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The Economist dedica uno de sus editoriales de esta semana a la Educación, en concreto, a cómo «fabricar» un buen profesor. Dice: «Olvidad los uniformes elegantes y las clases con pocos alumnos. El secreto para notas estelares y estudiantes exitosos son los profesores«. Alude a un estudio realizado en los Estados Unidos y que llega a la siguiente conclusión: «Si los alumnos negros tuvieran de maestros al 25 por ciento de la parte alta en una clasificación de profesores (de mejores a peores profesores), desaparecía la diferencia entre los resultados de los niños negros y de los niños blancos».

No es una gran novedad esto primero que predica la revista británica, pero el hecho de que lo haga este semanario, por su prestigio, es un gran factor multiplicador. The Economist sin embargo, y aquí está la originalidad, denuncia el mito de que los buenos profesores nacen, al estilo de Robin Williams en El club de los poetas muertos. Los buenos profesores también se hacen. Y es un error grave dar por hecho la «verdad» de esa premisa, como muchas autoridades del ámbito educativo en todo el mundo.

Se está formando una nueva «estirpe de instructores de profesores con las bases de una rigurosa ciencia de la pedagogía». La meta es «hacer grandes a los profesores ordinarios», de la misma manera que los entrenadores mejoran a los atletas para que den todo lo que puedan. Si la tarea se lleva a cabo con cuidado, afirma The Economist, se conseguirá «revolucionar las escuelas y cambiar las vidas».

La historia de la Educación, recuerda el mismo editorial, es una de bandazos, «de un milagro a otro». Por ejemplo, en Washington se tomó la determinación de despedir a los profesores a los que imputaban peores resultados de sus alumnos. Pero eso tiene sus límites, porque ser profesor es una profesión para muchos y no se puede echar mano siempre de los mejores. Hay, pues, que saber formarlos.

De ahí que la idea de mejorar a un profesor típico, ni destacadamente bueno ni destacadamente malo, es la que cuenta. Sin embargo, son pocos a los que se les prepara de verdad para que estén delante de una clase de niños y lleven a cabo su trabajo con competencia. En los países desarrollados, como en España, los cursos de preparación para maestros son a veces demasiado teóricos, y en cualquier caso no hay datos para medir los buenos resultados de los alumnos como consecuencia de haber tenido a un buen profesor.

Buenas prácticas para los profesores

Que ponga metas claras. Que haga respetar límites altos de conducta. Que emplee técnicas contrastadas para conseguir que los cerebros de los alumnos trabajen todo el tiempo, por ejemplo, preguntando… Una mezcla de conocer muy bien la propia materia y buenos métodos pedagógicos. Pero también, según The Economist, es fundamental que las instituciones que instruyen a los maestros recolecten y publiquen datos del rendimiento posterior de sus graduados en las clases. Además, hay que combatir las barreras propias que imponen las escuelas y los sindicatos a que se critique la actividad de los profesores. «El dinero importa menos de lo que se supone», afirma. Los mejores profesores de Finlandia ganan aproximadamente lo que la media de la OCDE.

Si se mejora la calidad del profesor medio, subirá el prestigio de la profesión y se entrará en un círculo virtuoso en el que todos ganan, concluye.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.