Steven Levitsky es politólogo y profesor de la Universidad de Harvard. Las investigaciones de Levitsky se centran en los partidos políticos, la democracia y el autoritarismo en distintos países en vías de desarrollo. Está especializado en América Latina, y particularmente en Perú y Argentina. Daniel Ziblatt es profesor de la Universidad de Harvard, especialista en estudios sobre democracia y autoritarismo en Europa desde el siglo XIX hasta el presente. En 2023 fue elegido miembro de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias.
Avance
Levitsky y Ziblatt afirman en La dictadura de la minoría que el «asalto a la democracia estadounidense» con Donald Trump en el poder (2017-2021) fue peor que cualquier escenario que hubieran podido anticipar cuando escribían su primer libro, Cómo mueren las democracias (publicado en 2018). «Hemos estudiado insurrecciones violentas e intentos de anular comicios en multitud de países, desde Francia y España a Ucrania y Rusia, pasando por Filipinas, Perú y Venezuela, pero aquí nunca imaginamos algo parecido. Como tampoco habríamos supuesto que uno de los dos grandes partidos estadounidenses renegaría de la democracia en el siglo XXI».
¿Qué ocurre? Según Levitsky y Ziblatt, la gobernanza neoliberal, el ascenso generalizado de la extrema derecha, la política de bloques y otras formas de autocracia se están imponiendo en diferentes latitudes del planeta. En La dictadura de la minoría ofrecen un marco teórico y aportan ejemplos para comprender el giro autoritario generalizado y explicar cómo algunos partidos políticos se vuelven contra la democracia.
A partir del caso estadounidense, y mostrando la evolución de otros países en la consecución de mejoras y reformas para la sociedad y las libertades civiles, los dos profesores de Harvard proponen una serie de reformas con las que salir de lo que ellos describen como una espiral de crisis y constituir lo que denominan una democracia factible.
Artículo
A destacados pensadores de los siglos XVIII y XIX (Edmund Burke, John Stuart Mill y Alexis de Tocqueville, por ejemplo), les inquietaba el riesgo que entrañaba la democracia si se convertía en una «tiranía de la mayoría». No solo a ellos. En el siglo XX, ha sido un tema recurrente en muchos de los ensayos de Joseph Ratzinger.
Hitler conquistó el poder democráticamente en 1933. Una vez en el Gobierno, con la complicidad de muchos, desmotó la democracia y desató una guerra mundial. La voluntad de la mayoría de los alemanes propició el pisoteo de la minoría judía. Hitler manipuló la división de poderes (legislativo, judicial y ejecutivo) e interpretó según su antojo los derechos humanos. Si alguien había dudado hasta entonces, tras 1945 quedó cristalinamente claro que una democracia sustentada por el principio mayoritario, pero al margen de los valores de la verdad y de la justicia y sin el sentido transcendental y espiritual de la vida, desemboca en las arbitrariedades de una banda de ladrones y asesinos.
En nuestro siglo XXI, según Levitsky y Ziblatt, las mayorías de Gobierno han socavado la democracia en Venezuela. Pero hoy día lo que aflige a la democracia, sobre todo en Estados Unidos, se acerca más a lo contrario de lo esbozado en el párrafo anterior, porque «las mayorías electorales a menudo son incapaces de llegar al poder, y en caso de lograrlo, a menudo no pueden gobernar». Levitsky y Ziblatt se refieren aquí sobre todo a lo siguiente: contados los votos totales, en muchas ocasiones son los demócratas estadounidenses los que han ganado, pero por complicaciones y trucos del sistema terminan imponiendo su voluntad los republicanos. «Así pues, la amenaza más inminente ahora mismo es el Gobierno de una minoría». Al alejar con tanto ímpetu a la República «de las fauces de la Escila de una tiranía de la mayoría, los fundadores de Estados Unidos la dejaron a merced de la Caribdis de un Gobierno minoritario», afirman. En la mitología griega, Escila y Caribdis eran dos monstruos marinos que ocupaban las orillas opuestas de un angosto canal de agua, de tal manera que los navegantes que trataban de esquivar a Caribdis terminaban en las manos de Escila.
Entender por qué Estados Unidos ha demostrado ser tan proclive a la erosión democrática invita a reflexionar sobre las instituciones que forman el núcleo de su sistema político. Según Levitsky y Ziblatt, «los votantes reaccionarios son minoría en Estados Unidos, como lo son en Europa». Este aspecto, según ellos, es importante y a menudo se desatiende. «El Partido Republicano, dirigido por Donald Trump, así como los movimientos de la derecha radical en los países europeos, siempre ha representado a una minoría política. Pero a diferencia de los partidos de ultraderecha en Europa, pudo alcanzar la administración del país».
Los autores de este ensayo tienen claro que parte del problema que afrontamos se relaciona con un objeto de veneración: la Constitución. Estados Unidos posee la Carta Magna escrita más antigua del mundo. Es un sorprendente ejemplo de destreza política. Sentó las bases para la estabilidad y la prosperidad. Durante más de dos siglos ha logrado poner freno al poder de presidentes ambiciosos y que se extralimitaron. Sin embargo, Levitsky y Ziblatt subrayan que «los defectos de la Constitución ponen ahora en peligro nuestra democracia».
Cualquier Constitución, por muy bien concebida que esté, afirman los autores de La dictadura de la minoría, puede ser utilizada para fracturar la democracia, de una manera técnicamente impecable. A menudo cabe abusar de los vacíos legales. Pero también hay un uso indebido o excesivo de la ley y una aplicación selectiva. Y queda el recurso al lawfare (traducido a veces como ‘guerra jurídica’, ‘instrumentalización de la justicia’, ‘judicialización de la política’ o ‘acoso judicial’): está en manos de los políticos diseñar nuevas leyes que, a pesar de su pátina de imparcialidad, se redactan pensando en la oposición.
En EE. UU., durante décadas, los republicanos fueron un partido de centroderecha al uso, como el Partido Conservador británico, los conservadores de Canadá o los democristianos alemanes. La mayoría de sus dirigentes tenían en común un amplio compromiso democrático. Ahora, según Levitsky y Ziblatt, ya no es el caso. Las raíces de este viraje hay que buscarlas en una reacción contraria al proyecto de levantar una democracia multirracial.
Levitsky y Ziblatt denuncian el control judicial y el obstruccionismo del Senado. Aunque muchos estadounidenses lo asocian al sistema constitucional de controles y contrapesos, no es el caso, según ellos. Atacan igualmente las leyes electorales —quizás aquí con mejores argumentos—, esos ajustes que estimulan la sobrerrepresentación de ciertos territorios o grupos, permitiendo a los partidos ganar elecciones sin lograr la mayoría de los votos. Es lo que ha acontecido con el Partido Republicano a principios del siglo XXI, según ellos. La tendencia a favorecer lo rural de las instituciones estadounidenses ha permitido que los conservadores logren la presidencia y controlen el Senado incluso tras haber perdido el voto nacional popular una y otra vez. Los republicanos se han convertido en los beneficiarios de una especie de «proteccionismo constitucional».
Para los autores, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos constituye un pilar del Gobierno de la minoría. Su partidismo es indirecto, pero aun así tiene consecuencias. Dada la naturaleza del Colegio Electoral y del Senado, los magistrados del tribunal pueden ser nombrados por presidentes que hayan perdido el voto popular y ser aprobados por mayorías en el Senado que representen solamente a una minoría de estadounidenses.
Como conclusión, para Levitsky y Ziblatt «solo hay una cosa clara: las instituciones no salvarán nuestra democracia. Tendremos que ser nosotros mismos quienes lo hagamos».
Comentario crítico: con todos sus aciertos y hechos incontestables cuando describen la situación estadounidense, es fácil ver el sesgo quizás inconsciente de un ensayo como La dictadura de la minoría. Propongo este ejercicio. Léase de nuevo el artículo. Cámbiese en la lectura el término EE. UU. por el nombre España. Realícense los pequeños ajustes necesarios para acomodar las frases a nuestra realidad política y social. Enseguida acuden a nuestra imaginación ejemplos y contraejemplos para certificar que la realidad supera y a veces contradice la teoría de Levitsky y Ziblatt.