Esa imparable norteamericanización

En España sa ha institudo de sopetón el reino de la imagen o la cultura del anuncio, sin la más ligera crítica a los modismos "made in USA", lo que viene a ser la manera más comoda -y tajantemente desnortada- de sentirnos europeos. Y esto es así porque la cultura europea, inserta en el mínimo esfuerza, se ha instalado en una "pseudocultura mediática" , tan cara en los Estados Unidos de América.

Un hombre con atributos

Este hombre austríaco, nacido en 1880, se puede considerar como un pesimista nato, si bien de una gran lucidez. Amaba la noche porque, en su opinión, carece de enigmas y porque uno se hace compañía a sí mismo. Este hombre decía que el ser humano es cosa bien precaria porque edifica su vida en el vacío. El trauma de la gran guerra (1914-1918) le había afectado de manera definitiva. Él afirmaba que "los cinco años de esclavitud de la guerra me han arrebatado la mejor parte de mi vida". Este hombre poseía el instinto de distinguir entre el moralista y el ético, pues no en balde contaba con una sólida formación: el Instituto Politécnico, después completa sus estudios filosóficos y, por fin, se convierte en ingeniero, como su padre. Ferviente antimilitarista, a este hombre solo le interesaba el contexto de sus pensamientos y sentimientos. Y decía: "el dolor espiritual es como una herida en el corazón". En sus demorados paseos por las orillas del Prater padecía su inseguridad nerviosa y sentía miedo del miedo. Pero cuando se ponía a escribir este hombre lo hacía con una tremenda frialdad e indiferencia. Sobre todo con una enorme lucidez, tanto respecto a lo individual como a lo colectivo. Veía el riesgo que implicaba el que una sociedad, la suya, se adentrara en la soberanía absoluta de la rutina y en la masificación indolente frente a cualquier cuestión moral. Este hombre se consideraba, en cuanto individuo, un revolucionario y, en política, un evolucionista. Pero rara vez este hombre se introducía por el sendero del optimismo, puesto que tenía como máxima una frase estremecedora: todo ser humano es el cementerio de sus propios pensamientos. Y llegó a manifestar que "en las culturas decadentes, la autenticidad se torna superflua, inconveniente y perjudicial". Este hombre era un obseso del trabajo bien hecho, por considerar que forma parte de la necesaria armonía. De ahí que sus textos novelescos no expliquen, sino impliquen. Y el primero de sus deberes era "su" literatura; solo ponía energía en lo que elegía, con un rabioso deseo de claridad expresiva. De temperamento linfático y melancólico, este hombre taciturno se empeñó en ser escritor, alejándose de la psicología freudiana, con unos criterios disciplinados y estrictos, pero sin pluma fácil y rápida. Algunos lo han comparado con Proust. Escribía con pasión y dejó de ser bibliotecario e ingeniero a las primeras de cambio. Algo indeciso, y sabiendo que su formación intelectual tenía determinadas lagunas, escribió diez manuscritos de las doscientas primeras páginas de su gran obra. Obstinado, enérgico y poco accesible, como su abuelo paterno, este hombre consideraba la literatura como una interpretación de la vida, el combate por una naturaleza moral más elevada de la que iba encontrando a su paso. Y se proclamaba un furioso anti-Thomas Mann, del que no comprendía su éxito y a quien odiaba. Jamás creyó en el progreso, sino en la ascensión. Tal vez por ello varias editoriales le devolvieron su primera novela corta. Quizá también porque ocultaba la cabeza...