Jimmy Kimmel contra Donald Trump: cuando el poder recurre a la cultura de la cancelación

El pulso entre el presidente de Estados Unidos y los presentadores de televisión más críticos reabre el temor a la censura ejercida por el Estado

Donald Trump, en una visita al programa de Jimmy Kimmel, hace diez años. © Jimmy Kimmel Live / YouTube
Donald Trump, en una visita al programa de Jimmy Kimmel, hace diez años. © Jimmy Kimmel Live / YouTube
Federico Marín Bellón

Avance

En un mundo en armas, las pantallas viven su propia guerra, nada soterrada, en la que se han alistado algunas de las personas más poderosas del planeta. Donald Trump ha demostrado su poder, y sus limitaciones, con la cancelación temporal del programa de Jimmy Kimmel en televisión. El presidente dijo que «deberían haberlo despedido mucho antes, por sus bajas audiencias», pero el cómico, castigado por un comentario sobre el asesinato de Charlie Kirk, recuperó su espacio nocturno seis días después. Lo hizo con récord de público, en un ejemplo de manual del llamado efecto Streisand.

Hace unas semanas, otro presentador y humorista, Stephen Colbert, supo que le quitarán su programa en CBS, lo que Trump también celebró en público, con el mismo patrón. «Me encanta que despidieran a Colbert. Su talento era incluso menor que sus índices de audiencia», escribió Trump en Truth Social, una red social de microblogging lanzada por él mismo. El presidente ya anticipó entonces cuál sería el siguiente paso: «He oído que Jimmy Kimmel es el siguiente. ¡Tiene incluso menos talento que Colbert!». La campaña era total: Brendan Carr, presidente del órgano regulador Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), presionó por su parte a la cadena ABC para que ejecutara el despido: «Podemos hacer esto por las buenas o por las malas», les dijo. Lo más inquietante es que «las buenas» no funcionaron. 

Entretanto, Elon Musk pelea contra Netflix en un nuevo boicot también promovido desde su propia red social. Pese a sus recientes vinculaciones con el poder, al menos esto no parece un caso de censura ejercido desde el poder, sino una pelea de gallos gigantes, la gran X contra la N roja, sin interferencias del Gobierno. Musk, que se aburre en un solo frente, también propone crear una Grokipedia para acabar con la Wikipedia y sus «sesgos de izquierdas». Existe el precedente de lo que ocurrió con Grok cuando le dio instrucciones parecidas. 

Detrás de todos estos movimientos, nacidos en Estados Unidos pero con implicaciones globales, está en juego la libertad de expresión. «No se trataba de mí, sino de si un presentador nocturno puede decir algo que no le gusta al presidente y conservar su trabajo», dijo Kimmel en su reaparición. La amenaza es seria. Los últimos modelos de censura se han visto perfeccionados con las técnicas desarrolladas por la cultura de la cancelación y nadie está libre de ser acallado. A la vez, ni siquiera los presidentes y magnates más poderosos tienen el poder omnímodo de cerrar las bocas más molestas. Hasta ahora no hay víctimas mortales, solo millonarios despedidos o por despedir, pero nadie sabe lo que ocurrirá con el viejo poder del espectador, su libertad de decisión. Es una pugna entre quienes lo consideran un consumidor y los que solo lo ven como votante.

ArtÍculo

Hace dos semanas, el 17 de septiembre, la cadena ABC anunció la suspensión temporal del programa Jimmy Kimmel Live!, decisión disfrazada de empresarial y tomada después de las presiones públicas ejercidas por Donald Trump, que aplaudió sin disimulo la noticia. El presidente celebró la suspensión como «una victoria para la decencia» y advirtió que «los medios corruptos ya no pueden atacar sin consecuencias». El caso ha desatado un intenso debate sobre la libertad de expresión, la censura y los límites de la cultura de la cancelación. Barack Obama considera el caso Kimmel «una escalada peligrosa». «Tras años de quejarse de la cultura de la cancelación, la administración actual la ha llevado a un nuevo y peligroso nivel al amenazar sistemáticamente con medidas regulatorias contra los medios de comunicación a menos que amordacen o despidan a los periodistas y comentaristas que no le agradan», escribió en X.

Llovía sobre mojado. El pasado mes de julio, la CBS anunció que pondrá fin a otro espacio satírico, The Late Show with Stephen Colbert, justo después de que el cómico criticara el modo en que la empresa matriz, Paramount, resolvió sus disputas legales y empresariales con el presidente de Estados Unidos. Sus buenos datos de audiencia no impidieron que la compañía alegara que se trataba de «una decisión financiera en un contexto desafiante en la noche».

Stephen Colbert, en una imagen promocional de su programa en CBS
Stephen Colbert, en una imagen promocional de su programa en la cadena CBS

El programa dejará de emitirse en mayo y ya ha puesto sus barbas a remojar su amigo Jon Stewart, el menos sutil y más antitrumpista francotirador de la sátira política. Como muestra, uno de sus últimos monólogos fue titulado de forma irónica El manual de Jon Stewart sobre la libertad de expresión en la gloriosa era Trump tras su paso por el programa de Kimmel. Su invitada ese día era la periodista filipina y premio Nobel de la Paz Maria Ressa, que presentaba su libro Cómo luchar contra un dictador.

Críticas republicanas

El despido de Kimmel, más fulminante y seguramente peor calculado que el de Colbert, llevó a la ABC a dar marcha atrás después de la amplia respuesta de las estrellas de Hollywood, los sindicatos e incluso desde las filas republicanas. El senador por Texas Ted Cruz, por ejemplo, consideró un ejemplo «muy peligroso» que el presidente de la Comisión Federal de las Comunicaciones (FCC), órgano regulador del que dependen los medios de comunicación, fuera el primero en sugerir que Kimmel debía ser despedido. Su «Podemos hacer esto por las buenas o por las malas» le salió caro a Brendan Carr, aunque después se apresuró a negar sus amenazas contra la cadena.

«Los funcionarios de Trump están abusando repetidamente de su poder para detener ideas que no les gustan, decidiendo quién puede hablar, escribir e incluso bromear», dijo por su parte la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), en un comunicado que añadía: «Las acciones del Gobierno, junto con la capitulación de ABC, representan una grave amenaza para nuestras libertades de la Primera Enmienda».1

Tampoco el regreso del programa de Jimmy Kimmel fue sencillo. Nexstar y Sinclair, redes afiliadas que habían dejado de emitir el espacio, decidieron mantener el boicot después de la rectificación de la ABC, pese al cual el espacio triplicó su audiencia habitual, corroborando la vigencia del llamado efecto Streisand.2 El renacido Kimmel fue visto por 6,2 millones de espectadores en EE. UU. y su monólogo de regreso lleva más de 21 millones de visitas en YouTube. Al final, ambas filiales también han reculado y ya lo emiten de nuevo en sus estaciones.

Estas son algunas de las frases de Kimmel en su reaparición:

«Si empezamos a castigar a los comediantes por criticar a los políticos, entonces ya no tenemos comedia, solo propaganda»

«No se trataba de mí, sino de si un presentador nocturno puede decir algo que no le gusta al presidente y conservar su trabajo»

«Se supone que la comedia debe incomodar a veces a la gente. La diferencia entre una democracia y una dictadura es si permitimos esa incomodidad»

Las guerras de Elon Musk

Aunque se trate de guerras muy distintas, llama la atención que el magnate Elon Musk, antiguo socio de Trump, luche por su parte contra dos gigantes como Netflix y la Wikipedia. En el primer caso, el dueño de Tesla anunció –en X, por supuesto– que había cancelado su suscripción a la plataforma e instó a otros a hacer lo mismo por «la salud de sus hijos». Respondía a un usuario que pedía lo mismo y atacaba el wokismo encubierto de la empresa de Ted Sarandos.

No es la primera vez que Musk critica a Netflix. En el pasado, tuiteó que el «virus mental woke» está haciendo que la plataforma sea «imposible de ver», lo que a su vez explicaba su pérdida de suscriptores.

En paralelo, el multimillonario acaba de anunciar que su empresa de inteligencia artificial, xAI, ha empezado a desarrollar la Grokipedia. Se trata de una alternativa y «mejora considerable» de la Wikipedia, que él llama en tono jocoso «Wokepedia», porque la considera demasiado izquierdista. Musk asegura que su lanzamiento será un paso necesario para «comprender el universo».

  1. La Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos garantiza la protección de cinco libertades fundamentales: la libertad de religión, la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho a la reunión pacífica y el derecho del pueblo a solicitar al Gobierno la reparación de agravios. ↩︎
  2.  Fenómeno en el que un intento de censura o encubrimiento consigue el efecto contrario. Se llama así por un incidente ocurrido en 2003, cuando la cantante y actriz Barbra Streisand denunció al fotógrafo Kenneth Adelman por una fotografía aérea en la que aparecía su casa. La demanda por invadir su privacidad fue desestimada y la imagen se hizo mucho más popular. Antes de la denuncia, seis personas la habían descargado en internet. Después de la protesta, fueron más de 400.000. ↩︎