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El Burgtheater es el teatro más ilustre de Viena y uno de los escenarios más importantes, si no el principal, de todo el ámbito germánico. Los bustos de los inmortales elegidos para adornar su fachada representan a Franz Grillparzer, Friedrich Halm, Friedrich Hebbel, Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Schiller, Gotthold Ephraim Lessing, Molière, William Shakespeare y Pedro Calderón de la Barca. Obsérvese la selección: quitando a los oriundos, solo se admite a un francés (Molière), a un inglés (Shakespeare) y a un español (Calderón).

Calderon-esencial
Calderón esencial. Biblioteca Castro

August Wilhelm Schlegel tradujo al alemán y de forma ejemplar las grandes obras de Calderón; lo mismo E. T. A. Hoffmann. Aun hoy se celebra un festival en honor a Calderón en julio en Bamberg. Goethe dedicó un verso a Calderón en su West-östlicher Divan (Diván de Oriente y Occidente). Schopenhauer calificó La vida es sueño de obra teatral filosófica por antonomasia. Franz Grillparzer, uno de los autores que definen la literatura austriaca, era un estudioso de Calderón. No solo estudioso. En 1834 estrenó en el Burgtheater Der Traum ein Leben, que significa «El sueño, una vida», o: «El sueño es una vida», escogiendo la métrica y parte de los motivos literarios del español.

La Fundación José Antonio de Castro acaba de publicar Pedro Calderón de la Baca: Calderón esencial (La cisma de Inglaterra. El príncipe constante. La dama duende. Casa con dos puertas mala es de guardar. La vida es sueño. El médico de su honra. El mágico prodigioso y El alcalde de Zalamea). Biblioteca Castro, Madrid, 2023. Se trata de una magnífica edición al cuidado de Ignacio Amestoy, periodista, dramaturgo, director teatral, figura entrañable del mundo de la cultura española y el autor de la introducción. 

En los dos párrafos primeros de este artículo se ha insinuado que a lo mejor en España no hemos terminado de insistir en la lectura y en la importancia de Calderón, al contrario de lo que ocurre en Austria y en Alemania. Amestoy, en su introducción, nos recuerda que tampoco somos conscientes de su modernidad. Escribe Amestoy que en el siglo XX tres espectáculos conmovieron al mundo teatral de manera relevante, «porque en ellos se contenían aportaciones llevadas en la escena más allá de la literatura dramática, aunque contando con ella». Uno es el Mahabharata, de Peter Brook. Otro Yerma, de Víctor García, con Nuria Espert de protagonista. El tercero, El príncipe constante, del polaco Jerzy Grotowski, a partir de la obra de Calderón. Concluye Amestoy: «Grotowski expresó a través de El príncipe constante, y del sacrificio de San Fernando de Portugal, los deseos de libertad de su pueblo, polaco, tan católico, oprimido en aquellos años sesenta, desnudando el texto calderoniano en un proceso de sacralización religiosa para expresar la lucha, la angustia y la tragedia del ser humano en aras de la libertad individual. Ningún otro personaje del teatro universal puede equipararse a ese príncipe portugués, y la lucha por su libertad, como este Edipo cristiano, por no decir católico».

Si el ámbito alemán venera a Calderón, la admiración en Polonia no es menor. Además de la hazaña de Grotowski, cabe añadir que el gran autor polaco Juliusz Słowacki estudió español solo para poder leer a Calderón en el original, y tradujo al polaco en 1844 El príncipe constante.

Por no seguir con una catálogo enorme de los intereses polacos y alemanes en Calderón, sirvan estos breves apuntes para animar a redescubrir a una de las glorias de España.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.