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Aunque el budismo es tradicionalmente visto como una filosofía pacífica, en países como Sri Lanka y Myanmar ha sido instrumentalizado por monjes extremistas para promover agendas nacionalistas y antiminoritarias. En Sri Lanka, figuras como el monje Galagoda Aththe Gnanasara han liderado movimientos violentos contra musulmanes y cristianos, legitimados por un sistema político que concede privilegios desproporcionados a la mayoría budista. La retórica de protección religiosa se ha convertido en justificación para ataques, desplazamientos y discursos de odio, mientras las voces disidentes dentro del mismo budismo —como monjas y activistas— luchan por recuperar los principios de ahimsa [el precepto de no dañar]. En nombre de la paz, algunos budistas han abrazado la violencia.
Artículo completo: The dangerous rise of Buddhist extremism: ‘Attaining nirvana can wait’
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