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Resulta curioso que la mejor oferta del cine español en esta temporada de otoño coincida en el tema central: las relaciones madre-hija.

Tanto en Chatarra, de Félix Rotaeta, como en Tacones lejanos, de Almodóvar, o en Alas de mariposa, de Juanma Bajo Ulloa, se trata en definitiva de eso. Centrándonos en las dos últimas. vemos que en ambas se nos presentan unas relaciones entre madre e hija sumamente conflictivas, turbulentas, tan duras y dramáticas que llevan, en los dos casos, al asesinato, o sea, que contienen todos los ingredientes de la típica relación amor-odio-competencia que a algunos se les antojará muy freudiana.

Admitiendo que esta temática pueda parecer muy pasada de moda, aunque haya sido un clásico o tópico recurrente en el cine internacional, mucho menos en el español (quizás sólo Saura y Querejeta se hayan atrevido con él), no nos parece tan casual que ahora dos directores tan alejados por estilo o incluso por generación como Almodóvat y Bajo Ulloa se ocupen de ello.

Sociológicamente la situación de la mujer en España ha variado mucho en los últimos años. Sobre todo en el aspecto educativo (en el terreno laboral ya es otra cosa), no se puede negar que el esfuerzo por lograr un total plano de igualdad con el hombre ha sido loable. Por eso, ahora, tanto la situación de las madres como la de las hijas es distinta y su modo de relacionarse más complicado. Ya no existe como único referente a imitar el modelo tradicional esposa-madre-ama de casa. Ni las hijas desean el anterior hilo de comunicación con las madres ni éstas esperan un parecido futuro de las hijas.

El conflicto que se nos plantea en los dos films, la pérdida del afecto materno en la infancia, o, más radicalmente, de la posesión misma de la madre, ya sea porque ésta centra su interés en su carrera profesional como en Tacones lejanos, o en otro hijo como en Alas de mariposa, se ha visto clásicamente como el mayor impedimento para que la hija alcance una madurez normal como mujer. La ausencia de la madre provoca, paradójicamente, una dependencia afectiva fortísima de la que será muy difícil librarse y, desde luego, raramente sin un choque o enfrentamiento que haga de revulsivo purificador.

Melodrama

Pues bien, este asunto serio e importante, ¿en qué clave está tratado aquí? El mismo Almodôvar ha servido la polémica afirmando que su película es un melodrama noble (no abyecto, que vendría a ser un culebrón). Puede tratarse de un típico guiño almodovariano, de los que, por cierto, está llena Ja película, o quizás sea cierto que él haya querido hacer un melodrama, pero eso, es una pena, nunca lo sabremos porque si lo ha querido no lo ha intentado en serio.

El melodrama es uno de los géneros más importantes y refinados del cine. Pero si algo lo caracteriza es el sostenimiento del ritmo o la intensidad dramática hasta que alcanza el culmen que termine en una especie de explosión en la escena central. Esto, por supuesto, no ocurre ni de lejos en Tacones lejanos, donde el ritmo no se sostiene y es cortado frecuentemente con escenas esperpénticas, gags muy logrados, como siempre en Almodóvar (hasta un excelente número musical, género que tal vez sea su futuro), por los que se escapa nuestro director, que fracasa estrepitosamente en la escena principal; el enfrentamiento entre -madre e hija en una vacía Sala de Audiencias del Tribunal, con un diálogo imposible. una Victoria Abril sobreactuando y una referencia de cinéfilo a la bergmaniana Sonata de Otoño en la que, lejos de ser un homenaje que hubiera sido comprensible, se nos cuenta literalmente una escena de la película, lo que provoca risa justo en el momento en el que se debería estar viviendo la mayor tensión dramática.

En fin, si Tacones lejanos es un melodrama, no lo es bueno. como sí lo era La ley del deseo, la mejor de sus últimas obras, no la más comercial, que, desde luego, ha sido Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Juanma Bajo Ulloa nos dice, por el contrario, que su film es un cuento cruel y desalmado. No es un cuento, es una historia muy real pero contada con una estética moderna e inquietante. Es un melodrama típico de esos que se sale llorando y pensando en lo dura que es la vida hasta para Ja gente buena y sencilla. Tampoco aquí se consigue el ritmo dramático mantenido, ni siquiera apoyándose en el salto en el tiempo, pues en el intento de crear un mundo cerrado, rutinario y asfixiante, se cae continuamente en la repetición de sonidos (el bastón del abuelo), símbolos (las mariposas), imágenes (los ojos de la niña y después adolescente), frases y hasta escenas enteras, lo que resulta a veces de una pesadez insufrible.

Imágenes vivas

Se ha hablado mucho de la fuerza visual de esta película y es muy cierto que la tiene. También, en otro sentido, hay esa clase de fuerza en Tacones lejanos. Ambas se sirven de una ambientación excesiva o exagerada. de unas músicas fuertes, de unos decorados irreales (¿cómo puede vivir alguien en el cuarto de Amí o en casas como las que nos muestra Almodóvar?), del vestuario y de una estética en general muy marcada y consiguen una pureza de estilo que no nos hace dudar en ningún momento de la intención de los respectivos directores de que aquello quede como una obra de autor.

Y si en las imágenes de Alas de mariposa hay magia, atmósfera irreal y tenebrismo que le confiere fuerza y creatividad visual, también la tiene Tacones lejanos por esos colores chillones, nítidos, sólidos, y esas imágenes que cuando son primeros planos de rostros hace que parezcan como pintados, delineados más que fotografiados.

En ambas películas lo peor llega al final, por ese errado afán de redondear las historias que azota al cine español. Unos finales que, además, llegan con algunos minutos de retraso. En Tacones lejanos la muerte de Becky del Páramo se alarga de modo innecesario; el momento oportuno hubiera sido después de la confesión con el sacerdote, la mejor escena desde el punto de vista melodramático y en la que la actriz Marisa Paredes alcanza la perfección. Del mismo modo, en Alas de Mariposa, para acabar con esa imagen final que es una especie de Piedad, se fuerza un embarazo de Ami que ha sido resuelto de forma poco convincente.

En cuanto a la labor de actores, nos gustaría destacar en ambos casos la de ellos, Fernando Valverde en Alas de mariposa y Miguel Bosé en Tacones lejanos, que sirven de eficaz contrapunto a la labor de las actrices y lo hacen los dos muy dignamente. Mención especial a Miguel Bosé, que compone un juez que parece inspirado en un destacado profesional de la judicatura española. Las actrices principales están mejor como madres (Marisa Paredes y Silvia Munt) que como hijas, pues Victoria Abril exagera con frecuencia y Susana García resulta demasiado inexpresiva. La niña Laura Vaquero, en clave enigmática, resulta eficaz.

Ambas películas darán que hablar y, desde luego, revitalizan el panorama del cine en España. Juanma Bajo Ulloa, jovencísimo director de veinticuatro años, ha sorprendido a lodos con este su primer largometraje y tiene un futuro prometedor. Almodóvar sigue en el candelera e intentará otra vez la conquista del Oscar, que le ha sido esquivo.

Licenciada en Historia Medieval