¿Qué imagen de la historia y la cultura de Francia han transmitido los escritores españoles a través de los siglos? ¿Se han dejado llevar de emociones o prejuicios, o bien se muestran racionales, objetivos, dispuestos a reconocer, al margen de crisis coyunturales, los méritos o valores de sus vecinos? Como no podía ser de otro modo, hay opiniones para todos los gustos. Respuestas diversas que alternan unos u otros sentimientos al compás de los avatares históricos en los cuales se vieron, españoles y franceses, involucrados con variada suerte.
Estructura de la obra
Para analizar el tema con la seriedad que merece, el volumen incluye una larga treintena de estudios dedicados a exponer la visión que cronistas, críticos, intelectuales, ensayistas, narradores, novelistas, dramaturgos y poetas españoles han reflejado en sus escritos sobre las relaciones entre Francia y España desde la Alta Edad Media hasta finales del siglo XX.
Se trata en la presente edición de ofrecer la contrapartida al otro volumen anterior, publicado con notables resultados, en el que se recogía lo que pensaron y escribieron los autores franceses sobre España a lo largo de los mismos siglos, de la Edad Media hasta nuestros días.
Se mantienen los criterios de tratamiento científico y rigor documental que dieron excelentes resultados en el volumen anterior y acreditan la alta especialización de los investigadores que han colaborado en el proyecto.
Seleccionan y coordinan los trabajos los profesores Mercè Boixareu, de la UNED, y Robin Lefere, de la Universidad Libre de Bruselas, encargados también de exponer en la presentación las intenciones que guían el proyecto y extraer los resultados en las conclusiones finales como resumen de los diversos aspectos tratados en cada uno de los ensayos.
Para facilitar el estudio de los diversos temas, la obra se divide en grandes apartados que corresponden con las épocas tradicionalmente conocidas como Edad Media (Alta y Baja), siglos de oro español (siglos XVI y XVII) y siglos posteriores, XVIII, XIX y XX
Edad Media
Al abarcar una tan larga extensión temporal, estamos hablando nada menos que de un periodo de seiscientos años, resulta muy difícil establecer unos criterios uniformes para valorar el significado y valor de los textos referencia-dos. Los cantares de gesta, romances, poesías y crónicas, incluyendo los autos sacramentales y églogas de la Edad Media, exigen un tratamiento distinto a las géneros literarios del Siglo de Oro y posteriores, tanto respecto al número y calidad de los documentos como a las formas expresivas y valoración de contenidos.
Por lo que se refiere a romances y baladas de la Edad Media, en los reinos españoles es frecuente reconocer la presencia de Francia de un modo romántico, alejado de la realidad, según confirma la investigadora del CSIC Paloma Díaz Más en las conclusiones de su estudio El romancero viejo y tradicional: «En la balada hispánica, Francia es sobre todo el lugar donde está la corte de Carlomagno y sus caballeros, una construcción imaginaria que se presenta como paradigma de la vida cortesana y caballeresca […] La historia de Francia en el romancero viejo y tradicional es, sobre todo, la leyenda de Francia como un lugar literario, más que real».
Siglos de Oro
Esta relación entre la historia real, la imaginación popular o, en su caso, los prejuicios, animosidades y rencores, más o menos justificados, se van a reproducir a lo largo de los siglos en distintas versiones y formas expresivas.
La parte dedicada a los siglos de oro, XVI y XVII, muestra la mayor intensidad y volumen de los testimonios de autores españoles en los que el tema de las relaciones con Francia ocupan lugar destacado.
Opiniones que son fiel reflejo de los acontecimientos de una época marcada por la máxima rivalidad entre los dos pueblos vecinos. Ya a finales del siglo anterior, durante el reinado de los Reyes Católicos en España y de Carlos VIII y Luis XII en Francia, de los desacuerdos se pasa a las tensiones diplomáticas y al final las diferencias se trasladan a los campos de batalla, tanto en la propia Francia(El Rosellón y Cerdaña) como en Italia(Nápoles).
La difusión de la imprenta permite los primeros atisbos de una prensa incipiente que en Europa suelen conocerse como «Gacetas» mientras en España predomina el nombre «Relaciones». En ellas se recoge una versión popular de las testimonios sobre Francia, en las que las invectivas alternan con fases menos hostiles e, incluso, favorables cuando los intereses de Francia coinciden con los de España.
Se ocupa del tema el profesor Henry Ettinghausen, de la universidad de Southampton, que reproduce el texto de una de estas relaciones, dedicada a elogiar al rey Luis XIII en su lucha contra los herejes: «El valiente rey Luis / fuerte Aquiles de la Iglesia / el más famoso guerrero que se conoce en la tierra / cuyas hazañas insignes / dignas de memoria eterna…».
Elogios que se vuelven amargas críticas de Quevedo en su famosa carta al serenísimo rey Luis XIII, cuyos fragmentos comenta la profesora M.ª Soledad Arredondo (Universidad Complutense, Madrid): «La guerra tan injusta que Francia hace hoy a toda la cristiandad en esta monarquía, más con cizaña que con valor ni valentía…».
Las diferencias entre las dos coronas se contemplan con mayor objetividad y prudencia en los escritos del padre Feijoo, ya en la transición entre los siglos XVII y XVIII, quizá por tratarse de obras de contenido más histórico y riguroso que emocional y literario.
Tanto en su tratado Defensa de las mujeres, donde se ensalza a destacadas figuras femeninas de Francia (santa Juana de Arco y Catalina de Médicis), como en el extenso Teatro crítico, Feijoo modera las expresiones pasionales de otros autores, al atribuir la enemistad entre franceses y españoles más a las rivalidades personales entre los monarcas o al choque de los intereses de las dos coronas, que a verdadero odio entre los respectivos pueblos.
Así lo reconoce el profesor François Étienvre, de la Universidad de París III, Sorbonne Nouvelle, al citar un texto significativo de Feijoo en relación a los conflictos del pasado: «Esta ojeriza nace de los daños que mutuamente se han hecho en varias guerras y las guerras de las opuestas pretensiones de los príncipes».
Moderación que no impide a Feijoo, como también consigna Étienvre, recordar el dolor y escándalo que despertaron en España y otras naciones católicas de Europa las alianzas de Francia con los príncipes protestantes de Alemania y sobre todo con los turcos, a los que se permitió refugiarse en puertos franceses del Mediterráneo tras sus correrías y pillajes en las costas levantinas.
Siglos XVIII, XIX y XX
La actitud de los escritores españoles hacia Francia, siempre influenciados por las circunstancias históricas del momento, muestran un significativo cambio de sentido durante el siglo XVIII, al sustituir la rama francesa de la casa de Borbón a la de Austria en el trono de España. La pausa de bonanza en las relaciones hispanofrancesas, que se prolongará hasta finales del XVIII, con la Revolución que acabará con la vida de Luis XVI y María Antonieta, drama que se percibe como una amenaza para la monarquía española.
Relaciones que se enturbian de nuevo y con mayor intensidad en las diversas capas de la sociedad tras la invasión napoleónica y el levantamiento patriótico iniciado en Madrid el 2 de mayo de 1808.
Pasquines, panfletos, odas burlescas de variado pelaje, entremeses y piezas teatrales se convierten en instrumentos de propaganda destinados a movilizar la causa nacional y dar ánimos a los combatientes en su feroz lucha por la independencia.
La profesora Ana M.ª Freire López, de la UNED, resalta el valor testimonial de los numerosos documentos de la época que se conservan y que, sin acreditar una depurada calidad literaria sí expresan el sentir del pueblo que se enfrenta al poderoso ejército de Napoleón en inferioridad de condiciones.
Los avatares de la política del rey Fernando VII, con sus posteriores guerras civiles, convierten a Francia en el «Eje del mal» para los carlistas y en el «refugio salvador» para los exiliados liberales que ensalzan en sus escritos las glorias de la patria de la Cultura, la Libertad y el Progreso. París se convierte en la capital bienhechora que acoge a la destronada Isabel II y contempla la vuelta de su hijo Alfonso al restablecer la dinastía de los Borbones en España.
Durante el siglo XX las relaciones y actitudes de nuestros historiadores escritores ensayistas y narradores se mantiene fiel a las buenas o malas relaciones entre los dos países.
Malas, en cuanto se refiere a las rivalidades en las zonas de influencia en el norte de África, a la falta de apoyo militar español a Francia en la Primera Guerra Mundial y a la neutralidad francesa en la guerra civil española, remisa en acudir en ayuda de la República. Tensiones renovadas en la posguerra mundial y en la Transición democrática al no colaborar con las autoridades españolas en la lucha contra ETA.
Buenas, en los últimos años, con la esperanza de que se mantengan, al llegar a sólidos acuerdos para combatir el terrorismo y establecer unas excelentes relaciones comerciales en el marco de la Unión Europea.