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El Ministerio de Economía y Competitividad es una construcción sólida, vertical, casi orgullosa de su cemento que, al norte de Madrid, en el Paseo de la Castellana, comparte un área de tranquilidad, vigilada por guardias civiles, con el de Industria, Energía y Turismo. El ministro Luis de Guindos (Madrid, 1960) es uno de los actores destacados del gobierno de Mariano Rajoy y ahora está, como todos sus compañeros, a la expectativa. O sea, en funciones. Pero sigue, muy activo, en la brecha. Acaba de hacer unas largas declaraciones al diario ABC en las que reconoce la desaceleración, anuncia que en breve se presentará un plan a Bruselas para corregir la desviación del régimen de las autonomías y confirma la preocupación europea porque en España pueda haber un gobierno populista. Camino de su despacho, en una habitación que da a un pasillo en el que cuelgan retratos de exministros, veo fugazmente un televisor al que se asoma Pablo Iglesias. De estas cosas que nos preocupan (la economía ha pasado a ser materia de interés general), he venido a conversar con este economista que ahora es ministro: una persona dialogante y asequible, con el currículo de la gente que ha pasado por muchos sitios y en todas partes ha dejado huella. Seguidor del Atlético de Madrid, jugador de tenis, está en ese momento en que uno de sus dos hijos le puede hacer abuelo. Confieso que lo que me apetece es empezar a hablar de fútbol (que no es una cuestión de vida y muerte sino algo más que eso), pero me resigno a empezar por Davos.

—Empecemos por la crisis económica mundial. ¿Qué conclusiones destacaría del Foro Económico de Davos, al que usted ha asistido? ¿No se ha hecho una lectura muy pesimista de la reunión?

—Tanto en Davos como más recientemente en la reunión del G-20 en Shanghái se ha constatado un empeoramiento de las perspectivas de crecimiento para la economía mundial. La incertidumbre sobre China, la caída de los precios de las materias primas y su efecto sobre los países emergentes y el agotamiento de los márgenes de actuación de la política monetaria, están detrás de esta percepción. Creo que la clave está en poner en marcha reformas estructurales, como ha hecho España. Así debemos continuar, para aprovechar mejor los estímulos monetarios y contrarrestar un entorno internacional menos favorable.

—Este déficit imprevisto con que hemos cerrado el año, ¿cómo lo encaja?

—Ya sabemos todos cuáles han sido las desviaciones. Yo nunca lloro por la leche derramada. Nos hemos desviado en un punto y lo importante a la vez es cómo lo reconducimos. Hay que mirar al futuro y en el próximo programa de estabilidad tomaremos las medidas en relación con las comunidades autónomas, como hemos anunciado, y pactaremos dicho déficit público con la Comisión Europea. Y evidentemente, aplicaremos la ley de estabilidad, que es una medida que ya aprobó el gobierno español.

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Luis de Guindos y Miguel Ángel Gozalo                                     Foto: Jorge Pareja

—Usted iba para presidente del Eurogrupo y (de momento) no lo ha sido. A partir de entonces se especuló con que no le interesaba demasiado la política. ¿Qué puede decir de ello?

—La presidencia del Eurogrupo habría supuesto un reconocimiento al esfuerzo realizado por el conjunto de la sociedad española para superar una situación económica muy compleja como la que teníamos en 2012. Pero al final las votaciones se ganan o se pierden y la vida continúa. Sigo pensando que España está infrarrepresentada en los organismos internacionales y que esta es una tarea en la que como país debemos emplearnos más a fondo. Mi interés por la política es tan alto que soy miembro del gobierno de España. Más involucrado en la política no se puede estar. Lo que sí dije es que no me iba a presentar a las elecciones de diciembre de 2015 y lo cumplí.

—Hay quienes le imaginan al frente de un gobierno de tecnócratas. Un gobierno de ese tipo, ¿sería la solución para el atasco en que estamos metidos?

—Yo sigo manteniendo lo que dije hace un año. La situación económica es complicada y hay que acabar la tarea. Y eso es lo único. Es lo que me interesa y a lo cual presto atención. Punto. Ya está. —Hace una pausa, me mira y dice lo que sigue—: Y el gobierno no tiene que ser un gobierno de tecnócratas. Tiene que ser un gobierno político salido de las urnas.

—La condición de «ministro en funciones» ¿supone una pérdida de efectividad?

—No es la situación ideal, desde luego. En España no estamos acostumbrados a estos periodos de interinidad tan largos. Hay pérdida de efectividad porque tenemos la capacidad normativa muy limitada, pero seguimos resolviendo los asuntos públicos en el día a día. Lo deseable es que se forme cuanto antes un gobierno estable y de amplia mayoría, formado por partidos dispuestos a llevar adelante las reformas que España necesita. Las elecciones generales son la última opción, pero antes hay que intentar ponerse de acuerdo con dos principios.

El primero es que quien lidera es el ganador de las elecciones, en este caso el PP con Mariano Rajoy a la cabeza. El segundo, que nadie debe poner en cuestión quién ejerce ese liderazgo en los demás partidos.

—¿Existe la posibilidad de no salir del todo de la crisis si no damos en España con el gobierno adecuado?

—Cuanto antes se forme un gobierno estable, mejor para que podamos seguir adelante con la recuperación económica. La economía española ha entrado en 2016 con una velocidad de crucero del 3,5%, la más alta entre los grandes países europeos. Pero está claro que hay que seguir avanzando para superar la crisis económica lo más rápidamente posible. Lo mejor sería continuar con las reformas estructurales que aún necesita la economía española y no dar marcha atrás en aspectos como, por ejemplo, la reforma laboral. No obstante, creo que debería haber una debacle para que no cerremos este año con una tasa de crecimiento próxima al 3%.

—La situación actual, ¿en qué medida es fruto de las políticas y en qué medida es fruto del ciclo económico global?

—España es una economía muy internacionalizada. Exportamos más del 33% del PIB y las empresas españolas están muy presentes en los mercados exteriores. Por tanto, todo lo que venga del exterior nos afecta. Hemos hecho las reformas estructurales —laboral, financiera, fiscal— que nos permiten aprovechar mejor los «vientos de cola». Otros países también cuentan con impulsos como la política monetaria del BCE, el bajo precio del petróleo o la cotización del euro, pero España está en mejores condiciones para sacar partido en forma de crecimiento y de empleo, como demuestran las cifras. Es el resultado de haber llevado a cabo una política económica correcta y en la que debemos perseverar.

—¿Cuáles son los motores del crecimiento español para los próximos años? ¿Turismo? ¿Tecnología? ¿En qué podemos los españoles ser diferentes y más competitivos?

—Durante estos años de crisis, la exportación se ha mostrado como uno de los principales motores de la economía española. Las reformas introducidas en los diferentes mercados y la corrección de los desequilibrios han permitido ganancias de competitividad que han impulsado nuestras ventas en el exterior. Este es el cambio de modelo que se ha producido en los últimos años. Ha afectado a todos los sectores y es un objetivo   que debemos mantener.

—El problema de los refugiados que se lanzan sobre Europa, ¿debe encararse de otra manera?

—El problema de los refugiados es muy complejo y presenta muchas aristas. Lo primero es abordarlo desde el punto de vista humanitario. En el aspecto económico, yo lo enfoco como una oportunidad. Es fundamental minimizar además el impacto de los comportamientos xenófobos. El reciente acuerdo con Turquía garantiza que el flujo de refugiados se trate de una forma ordenada, pero hay que tener en cuenta que lo fundamental es ir al origen del problema, que no es otro que la guerra en Siria.

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Luis de Guindos                                                                Foto: Jorge Pareja

—En este terreno, lo ocurrido en las elecciones alemanas ¿es un anticipo de una crisis aún mayor y un retorno de los populismos más extremos?

—Los populismos están en auge no solo en Europa, y son un motivo de preocupación porque encierran posiciones extremas que perjudican la convivencia y el desarrollo económico. Pienso que la mejor manera de frenar su avance es con una mayor coordinación de las políticas europeas que permitan afrontar crisis como las de los refugiados desde todos los frentes.

—¿Cree que la salida del Reino Unido de la UE puede herir de muerte al proyecto europeo?

—La salida del Reino Unido de la UE no es deseable desde ningún punto de vista. Creo que todos, el propio gobierno británico y las instituciones europeas, deben trabajar para que ese escenario no se produzca. La aportación de Gran Bretaña al conjunto de la Unión Económica es buena desde el punto de vista económico y nos fortalece a todos, también a los británicos.

—¿Qué les tiene que decir a quienes han criticado su escala en el aeropuerto de El Prat para entrevistarse con Oriol Junqueras?

—Forma parte de los encuentros habituales y frecuentes con los responsables económicos de la Generalitat para tratar asuntos de interés común, igual que hacemos con el resto de comunidades autónomas. En este caso, hablamos de los problemas de financiación de Cataluña y la relación con las agencias de rating. No fue una reunión secreta, estaba publicitada a través de las agencias de prensa. Entre las funciones del Ministerio de Economía está mantener una financiación adecuada para garantizar la prestación de los servicios públicos, como la sanidad o la educación, al conjunto de los españoles, y por supuesto, a los catalanes.

—¿Tiene alguna solución la cuestión catalana en sus aspectos financieros?

—Hemos solucionado los problemas de financiación de Cataluña y de las demás comunidades mediante mecanismos como el Fondo de Pago a Proveedores y el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) desde el inicio de la legislatura. Hemos ido actualizando los mecanismos para adaptarlos a distintas circunstancias pero el sistema está funcionando desde hace años y es perfectamente válido en la actualidad.

Estos mecanismos han permitido a las comunidades que tenían cerrado el acceso a los mercados financiarse mediante el Tesoro público a coste más reducido y a proveedores, sobre todo pequeños y medianos empresarios. Las medidas han supuesto un ahorro en intereses para el conjunto de las Administraciones Públicas, con la consiguiente reducción del déficit.

—¿Qué ha pasado para que al gobierno del PP no se le haya reconocido en las urnas (aunque haya ganado las elecciones) su acertada política económica?

—Los más de siete millones que han votado al PP, sí que han reconocido la mejora económica o han pensado que con este partido las cosas van a ir mejor. No olvidemos que el PP ganó las elecciones y esto es un reconocimiento a una gestión económica que ha sacado a España de la peor recesión de la historia reciente. Es verdad que a la hora de votar, los ciudadanos no solo tienen en cuenta la economía. Hay otros elementos que también influyen.

—Dígame algunas.

—Por ejemplo, los casos de corrupción y algunas otras cuestiones. Fundamentalmente, lo que ha influido negativamente en las elecciones han sido los casos de corrupción.

—Y ¿no ha podido influir también el hecho de que hayan incumplido algunas promesas?

—Bueno, se pueden haber incumplido algunas promesas. Hay quien habla de otras cosas, como de la ley del aborto, o la ley de memoria histórica… Pero creo que eso tiene una importancia más reducida. Desde el punto de vista electoral, lo que ha hecho daño al PP (oye, que aquí están sufriendo todos los gobiernos europeos, que mis amigos irlandeses han perdido un 25% de los votos con un 7% de crecimiento), además de la crisis, que ha sido muy larga, y que se ha juntado con los casos de corrupción, con todo el tema que está muy ligado a la burbuja inmobiliaria, a las cajas de ahorros, al mal gobierno corporativo. Eso ha generado una sensación en este país de que unos estaban pagando la crisis y otros se estaban aprovechando de ella.

—A usted se le recibió como «el hombre de la tarea hercúlea». ¿Ha sido para tanto?

—Bueno, el primer año fue muy complicado. No para mí, sino para el conjunto del gobierno. Estuvimos al borde de la intervención, a punto de rescate. Eso hubiera sido algo tremendo para España: hubiera supuesto una crisis, que hubiera agravado las crisis que teníamos en curso y que hubiera llevado la sociedad española a una situación límite.

—¿Qué les queda a sus sucesores?

—Queda mucho. Hay que consolidar la recuperación, hay que no cometer errores y también continuar reduciendo el déficit público y llevarlo en los próximos trimestres a estar por debajo del 3%. Y más cosas: completar la reforma laboral, acabar con todo el proceso de privatizaciones (por ejemplo, el caso de Bankia, que es fundamental), continuar liberalizando los mercados de servicios, porque, además, el contexto internacional viene complejo en ese sentido. Europa tiene una plétora de desafíos importante en medio de la desaceleración económica del mundo. El mensaje que va a salir de la asamblea del Fondo Monetario Internacional es que hay una desaceleración económica importante.

—Y ¿se imagina usted alguien de un Frente Popular dirigiendo la economía desde esta casa?

—No. Yo creo que este país será más razonable y no pondrá aquí un gobierno a la portuguesa.

—¿Ni siquiera a la valenciana?

—Ni siquiera a la valenciana. Al final, lo que prevalecerá es el sentido común.

La luz de la soleada tarde de Madrid penetra por los ventanales del despacho. Luis de Guindos se deja retratar sonriente junto a las banderas que prestan solemnidad a un mobiliario funcional y pulcro. Al salir, me asomo al cuarto del televisor encendido y sigue en la pantalla, omnipresente, Pablo Iglesias. Uno, que es de los antiguos, piensa en lo que se decían los toreros, unos a otros, antes de hacer el paseíllo: «Que Dios reparta suerte». •

Ha sido, a lo largo de su larga trayectoria periodística, director del diario "Madrid" y presidente de la agencia EFE, entre otros muchos cargos.