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La llegada del Renacimiento a la literatura española es un proceso largo en el que intervienen numerosos factores, pero en el que se puede fijar una fecha significativa: la del año 1526, cuando durante las celebraciones en Granada del matrimonio del emperador Carlos V con Isabel de Portugal, el embajador veneciano Andrea Navagero habló de poesía con el poeta barcelonés Juan Boscán. Como a tantos poetas italianos, a Navagero le gustaba el endecasílabo y, sobre todo, se sentía atraído por las innovaciones que Petrarca y el petrarquismo habían aportado a la poesía lírica. En España, los autores se movían aún en la tradición medieval y disfrutaban con las poesías contenidas en el Cancionero general, publicado por Hernando del Castillo en Valencia (1511), que se caracterizaban por un ritmo duro y una rima muy marcada, entre otros rasgos. Boscán habló del tema a su amigo Garcilaso de la Vega y ambos decidieron experimentar con los modelos italianos, intentando aplicarlos en España. Un largo viaje de Garcilaso en tierras italianas, al servicio del Emperador, y su estancia en Nápoles (1522-23 y 1533) facilitaron, sin duda, el paso que transformaría el curso de nuestra poesía y dejaría en ella una profunda marca durante los siglos posteriores.

Garcilaso sigue el ejemplo de los poetas napolitanos, recupera las enseñanzas de los grandes autores clásicos, como Virgilio, Ovidio y Horacio, e incorpora a la literatura española nuevas formas métricas y temas procedentes de la tradición petrarquista. Todos ellos serán rasgos indelebles en los poetas del Siglo de Oro. En esta serie de innovaciones le acompañaron Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza, embajador en Venecia, pero fue el prestigio de Garcilaso el que marcó el camino. Bastará recordar que su obra fue publicada en 1543 por Gerónima Palova de Almogávar, viuda de Boscán, cuando hacía siete años que nuestro poeta había muerto; esta edición, que presentaba los poemas de Garcilaso como un complemento de los de Boscán, tuvo un enorme éxito, pero a partir de 1569 los versos del poeta barcelonés fueron cayendo en el olvido, mientras que las obras de Garcilaso empezaron a publicarse exentas y a ser comentadas por grandes maestros (Francisco Sánchez, el Brocense, 1574, y Fernando de Herrera, 1580) como se hacía con los autores clásicos. También estas ediciones comentadas fueron objeto de reediciones durante mucho tiempo: la poesía de Garcilaso se había convertido en ejemplo para quienes querían practicar una de las cualidades del cortesano, y eran muchos los seguidores del modelo.

Con su lenguaje fácil, la musicalidad de sus versos, el continuo recuerdo amoroso cargado de melancolía, Garcilaso fue capaz de cambiar nuestra trayectoria poética, facilitando el nacimiento de la literatura del Siglo de Oro: todos los poetas lo leen, lo saben de memoria, y muchos lo imitan, con enorme calidad.

Por haber sido el impulsor de tal renovación, cuya riqueza llega desde España a América, nadie duda de lo merecida que es su presencia en esta Biblioteca de Occidente.

Catedrático de Filolofía Románica de las universidades de Alcalá y Ginebra. Director del Centro de Estudios Cervantinos