Cesta
Tu cesta está vacía, pero puedes añadir alguna de nuestras revistas o suscripciones.
Ver productosLos psicólogos alaban el enfoque de la producción de Netflix, que aborda problemas como el impacto de las redes sociales en nuestros adolescentes, el acoso escolar y la masculinidad tóxica
31 de marzo de 2025 - 7min.
Avance
Esta vez no hizo falta ninguna campaña de promoción omnipresente, ni llevarse a los periodistas a alguna localización exótica. Con Adolescencia, la serie más vista de Netflix en los últimos tiempos, ha funcionado el viejo boca a boca, un método imbatible cuando la mercancía es buena. Más allá del fenómeno comercial y del alarde técnico de haber grabado sus cuatro capítulos en sendos planos secuencia, lo interesante de esta miniserie británica es el fondo, los asuntos delicados que trata y lo atinada que es su propuesta. The Times asegura que es «perfecta» y The Guardian dice que es «lo más cercano a la perfección televisiva en décadas».
¿Son exageradas estas alabanzas? Siempre cabe esa posibilidad, pero en Nueva Revista hemos preferido averiguar qué dicen los psicólogos y expertos que ya se han pronunciado, para reflejar aquí lo más reseñable, sin entrar en otros debates más subjetivos.
Aestas alturas, casi todo el mundo conoce de qué va Adolescencia, aunque no esté de más recordarlo. La trama empieza, a primerísima hora de la mañana, de forma trepidante. Un comando policial irrumpe en una típica casa británica y detiene a un chico de 13 años, al que acusará del asesinato de una compañera de instituto. Mientras avanza la investigación, los padres y la hermana del muchacho viven esta pesadilla con la esperanza de despertarse en una realidad mejor, pero aquí lo importante no es el cómo ni el quién, como en las historias de crímenes más convencionales, sino el porqué. Los mecanismos automáticos de protección familiar dejan pronto paso a las primeras dudas de los padres: ¿es posible que hayamos criado a un criminal?, ¿en qué nos hemos equivocado?, ¿qué clase de cosas se pueden «aprender» en internet?…
Adolescencia, que también tiene estas lecturas y otras más profundas, entronca con lo que Jonathan Haidt califica como la «generación ansiosa». El politólogo estadounidense calificaba como «error catastrófico» que los padres sobreprotejan a niños y adolescentes en el mundo real y los desprotejan por completo en el virtual. El resultado es una generación «más ansiosa, depresiva, autolesiva y suicida». La niñez «basada en el teléfono» es uno de los orígenes de estos males, presentes como mínimo en todo el primer mundo.
La serie ha triunfado, en efecto, porque atañe a casi todas las familias. Es universal y a la vez plantea debates incómodos, que por lo general se barren debajo de la alfombra. La masculinidad tóxica, el acoso escolar, el peligro de las redes sociales y la fragilidad de los adolescentes son otros puntos clave que preferimos imaginar en las vidas de los otros.
A todo ello se suma la exhibición técnica de rodar los cuatro episodios del tirón, en cuatro planos secuencia, lo que requiere una milimétrica coreografía de todo el equipo. Aunque la idea no es nueva, añade indudables dificultades y aumenta de forma semiconsciente la admiración del espectador. Philip Barantini ya lo había hecho en Hierve, una historia que nació como un corto antes de conocer los formatos de película y serie de televisión, también con Stephen Graham como protagonista. En la miniserie, el intérprete ejerció además de guionista, cada vez más implicado en esta seminueva forma de lenguaje audiovisual.
La «fórmula Barantini» brillaba entre los fogones del restaurante donde transcurre Hierve, pero con Adolescencia da un paso más: servir a tiempo las comandas y superar el estrés que sufren los trabajadores de un gran restaurante da paso a cuestiones más trascendentes. También se mitiga un tanto el nerviosismo de la cámara, que causaba desasosiego en muchos espectadores; la dificultad no es menor, pero ahora el público no se distrae tanto con la forma y se concentra mejor en el fondo.
Camilla Nicholls, psicoterapeuta, ha escrito en The Independent un artículo en el que aborda diferentes problemas presentes en la serie. En el texto, alaba el trabajo de Stephen Graham como guionista, no solo como actor, ya que «reflexiona sabiamente» sobre el cambio ocurrido en nuestras sociedades. «Antes, si un padre quería proteger a sus hijos de ver contenido inapropiado en la televisión, estos podían ser “enviados a sus habitaciones” con la seguridad y certeza de que su acceso a las influencias sociales y culturales se vería inevitablemente limitado. Hoy en día, ocurre lo contrario». El propio autor y actor apunta: «Ahora, cuando los chicos y chicas se van a sus dormitorios, tienen el mundo al alcance de la mano. Criamos a nuestros hijos, pero hay influencias de las que no tenemos ni idea, que tienen profundos efectos en ellos… Todos somos responsables».
«En la serie hay infinidad de temas de interés para todos los que trabajan en el mundo psicoterapéutico», añade Camilla Nicholls. «No tiene menor importancia el tercer episodio, uno de los más impactantes. En él, Jamie es entrevistado por una asesora psiquiátrica independiente, interpretada con brillantez por Erin Doherty. Es difícil de ver». Sin entrar en detalles sobre el argumento, la psicóloga se siente muy unida al personaje ficticio: «Cuando termina, vemos a la psiquiatra marcharse cargada de sentimientos de ira, frustración, decepción y vergüenza. Creo que la mayoría de los terapeutas se identificarán profundamente con esta escena. Puede que no hayamos trabajado con asesinos infantiles, pero muchos de nosotros tenemos contacto habitual con inclinaciones homicidas de las que nuestros clientes desean ser aliviados durante el tratamiento. Al verla sentí náuseas, sudor y desesperación», confiesa Nicholls.
El doctor Justin Coulson, eminente psicólogo y uno de los expertos en educación más conocidos de Australia, con múltiples libros y apariciones en medios, publicó a su vez un análisis sobre la forma en que la serie revela las presiones que sufren los adolescentes, sobre todo los masculinos. En un artículo publicado en su página Happyfamilies.com.au, Coulson reconoce que la serie le ha obligado a reescribir uno de los capítulos del libro que está ultimando sobre cómo educar a los jóvenes de hoy.
«A pesar de vivir en un hogar con padres amorosos, recibir educación y ser un niño inteligente, Jamie tiene dificultades. Como tantos niños —literalmente, niños—, ha sido transformado metódicamente a través de un ecosistema tóxico que la mayoría de los padres no comprenden. Con tan solo 13 años, cuando debería estar descubriendo su mundo a través del juego y la amistad, Jamie intenta, en cambio, vivir a la altura de un estándar de masculinidad tóxico, propagado por las redes sociales. Las burlas que sufre por ser un incel —célibe involuntario— revelan cómo nuestros niños son presionados por referencias sexuales de los adultos, incluso antes de haber transitado la pubertad. ¡El pecado capital de Jamie es ser virgen a los 13 años!».
Coulson aplaude que la serie de Netflix se niegue a ofrecer falsas esperanzas. Nos deja inquietos, justo donde necesitamos estar. «Porque esta es la incómoda verdad: en este momento, miles de niños están encorvados sobre las pantallas, absorbiendo las mismas narrativas tóxicas que transformaron a Jamie de un adolescente confundido en un asesino. Se están radicalizando de forma gradual mientras nosotros atendemos las rutinas diarias, a menudo inconscientes de la transformación que ocurre bajo nuestros techos».
«A nuestros niños se les está robando la oportunidad de convertirse en hombres libres de estas concepciones destructivas de la masculinidad», añade el experto. «Sus infancias no transcurren con suavidad. Están siendo comprimidas y corrompidas por las influencias digitales, mientras que los adultos permanecen en gran medida ajenos al daño. Las empresas tecnológicas no intervienen. Los sistemas educativos están desbordados. El sistema judicial está mal equipado. Y nuestros niños siguen cayendo en grietas cada vez más profundas, emergiendo destrozados por estas presiones o destrozando a otros como respuesta».
Hay otros psicólogos que han comentado la serie y proporcionado contexto a diferentes artículos, aunque no de un modo tan completo. Rachael Sharman, psicóloga de Queensland, fue entrevistada para ABC News, donde comenta que Adolescence ofrece una oportunidad para que los padres exploren las perspectivas de sus hijos sobre temas como la masculinidad y las redes sociales. Sugiere que los adultos les pregunten por sus puntos de vista. Los adolescentes, naturalmente curiosos, forman opiniones basadas en influencias externas, como la subcultura «incel». Su análisis subraya la importancia de entender el mundo interno de los jóvenes para abordar comportamientos extremos.
«Su masculinidad se siente precaria, cuando apenas tiene edad para haber cambiado la voz, lo que desata una oleada de vergüenza, autodesprecio y, en última instancia, violencia. Jamie no nació con la violencia en las venas. Pero Jamie y muchísimos niños como él están siendo víctimas de un ecosistema en línea que se alimenta de su vulnerabilidad con una eficiencia depredadora».
Todo esto no ocurre «en los rincones más oscuros de internet», destaca Coulson. Sucede a plena vista del día, en su Instagram. Ni sus padres ni la Policía (todos adultos) tenían ni idea de que Katie lo había rechazado. Los adolescentes tienen su propio lenguaje. Cuando Katie lo humilla públicamente, su frágil identidad se derrumba por completo y su ansiedad estalla en una furia asesina».
En la imagen que encabeza este artículo podemos ver a los actores Owen Cooper y Stephen Graham en una escena de «Adolescencia». © Netflix.