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31 de octubre de 2025 - 6min.
Avance
Hay series que se te quedan pegadas al cuerpo, más que a la memoria. Cuando el Joserra al que da vida Javier Cámara en Yakarta se quiebra, avergonzado y sin mover ningún músculo que pueda controlar, es imposible mirar a otro lado. Tiene mérito conseguir algo así con tan pocos medios, en un plano de apariencia insignificante, dentro de una historia que no puede ser más discreta. Su creador, Diego San José, un maestro de lo cotidiano, confiesa que quiso poblar su serie de ciudades de provincias, polideportivos feos y torneos regionales de bádminton. Después de convertir en protagonista a una triste inspectora de Hacienda en ‘Celeste’, el creador reivindica «esa España sin carisma en la que nunca pasa nada especial». Solo que sí pasa y aquí la comedia es sustituida por otros géneros.
Adolescencia, la serie perfecta, suponía un alarde técnico en el que cabía una trama capaz de mover cimientos. Con ella descubrimos los riesgos que esconde un inocente emoticono en Instagram. Los materiales de Yakarta son más modestos, pero su fuerza es comparable. Sus seis capítulos llegan a Movistar Plus+ el 6 de noviembre para hablarnos de peligros más prosaicos y por desgracia tradicionales, de situaciones de bar de la esquina y traumas cubiertos por el polvo del tiempo. Los abusos, las adicciones y otros males de nuestra especie acechan en las sombras. El espectador no ve nada, ni una escena desagradable, pero lo entiende todo; tampoco los autores se ponen crípticos o estupendos en aras de su propio lucimiento.
Análisis de nueva revista
De la trama de Yakarta (Movistar Plus+, a partir del 6 de noviembre) es mejor no saber demasiado, aunque tiene la ventaja ante posibles revisiones de no depender de las sorpresas. El público va descubriendo de la mano de José Ramón Garrido (Javier Cámara), entrenador de bádminton y profesor de educación física en un instituto público de Vallecas. El personaje, cuajado de defectos y fealdades, exteriores e interiores, es primo lejano de Marty, protagonista de la primera película romántica (el dato es provisional) sobre dos personas corrientes. Ernest Borgnine, un simple carnicero solterón, se enamoraba de Betsy Blair, otra chica tan de andar por casa que acabó en el cine español.
Se cumplen ahora 70 años de aquella maravilla que reinó en los Oscar de 1955, quizá la prueba de que Joserra puede ser un tipo normal, pero no un personaje cualquiera. De hecho, participó en los Juegos Olímpicos de Barcelona, aunque fuera en un deporte sin brillo ni dinero –al menos hasta que llegó Carolina Marín–, una disciplina de esas que nadie va a ver. Y cuando hay público en un polideportivo, explica el maestro a su alumna, es porque esperan a que termines tú para jugar ellos.
En Yakarta hay pocos personajes. Hay poco de todo, en realidad, salvo talento. En pantalla solo aparece lo esencial y uno de esos ingredientes imprescindibles es la adolescente con proyección en las canchas que da réplica a Cámara. La joven actriz Carla Quílez aguanta el pulso al monstruo de la interpretación. No se hable más. Su naturalidad es pasmosa en las escenas tranquilas, pero más aún sorprende lo bien que se indigna y planta cara cuando es preciso. Mar, que así se llama la deportista, encarna el sueño tardío de un hombre gastado, pero también es un arma de venganza en manos de un personaje turbio, que defiende las trampas como una manera más grande de vencer, porque cuando las haces, «ganas dos veces, al rival y al árbitro». Tampoco hacen falta mayores descripciones.
El tercer pilar de la serie es David Lorente, uno de los grandes secundarios de nuestras pantallas. Generoso actor procedente del teatro, en un par de escenas escritas con primor permite a sus autores (Diego San José, Daniel Castro y Fernando Delgado-Hierro) escalar el drama por una de sus caras más exigentes. Lorente dijo una vez que «los actores no deberían ser tan conocidos». Tanta modestia podría parecer una pose –«A mí a humilde no me gana nadie»–, pero el intérprete demostró en la charla que su sencillez es verdadera. Ahora se luce también en «El Centro», otra serie magnífica que puede verse en la misma plataforma, donde ofrece un registro muy distinto. No podemos descartar que repita el fenómeno Luis Zahera y empiece a aparecérsenos en todas partes.
Se ha publicado en España el libro de Costica Bradatan Elogio del fracaso. No es la tesis que defiende Diego San José en su serie, si acaso quiere vendernos alguna idea el guionista de Irún, responsable de títulos como Pagafantas, Ocho apellidos vascos, Vota Juan y Celeste. Lo suyo no es mostrarle al mundo sus injusticias, como tampoco se aferra al encorsetado esquema de las historias de superación deportiva. El bádminton es solo una excusa útil, un buen terreno de juego para plantear conflictos no resueltos en el primer mundo. Quizá convenga avisar a los aficionados a las raquetas, porque podrían sentirse defraudados por la escasez de puntos de partido. Si prefieren la acción, pueden ver Rivales sin salir de Movistar Plus+. Tiene estrellas como Zendaya y un director de campanillas, que sin embargo tira la pelota a la red de manera miserable.

La cinta de Luca Guadagnino es todo lo contrario a Yakarta. Explota el falso morbo sin disimulo y nos agota con sus escenas en la cancha, pero es incapaz de apelar a un solo sentimiento. Ensalzada por demasiados críticos, al menos dos de los más sabios, Oti Rodríguez Marchante y Javier Ocaña, la ponen en su sitio; el primero, con su habitual exceso de deportividad, el segundo, con precisión analítica.
Huelga decir que Yakarta tampoco es una serie de denuncia, aunque aborda algunos de los más bajos instintos, que por desagracia no pasan de moda: el acoso, las adicciones, la cobardía laboral… Diego San José se mueve bien en el camino estrecho y ambiguo que elige para llegar a su destino, un lugar que pocos espectadores conseguirán anticipar. No hay lecciones de moral en su relato, sino un reflejo del mundo y una reivindicación de sus actores secundarios. No es casualidad que recurra tanto a David Lorente.
Dirigen la función profesionales con estilo: Elena Trapé, Fernando Delgado-Hierro y el propio Javier Cámara, quien poco a poco va desenmascarando sus múltiples talentos y al gran director que lleva dentro. El actor brilla bajo el aspecto más desaliñado posible. Su nivel de excelencia es tan alto que ya se aleja incluso de cualquier atisbo de comedia, recurso sencillísimo para él, que podría pasar como una forma «fácil» de ganarse al público.
Yakarta hay que leerla entre líneas. Sus diálogos, de algún modo tarantinianos, parecen ir por una lado ajeno a la acción, si se puede llamar así. Se muestra poco (o nada) y se entiende todo. Y como ocurre con la mejor ficción, explica mejor algunos males, los expone con mayor sutileza y precisión, que cualquier ensayo acompañado por los artículos correspondientes del código penal.
¿Gustará a cualquier tipo de público? Disgustará a pocos, aunque podría aburrir a los que no disfrutaron Celeste. ¿Es apropiada para todas las edades? La puede ver casi cualquier persona y seguramente deberían verla todas las relacionadas con el sistema educativo y deportivo, incluidos profesores, entrenadores, dirigentes y estudiantes de secundaria, como mínimo a partir del segundo ciclo.
La imagen que ilustra este artículo es una fotografía de Manolo Pavón para Movistar Plus+.