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Con motivo del centenario del nacimiento de Antonio Fontán (1923-2010), el Archivo y la Biblioteca del Senado han organizado una exposición conjunta para conmemorar la efeméride de quien fuera primer presidente del Senado tras las elecciones generales de 1977. Está ubicada en el vestíbulo, de manera que es ineludible pasar por allí para acceder a la Cámara Alta. Y, de la misma manera, la figura de Fontán es ineludible cuando se habla del restablecimiento de los derechos y libertades democráticas en España. Lo hizo desde todos los frentes donde fue activo: la política, la academia y, muy especialmente, el periodismo.

Su última empresa cultural fue Nueva Revista de Política, Cultura y Arte que, vio la luz en 1990 con la aspiración de «convertirse en una tribuna abierta y en un foro plural en el que tengan cabida todas las voces que merezcan ser oídas siempre que estén igualmente dispuestas a escuchar». Esas palabras las firmaba Antonio Fontán en el editorial del primer número de Nueva Revista y, de alguna manera, le describían y representaban: siempre dispuesto a escuchar, merecía ser oído.

Trabajar por el consenso

A los cien años de su nacimiento, merece ser recordado y eso han hecho las personas de su círculo cercano ‒familiares, amigos y compañeros‒ que recientemente visitaron la exposición en el Senado. Les recibió el presidente de la Cámara Alta, Pedro Rollán, con unas palabras entre las que no faltaron «convivencia», «respeto», «entendimiento…». Ese era el idioma de Antonio Fontán. Y no lo iba a olvidar en uno de los días más importante de su vida y de la vida democrática del país. Fue el 5 de octubre de 1978, cuando intervino en el pleno del Senado que aprobó el proyecto de Constitución remitido por el Congreso y habló de consenso «como apellido» de la Carta Magna, «un apellido compuesto que en vez de ser un adjetivo es una proposición y un nombre: la Constitución del consenso. Realmente sería difícil que, por muchos esfuerzos que nosotros mismos hiciéramos, lográramos quitar a la Constitución de 1978 ese apellido, que es, probablemente, la honra. Constitución del consenso quiere decir Constitución de la concordia, quiere decir Constitución también de la esperanza». Y cerraba su intervención echando mano de autores latinos, «particularmente familiares» para él, pues su carácter humanista lo llevaba consigo siempre.

Los familiares de Antonio Fontán en la Sala de Lectura del Senado con motivo de su reciente visita a la exposición.

Testigos de su intensa actividad política, la exposición recoge documentos como su credencial de senador o su firma en la Constitución de 1978. Bajo su presidencia se restableció el bicameralismo y la actividad del Senado, dotándolo de personal especializado y recuperando los fondos bibliográficos del antiguo Senado depositados en el Centro de Estudios Constitucionales. También la muestra da cuenta de la corriente humanística de Fontán, que sabía insuflar en cada uno de los proyectos que acometía. La reflejan de especial modo publicaciones como Marco Tulio Cicerón: semblanza política, filosófica y literaria o Príncipes y humanistas: Nebrija, Erasmo, Maquiavelo, Moro, Vives, que lo convirtieron en uno de los referentes para el estudio de la lingüística, la filología y la historiografía clásica de su tiempo. En la exposición del Senado, acompaña a esta selección de obras humanísticas el ejemplar de la Gramática latina de Nebrija, impresa en 1550, y que es una de las obras más valiosas de la Biblioteca del Senado. 

«Un quehacer infinito»

También encuentra su hueco en la muestra la contribución de Fontán al ámbito periodístico, que comenzó en la década de los 50 con la revista semanal La Actualidad Española, de la que fue director entre 1952 y 1956. Posteriormente compaginó esta actividad con la de director de la revista mensual de pensamiento Nuestro Tiempo, también fundada por él. En la década siguiente llegó quizá la que fuera su hazaña periodística más recordada: en 1966 se hizo cargo de la dirección del Diario Madrid, donde colaboraba desde hacía cuatro años. Al amparo de la nueva ley de prensa, Fontán intentó modernizarlo y practicar, desde sus páginas, el ejercicio de la libertad de expresión. Pero los nuevos tiempos, la apertura y la democracia llegaron antes al medio que al país y, tras diversos conflictos con el Gobierno de Franco, litigios y multas, Diario Madrid fue clausurado en 1971. En la exposición, a través de una muestra de sus portadas, se evidencia el cambio ideológico del diario, su oposición a la dictadura y la defensa de la libertad de prensa, motivo de la clausura. Inasequible siempre a los desalientos de las causas periodísticas, al desaliento, en general, en los 90 Fontán volvió a la carga con una nueva publicación que le dio ilusiones renovadas y preocupaciones variadas: es esta, Nueva Revista de política, cultura y arte, donde desde entonces y hasta la fecha se analiza la sociedad española de manera trasversal y desde distintas perspectivas.

Así escribía sobre esta publicación ‒pero también sobre él mismo y su carácter y sobre la sociedad de su tiempo‒ a Agustín López Kindler en Antonio Fontán: confidencias y afanes de madurez, el libro donde este recuperaba la correspondencia que mantuvo con él:

«Aquí hay un quehacer infinito. El país está hecho una pena. Ha habido una verdadera agresión contra los valores históricos que habíamos conseguido mantener en la modernización de los que ahora llaman, ya muchos, los años dorados de la Transición. También llamaron los romanos con nostalgia así a los primeros años de Nerón (los de Séneca), el quinquennium Neronis que se decía bajo Trajano (cf. Aurelio Víctor). Habrá que seguir, aunque sea volviendo a empezar. El “eterno retorno”, que quizá sea mi sino: una revista, o varias, cada cuarenta años y un grupo de gente que vale alrededor de uno. Ya sabes que no me canso».

Por una trayectoria incansable, como él mismo reconocía, fue designado por el Instituto Internacional de Prensa (IPI) como uno de los “50 Héroes de la Libertad de Prensa” en el año 2000. Murió en enero de 2010 en Madrid a los 86 años de edad. Su repercusión se tradujo en numerosos libros sobre su figura o sobre sus estudios (como el escrito por su sobrino Antonio Fontán Meana, Claves para entender a don Antonio Fontán, la biografía de Arturo Moreno Garcerán, Don Antonio Fontán Pérez. El espíritu de la política, o el del recientemente fallecido Miguel Ángel Gozalo, Un liberal en la Transición. Periodismo, latín y todo lo demás) y en la publicación que fundó en los 90 y que mantiene vivo su legado y su espíritu.


Periodista cultural