En este final de siglo, parece que las confrontaciones ideológicas recobran nueva fuerza. Vicenç Navarro, catedrático y profesor de Políticas Públicas en las Universidades John Hopkins (Estados Unidos) y Pompeu Fabra, ha escrito un libro-ensayo cuyo objetivo principal es demostrar el carácter erróneo de las políticas liberales que se han puesto en práctica durante los ochenta y buena parte de los noventa.
El libro recoge —adaptadas- cinco conferencias pronunciadas por el profesor Navarro entre 1995 y 1997. El autor se sitúa, desde el primer momento, en contra de la corriente liberal-conservadora, presente en algunos gobiernos europeos y también al otro lado del Atlántico. El carácter marcadamente beligerante del libro aporta color a los argumentos, pero le resta valor científico. Hay, a lo largo de las páginas de este ensayo, una nítida distinción entre «buenos» y «malos», entre los dorados años sesenta de los gobiernos socialdemócratas y los injustos y oscuros años ochenta, con gobiernos liberales. La realidad suele ser más gris, y las verdades acostumbran a imponerse por sí mismas. Esa toma de partido desde el primer momento genera en el lector, acostumbrado a textos más neutros donde cada uno obtiene sus propias conclusiones, una cierta actitud crítica ante estadísticas y datos. La mezcla de citas, valoraciones y datos estadísticos provoca desazón, y lleva a cuestionarse por qué, por ejemplo, no se han ofrecido las series completas sobre algunas variables, como el desempleo, que -siguiendo con el ejemplo— en el Reino Unido concluirían resultados algo distintos. Cuesta creer, por poner otro ejemplo, que el gobernador del Banco de España llegara a decir que es necesario «disminuir el grado de equidad del Estado del Bienestar» (pág.151), y utilizar esta afirmación como uno de los elementos de crítica contra el gobernador y los que trabajan en esa institución. Genera intranquilidad comprobar que la cita es de un periódico, cuando los que vivimos aquí sabemos que los periódicos suelen tratar de crear opinión con las noticias.
Creo que Neoliberalismo y Estado del Bienestar responde más al final de una época que al comienzo de la siguiente. Trataré de explicarme. El planteamiento de lucha entre posiciones socialistas y liberales, que probablemente arranca de las polémicas entre Hayek y Keynes en los años treinta, resulta útil para comprender el pensamiento económico y político de algunas décadas de este siglo, pero menos apropiado para la época que nos toca vivir. Después de leer el discurso de Blair en Brighton, o el de Clinton ante la Unión, o el del Primer Ministro canadiense, parece necesario contar con nuevas categorías para enjuiciar las políticas públicas. Así, por ejemplo, la idea de que no todo lo público debe ser estatal o de que el Estado debe hacer un llamamiento a la responsabilidad de los perceptores de cualquier tipo de transferencia de renta, son argumentos que podrían defender socialdemócratas y liberales.
Las tesis fundamentales del libro se concentran en el empleo. La creación de puestos de trabajo en Estados Unidos, frente al elevado desempleo en Europa, es la razón que con mayor frecuencia se utiliza para defender las tesis liberales, que el autor combate. Para Navarro, la reducción del paro en Estados Unidos ha sido solo aparente y se debe en gran medida a que hay menos gente dispuesta a trabajar. En el caso de Europa, el desempleo no se debe a la rigidez de los mercados laborales, sino a las inestabilidades financieras, motivadas por el colapso del sistema de Bretón Woods, y por una reducción de la demanda agregada, generada por el aumento de las desigualdades, la reducción del crédito y la disminución del gasto público.
No conocer en profundidad la realidad laboral de Estados Unidos me impide hacer una valoración adecuada de las ideas expuestas con relación a ese país. El caso de Europa resulta más familiar, y no es fácil compartir las razones propuestas por el autor. Se puede coincidir en que los elevados tipos de interés han sido, sin duda, en los ochenta, una de las causas relevantes del lento crecimiento de la producción y el empleo en Europa. Pero esos elevados tipos de interés reflejaban, no tanto la falta de coordinación monetaria, como sobre todo los elevados niveles de déficit e inflación, por no hablar de deuda, de muchos de los países europeos. Sorprende que, en todo caso, un autor que se profesa keynesiano, acepte que el tipo de interés es una variable fundamental que determina los niveles de inversión y de empleo. Si el problema hubiera sido la inestabilidad monetaria, habría que esperar que la salida del Reino Unido del Sistema Monetario Europeo (SME) hubiera generado una crisis en aquel país, cuando ocurrió justo lo contrario.
También es posible pensar que la demanda agregada es responsable del nivel de empleo. Sin duda, la crisis económica se ha cebado especialmente en el mercado de trabajo, pero de distinta forma en América y en Europa. Como señala el autor, en los años de crisis económica, en Estados Unidos se produjo una reducción real de salarios, aumentando las desigualdades, pero manteniendo casi inalterable el nivel de empleo. Por el contrario, en Europa, el ajuste no se produjo en el precio, sino en las cantidades. Así se produjo un elevado nivel de paro. Al menos a largo plazo, en una economía de mercado resulta difícil abstraerse de la lógica de la oferta y demanda. Leyendo el libro, y leyendo las cifras de empleo en Europa, queda claro que, al menos en nuestro continente, algo no se ha hecho correctamente.
Menos aceptable resulta la tesis «conspiratoria». Mantener que se siguen defendiendo las políticas liberales «ya que benefician a las clases más pudientes de la población», o que los mercados consideran creíble una determinada política «no por la realidad concreta en sí, sino por la percepción de esta realidad, percepción que se enmarca dentro de unos marcos culturales e intelectuales de escaso rigor científico y gran peso ideológico» (pág. 79 y 80) significa descalificar otros argumentos que podrían resultar más creíbles. Puede ocurrir que en algún caso sea así, pero las generalizaciones no son positivas.
El libro contiene elementos positivos. Resultan valiosos los comentarios sobre las elecciones americanas, que el autor demuestra conocer bien, así como los comentarios sobre la necesidad de mecanismos de federalismo fiscal en la futura Unión Monetaria. En todo caso, el autor demuestra una aptitud para cuestionar argumentos convencionales que resulta estimulante.