Tiempo de lectura: 10 min.

Bruce Caldwell. Catedrático de Economía, dirige el Center for the History of Political Economy de la Duke University (Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos). Es editor de la serie Collected Works of F. A. Hayek, publicada por University of Chicago Press.

Hansjoerg Klausinger. Profesor emérito de Economía en la Universidad de Economía y Empresa de Viena.

Avance

Primer tomo de la —anunciada en dos— completa biografía de Friedrich von Hayek escrita por Bruce Caldwell y Hansjoerg Klausinger y que el año pasado fue uno de los mejores libros de 2022 según la lista de The Economist. Sus más de 800 páginas recogen acontecimientos vitales y académicos que parten de abundante material inédito. Y aunque los primeros, como recuerda el autor de la reseña, Francisco Cabrillo, no influyeron en su obra, «sí lo hicieron, sin duda, en algunas decisiones importantes para su vida, como la de aceptar un puestos en la Universidad de Chicago».

Bruce Caldwell y Hansjoerg Klausinger: «Hayek. A Life. 1899-1950». The University of Chicago Press. 2022. 840 págs.

Tras combatir con el ejército austriaco en la I Guerra Mundial, Hayek se incorporó a la universidad de Viena. Su encuentro con Ludwig von Mises marcaría de forma definitiva su visión de la economía. Podría decirse que le cambió la vida al igual que su paso e integración en la London School of Economics, donde pronto empezaron sus polémicas con John Maynard Keynes. El ganador resultó este último y la consecuencia «fue que la obra analítica de Hayek cayó en el olvido», apunta Cabrillo. En la década de los 40 tuvo un resurgimiento como científico social. El punto de inflexión fue la publicación en 1944 de «Camino de servidumbre». «Con él inició la publicación de una serie de obras —señala el autor del texto— en las que reflexionó sobre el futuro de una sociedad occidental que parecía dispuesta a abandonar los principios básicos de la libertad para sustituirlos por los de un socialismo que acabaría destruyendo, en su opinión, los fundamentos mismos de la democracia». Destaca Cabrillo a continuación que Hayek nunca fue un libertario radical: contaba con el derecho y el Estado para garantizar el desarrollo de un orden político y económico liberal. Pero pensaba que, «cuando el Estado pretende controlar y planificar la economía, no sólo lo hace mal, desde el punto de vista de la eficiencia, al carecer de la información necesaria para ello; resulta, además, que abre el camino hacia la tiranía. Y, en su libro, utilizó el ejemplo de Alemania para ilustrar sus argumentos».

La biografía abarca temporalmente hasta 1950. En su parte final se detiene en otro hito importante: la creación en 1947 de la Sociedad Mont Pelerin, una sociedad de economistas y científicos sociales liberales  que tiene su origen en la preocupación que muchos intelectuales de la época sentían con respecto a las amenazas que estaba experimentando el orden social y económico liberal tras la Segunda Guerra Mundial.


Artículo

Friedrich von Hayek fue no sólo un economista de excepcional importancia, sino también uno de los científicos sociales más relevantes del siglo XX. Sobre su vida y sus aportaciones a la economía y al análisis de la sociedad  se han escrito numerosos libros y ensayos. Pero faltaba una gran biografía, que quedara como la obra de referencia para cualquier lector interesado en conocer a fondo la vida del personaje en relación con su amplia obra académica. Este es el objetivo del libro de Caldwell y Klausinger. Se trata de una biografía muy extensa, ya que este primer volumen tiene más 800 páginas y termina en 1950, cuarenta y dos años antes de la muerte de Hayek, lo que permite a los autores un estudio a fondo de su personaje.

Un mérito indudable del libro es haber utilizado mucho material hasta ahora inédito. A lo largo de sus páginas encontramos numerosas referencias a diarios, correspondencia y testimonios personales que nunca habían sido hechos públicos. Todo ello ofrece al lector una imagen del biografiado que va más allá de sus obra académica. Hayek, a pesar de que centró siempre sus actividades en la universidad y en el debate de ideas y teorías, tuvo una vida personal compleja, ya que residió en diversos países y mantuvo unas relaciones familiares a veces difíciles; entre ellas un divorcio conflictivo en 1949, el año mismo de su traslado a los Estados Unidos. No creo que pueda decirse que tales asuntos personales influyeran en su obra; pero sí lo hicieron, sin duda, en algunas decisiones importantes para su vida, como su decisión de aceptar un puestos en la Universidad de Chicago.

Fue Hayek un intelectual comprometido en todo momento con la época que le tocó vivir;  y fue un hombre del siglo XX, en el pleno sentido del término.

Nacido en Viena en 1899, conoció el mundo anterior a la Primera Guerra Mundial en una familia de clase media alta y elevado nivel cultural. Se unió al ejército austriaco en el período final de la guerra y participó en ella como teniente. Fue testigo, más tarde, de la desaparición del Imperio Austro-Húngaro y de los conflictos sociales y políticos de la Europa Central de la década de 1920.

Vivió casi veinte años en Gran Bretaña, entre 1931 y 1949, siendo allí uno de los protagonistas del gran debate en torno a las ideas de John Maynard Keynes, que, para bien o para mal —Hayek pensó siempre que para mal— revolucionarían el pensamiento económico de la época.

Fue profesor en los Estados Unidos y se convirtió en autor de éxito con la publicación en 1944 de su obra Camino de servidumbre, uno de los libros de mayor éxito editorial en las décadas centrales del siglo XX en el campo de las ciencias sociales. Tras la Segunda Guerra Mundial vio cómo se reforzaba su papel como una de las figuras más relevantes del pensamiento económico liberal, defendiendo posiciones que, en aquellos años se habían convertido en minoritarias y no podían rivalizar con keynesianismo dominante.

Pero su obra —y su propia autoestima— recibieron un fuerte impulso con la concesión del Premio Nobel de Economía en 1974.

Unos años antes, en 1962, había regresado a Europa, donde aún ejerció la docencia en las universidades de Friburgo y Salzburgo. Y, al final de su larga vida, aún pudo ser testigo de la caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la Unión Soviética, justa recompensa, sin duda, para un pensador que había dedicado su vida a la lucha por la libertad en el más amplio sentido del término.

Terminada la Guerra Mundial, el joven Hayek regresó a Viena a realizar sus estudios universitarios. La universidad de su ciudad natal no era ya la gran institución que había sido antes de 1914, pero aun era un centro de enseñanza superior importante, que le permitió adquirir una amplia gama de conocimientos  en campos como la economía, la psicología y las ciencias sociales en general, que iban más allá de su materia principal de estudio, el derecho. En economía estuvo, al principio, ligado al seminario de Othmar Spann un curioso pensador, que mezclaba en su obra la filosofía y la economía, con una visión conservadora y antiliberal, que reivindicaba la herencia de un pensador romántico como Adam Müller. Pero más tarde entraría en contacto con Friedrich von Wiser, destacado discípulo de Carl Menger, creador de la escuela austriaca de Economía; y su visión de los problemas económicos cambiaría de forma sustancial. Su relación posterior con Ludwig von Mises, otra gran figura de la escuela austriaca marcaría de forma definitiva su visión de la economía.

Tras una estancia en Nueva York, donde tomó su primer contacto con el pensamiento económico norteamericano, Hayek regresó a Viena. Y fue nombrado director del Instituto de Investigaciones sobre el Ciclo Económico, recientemente creado por el propio Mises. Fueron años de mucho trabajo e investigación y, finalmente, en 1929 consiguió su habilitación, el primer paso para conseguir una cátedra en Austria. Pero su vida daría pronto un giro inesperado. Al año siguiente recibió Hayek una carta de la London School of Economics, invitándole a pronunciar una serie de conferencias en este centro. Hayek aceptó, sin imaginar, sin duda, que esta invitación se convertiría más tarde en la oferta de una cátedra. El joven profesor austriaco se integró así en el mundo de la economía académica británica, en plena efervescencia en la década de 1930. Entabló una gran amistad con Lionel Robbins y pronto empezó sus polémicas con la estrella ascendente de la economía británica de la época, John Maynard Keynes.

Hayek publicó en 1931 su primer gran libro teórico: Precios y producción. Solo un año antes  Keynes había publicado su Tratado sobre el dinero. Ambas obras tenían puntos en común, entre ellos la influencia de la teoría monetaria de Wicksell; pero llagaban a resultados muy diferentes.

Hubo críticas mutuas y Hayek acabó enfrentándose no solo a Keynes, sino también a un ya influyente grupo de discípulos de éste. Hayek pensó siempre que él tenía la razón en este debate; pero no consiguió en absoluto convencer a sus adversarios. Y se dio, además, una circunstancia curiosa: al poco tiempo de la aparición de su Tratado, el propio Keynes cambió de opinión en aspectos sustanciales de su teoría y empezó a preparar un nuevo libro, la Teoría general del empleo, el interés y el dinero que se convertiría pronto en la obra más influyente del siglo XX en el campo de la macroeconomía.

Hayek no estaba en absoluto de acuerdo con la Teoría general; no sólo por su enfoque teórico, sino también porque abría el camino a una nueva política económica en la que se atribuía al estado un papel discrecional muy relevante. Pero nunca escribió la crítica contundente al nuevo libro que sus seguidores esperaban; algo de lo que siempre se arrepintió. No sabemos con certeza por qué no lo hizo. Es probable que pensara que no merecía la pena tras su fracaso en sus polémicas de los años anteriores.

Pero toda su vida estuvo convencido de que el keynesianismo no podía funcionar en el largo plazo y plantearía muchos problemas.

Es conocida la anécdota, que contaba el mismo Hayek de una conversación con Keynes—con quien, por cierto mantuvo siempre una excelente relación personal— sobre los posibles efectos que tendría la puesta en práctica de su nueva teoría. En la reseña de una de las principales biografías del economista británico —La vida de John Maynard Keynes de R. F.  Harrod (1951)— recordaba Hayek que, paseando un día con Keynes en 1945 o 1946, le mostró su preocupación por los efectos que podría tener poner en manos de los economistas y de los políticos unos instrumentos tan potentes para llevar a cabo políticas que acabarían generando fuertes déficit e inflación, como realmente sucedería años más tarde. La respuesta de Keynes fue brillante —e irresponsable— como tantas veces. «No se preocupe», le dijo. «Si yo viera que las cosas van por ese camino, escribiría otro libro diciendo que hay que hacer cosas muy diferentes». Y —añadía- Hayek— hizo un gesto con la mano como para mostrar lo fácil que le resultaría tal cosa. Pero —concluía Hayek— unos meses después Keynes había muerto.

Uno de los efectos del triunfo arrollador de lo que vino a llamarse la «revolución keynesiana» fue que la obra analítica de Hayek cayó en el olvido.

Lo que en 1931 se consideraba un análisis innovador del ciclo económico, basado en la idea de que una política monetaria en exceso expansiva distorsiona los tipos de interés y la inversión y acaba generando una crisis, no pudo resistir los efectos de la gran depresión y, sobre todo, de la teoría keynesiana que aportaba un modelo basado en la insuficiencia de demanda, que habría el camino a políticas económicas centradas en un fuerte crecimiento del sector público y en el abandono de las reglas de la ortodoxia. En 1941 publicó Hayek la que fue, seguramente, su obra más ambiciosa desde el punto de vista del análisis económico, La teoría pura del capital, en la que intentaba establecer los fundamentos analíticos de su teoría económica. Pero el libro tuvo muy poca repercusión. No sólo 1941 no era el mejor momentos para publicar un libro de teoría pura, sino que, además, quedaba fuera de la nueva corriente dominante. El resultado fue que, para el mundo académico, la teoría económica de Hayek estaba acabada. Contaba uno de sus discípulos cómo a principios de la década de 1930 los economistas británicos se dividían entre hayekianos y keynesianos; pero, al final de la misma década sólo había ya dos hayekianos: él mismo y el propio Hayek.

Nuestro personaje inició entonces una nueva andadura, en la que tendría mayor éxito:

se convirtió en un científico social, que extendió sus análisis económicos iniciales a campos como la sociología, la teoría política o la teoría del conocimiento, ente otros, sentando las bases de una visión global de las instituciones de una sociedad libre.

El punto de inflexión fue, sin duda, la publicación en 1944 de su obra Camino de servidumbre. Este es, sin duda, su libro más famoso, aunque no sea su mejor aportación al mundo de las ciencias sociales. Y condicionó en gran medida la segunda mitad de su vida. Por ello Caldwell y Klausinger tienen razón cuando atribuyen gran importancia a la publicación de este libro. Con él inició la publicación de una serie de obras en las que reflexionó sobre el futuro de una sociedad occidental que parecía dispuesta a abandonar los principios básicos de la libertad para sustituirlos por los de un socialismo que acabaría destruyendo, en su opinión, los fundamentos mismos de la democracia.

Es importante señalar que Hayek nunca fue un libertario radical. Siempre creyó, en cambio, en la importancia del derecho y el Estado para garantizar el desarrollo de un orden político y económico liberal.

Pero pensaba que, cuando el Estado pretende controlar y planificar la economía, no sólo lo hace mal, desde el punto de vista de la eficiencia, al carecer de la información necesaria para ello; resulta, además, que abre el camino hacia la tiranía. Y, en su libro, utilizó el ejemplo de Alemania para ilustrar sus argumentos. Al estudiar la historia del pensamiento económico en aquel país, apuntó la idea de que siempre existió en él una corriente estatista muy relevante. Y afirmó que muchos de sus economistas fueron, primero, socialistas de cátedra con el Imperio; luego, socialdemócratas en la República de Weimar; y finalmente colaboraron en la economía dirigida desde el Estado en los años del nacionalsocialismo. Y lo más importante es que, en su opinión, para adaptarse a estos cambios políticos no hubo que modificar mucho las ideas económicas dominantes en el país.

Otro hito importante de la vida de Hayek en esta época fue la creación en 1947 de la Sociedad Mont Pelerin. El nacimiento de esta sociedad de economistas y científicos sociales liberales  tiene su origen en la preocupación que muchos intelectuales de la época sentían con respecto a las amenazas que estaba experimentando el orden social y económico liberal tras la Segunda Guerra Mundial. Hayek fue el promotor de su primera reunión, que tuvo lugar en un hotel en la localidad suiza de Mont Pelerin, de la que la sociedad tomaría su nombre, al no haber acuerdo entre sus miembros fundadores para encontrar una figura intelectual de referencia con la que todos estuvieran conformes. A esa primera reunión acudieron muchos de e los economistas liberales más destacados de la época como Mises, Machlup, Knight o Röpke Y otros más jóvenes, que serían figuras muy relevantes en el pensamiento económico liberal en la segunda mitad del siglo, como Milton Friedman o George Stigler.  Sus objetivos eran la defensa de la libertad y la dignidad humana y la lucha por un orden económico liberal frente a la amenaza del totalitarismo.  Hayek fue su primer presidente y se mantuvo en el cargo hasta 1961, año en el que fue sustituido por  Willhelm Röpke. Hoy, casi ochenta años más tarde, la sociedad sigue activa y mantiene los mismos principios que inspiraron su creación.

La lectura de un libro tan extenso requiere tiempo, sin duda; pero merece la pena, ya que se trata de  una obra imprescindible para quienes quieran profundizar en la figura de Hayek. Algunos estamos esperando ya la publicación del segundo volumen de la biografía.

 

Catedrático Emérito de Economía de la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Senior de la Universidad Internacional de La Rioja UNIR.