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Ver productosAnte los desafíos globales que afectan a la sociedad del siglo XXI, la universidad debe ofrecer respuestas, porque en sus señas de identidad está grabado el sentido de la responsabilidad, el compromiso con la libertad académica y de investigación, y también cultural, ideológica y social.
25 de marzo de 2021 - 13min.
Cuando pensé en Los futuros de la universidad, tema de este monográfico, me pregunté si tal vez sería más adecuado pensar en otra posibilidad como La universidad del futuro. Lo cierto es que cuando se nombra el futuro se suele pensar en algo lejano en el tiempo, cuando en realidad el futuro comienza inmediatamente y se extiende en el tiempo. ¿Por qué hago esta pequeña reflexión?, tal vez simplemente por las características y circunstancias que nos han invadido en los últimos tiempos.
Sí, por la pandemia de COVID-19, que ha cambiado nuestras vidas y que nos ha hecho entrar en otra realidad desconocida para la sociedad y, por lo tanto, no estaba preparada para ello, es decir, no tenía futuros para responder con rapidez. Curiosamente la universidad sí tuvo la respuesta inmediata para resolver algunos de los problemas que, sorprendentemente, se habían ocasionado, y eso es porque sí tenía diseñados ya algunos futuros.
Para poder analizar qué debe de regir a la universidad, y quiero dejar claro que hablo de la universidad en el sentido más amplio, es decir, sin hacer distinción entre la pública, que es donde yo personalmente he dedicado toda mi vida profesional, y la universidad privada, entre la presencial o la online como es la UNIR. Pues bien, para hacer este análisis creo que lo primero que se debe tener en consideración es conocer cuáles son los grandes retos a los que se va a enfrentar la universidad en el futuro, que evidentemente son también los retos de la propia sociedad.
Las universidades no son solo instituciones de enseñanza, son también el lugar en el que germinan los avances científicos, las transformaciones sociales, los cambios políticos y culturales, donde se crean los modelos económicos que acompañan y sobreviven a las revoluciones sociales, industriales y tecnológicas.
El papel de las universidades en el contexto actual ha cambiado sustancialmente, porque además de generar y transmitir conocimiento, se espera de ellas mucho más: que den respuesta y soluciones a las necesidades y a las demandas de la población y de la sociedad. Las universidades ya no viven ensimismadas en sus propias expectativas, sino que desarrollan procesos de interacción social y lideran los cambios sociales, políticos, económicos y culturales.
Son, por tanto, entidades sociales que proyectan, impulsan y cambian la sociedad, que ayudan a transformar el modelo productivo. En este caso un modelo productivo basado en el conocimiento y en el desarrollo de nuevas competencias profesionales. Universidad y sociedad van de la mano, orientan sus objetivos en una misma dirección, se necesitan mutuamente.
La universidad no puede ser un operador que actúa con eficacia indiferente, sino un agente activo que promueva los cambios para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos
Por lo tanto, los retos de la universidad, son los retos de la sociedad. Esos retos nos sitúan en una encrucijada: ¿La universidad debe liderar el cambio o simplemente debe ser un espectador cualificado? ¿La universidad debe presentar propuestas o debe esperar a que la sociedad se las demande?
RETOS Y DESAFÍOS DE LA SOCIEDAD
¿La universidad debe tomar la iniciativa, aceptando las consecuencias de sus equivocaciones, o ser criticada por su excesivo protagonismo público? O, por el contrario, ¿debe acompañar los cambios que la propia sociedad protagoniza?
La respuesta debe ser valiente, la actitud tiene que ser arriesgada. La universidad, que tiene el conocimiento, debe liderar el cambio. La universidad no solo está para responder sino para generar conocimiento, expectativas y propuestas de transformación de una sociedad que quiere avanzar.
Pero cuáles son esos retos ante los que la universidad debe dar repuesta. Esbozo algunos de los más importantes.
– Una economía globalizada, que crea relaciones de interdependencia entre los Estados y las regiones.
– La revolución tecnológica y digital, que supone un proceso disruptivo con capacidad de revolucionar o dar un giro completamente nuevo a determinadas actividades o sectores económicos en el que se impone la aparición de nuevos empleos y la pérdida de trabajos tradicionales, y nuevas formas de organización de las empresas. Blockchain, Big Data, sensórica, robótica, drones e internet de las cosas (IoT) son algunas tecnologías que están transformando desde la forma de cultivar el campo hasta el concepto tradicional de fábrica industrial, pasando por la manera de comerciar o incluso de hacer turismo o consumir la cultura.
La agricultura de precisión, la industria 4.0, el turismo inteligente, los smarts cities, la E-Health y medicina preventiva, la transformación energética, los alimentos funcionales o la bioeconomía circular son algunas áreas de innovación que están cambiando a un ritmo veloz prácticamente todas las parcelas de nuestro sistema productivo.
El avance en estas tecnologías está permitiendo dar respuestas a los grandes desafíos que nos plantea el cambio climático, el envejecimiento de la población, las grandes brechas de desigualdad global o las pandemias.
– El cambio climático, que genera una transformación necesaria e inmediata en los hábitos de consumo, en los sistemas de producción y en el uso de energías alternativas, para paralizar el calentamiento del planeta y sus efectos devastadores.
– Los movimientos migratorios, ocasionados por una inadecuada distribución de la riqueza, un progreso asimétrico de los países, que conlleva, a su vez, un nuevo mestizaje cultural, ideológico, político y social.
– El envejecimiento de la población en los países más avanzados, en los que se incrementa la esperanza de vida, pero se necesitan más medios y recursos para garantizar la calidad de vida de todos los ciudadanos y un sistema de protección, asistencia y seguridad social.
– Las pandemias, algo que no se esperaba pero que ya forma parte de nuestros retos y desafíos.
– La calidad democrática de las instituciones públicas, y la necesidad de incorporar a la formación de los ciudadanos además de conocimientos, habilidades y experiencias, un sentido ético de la vida y una actitud responsable en el ejercicio de las actividades profesionales, humanizando también la formación superior.
En el ámbito académico, tenemos que apostar por grados más innovadores, vinculados a las nuevas necesidades de la sociedad, relacionadas con la tecnología más avanzada
Y ante estos retos y desafíos la sociedad necesita respuestas. Respuestas que deben venir también de la universidad, que no puede ser un operador social que actúa con eficacia indiferente, sino un agente activo que participe y promueva los cambios necesarios para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, garantizar una mayor seguridad económica, política y social, y contribuir, de forma efectiva, a combinar un desarrollo económico armónico, que respete al medio ambiente y ayude a crear un mundo mejor, más justo y equitativo en el acceso al conocimiento y en el reparto del trabajo y la riqueza.
Para alcanzar estos objetivos es necesario un nuevo empoderamiento de la universidad. Una universidad autónoma, pero responsable socialmente. Una universidad no politizada, pero comprometida con la solidaridad y la justicia social. Una universidad que lidere los procesos de lucha contra el cambio climático, la extensión del conocimiento a través del uso generalizado y responsable de las nuevas tecnologías. Una universidad, en suma, comprometida con la sociedad.
En este sentido, la universidad es la única institución que está en condiciones de asumir ese reto, porque en sus señas de identidad está grabado el sentido de la responsabilidad, el compromiso con la libertad académica y de investigación, y también cultural, ideológica y social, y por supuesto, la capacidad para generar y transmitir el conocimiento necesario para responder a esos retos con garantía de éxito. Ante este escenario nos surgen otras preguntas:
¿Cómo vamos a liderar, participar y auspiciar ese proceso de transformación necesaria que conduzca a una mejora sustancial de la sociedad en la que vivimos?
NUEVOS COMPROMISOS DE LA UNIVERSIDAD
Sin duda, incrementando las misiones o las funciones de la universidad, que ya no solo pueden ser la generación 63 un nuevo empoderamiento de la universidad de conocimiento, la extensión de la cultura, la investigación y transferencia de ese conocimiento o la formación de profesionales, sino que habría que añadir, tal vez en un segundo nivel, como instrumentos para la transformación y la mejora de la sociedad y que deberíamos centrarlo en los siguientes compromisos y propuestas:
1. Compromiso con la innovación en la docencia, en la investigación y en la gestión
Las universidades están posicionadas para afrontar este compromiso. Cuentan con un importantísimo acervo de conocimiento, pero, no obstante, es cierto que el esfuerzo en innovación todavía es insuficiente.
El sector empresarial necesita de nuestra «I» para poder llevar a cabo la «D+i», es decir, debemos ser el departamento de I+D+i de las empresas
La innovación puede entenderse de muy diferentes maneras y, en su concepto más amplio, innovar no es otra cosa que hacer algo nuevo o hacer algo de manera diferente. A mí me gusta precisar un poco más y entender que la innovación consiste en aplicar un nuevo conocimiento para desarrollar nuevos productos y servicios, nuevas maneras de hacerlos o prestarlos de forma más eficiente, eficaz o sostenible y esta es precisamente la innovación que debemos incorporar a los ámbitos: formativo, en la investigación y en el empleo.
En el ámbito académico, tenemos que apostar por grados más innovadores, vinculados a las nuevas necesidades de la sociedad, relacionadas con la tecnología más avanzada, la alimentación, la gestión y protección de datos, la sostenibilidad, la salud o las industria.
Es necesario flexibilizar y eliminar burocracia, se necesitan respuestas rápidas a cambios inmediatos. Estos requisitos son necesarios para el diseño de los grados e imprescindible para los másteres que deben responder a una sociedad cambiante que requiere especializaciones para proporcionar nuevas competencias profesionales a nuestros estudiantes.
En el ámbito de la investigación, debemos ser también más participativos con el sector productivo, eso no quita para que mantengamos nuestras líneas de investigación con el rigor que necesita el avance de los conocimientos, pero debemos buscar más oportunidades para transferir este conocimiento al sector empresarial que necesita de nuestra «I» para poder llevar a cabo la «D+i», es decir, debemos ser el departamento de I+D+i de las empresas. Solo hay que establecer las alianzas y colaboraciones necesarias y gestores que sepan detectar esas oportunidades que las empresas las aprovecharán. Las universidades tienen que ser participantes importantes de la innovación abierta, ser los agentes externos en las organizaciones empresariales, porque precisamente en las universidades existen excelentes grupos de investigación capaces de resolver los grandes retos actuales que tienen las empresas y la sociedad en general. Para poder realizar esta misión tenemos a nuestras OTRI que como muchos otros servicios de la universidad también necesitan realizar su propia innovación.
En el ámbito de la gestión la apuesta está muy clara, es la implantación de la administración electrónica, la reingeniería de procesos, la simplificación administrativa y la buena regulación. Debemos organizar mejor los recursos, mejorar la formación del personal y prestar nuevos servicios, incidiendo en la mejor atención a los usuarios y llevando la universidad a las personas, adelantándonos a sus demandas, multiplicando la oferta de servicios universitarios y convirtiéndolos en más proactivos.
2. El emprendimiento y la empleabilidad
Este es el gran reto que la universidad debe tener entre sus fines más importantes: nuestros estudiantes tienen que recibir una formación integral, que incluya conocimientos técnicos, necesarios para el ejercicio profesional y una formación humanista, para desarrollar la visión reflexiva y el análisis crítico. Debe garantizar una formación generalista y también una formación especializada, facilitando el acceso al empleo de nuestros egresados. Ese empleo puede tener diferentes vertientes, una de ellas tal vez la que más necesita la sociedad de nuestro presente avanzado y sobre todo del futuro requiere una alta formación en emprendimiento, enseñar a nuestros alumnos a transformar ideas en negocio, incidir en el modelo de transformación y gestión del conocimiento, en la creación de empresas que lleven al mercado este conocimiento.
La apuesta por generar iniciativas empresariales que surgen desde la propia universidad es un importante motor para generar empleabilidad en nuestros egresados. Los programas de spin-off universitarios y también de start-ups, estos últimos muy especializados y con una enorme capacidad para generar innovación, surgen ya dentro de los grupos de investigación de nuestras universidades. Este nuevo papel de las universidades fortalece la sociedad, la hace más competitiva y adquiere una nueva dimensión en la formación de nuestros estudiantes para conseguir en su futuro nuevas posibilidades de empleabilidad o, mejor dicho, de autoempleabilidad.
3. La internacionalización
Otro de los grandes ejes transversales de este proceso de cambios en los que está inmersa la sociedad y también la universidad es la internacionalización.
Ya nadie concibe la formación universitaria, en cualquiera de sus dimensiones: estudio, docencia e investigación, al margen de la construcción de la universidad del futuro. La movilidad de los estudiantes, el intercambio de profesionales de la docencia, la investigación o la gestión, las enseñanzas conjuntas con universidades extranjeras, las redes internacionales de investigadores, forman parte de la función universitaria.
Una movilidad podrá ser por varios países y campus, tantos como integren cada una de las alianzas establecidas por nuestras universidades.
4. El compromiso con el entorno de una universidad para la sociedad
Es fundamental plantearse una profundización de las relaciones con el entorno, para redefinir los objetivos y los agentes que participan en el ecosistema del conocimiento y para esto tenemos una buena herramienta, los campus de excelencia, volver a esta idea no es algo baladí, es fundamental e importante para la organización de las universidades. A medio y largo plazo el sistema universitario tendrá que apostar de nuevo por la agregación, especialización, diferenciación e internacionalización que suponen los campus de excelencia internacionales.
La apuesta por generar iniciativas empresariales que surgen desde la propia universidad es un importante motor para generar empleabilidad en nuestros egresados
Las relaciones con la sociedad se identifican también con la denominada formación a lo largo de la vida, que se incorpora a la universidad como estrategia para obtener vínculos estables y duraderos con el entorno económico y social.
La formación universitaria ya no se circunscribe a una franja de edad, que se corresponde con la juventud, sino que cada vez es mayor el número de universitarios mayores de 25 años y en el futuro, la formación cumplirá una función principal a lo largo de toda la vida profesional de los empleados y la universidad se convertirá, además, en la universidad de la experiencia.
5. Nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje
Además, la universidad debe incorporar procesos de enseñanza y aprendizaje más flexibles, sistemas de evaluación menos rígidos y sobre todo una actividad académica presencial, semipresencial o a distancia, orientada también al autoaprendizaje. Debemos potenciar las enseñanzas propias, mucho más especializadas y más dirigidas al sector productivo.
Es cierto que desde hace años las universidades presenciales han ido incluyendo en las metodologías de aprendizaje el uso de plataformas online. La irrupción de los MOOC fue un gran estímulo para que las universidades presenciales nos planteásemos mejorar la metodología y la propia tecnología que daba respuesta a este tipo de enseñanza.
Afortunadamente este tipo de aprendizaje había empezado a ser algo de uso habitual en las universidades; este hecho ha permitido resolver con gran rapidez los graves y desafortunados sucesos que ha producido la COVID-19. Es cierto que para esta universidad, la UNIR, esto no ha existido ya que su forma de aprendizaje tiene su fundamento en este modelo de enseñanza.
Estoy segura de que la universidad clásica presencial ya no volverá atrás, es evidente que su futuro será con toda seguridad la combinación de la presencialidad y la virtualidad.
6. La responsabilidad social y la formación en valores
Las universidades deben ser un referente y un ejemplo: de buena regulación, de responsabilidad social, de calidad democrática, de participación en el gobierno y la gestión.
Los estudiantes universitarios deben salir de la universidad convencidos de que su primera misión es buscar el bien común, defender el interés general y garantizar el buen gobierno y la gestión ética.
7. La sostenibilidad
El otro gran desafío de la universidad y de la sociedad, debe estar orientado a la sostenibilidad. En un mundo abocado a grandes crisis medioambientales, a cambios de los ecosistemas naturales, es necesario desarrollar estrategias dirigidas a concienciar a los estudiantes, a través de una formación integral, del valor del respeto al medioambiente y a garantizar la biodiversidad. Pero también es necesario incorporar a nuestra oferta académica títulos vinculados a preservar la naturaleza y a mejorar la sostenibilidad. Y finalmente, la investigación debe estar también dirigida a resolver los problemas que engloba el cambio climático: la contaminación, la conservación de ecosistemas naturales y especies animales, la gestión ambiental, etc.
Seguramente la universidad se enfrentará a muchos más desafíos, yo solamente he querido señalar algunos de ellos, los que considero que son ya futuros inmediatos porque se encuentran presentes en nuestra sociedad.
Espero que este pequeño análisis sirva para prepararnos con suficiente conocimiento para el futuro de esa sociedad cambiante que necesita de una universidad que dé respuestas y presente iniciativas que resuelvan las necesidades de los ciudadanos y ciudadanas que configuran nuestra sociedad.