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-Al margen de exposiciones de gran éxito y una popularidad todavía mayor para el artista, ¿qué ha quedado del Año Greco? ¿Ha sido útil académicamente?

El Año Greco ha permitido, sobre todo, contemplar unas exposiciones magníficas. Exposiciones que han ayudado a conocer obras del Greco dispersas por todo el mundo y que han ayudado también a los especialistas, a comprobar directamente muchas sobre sus tesis sobre lo que eran obras del maestro y las elaboradas por el taller o seguidores. Desconozco si ha sido útil académicamente…. quiero pensar que sí. Pero sobre todo ha sido útil para los investigadores y conservadores de museo.

-Hay varias aproximaciones clásicas al Greco: la alabanza de los franceses, Cossío, más tarde Barrès… ¿qué libro recomendaría para acercarse al pintor, pensando más en la sensibilidad que en la erudición?

Hay muchos libros sobre el Greco. Quizá Harold Edwin Wethey (El Greco and his school) escribió uno de los mejores. Pero yo recomendaría alguno de los últimos, por ejemplo el que acaba de publicar Fernando Marías (El Greco, historia de un pintor extravagante), y que recoge los documentos recientemente descubiertos sobre su vida.

-Ha habido muchos Grecos, por así decir. ¿Cuál le parece a usted que tenga más fundamento real? ¿El que encarna ciertas virtudes castellanas? ¿El bizantino, el romano, el veneciano, el difusor de Trento…? ¿Cuál ha tendido a primera nuestra mirada?

Cada biografía intentaba mostrar un Greco diferente, o al menos singular. Pero no fue un pintor español, sino veneciano -nacido en el protectorado de Creta- y que, como tal, hizo del color la esencia de su arte. Abandonó enseguida su primer bizantinismo, y las lecciones romanas fueron un complemento, más bien intelectual, a lo aprendido en Venecia. Su desconocida vida jugó a favor de crear mitos a veces contrapuestos. Pero, afortunadamente, cada vez sabemos más y su personalidad confirma lo que digo.

-Recientemente ha escrito usted un documentado artículo en Nueva Revista sobre las falsificaciones del Greco, los cuadros pintados por su taller… ¿Hasta qué punto puede enturbiar eso, o minusvalorar, nuestra percepción del pintor?

Hemos tenido la desgracia de conocer al Greco a través de obras que, tantas veces -incluso en el Museo del Prado- correspondían a su taller. Si a eso sumamos la suciedad y el mal estado de conservación de unas, y las falsificaciones o imitaciones que rodeaban otras, el Greco que nos ha llegado no respondía al real. La contemplación directa de algunos cuadros en las exposiciones a que me he referido ha sido una oportunidad única y magnífica. Las obras autógrafas hacen pensar en un maestro absoluto.

-Afirma usted que el Greco –en ventas directas o en las muy escasas subastas de sus obras- es nuestro maestro antiguo más cotizado. ¿Cómo explica ese fenómeno?

La cotización del Greco es hoy tan alta porque muchos de sus cuadros abandonaron a principios del siglo pasado España y empezaron a ser muy valorados en Estados Unidos y Gran Bretaña. Aquella salida de cuadros le hizo ser conocido y valorado en todo el mundo.

-¿Puede justificarse que el Greco nos gusta, ante todo, por “moderno”? ¿Cuál cree usted que es su principal legado aprovechado por los pintores del XIX en adelante? ¿Dónde se nota más su influencia, en los Manet y demás o en pintores posteriores de la vanguardia?

El Greco es el maestro antiguo más moderno. Y no lo es porque haya sido copiado e imitado por los pintores de todos los tiempos, sino porque su arte: el color, el expresionismo, su fuerza, su creatividad, sigue siendo un referente para los creadores de hoy. También por eso nos gusta el Greco: no porque sea diferente, que lo es, sino porque tiene un lenguaje que sigue perturbándonos y emocionándonos cuatro siglos después.

Habitual como firma de periodismo literario, opinión política y dos áreas de su especial interés, la literatura y la cocina, ha publicado sus trabajos en los grandes medios españoles. Ha sido director de la edición digital de Nueva Revista, jefe del proyecto de opinión online de The Objective y articulista en diversos medios. En julio de 2017 fue nombrado director del Instituto Cervantes de Londres. Ha publicado "Pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa" (2014) y "La vista desde aquí. Una conversación con Valentí Puig" (2017). Traductor y prologuista de obras de Evelyn Waugh, Louis Auchincloss, J. K. Huysmans, Rudyard Kipling, Valle-Inclán o Augusto Assía, entre otros. Su último libro es "Ya sentarás cabeza".