La despoblación no va a resolver, por sí sola, los problemas climáticos

El descenso de la natalidad no es la respuesta a los problemas de nuestro mundo

Vistas de Pekín, sin niebla tóxica y con niebla tóxica. CC Wikimedia Commons
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Michael Geruso es profesor asociado de Economía en la Universidad de Texas. Fue asesor económico en el Gobierno de Joe Biden. Dean Spears es economista, demógrafo y director de una organización sin fines de lucro para la supervivencia infantil en la India. Son coautores del libro After the Spike: Population, Progress, and the Case for People (2025).

Avance

Durante décadas, se nos ha advertido de que la superpoblación era «una plaga para la Tierra», como llegó a decir el conocido naturalista David Attenborough. Y la organización medioambiental Project Drawdown propone un crecimiento más lento de la población para conjurar el peligro del cambio climático. Pero el rumbo del barco poblacional está cambiando lentamente. Las tasas de fertilidad están bajando en todas partes; en la mayor parte del planeta, la tasa de natalidad ya está por debajo de la media de dos nacimientos por cada dos adultos necesaria para estabilizar la población. Según proyecciones de Naciones Unidas, para la década de 2080, la población mundial estará disminuyendo.

¿Será esa la solución para luchar más eficazmente contra el cambio climático? se preguntan Michael Geruso y Dean Spears, autores del libro After the Spike: Population, Progress, and the Case for People.  No está claro. Señalan, por un lado, que no se puede negar la huella nociva de la carbonización en los problemas medioambientales. Y habrá que seguir enfrentando ese reto, pero «el descenso de la natalidad no es la respuesta a los problemas de nuestro mundo. Hacer frente al cambio climático exige que miles de millones de personas vivan de otra manera. No requiere que miles de millones de personas en el futuro no vivan nunca».

Un país tan superpoblado como China llegó a tal nivel de contaminación tóxica del aire, en 2013, que la prensa mundial habló de Airpocalypse. En la siguiente década, la contaminación atmosférica se redujo a la mitad, gracias a las normativas del gobierno para las centrales eléctricas de carbón y la industria pesada. Y, sin embargo, China creció en unos 50 millones de personas, más que toda la población de Canadá. No siempre equivale, por tanto, aumento de la población y contaminación.

De hecho, la exposición media a las partículas contaminantes del aire ha disminuido en la última década, incluso cuando la población mundial creció en más de 750 millones de personas. Estos hechos cuestionan la arraigada idea de que para salvar al planeta es preciso reducir la humanidad, popularizada por el best-seller La bomba demográfica (1968), de Paul Ehrlich. La mayoría de los líderes ecologistas han abandonado incluso la idea de que «el control de la población es una solución para todo».

Imaginemos una hipótesis utópica: que, en 2030, quienes abogan por un control absoluto convencieran a todo el mundo de saltarse una generación, es decir, no tener hijos durante 20 años. ¿Cómo afectaría eso a la huella de carbono de la humanidad? Menos de lo que cabría esperar y mucho menos de lo que necesitamos. La población mundial en 2050 sería menor que la actual, sí, pero solo en un 14%. Si ese fuera todo nuestro plan para reducir las emisiones, las de 2050 también serían un 14% más bajas. Es decir, un ritmo de reducción por persona más lento que el logrado en Europa y EE. UU. en los últimos 20 años.

Malthus, en el siglo XVIII, y Ehrlich en el XX, advirtieron de la hambruna y la escasez por culpa de la superpoblación, pero no tuvieron en cuenta la importancia del capital humano. Lo cierto es que, hoy en día, en todos los continentes se dispone de más y mejores alimentos por persona que cuando la humanidad contaba con la mitad de habitantes. En todos los países, la esperanza de vida es ahora mayor que hace 50 años. De cada cuatro niños que habrían muerto entonces, ahora viven tres. Y el número de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido de 2.000 millones en 1990 a menos de 700 millones en la actualidad.

Sabemos más que hace doscientos años, porque han trabajado más mentes, antes que nosotros y junto a nosotros, descubriendo, refinando y compartiendo conocimientos. Sabemos mejor cómo organizar una guardería, un ensayo de un medicamento contra el cáncer y una democracia parlamentaria. Lo hemos aprendido juntos, cuando una generación se basaba en los avances de la anterior, cuando un alumno ampliaba las ideas de un mentor, cuando los miembros de un equipo descubrían juntos lo que ninguno podía hacer solo. No se trata de un argumento a favor de un crecimiento demográfico sin fin, sino de «un argumento progresista a favor de evitar la despoblación y estabilizar la población en su lugar, respetando, al propio tiempo, el medio ambiente».

La despoblación es un problema nuevo, ante el que habrá que buscar soluciones. Y, por hoy, ni los investigadores ni los políticos saben cómo resolverlo. Los gobiernos han probado con créditos fiscales, políticas de guarderías y permisos parentales retribuidos. Ninguno ha conseguido que las tasas de natalidad vuelvan a un nivel que estabilice la población.

Y, sin embargo, el cambio es posible. Dentro de varias décadas, las mujeres y los hombres podrían querer algo diferente de lo que quieren hoy, si formaran sus planes en sociedades en las que la paternidad fuera más fácil, más justa, más sencilla de combinar con otras aspiraciones a una buena vida. Geruso y Spears confían en que ese cambio se produzca algún día, igual que se ha controlado la contaminación del aire y del agua en muchos lugares, de la misma manera en que se puede llegar a afrontar el cambio climático.


El artículo de Michael Geruso y Dean Spears publicado en The New York Times, el 29 de junio de 2025, con el título Depopulation is coming. Don’t Expect It to Solve Our Problems se puede consultar aquí. Entrada redactada por Alfonso Basallo.

Para saber más sobre las consecuencias de la despoblación global, se puede consultar aquí la conversación que el politólogo Yasha Mounk mantiene con Geruso y Spears en el podcast The Good Fight.

Imagen: La misma zona de Pekín fotografiada en agosto de 2005, sin niebla tóxica (gracias a una lluvia de dos días) y con niebla tóxica. El archivo de Wikimedia Commons se puede consultar aquí.