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Competir por la calidad, no por el precio. No olvidar que la capacidad de empleo de algunos títulos universitarios tiende a cero. Racionalizar los títulos. Apostar por la universidad dual (formación profesional) y aprender durante toda la vida son algunos de los mensajes lanzados hoy en el foro de reforma universitaria organizado por Nueva Revista, que ha tenido como invitado a Jorge Sáinz González.

“Una propuesta de reforma de la universidad” ha sido el título de la ponencia de Sáinz González, ex secretario general de Universidades con el Partido Popular (2015-2018), profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos, esta mañana en el Foro Nueva Revista sobre “La visión de la universidad desde la política”. El foro lo dirige Rafael Puyol, presidente del Consejo Asesor de UNIR y ex rector de la Universidad Complutense. En este mismo marco habló el pasado 11 de marzo Marta Martín Llaguno (Ciudadanos).

Sáinz ha recordado que la legítima aspiración de las clases bajas y medias para que sus hijos fueran a la universidad es ahora una realidad, aunque la población universitaria en España cae ligeramente. Un problema enconado, por el contrario, resultaba la poca atracción de los estudiantes por las carreras técnicas y científicas, quizá porque los profesores de Magisterio y de Enseñanza Secundaria no transmiten pasión por las matemáticas.

Ha afirmado que el distrito universitario de Madrid tiene potencial para convertirse en uno auténticamente relevante a nivel mundial, pero que hasta ahora no ha sabido hacerlo: ni importar talento (investigadores), ni atraer a universitarios de otros países, que a su vez contribuirían a la riqueza de la Comunidad de Madrid, como ocurre por ejemplo en Gran Bretaña (la industria de la educación). «Tenemos buenas universidades», pero «no sabemos venderlas»; «hay áreas en las que somos muy buenos: la Universidad de Jaén tiene uno de los mejores departamentos de Informática del mundo (se sitúa entre los cincuenta mejores del mundo)».

En el capítulo gestión y financiación, ha hecho hincapié en la colaboración con la empresa privada, para que las universidades dependan cada vez menos de las tasas de las matrículas; y en las mismas tasas, que en su opinión deberían tener en cuenta el nivel de renta de los padres. Aquí el eslogan es: «El hijo de Botín paga lo mismo por la matrícula que el hijo del obrero más modesto». Las becas tenían que ir perfeccionándose y ampliándose, ajustadas a los méritos, y que sirvieran para potenciar la movilidad, también para ir a Iberoamérica, donde hay «algunas muy buenas universidades». Había que racionalizar los títulos, para que sean «los mejores posibles», bajo el lema: «No es necesario que todas las universidades de España ofrezcan el estudio de lenguas semíticas», aunque entendía que las de Salamanca, Granada y Madrid pudieran tenerlo. Finalmente, «el rector, al que se piden responsabilidades, es el que debe mandar», no como ocurre en la actualidad, donde el poder efectivo recae en los directores de departamento. Y ha de mandar con un «marco financiero suficiente y estable», y con un marco claro y atractivo para la carrera docente. En estos momentos muchos de los mejores se van, porque no hay marco estable; no vuelven, porque tampoco lo hay para recibirlos, y los profesores titulares, los pocos que llegan, llegan a titulares muy tarde porque es muy prolijo llegar a  titular.

Rafael Puyol y Jorge Sáinz con algunos de los asistentes al foro. Foto: © Josema Visiers
Rafael Puyol y Jorge Sáinz con algunos de los asistentes al foro. Foto: © Josema Visiers

La universidad pública tenía que aprender a ser más flexible en dos aspectos: en la adaptación al aprendizaje para toda la vida (cada vez más personas se plantean estudiar cuando ya están trabajando) y en los programas de másteres (adaptados a las necesidades modernas, que abran vías), porque la competencia es global. La contratación del personal docente debiera ser cristalina en todos los aspectos, para terminar con la endogamia. Y se había de pedir cuentas en función de resultados, lo que también contribuiría a extirpar la endogamia.

«Para estar en el mismo sitio hay que correr y para avanzar hay que correr mucho más», ha destacado. Por lo tanto, hay que cambiar y cambiar deprisa, y para ello «había que centrarse en el estudiante». Si se hicieran públicos los datos de capacidad de empleo de algunos títulos universitarios «se verían que tienden asintóticamente a cero«, ha dicho.

Por último, ha presentado estas propuestas:

-Que la ANECA acredite a todas las universidades, también a algunas online que en estos momentos resultan acreditadas solo por organismos de las comunidades autónomas. «No es el caso de UNIR, que siempre ha sido aprobada por la ANECA», ha añadido. Eso elevaría la apuesta por la calidad de todo el sistema universitario español, tanto público como privado. La competencia, entre privadas y públicas y entre privadas entre sí, tenía que ser por la calidad, no por el precio. Eso redundaría igualmente en que los estudiantes eligieran por lo que son las instituciones en sí, no por donde ellos viven.

-Que se generalice el sistema de universidad dual (universidad-formación profesional), imitando a lo realizado en Mondragón y a lo que con tanto éxito se lleva a cabo en Alemania y en Finlandia. De nuevo: hay gente que quiere ir a la universidad cuando tiene más de 30 años, ya ha cursado una formación profesional y está trabajando («la universidad, pública y privada, debe ser muy flexible»).

-Hay más de medio millón de personas con título universitario y en paro. Una vez más el mismo corolario: es necesario el aprendizaje a lo largo de toda la vida para salir de esta situación.

 

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.