Tiempo de lectura: 3 min.

El día 3 de marzo se celebrarán unas elecciones decisivas para el futuro de España. España está sin rumbo.

Los españoles han padecido en los dos años y medio que ha durado la legislatura todo el rigor de la incertidumbre y del deterioro político permanente. La crisis ha durado desde el principio hasta el final de la legislatura. Aburre contar los innumerables   casos  de  corrupción, las innumerables incidencias que han ensombrecido el día a día de la vida del país. Las reglas del sistema democrático, escritas o no, han sido puestas a prueba. Felipe González ha disuelto las Cortes una vez finalizada la Presidencia española de la UE, después de haber forzado a los nacionalistas catalanes a apoyarle en momentos cruciales y sin argumentos razonables. El Presidente no dió una salida política a tiempo a la crisis, porque la solución a la crisis pasaba por su dimisión.

Los que han llevado al país a esta situación, se vuelven a presentar a las elecciones sin tan siquiera cambiar o relegar a los compañeros con problemas judiciales. No han movido el banquillo. Se presentan los mismos con el único  objetivo de que España tenga un Gobierno débil del Partido Popular. Su oferta política no es más que un envoltorio de carácter comunitario, vacío de contenido, porque de España solo pueden decir lugares comunes y estandarizadas  descalificaciones. Sin proyecto político, con un candidato obligado, con una legislatura frustrada que ha dado lugar a unas elecciones anticipadas: así comparecen en las urnas Felipe González y el PSOE.

El Partido Popular, por su parte, se presenta con dos avales: haber madurado como alternativa, especialmente por su conversión en un partido de centro, y haber logrado un aumento progresivo de éxitos electorales en el País Vasco, Andalucía, elecciones europeas, municipales y autonómicas, y  Cataluña. En esta última circunscripción ha puesto fin a la «coalición CIU-PSOE» y ha cambiado el mapa político y las relaciones  de poder en Cataluña.

Las elecciones del 96 se van a plantear previsiblemente basándose en los siguientes conceptos:

  • Continuismo: por parte del Partido Socialista (la tesis del PSOE es que el proyecto socialista no está concluido, que se necesitan otros cuatro años), y renovación por parte del Partido Popular (nueva etapa, pasar página, retomar la ilusión democrática).
  • Estado de Bienestar: el PSOE dirá que la derecha lo va a recortar, y el Partido Popular que lo va a fortalecer a través del saneamiento económico de las cuentas públicas sin modificar los gastos sociales.
  • Europa o España: el PSOE utiliza su invocación permanente a Europa para eludir el debate nacional. El Partido Popular se centrará en la solución de los problemas nacionales para así poder contar  en  Europa.
  • El liderazgo: Felipe llena la pantalla al mismo tiempo que con su política ha vaciado a España.  Aznar se presenta como el líder que ha sido capaz de llevar la derecha al centro y que, ahora, va a conducir el centro al Gobierno.
  • Empleo: el Partido Popular denunciará el fracaso del modelo del PSOE, que ha llevado en trece años a 700.000 parados más, y expondrá un modelo de estímulo a la iniciativa privada, sobre todo a través de una reforma fiscal que estimule el ahorro, pero condicionada a un conocimiento exacto del déficit público y a su reducción. Para el PSOE, la creación de empleo es uno de sus puntos más débiles: lleva trece años intentándolo.
  • Prestaciones sociales: si el Partido Popular quiere reducir los impuestos, el PSOE dirá que va a reducir los gastos sociales. El Partido Popular dirá que nunca reducirá los servicios sociales sino que recortará gastos superfluos (sobre todo en las Administraciones) y administrará mejor.

Otros temas, como la cuestión francesa, el Código Penal y la permanencia del PSOE en el poder, estarán también en los debates políticos.

El aspecto decisivo de las elecciones vendrá condicionado porque se produzca o no una bipolarización (un único debate televisivo a dos garantiza esta hipótesis) y, consiguientemente, por el grado de participación, que muy probablemente será muy alto.

Partiendo de que -por variaciones en el censo- Barcelona y Lugo pierden un escaño, y Sevilla y Alicante ganan uno,  las  impresiones de cómo va a quedar el nuevo Parlamento se basan en la evolución de los datos existentes en las elecciones generales del 93, las europeas del 94, las municipales y las autonómicas de 1995, y las catalanas del 95. Los datos más probables sitúan al Partido Popular en tomo a los 170 escaños, sin descartar que pueda conseguir la mayoría absoluta obteniendo en torno a los 178 escaños. ciu puede obtener entre 14 y 15 diputados, el PNV  4 diputados, 1U 25, Coalición Canaria 3 diputados, otros grupos 2, y el PSOE entre 124 y 132.

La evolución del número de escaños del PSOE estará en función de si el Partido Popular se sitúa o no en la franja alta de número de escaños (178). Por lo tanto, parece muy poco probable que se pueda formar un Gobierno de ciu, PNV y PSOE contra el Partido Popular. Los españoles parece que han decidido ejercer la normalidad que comporta el sistema democrático y apostar decididamente -y quizá masivamente-, por el relevo, es decir, por la normalidad.

Presidente del Consejo de Administración de Telemadrid. Del Consejo Editorial de Nueva Revista