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Según las estimaciones correspondientes al año 2005 (World Population Data Sheet), América Latina tenía 559 millones de habitantes, que sobre los 6.477 del planeta representaban alrededor de un 9 %.

En otro artículo publicado en Nueva Revista (número 92, 2004, «Una estandarización inacabada») recordaba la relativa homogeneidad demográfica de este espacio y algunos de los rasgos particulares de su evolución poblacional, particularmente la caída rápida de la mortalidad, el descenso igualmente veloz de la fecundidad, el cambio de signo de las migraciones internacionales, la intensificación de las internas (en y entre los países) y la ralentización del ritmo de urbanización de un espacio que, sin embargo, está bastante urbanizado.

No obstante, a pesar de ese paulatino proceso de estandarización demográfica, existen todavía contrastes apreciables en algunas variables y entre países. Es lo que ocurre con los dos indicadores más frecuentemente empleados para definir el comportamiento de una población ante la vida y la muerte. La fecundidad comparada a través del número medio de hijos por mujer da un valor de 1,5 en Cuba, 1,6 en Trinidad y Tobago y 1,8 en Puerto Rico frente a 4,7 en Haití, 4,4 en Guatemala y 4,1 en Honduras. Y la esperanza de vida al nacer para ambos sexos ofrece cifras de 79 años en Costa Rica y Martinica y de sólo 52 en Haití.

Por ello utilizar números de conjunto sólo tiene el valor de facilitar las comparaciones internacionales. Esas cifras están enmascarando diferencias que si bien son menores que las existentes en otros continentes en desarrollo y tienden a reducirse, aún se mantienen visibles.

LA REGIÓN EN DESARROLLO MÁS URBANIZADA

A diferencia del trabajo anterior que he mencionado, mi objetivo ahora no es realizar un análisis de variables, sino de territorios. Por ello pasaré revista a la situación poblacional de los tres grandes espacios latinoamericanos con el propósito de señalar la diversidad interna y la interterritorial.

Por la densidad, América Latina es un territorio poco poblado, como África. Pero tiene un poblamiento más irregular que este último debido a la importancia de la urbanización en algunas zonas del litoral o en los núcleos históricos de las civilizaciones precolombinas de las tierras altas (Dumont, F., 2001, «Les populations du monde»). La región nunca tuvo una población rural tan elevada como la de Asia y África. Mayoritaria antes de la II Guerra Mundial, superó el 5 0 % entre el final de los sesenta y el comienzo de los ochenta. La tasa de urbanización pasó del 40 % en 1950, al 70 % en 1990 y al 76 % en el año 2005. Es cierto que en los últimos tiempos la tasa de crecimiento de los núcleos urbanos se está reduciendo debido a la desaceleración demográfica general que ha afectado especialmente a las ciudades, y a que la emigración del campo no puede mantener el ritmo pasado debido al vaciamiento progresivo de las zonas rurales. Pese a todo, América Latina es la región más urbanizada del mundo en desarrollo, aunque existan todavía contrastes notables en los porcentajes de población urbana que en bastantes casos obedecen a la importancia que adquieren las grandes metrópolis.

EL CARIBE

En total son diecisiete países que reúnen una población modesta (39 millones de habitantes). La desigualdad nacional de la distribución es marcada. Sólo tres estados tienen más de cinco millones de habitantes (Cuba con 11,3, la República Dominicana con 8,9 millones y Haití con 8,3 millones). Los otros catorce reúnen únicamente un 27% de los habitantes.

La mayoría de los países de la región tienen valores de fecundidad moderados. Por debajo del nivel de reemplazamiento (2,1 hijos por mujer) se sitúan seis países liderados por Cuba con la tasa más baja (1,5). En torno al umbral (entre 2,1 y 2,3) hay diez países más y claramente por encima sólo están Haití (4,7) y la República Dominicana (2,9).

Estos dos países vuelven a diferenciarse claramente de sus vecinos por las cifras de mortalidad. Son los que tienen una tasa de mortalidad infantil más elevada (80 % en Haití y 31 % en la República Dominicana) y una esperanza de vida más baja (52 y 68 años, respectivamente). Ambos están a la cola de la transición demográfica, pero con diferencias entre sí que explican en parte la presión que Haití ejerce sobre el territorio de su vecino.

Con diferencias, los demás estados tienen una situación de mortalidad razonable o buena con esperanzas por encima de los 70 años. Cuba lidera este grupo de territorios con cifras casi europeas (5,8 % de mortalidad infantil y 77 años de esperanza de vida).

En conjunto, la población del Caribe es joven con un valor medio del 29 % de menores de 15 años y de un 7 % de mayores de 65. Pero ya se advierte un proceso de envejecimiento incipiente en al menos seis naciones en las que el porcentaje de jóvenes está ligeramente por encima del 20 % y el de viejos ronda o supera el 10%. Los casos de Puerto Rico y Cuba son ilustrativos de esta situación con un 21 % de jóvenes y 12 y 10 % de población vieja.

La combinación de tasas generales de fecundidad, en claro proceso de disminución, y de mortalidad moderadas o bajas hace que el Caribe presente el índice de crecimiento más bajo de toda Latinoamérica con un valor anual del 1,1%.

Su tasa de urbanización (65 %) es la más reducida de Latinoamérica. Entre los países más grandes Cuba tiene un valor del 76  % y Puerto Rico del 94 %. En cambio, Haití (una vez más) sólo localiza en sus ciudades un tercio de los habitantes. Las proyecciones prevén una población de 47 millones en el año 2025 y 54 en 2050. Esta última cifra representará un crecimiento entre 2005 y 2050 del 40 % que es también el más reducido de los tres grandes espacios latinoamericanos.

AMÉRICA CENTRAL

Hay dos Américas centrales: la que representa México, con 107 millones de habitantes y un 73 % de la población total de la región, y la del resto, formada por los otros siete países que reúnen 40 millones de personas.

Dos rasgos diferencian este ámbito del vecino Caribe. En primer término, una mortalidad reducida, la más baja de las tres regiones latinoamericanas, con un valor medio de su tasa bruta del 5 %. Y en segundo lugar, una tasa de natalidad elevada del 2 5 % que es también, en este caso, la más alta de los tres conjuntos.

Como siempre las cifras globales oscurecen algunas diferencias significativas en las dos variables. Costa Rica con un 9 % tiene la tasa de mortalidad infantil más baja y Guatemala con casi el 40 % la más alta. Las demás naciones tienen valores medios entre un 25 y 35 %. Estos índices influyen en la esperanza de vida que en Costa Rica se acerca a los 80 años mientras que en Guatemala se queda en 66. E influyen igualmente en los valores de fecundidad, en donde se observan también diferencias de alcance. Guatemala, Honduras y Nicaragua, que tienen las tasas de mortalidad infantil más altas, ostentan los valores de fecundidad más elevados (4,4, 4,1, y 3,8 hijos por mujer, respectivamente). En cambio, Costa Rica con dos hijos por mujer acaba de traspasar el umbral de renovación de las generaciones.

La mayor natalidad de conjunto hay que emparentarla con porcentajes de población joven más elevados que en el vecino Caribe. Todos los países están por encima del 30% de población de menos de 15 años y algunos por encima del 40 % (Guatemala, Honduras y Nicaragua). La inercia demográfica derivada de esta situación constituye un freno natural a la caída de la natalidad. Por ello el porcentaje de crecimiento del periodo 2005 – 2050 es el más elevado de Latinoamérica (46 %). La región tendrá en el año 2025 alrededor de 188 millones de personas y en 2050 más de 215. Guatemala y Honduras doblarán con creces sus efectivos actuales, mientras que México que ya tiene hoy un nivel de fecundidad moderado (2,6 hijos por mujer) aumentará su población en un 30 % reduciendo su peso relativo en el conjunto de la región (65 %).

La tasa de urbanización (68 %) es ligeramente mayor que la del Caribe, pero como en él se observan contrastes notables. México tiene el porcentaje más alto (75 %) y Guatemala el más reducido (39 %). La intensa urbanización mexicana está dominada por el peso de la capital, que con una población probablemente superior a los veinte millones de personas reúne casi al 19 % de todos los habitantes.

AMÉRICA DEL SUR

Trece países en total se reparten esta parte de Latinoamérica dominada por Brasil que con 184 millones supone aproximadamente la mitad de la población del subcontinente (373 millones). Tras Brasil, Colombia (46 millones) y Argentina (39 millones) ocupan, a distancia, la segunda y tercera plaza. Ningún otro país rebasa los treinta millones, distribuyéndose por tamaños en una escala encabezada por Perú (28 millones) y cerrada por la Guayana Francesa con apenas 200.000 habitantes.

Los países de América del Sur están en diferentes estadios de la transición demográfica. Algunos, como Chile y Uruguay, la han cumplido ya prácticamente. Sus tasas de mortalidad infantil (8 y 15%) son baja y sus niveles de fecundidad reducidos (2 y 2,2 hijos por mujer). Viene detrás un pelotón compuesto por Argentina, Colombia y Venezuela que observan a corto plazo el final de la transición. Las tasas de mortalidad infantil son algo más elevadas (entre el 20 y el 25 %) y los índices de fecundidad rondan los 2,5 hijos por mujer. La transición está menos desarrollada en Ecuador y Perú (índices de mortalidad infantil por encima de 30 % y de fecundidad en torno a tres hijos por mujer). Los valores más altos de ambas variables corresponden, sin embargo, a Bolivia con una tasa de 54 % de mortalidad infantil y 3,8 hijos por mujer. Hay por lo tanto una clara correlación entre los fallecimientos de niños y la fecundidad en la mayoría de países del subcontinente, en donde se aprecia además una relación intensa entre desarrollo económico y transición demográfica.

La estructura por edades también correlaciona bien con la fecundidad. Los valores más bajos de población joven (menos de 30 % en Chile, Uruguay y Argentina) corresponden a los países con tasa de fecundidad más reducida. En el otro extremo de la escala sólo Uruguay (13%) tiene un porcentaje de viejos superior al 10%.

Entre los países grandes se pueden diferenciar tres niveles de urbanización. Por encima del 80 % de población urbana (incluso del 90 % en el caso de Uruguay) están, además de este país, Argentina, Chile y Venezuela. Entre el 70 y el 80 % se sitúan Brasil, Colombia y Perú. La tercera categoría la integran los menos urbanizados con valores ente 55 y 65%, como en Bolivia, Ecuador y Paraguay.

También en esta parte del subcontinente se prevé un crecimiento demográfico a corto y medio plazo que supondrá un aumento del 44 % entre 2005 y 2050. U n valor intermedio entre el del Caribe (más bajo) y el de América Central (más alto). En conjunto, la población será de unos 467 millones en 2025 y de 536 en el año 2050.

Este es, a grandes rasgos, el panorama demográfico de los tres grandes espacios latinoamericanos que tienen vocación de convergencia poblacional, aunque existan todavía diferencias notables en el interior y entre cada uno de los ámbitos.

Desde un punto de vista internacional Latinoamérica tiene mejores cifras de mortalidad que las africanas o asiáticas y una fecundidad claramente más reducida que la de África y de un valor semejante al de Asia. Por ello su población aumentará en términos relativos mucho menos que la africana y asiática. Hoy los tres continentes en desarrollo tienen 906 millones de habitantes África, 559 Latinoamérica y 3.291 Asia.

Dentro de veinte años Asia alcanzará los 4.759 millones con un crecimiento porcentual del 44 %. África 1.349 millones y un aumento relativo del 49 % y América Latina 702 millones y sólo un 26 % de crecimiento. Es por lo tanto el subcontinente en desarrollo de cifras más contenidas y donde la transición, examinada en bloque, ha cumplido en más casos su trayectoria. Pero es todavía, y lo seguirá siendo en el futuro inmediato, un territorio con una razonable vitalidad demográfica que le permitirá encarar, ciertamente no sin problemas, el futuro complejo de su desarrollo económico.

Catedrático emérito de Geografía Humana y presidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).