«La globalización es imparable y ha permitido que se reduzca radicalmente la desigualdad en el mundo, sin embargo está siendo cuestionada, lo que da lugar a un cierto neomercantilismo” afirmó Fernando Fernández, doctor en Economía y profesor en IE University, en una sesión sobre “La economía-mundo”, celebrada en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
El experto señaló que “los tres cisnes negros aparecidos en la ultima década (crisis financiera, pandemia y guerra de Ucrania) han fragmentado el mundo y han dado origen a más gasto, más deuda pública, más inflación, todo lo cual desincentiva el crecimiento”.
Fernando Fernández analizó los grandes tendencias de la economía junto con Belén Romana, consejera del Banco Santander; y Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor del IE School of Global and Public Affairs, en una nueva sesión del ciclo de conferencias Pensar el siglo XXI , dirigido por el catedrático emérito de Sociología, Emilio Lamo de Espinosa, vicepresidente de UNIR.
Este introdujo la sesión indicando que actualmente “estamos en una economía-mundo o global, que salta por encima de los Estados”, como fue descrito por Emmanuel Wallerstein en El moderno sistema mundial, y profetizado por Marx y Engels en el Manifiesto comunista (1848). Y planteó ¿cómo funciona esta economía-mundo en términos de productos, servicios, finanzas, regulación, etcétera?, ¿cuáles son las grandes tendencias de la globalización? y ¿qué retos y oportunidades plantea?
Fernando Fernández comenzó describiendo las grandes tendencias de la economía mundial: Globalización, digitalización, deslocalización, transición energética, demografía y desigualdad.
“La globalización ha beneficiado a los consumidores de países ricos y a los países emergentes, al abaratar los precios”
“La globalización ha beneficiado a los consumidores de países ricos y a los países emergentes, al abaratar los precios” señaló. “Estos últimos han podido incorporarse a la cadena de producción mundial, y todo ello ha contribuido a disminuir la desigualdad radicalmente en el mundo” . Sin embargo la globalización “está siendo cuestionada excesivamente”, lo que da lugar “a un cierto neomercantilismo” añadió.
Destacó el factor clave que ha supuesto “la innovación tecnológica”. Durante el último siglo y medio, ha servido “para apuntalar el aumento del nivel de vida en buena parte del mundo”.
La digitalización ha provocado “la deslocalización del empleo”. Pero al aplicarse fundamentalmente al sector servicios, “el teletrabajo se convierte en un factor adicional de desigualdad. No funciona para los pobres, las mujeres, los jóvenes”.
Ese modelo tiene dos consecuencias de calado, indicó Fernández: “modifica las relaciones laborales, al desalarizar el mercado de trabajo, y permite competir para atraer talento”.
El coste de transición energética
La transición energética, otra gran tendencia, supone “la decisión política de reducir emisiones y poner precio a las mismas”. Fernández consideró que resulta poco realista, ya “que no van a cumplirse los objetivos de los países por el elevado coste que supone en términos de crecimiento. Es ingenuo pensar que la energía va a salir gratis”.
La transición tiene interesantes aspectos geopoliticos. Fernández destacó que si entre los países productores de petróleo y gas natural, dominan EE.UU., Rusia y los árabes; en los de energías limpias (cobre, litio, niquel, tierras raras etc.) tiene un papel preponderante China.
Respecto a las tendencias demográficas, tendrá importantes consecuencias el envejecimiento de la población. Ya que, por primera vez en la historia hay más población en el mundo mayor de 65 años que de 5 años. “En las pensiones, desde luego, pero también el consumo, la producción y el empleo, que serán distintos” afirmó el experto.
Inmigración, feminización, urbanización
“Y si no tienes hijos, tienes que importarlos” agregó Fernández, aludiendo a otra tendencia creciente: la inmigración. Aumentan no sólo los emigrantes sino también los expatriados [personal cualificado que una empresa o institución trasladada temporalmente a otro país]. Y va a continuar aumentando la feminización, “lo que va a influir no solo en el mercado laboral sino también en los procesos de consumo y producción”. Finalmente, avanzará la urbanización: Entre 1950 y 2050 la población urbana se multiplicará por nueve, llegando el 62,5% de la población mundial.
Ante el debate de si hace falta más Estado para corregir la desigualdad, Fernández considera que “lo que hace falta son más oportunidades de movilidad y más crecimiento económico”
Respecto a la desigualdad, Fernando Fernández afirmó que ha crecido en el entorno de los países. Destacó que en EE.UU., el salario medio del ciudadano sin estudios se ha mantenido constante durante cincuenta años, y solo ha habido incremento real en los ciudadanos con educación superior. En Europa, y en el caso de 16 países analizados, crece el número de los trabajos mejor pagados y de los peor pagados, y disminuyen los de las ocupaciones con sueldos medios.
Ante el debate de si hace falta más Estado para corregir la desigualdad, Fernández considera que “lo que hace falta son más oportunidades de movilidad y más crecimiento económico”.
Consecuencias de los tres cisnes negros
Sobre ese escenario de tendencias, han aparecido tres cisnes negros: la crisis financiera, la pandemia, y la guerra de Ucrania. Y todo ello ha supuesto más intervencionismo del Estado. La crisis del euro -señaló Fernández- “cuestionó la liberalización y desregulación financiera”; y cambió las “obligaciones de los bancos centrales, cayendo en el error de creer que la política monetaria era un arma poderosa para solucionar los problemas, sustituyendo una crisis de deuda por más deuda. Cuando es preciso retomar el crecimiento como la variable básica”.
La tormenta perfecta del Covid 19, “con la mayor caída histórica del PIB en tiempos de paz”, produjo importantes “demandas de seguridad económica al Estado protector (en gasto público e intervención)”.
Y la guerra de Ucrania “ha provocado demandas de seguridad física, con aumentos del gasto en defensa”. El resultado es “una nueva era caracterizada por más Estado, más gasto público, más deuda e inflación, todo lo cual compromete al crecimiento”, concluyó el economista.
Miguel Otero: Hasta qué punto se puede hablar de libre mercado
Por su parte, Miguel Otero, recalcó que es preciso “medir la globalización, la economía del mundo en su conjunto y no solo por países”. Constató “el giro tremendo de intervención del Estado en la economía -ya están intervenidos los precios- lo que lleva a preguntar hasta qué punto se puede hablar de libre mercado”.
Respecto al impacto de la deuda -”nunca hubo tanta en la Historia”-, habrá que ver “cómo podemos reestructurarla para tener mayor crecimiento”. En ese sentido, recordó Otero que “China ha entrado en África, que no tiene acceso a los mercados internacionales, porque Occidente ha fracasado”.
Todas estas cuestiones tienen mucho que ver con la hegemonía mundial -apostilló-. “¿Qué hegemón vamos a tener? China parece que no, sobre Occidente hay dudas, y se habla de un mundo posthegemónico, donde el G-20, por ejemplo, no está gobernando mucho”.
Belén Romana: Reglas diferentes para la globalización
Finalmente, para Belén Romana la pregunta “no es si la globalización ha terminado, sino si la globalización que viene va a dejar de ser occidental y, por lo tanto, si las reglas van a ser diferentes”.
Resaltó que “el peso relativo de mercado y Estado” va cambiando en la economía-mundo, y que “en momentos de incertidumbre, como el actual, la gente busca por encima de todo seguridad y protección”. Singularmente “la población mayor, preocupada fundamentalmente por pensiones y sanidad, lo que hace que el Estado juegue un papel mayor”.
El problema es que no se mide bien “la calidad financiera y económica de la intervención y de la regulación”, habrá que ver “si es razonable o no”.
Romana aludió a los efectos negativos de “la ruptura entre información y conocimiento”. Se tiene mucha información, “a un tiro de Google, pero poco conocimiento”, lo cual es “un inconveniente a la hora de gestionar problemas complejos como la globalización”. Cuando hay que tomar decisiones importantes, “los Estados carecen, a veces, de autoridad científica”.