Nueva Revista

El castillo (Franz Kafka)

Solo un genio puede tener la capacidad para convertir una inicial en todo un mundo. Es lo que ocurre con K. Se ha visto en K un reflejo del propio Kafka, pero también la fisonomía del hombre contemporáneo, atrapado en las fauces de un sistema burocrático que es tan funcional como surrealista e inhumano. Y el acierto de Kafka ha sido acercar precisamente lo irracional e instalarlo como un elemento más a tener en cuenta en nuestras vidas. Por eso, sus relatos son tan estremecedores: en ellos todo parece cotidiano y trivial, descubrimos nuestro día a día en esta descripción y en aquella atmósfera, hay muebles como los nuestros y hombres que se nos parecen y de repente aparece e irrumpe, por decirlo de una forma expresiva, lo kafkiano.

K es un agrimensor que acude a un castillo que ha reclamado sus servicios, pero resulta que es tan impenetrable la fortaleza como desconocido su cometido. La historia se complica con personajes y aparece la confusión: en realidad, como informan al protagonista, su llamada obedece a un error y no le reclamaban. A partir de ahí K vivirá en lo inconcebible.

El castillo representa la burocracia moderna y K al individuo que nada conoce de ella y que no puede defenderse. La crítica de Kafka se dirige contra el carácter impersonal y pétreo del funcionariado pero también se enfrenta a la dinámica de un complejo burocrático que, como en sus relatos, ha perdido su finalidad. Eso es lo desesperante de todas las historias de Kafka: cómo la puesta en marcha de ciertos mecanismos acaban en reduplicaciones sin sentido.

Las obras de Kafka resultan tan desasosegantes como veraces; de ahí su éxito y su capacidad por seguir diciéndonos, al cabo del tiempo, tantas cosas. Muchos expertos en su obra han ofrecido diversas interpretaciones para todas y cada una de sus obras. A decir verdad, no sabremos nunca lo que en realidad quiso decir Kafka con este relato, susceptible de tantas lecturas y de tantos sentidos. Se ha dicho asimismo que en él comparecen la soledad del hombre de hoy, la búsqueda de la salvación individual, la necesidad de encontrar un sentido al dolor… Y se han llegado a proponer diversas significaciones sexuales.

En este sentido, y para entender mejor a Kafka, no está de más recordar lo que R. Safranski ha dicho sobre el misterioso autor checo. A juicio del pensador alemán, Kafka quiso en sus obras escenificar literariamente una lucha interna: exponer, en definitiva, la lucha entre su verdad y la verdad común y aceptada. Por eso fue, sin lugar a dudas, un genio. Con una vida de burgués aparente, dedicado celosamente a su trabajo, guardaba una interioridad confusa que chocaba con su día a día. No se sentía bien con su vida normal. La lucha que emprendió con sus fantasmas, la violencia a la que le condujo su callada inadaptación es tal vez la de todos, pero él tuvo la valentía de expresarla de un modo único y genial.

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