Alberto de la Hera

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La gestion de los teatros

Desde hace años, la terminología habitualmente utilizada para designar las diferentes clases de teatros que funcionan en Madrid y en toda España se ha hecho tan confusa, que resulta difícil distinguirlos y clasificarlos en razón de algunos de los caracteres que los distinguen. Basta ver una buena cartelera teatral, en los diarios de ordinaria lectura por los buenos aficionados, para encontrar cuando menos los siguientes grupos de teatros: comerciales, nacionales, municipales y de la Comunidad de Madrid. A los que hay que añadir, según los momentos y ocasiones, los numerosos y variopintos Festivales, los espectáculos infantiles, y las Salas alternativas, que acogen al hoy denominado precisamente teatro alternativo o de nuevas tendencias escénicas, que en otros tiempos ha sido conocido como teatro vocacional, libre, experimental, estable, independiente, y otra serie de denominaciones más o menos underground. Si tan rica variedad de titulaciones respondiese a una paralela riqueza del teatro, bien venida fuera; pero, desgraciadamente, en esta hora del teatro en Madrid y en España, detrás de la abundancia de los calificativos se esconde la pobreza, casi vergonzante, del sustantivo. En Madrid, en efecto, se han cerrado en pocos años muchos teatros; el público teatral ha descendido a sus hasta ahora menores niveles; el paro entre actrices y actores los está expulsando del quehacer teatral camino del cine, la televisión, los recitales, los anuncios comerciales, el doblaje, o simplemente su casa, desde donde tratan de iniciar otro género de vida al margen por completo de la escena. Y no digamos los autores: algunos de los mejores han dejado de escribir, mientras que los demás, sencillamente, no estrenan. Todo lo cual puede tener que ver con la competencia de los medios de comunicación que acabamos de citar, pues la oferta ha crecido tanto que el potencial espectador tiene muchas soluciones para sus horas de ocio. Pero también crece el número de espectadores, se mueve mucha más gente, Madrid posee una enorme población flotante que justamente quiere encontrar en la capital aquello de que carece en su lugar de residencia, desde los mejores museos a los mejores teatros. Y, en último término, el teatro como espectáculo posee unos valores propios, que le han mantenido y le deben mantener en un lugar insustituible del panorama cultural universal. Sólo que, al paso que vamos, la desastrosa gestión oficial del teatro nos ha de conducir a catalogarlo entre los espectáculos de temporada, que se ofrecen en Madrid durante un breve y determinado período del año, tal y como sucede con la ópera. Se puede hacer, pero si se piensa en las ciudades de Europa, capitales de provincia o de Estado, pero en todo caso sedes culturales, que tienen durante todo el año ópera y teatro, y público para ambos, no deberá Madrid atreverse de nuevo a presumir de ser la capital de la cultura, ni de hecho ni de derecho. Hemos hablado de la desastrosa gestión oficial porque, en efecto, hoy todo el teatro depende de la gestión oficial. Y no por casualidad, sino porque a ello nos ha conducido...