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Francisco Reyero, fascinado por Estados Unidos, su país favorito, ha escrito un libro sobre Donald Trump. Muy necesario porque desmonta el personaje. Lo analiza, radiografía, disecciona. Y para ello ha estado varios meses en Estados Unidos. En Nueva York, en Los Ángeles, en Las Vegas, donde empieza la obra desde el cielo de Nevada. Una labor de narrador entremezclado con el reporterismo. Entrevistas a fondo, olfateando atmósferas y escenarios. “Trump: el león del circo”, editado por El Paseo, está a punto de lanzar su segunda edición. El autor habla con Nueva Revista. Esta es la conversación.

 Nadie creía que Trump iba a ganar. Bueno, casi nadie…

En la primera edición del libro no descartaba que el desastre no se concitara a nuestro alrededor y estimo algunas vías de victoria para Trump. Incluyo al final del libro una previsión con un análisis interesante de ‘Wall Street Journal’ destacando dónde estaban las vías de victoria, el sendero de Florida, el sendero sin Florida, que parecía más complicado… Al final todo eso ha quedado empequeñecido, pero se valoraba. Yo pensé que era una especie de prototipo de lo que va a venir por llegar, resultado de la globalización, en Silicon Valley… Sin embargo, va a gobernar un aborigen de los años 80.

 Trump es el presidente electo que tiene a Ronald Reagan como modelo.

 Bueno, su modelo es Reagan y John Wayne, pero no John Wayne en ‘El hombre tranquilo’, sino como poco en ‘Fort Apache’. [Reyero es un pertinaz cinéfilo, del cine clásico, de todo buen cine. Del clásico de Hollywood, sobre todo. Y lo ha estudiado. Hay que leer su libro de Sinatra en España]. Trump reproduce esos modelos simples, reiterativos, aunque es diferente porque Reagan tenía espacios para redimir a la ciudadanía, como el gran anuncio de campaña de 1984 titulado ‘It’s morning in America’, que habla de cómo todo va mucho mejor. Eso no se da con Trump, que da la parte áspera y la parte más matona. En Reagan siempre había algo de confort. Él hablaba que América era más que un espacio físico, una idea, la del recurrente sueño americano.

 En el capítulo de Reagan del documental de los años 80 que produce Tom Hanks, aparece Colin Powell [secretario de Estado con George Bush]. Powell, que no es un hombre dado a la sensiblería, dice: “Al final Ronald Reagan se fue, se despidió de la Casa Blanca, y todo se acabó”.  A Powell se le saltan las lágrimas y dice: “Era magia, pero una magia real”. Reagan, aunque sea simple, ni mucho menos era un intelectual, ofrecía una imagen de solidez personal y de cierta verdad, dentro de la interpretación de la política. Donald Trump es una impugnación permanente de todo, de lo que hace y lo que no hace. ¿Cómo te puedes fiar de alguien así?

Recién elegido sorprendió con un discurso moderado. Incluso conciliador.

Eso es interesante, porque uno es presidencial o no en función de las circunstancias.  Aunque las exigencias para tener un cargo sean las ideas de honestidad, disciplina, facilitar la convivencia y regenerar el bienestar… Eso no importa para Trump. No creo esa transformación en alguien que ha ganado soliviantando la propia convivencia, la estabilidad. Y ahora sus detractores se encomiendan al Altísimo para que él no sea como se pretendía que fuera. Es disparatado y en cualquier caso es mentira tras mentira. Ahora dice que no quiere hacer daño a Hillary Clinton y en la campaña dijo que la quería encarcelar.

 Bienvenidas sean esas mentiras.

 Esa es no es la manera de alcanzar el poder. Que se haya establecido que la eficacia no tiene nada que ver con la honradez… Trump puede no pagar impuestos durante 20 años, no hacer pública su declaración de la Renta y tener su avión embargado. Puede colocar a sus hijos en el Gobierno de transición y mantenerlos al frente de sus empresas y decir también que él va a cobrar un dólar de salario. Puede hacer todo esto y la gente lo acaba votando. Estamos en un momento de desconcierto general y encumbrado por los propios medios, la propia televisión, que le ha dado grandes beneficios.

 ¿No ha sido un gran fracaso mediático? ¿Los grandes medios ya no influyen en las decisiones de los votantes?

 Cuando se habla del fracaso de la prensa, estoy de acuerdo en el fracaso comercial, pero no hay un fracaso deontológico de The New York Times o las revistas de calidad como ‘The Atlantic’, ‘New Yorker’, ‘New York’… Asunto distinto es que eso no tenga un acomodo mercantil, que la gente no se gaste dinero en ese tipo de prensa, que es más necesaria que nunca. NYT ha elaborado un análisis riguroso sobre quién era Trump. Lo que pasa es que si el 2% de la población americana es la que puede comprar un tipo de prensa donde se analiza de manera detallada la figura de Trump para hacer una evaluación aproximadamente real de la persona y hay un porcentaje aplastante que se informa por televisión o Facebook, que ha sido acusado de jugar a favor de Trump. Hay que ser honesto: la prensa escrita, con sus hipotecas y dependencia, es mucho más plausible que la televisión.

 En el libro se hace referencia a un comentario de Trump: “El rating es el poder”. Ha llevado esta máxima a rajatabla. Incluso quiso cobrar por conceder entrevistas.

 Eso es verdad. Trump no ha contratado anuncios. Otra cosa es que, si la Asociación Nacional del Rifle se lo quiere pagar, pues se lo paga. Trump es un mercader, se dedica a comprar y vender. No tiene otra misión. Poner a los hijos al frente del gobierno de transición y a la vez mantener el poder en las empresas, ya te dice por donde va. Rich, el articulista, cree que el Gobierno Trump estará entre los trabucazos de Bush y una corrupción de primer nivel al estilo de Warren Harding, en la década de los veinte, robando con las manos llenas.

 Y entonces, ¿por qué lo han elegido?

 ¿Hay que creer en alguien que sería inelegible por lo que ha hecho y ha llegado a la Presidencia con las herramientas que tiene el poder? Que quiera bajarse del acuerdo del Clima contra el calentamiento de la Tierra, que esté dispuesto de volver al fracking. En todo este tipo de cosas que pretende hacer de alguna manera se verá beneficiado. No creo que las haga por amor al arte. Trump se ha convertido en un personaje tan sórdidamente entretenido que han acabado votándolo.

 Se habla mucho que el hombre blanco ha vuelto, el desheredado. ¿Y los demás? ¿Y los latinos, negros y asiáticos que son el 30% de la población? ¿Por qué no han votado esos? Y es que en campaña no sólo habló del muro de México, sino de deportar a los hijos de inmigrantes que hubieran nacido ya en Estados Unidos.

Hay efectos correctores como el control del propio Partido Republicano, el Congreso y el Senado, los alcaldes de las grandes ciudades que se negarán a participar en las grandes redadas contra los inmigrantes.

 Siempre hay posibilidad de actuar con fuerzas contrarias y es verdad que han dado buenos resultados: se han establecido competencias de moral. A mí me da que pensar que él se iba a caer del caballo en algún momento, que el Partido Republicano no iba a tolerar ninguna insolencia más… hasta la siguiente. Porque al final las toleraron todas.

 Poco a poco está montando su equipo, pero está teniendo rechazos y tarda demasiado.

 Son muchos puestos y hay desconfianza hacia Trump. Es normal que la gente lo rechace si no existen unas ciertas garantías. Su forma de actuar es muy desorganizada, no hay una estrategia; lo que hay brotes y espasmos. Se mueve muy bien en los movimientos astutos, es un hombre sagaz, las va viendo venir. Y va cambiando el rumbo en función de lo que le vaya interesando.

 ¿El efecto Trump podría amplificarse en otros países europeos como en Francia con Le Pen?

 El populismo comparte tácticas y modos de llegar al poder. Que haya rasgos de compartir esas tácticas pues es lógico: dicen que “yo tengo la solución” y “los demás son tibios”. “Hay que separar entre los vuelos y los malos”. “Te voy a decir quiénes son los malos”, pero luego la personalidad de cada uno es muy distinta y lo interesante de Trump es que ha roto barreras de contenedores ideológicos. Él no ha atendido a unos determinados espectros. Ha dejado atrás las ideas y se ha ido directamente a la barriga. Lo interesante de Trump es que ha sido capaz de maniobrar en una selva de esquemas ideológicos.

 ¿Trump está más cerca de Podemos o de una extrema derecha?

 Trump es un populista de mercado a la sombra del gran capital. Su idea es que el rico puede ser cualquiera, que es cuestión de voluntad. Lo que decía Rockefeller: “Dios solo me dio mi dinero” y en las otras parcelas es una suerte de impugnación del sistema con un nuevo modelo estatal y sesgo entre los que tiene la razón y los que no la tienen.

 Ya nadie se fía de los sondeos. De nuevo, han vuelto a fallar.

 Vivimos en un mundo de encuestas. Nosotros tenemos una percepción y luego la encuesta te dice cuál debe ser esa percepción. Es imposible vivir tomándose la temperatura permanentemente. No hay posibilidad de avanzar porque uno siempre te está sondeando. Si las encuestas fallan estrepitosamente, y de manera constante, se sospecha que puede haber intereses para generar una opinión pública en función de un determinado interés.

Las encuestas sí decían que Hillary no era una buena candidata.

 Desde luego. Ella ya en 2008, cuando compite contra Obama, dijo: “Cada vez que compito para ganar” y va ella y pierde… Esto es un síntoma. Luego ya su pasado y como Trump ha sido capaz de establecer que ha sido una mujer corrupta… Ella no se ha sacudido esa presión. Para mí no era una buena candidata, sobre todo a la hora de defender su espacio que ha sido invadido por Trump.

 ¿Estará Trump ocho años o para él con cuatro basta?

 Con Trump puede pasar de todo; me imagino cualquier cosa. En función de lo que haga y se verá. De las cosas que me ha asombrado es el tono físico de este hombre, está sobrepesado y no se está cuidando. Y con 70 años y el ritmo que ha llevado, que es brutal, con el avión que toma como si fuera un autobús de línea.

Periodista. Delegado de El Confidencial en Andalucía y profesor de Periodismo de la Universidad de Málaga.