La teoría del apego: ¿independencia o interdependencia?

La teoría del apego nos plantea esta paradoja: cuanto más segura es nuestra conexión con los demás, más autónomos somos.

Foto: Pixabay/ yufrigias (Iván Eduardo Frías Araujo)
Dania V. Andrade Urbina

Dania V. Andrade Urbina. Investigadora posdoctoral en el Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. Doctora en Psicología, Máster en Investigación en Ciencias Sociales (MICS) y graduada en Psicología por la misma universidad. Su investigación se centra en el estudio de las relaciones interpersonales, con un enfoque especial en las relaciones de pareja y el apego adulto.

Avance

En una sociedad que exalta la autonomía como la cúspide del desarrollo personal, la idea de depender de alguien más puede resultar incómoda. Escuchamos que ser fuertes significa no necesitar a nadie, que la dependencia es debilidad o que la autosuficiencia es sinónimo de madurez.

Pero, ¿y si no es así? ¿Y si, en realidad, la clave para ser más fuertes, más seguros y más autónomos reside precisamente en permitirnos depender uno del otro? La teoría del apego nos plantea esta paradoja: cuanto más segura es nuestra conexión con los demás, más autónomos somos. Es decir, la clave no está en evitar la dependencia, sino en construir relaciones de interdependencia seguras, donde el vínculo con el otro no nos encadena, sino que nos fortalece.

ArtÍculo

Los psicólogos John Bowlby y Mary Ainsworth fueron los pioneros en el estudio del apego y sus investigaciones han contribuido enormemente a nuestra comprensión actual de los vínculos afectivos. La idea fundamental de la teoría del apego es que este es un tipo de vinculación afectiva, profunda y duradera, que resulta vital para el desarrollo sano de toda persona. Bowlby señala que el apego responde a una necesidad innata e insustituible de vinculación o conexión significativa con una persona específica (a quien llamó figura de apego) y que el nivel de importancia de dicho vínculo es tal, que cualquier amenaza de posible ruptura es causante de un intenso estado de alarma y de una profunda angustia y dolor. Para Bowlby, la búsqueda de un vínculo afectivo con otro no era simplemente un mecanismo de supervivencia, sino una necesidad existencial y biológica fundamental. Establecer una conexión segura con una figura de apego es tan esencial para el bienestar humano como lo es la alimentación o el descanso. Sin estos vínculos, el ser humano experimenta una profunda angustia, similar a la que se genera por la falta de necesidades básicas como el hambre o la privación del sueño.

Tipos de apego

Sin embargo, aunque el apego como disposición innata a la búsqueda de vínculos significativos esté presente en todos, la forma o estilo que adopta varía según cómo sea la dinámica de la relación. Mary Ainsworth, a través de su experimento The Strange Situation, categoriza los distintos estilos en los que solemos vincularnos: seguro, ansioso y evitativo. Investigadores posteriores identificaron un cuarto estilo: el apego desorganizado.

A grandes rasgos, el primero se caracteriza por la confianza en la disponibilidad y respuesta de la figura de apego, lo que permite una exploración autónoma del mundo y el establecimiento de relaciones interpersonales saludables. Por otra parte, el apego ansioso se asocia con una búsqueda intensa de cercanía y un temor constante al rechazo o la pérdida, mientras que el apego evitativo implica una tendencia a minimizar la dependencia emocional y a evitar la cercanía o intimidad emocional. Asimismo, el apego desorganizado se caracteriza por comportamientos contradictorios y confusión en la interacción con la figura de apego, reflejando una falta de estrategia coherente para manejar la relación. Este estilo de apego ha sido asociado con experiencias de trauma complejo, ya que en algunos casos las figuras de apego pueden haber sido simultáneamente una fuente de seguridad y de miedo. Esto puede generar respuestas emocionales contradictorias y dificultades en la regulación afectiva, impactando la manera en que la persona establece y mantiene vínculos en la adultez.

Por supuesto, aunque los estilos de apego pueden marcar tendencias en la manera en que las personas buscamos y mantenemos la proximidad emocional con nuestras figuras de apego, no son estructuras rígidas ni inmutables. La investigación ha demostrado que los estilos de apego pueden modificarse a lo largo de la vida. Unos cambios que pueden ser promovidos, entre otros, por las nuevas experiencias, relaciones de apoyo o procesos terapéuticos.

Aunque el estilo de apego es personal, no podemos olvidar al «otro en cuestión» (la figura de apego). Cuando establecemos un vínculo de apego, este es un proceso relacional, en el que ambas partes se influyen. La figura de apego no es un ente pasivo, sino que también tiene un estilo de vinculación, expectativas y respuestas emocionales propias que favorecen o afectan la relación. De este modo, el tipo de apego que se desarrolla surge en la interacción entre la disposición de la persona a vincularse y la sensibilidad, disponibilidad y consistencia con que la figura de apego responde a esa necesidad.

De la cuna a la tumba

El apego se ha estudiado históricamente y sobre todo en el contexto de la infancia, enfocándose en el vínculo materno o paterno filial. Sin embargo, desde el inicio de la teoría del apego, Bowlby ya indicaba que el apego nos acompaña from the cradle to the grave (de la cuna a la tumba). Así, a lo largo del tiempo, el estudio del apego ha evolucionado más allá de las relaciones filiales para incluir otras dinámicas interpersonales.

Los investigadores Cindy Hazan y Philip Shaver ampliaron el alcance de la teoría del apego al ámbito de las relaciones de pareja, señalando que las dinámicas de las relaciones íntimas tienen una estructura similar a la de los vínculos de apego tempranos. La transición hacia la pareja como figura de apego ocurre progresivamente y está influenciada por la estabilidad emocional, la confianza y la reciprocidad en la relación. A medida que la relación se fortalece, la confianza mutua y la sintonía emocional facilitan que ambos empiecen a ser percibidos por el otro como figura de apego. En este proceso, la calidad del vínculo y la capacidad de ambos miembros para responder de manera sensible a las necesidades del otro juegan un papel fundamental. De esta forma, la pareja comienza a cumplir funciones clave del apego como la base segura y el refugio emocional. Este proceso no es automático ni universal, sino que depende de la calidad del vínculo y de la capacidad de ambos miembros para responder de manera sensible a las necesidades del otro.

En la infancia, la madre o el padre tienen el potencial de ser refugio y base segura para sus hijos. Esto también ocurre en el contexto de una relación de pareja, donde cada uno tiene el potencial de ser un refugio y base segura para el otro. Pero a diferencia de las relaciones materno o paternofiliales, que son asimétricas (el niño es quien presenta las necesidades de apego y el cuidador es quien responde a ellas), en las relaciones de pareja se da una simetría dinámica. Es decir, ambas personas cumplen simultáneamente el rol de persona apegada y de figura de apego, respondiendo a las necesidades del otro, al mismo tiempo que expresan sus propias necesidades de apego.

En este sentido, la relación de pareja no solo implica la búsqueda de seguridad y proximidad, sino también la capacidad de ofrecerlas. Esta característica es lo que diferencia este tipo de relación frente a otras formas de vinculación. En esta línea, la teoría del apego ha servido como marco para el estudio del amor desde el punto de vista de la psicología. Estudiar el amor de pareja como un proceso de apego no implica que amor y apego sean equivalentes o intercambiables. Más bien, significa que el apego constituye una de las bases psicológicas fundamentales que facilitan la experiencia de amar y ser amado. Se trata, por tanto, de dos fenómenos interrelacionados.

¿Dependencia o interdependencia?

Ocasionalmente se ha asociado el apego con la dependencia emocional, pero al revisar los postulados de la teoría del apego y los hallazgos en psicología, encontramos algo diferente: las relaciones seguras no nos limitan, sino que nos fortalecen. Un apego seguro no nos hace más frágiles, sino más resilientes y capaces de enfrentar el mundo con confianza.

La interdependencia segura es complementaria a la autonomía y a la confianza en uno mismo. Cuanto más seguro es el vínculo, mayor es la capacidad de alejarnos y diferenciarnos con la certeza de que la conexión con el otro no se romperá. Un vínculo de apego seguro actúa como un refugio emocional, proporcionando tranquilidad y protección ante las inevitables dificultades de la vida. Al mismo tiempo, es una base que permite y fomenta la exploración del mundo, posibilitando el desarrollo individual sin que ello implique la ruptura del lazo afectivo. Gracias a la confianza que se construye en las relaciones seguras, las personas pueden mantenerse en estado de apertura a nueva información, aprendizajes y experiencias, lo que les permite adaptarse mejor a los cambios y afrontar los desafíos de la vida con mayor flexibilidad. Mientras más seguros nos sentimos en nuestras relaciones, más capaces somos de abrazar nuestra propia identidad y existir con plenitud. La certeza de que contamos con una base segura nos permite explorar el mundo con confianza, aceptar nuestra vulnerabilidad y desplegar nuestro potencial sin miedo al rechazo por parte del otro. En palabras de la psicóloga Susan Johnson, pionera en terapia de pareja basada en el apego: «Nos convertimos en la mejor versión de nosotros mismos cuando sabemos que alguien está ahí para nosotros».

El reto, por tanto, es distinguir entre la dependencia y la interdependencia. La dependencia implica una relación en la que una persona se siente incapaz de actuar o tomar decisiones sin la validación o el apoyo del otro, lo que puede generar una pérdida de autonomía y una constante sensación de inseguridad. En contraste, la interdependencia se basa en una conexión equilibrada donde ambas personas pueden apoyarse mutuamente sin comprometer su individualidad. Mientras la dependencia puede limitar el crecimiento personal y generar ansiedad en la relación, la interdependencia ofrece seguridad, promoviendo la confianza, la autonomía y la apertura a nuevas experiencias. En este sentido, un apego seguro no restringe ni anula, sino que proporciona la base para explorar y evolucionar tanto a nivel personal como en el vínculo con el otro. En una cultura que valora tanto la autosuficiencia, tal vez el verdadero acto de valentía sea reconocer que necesitamos a los demás y elegir con quién recorrer ese camino.


La imagen que ilustra el texto es de yugifrias, se encuentra en el repositorio de Pixabay y se puede consultar aquí.