¿Qué sentido tiene especializarse de forma prematura, enfocándose a objetivos concretísimos, abandonando una formación integral y humanística, máxime cuando todo apunta a que la evolución del conocimiento y la sociedad exigirá una formación continua, no limitada a un periodo de tiempo, sino ejercida como proyecto de vida? A esta respuesta, sobre estas cuestiones, hablaron Nuccio Ordine ‒autor y filósofo italiano, profesor de literatura en la Universidad de Calabria y uno de los mayores expertos mundiales en el Renacimiento‒ y Darío Villanueva ‒exdirector de la Real Academia de la Lengua y catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela‒ en la última sesión de las jornadas del seminario Rubén Darío Defensa de la Educación. Se celebró el pasado día 3 de febrero en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) que organiza y propicia los encuentros.
¿Qué estudiar? El sentido de la formación
Centró la cuestión, al inicio de la charla, Darío Villanueva al llamar la atención sobre la contradicción existente entre el avance del sistema educativo y sus recursos y, por otro, un fallo de rendimiento en términos sociales, al menos en lo que respecta a la consecución de una ciudadanía más culta, más consciente y más solidaria.
¿Qué está pasando? Nuccio Ordine lo tiene claro y lo expuso con vehemencia: «El objetivo de la educación en los últimos años es aprender una profesión con la que puedas ganar dinero y servir al mercado. Bueno, esto es una barbaridad. El objetivo de estudiar siempre ha sido intentar ser mejor persona, mejor ciudadano y aprender a vivir, en definitiva». Recordó a Kant, que defendía que la escuela no está para replicar sin más los valores de la sociedad, sino para criticar los valores de esta susceptibles de mejorar. «Si estudias para ganar dinero, si ese es tu objetivo, no vas a ser un buen médico, por ejemplo. Por eso, cuando los alumnos vienen a preguntarme qué deberían estudiar yo siempre les digo: ‘elige la disciplina que ames’, porque solo ese amor te permitirá ejercer lo que elijas con un sentido ético fuerte».
«El objetivo de estudiar siempre ha sido intentar ser mejor persona, mejor ciudadano y aprender a vivir, en definitiva», afirmó Nuccio Ordine
El escritor, autor de exitosos libros como La utilidad de lo inútil, criticó un sistema que coloca la dignidad únicamente en el dinero y reivindicó la dignidad de los valores que nos sacan de nosotros mismos y nos hacen vivir y crecer con los demás. Si la educación no permite esto último, si nos aísla y nos ensimisma, no se trata de una educación sino de una antieducación.
Darío Villanueva hizo hincapié en la contradicción de que una especialización temprana pueda resultar contraproducente o acabar borrando el sólido saber que aportan las humanidades en la formación de los estudiantes. Ordine enumeró dos fenómenos que traspasan las fronteras de las aulas, pues son auténticos problemas sociales tanto el énfasis en el corto plazo como el fomento de la cultura del déficit de atención. Sobre el primero, afirmó que hay que parar la «locura utilitarista que busca una máxima rentabilidad en el menor plazo», y hacerle frente con el conocimiento que proporciona el humanismo y las humanidades. Sobre el umbral de la atención destacó el hecho de que no se trata de un problema de la educación, sino de la sociedad en general «que nos acostumbra a hacer zapping a cambiar y a saltar rápida y constantemente de una cosa a otra». En este contexto la gran baza de leer a los clásicos ¿cuál es? «Tienen la capacidad de crear atención y provocar amor». En este punto Ordine se remitió a sus experiencias como profesor: «Un profesor ha de ser humilde. ¿Qué es un profesor? Un profesor es un lector, principalmente, hasta el punto de que antes se le denominaba así. La literatura sin lectores no tiene sentido; la enseñanza, tampoco».
El déficit de atención no es un problema solo de la educación, sino de la sociedad «que nos acostumbra a cambiar, a saltar rápida y constantemente de una cosa a otra»
Releer a los clásicos, predicar con el ejemplo
Nuccio Ordine ejerció en la sesión como profesor y como lector. Su conferencia consistió en releer El Principito, la obra clásica de Saint Exupéry, en términos contemporáneos y defendió enérgicamente que en sus páginas se encuentra la solución y la vacuna contra cuatro de los males contemporáneos:
- La supremacía de los números
- La hegemonía de la indiferencia
- La dictadura de la velocidad
- La banalidad de las relaciones humanas
Y todo ello lo acompañó de citas literales a las que iba dando paso, porque ¿cómo no sentirse concernido en estas líneas de suave denuncia del libro?:
A los mayores les gustan mucho las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan cosas esenciales como: «¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? o ¿Si le gusta o no coleccionar mariposas?». En cambio, preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?». Solamente con estos detalles creen conocerle.
Desde el principio, hasta los diálogos con el zorro alrededor del significado de la amistad, Nuccio Ordine fue recorriendo en un ejercicio de teoría y práctica las páginas de este clásico de la literatura y lo que nos enseña hoy día. «Crear lazos, vínculos», en palabras de Saint-Exúpery, es el sentido de la amistad, «no se trata de dar un clic y tener mil o dos mil amigos… La amistad es aprender a vivir para alguien, alguien que cambia la perspectiva de tu existencia, que convierte en rito y no en rutina una acción repetida, gozosa solo por compartida con esa persona. Así es como se vence a la indiferencia». En las sociedades contemporáneas, tan amenazadas por la prisa, hay que ser consciente, subrayó, de que «no tener tiempo es incompatible con cualquier relación afectiva».
Nuccio Ordine demostró la actualidad y vigencia de los clásicos leyendo uno de ellos: «El principito» de Saint-Exupéry, sobre el que giró gran parte de la sesión
Y de la misma manera en que una amistad exige tiempo y dedicación, el conocimiento, volviendo al tema central de la sesión, demanda igualmente esfuerzo, fatiga. Se trata, sin embargo de una fatiga de enorme recompensa, pues ese precio es el precio de la felicidad misma. «La felicidad se conquista», recordó Nuccio Ordine. Lo recuerda él, lo recuerdan los clásicos y lo recuerda la literatura, la forma más eficaz y más simple de «decir lo indecible y ver lo invisible» tal y como el autor se encargó de demostrar en una sesión singular dedicada a la educación.